Promesas incumplidas
Se levantó cuidadosamente para no despertarlo, él dormía profundamente. Le costó un poco encontrar su ropa, todo había sucedido tan rápido.
Él la había llamado a su tienda, le pidió que se sentara y le dio la noticia: Tarth había sido conquistada por la Compañía Dorada, no se sabía nada de su padre. Su primera reacción fue ponerse de pie y dirigirse a la salida. Pero antes de que pudiera salir, Jaime se puso de pie, y le sujetó los hombros, con ambas manos, la real y la de oro.
"—Debes prometerme que no harás nada estúpido—" había susurrado.
Era la primera vez que él la miraba a los ojos luego del encuentro con Lady Corazón de Piedra. Su expresión era dura, ella le sostuvo la mirada.
"—¿Podrás cumplir eso, moza? ¿O es muy difícil para ti?"
Ella se zafó de él y le dio la espalda. Sin que pudiera evitarlo, unas lágrimas gruesas recorrieron sus mejillas, la buena y la carcomida. No sabía si lloraba por su padre o por su rechazo. Se avergonzó, por un lado, su padre necesitaba su ayuda inmediata y por otro, Jaime tenía toda la razón de sentirse enojado, había sido ella quién le había mentido.
"—Se trata de mi padre—" se había limitado a decir, con la voz quebrada. "—No podrás detenerme"
Suspiró y volteando la cabeza, lo miró una vez más y le dijo:
"—Lo siento—" La expresión de él no había cambiado nada.
Ella le sostuvo la mirada una vez más y luego se había dirigido a la entrada de la tienda.
Pero él le tomó la mano, su tacto era suave.
"—En serio, no podrás…—" pero él la había interrumpido y con su mano de oro, volteó su rostro al de él".
Aunque su mirada tenía aún algo de dureza, también era interrogativa.
"—No podía dejar a Pod ahí…no había otra cosa que hacer…sólo podía improvisar…no iba a dejar que te mataran."
Él le soltó la mano y con un dedo le frotó la marca que tenía en su cuello, la que había dejado la cuerda. No pudo seguir hablando, se alejó bruscamente y se levantó la camisa. Sintió su cara roja.
Pensó en huir, no podía aguantar su mirada. Pero él la había detenido una vez más y acercando su rostro, la besó.
Y cuando ella le respondió torpemente, todo sucedió rápido. De un momento a otro estaban desnudos y él la estaba tomando en su cama de paja a la luz de la hoguera.
Lo miró nuevamente, él aún dormía, respirando de forma pesada.
"—Lo podemos hacer de otro modo—" le había dicho—", me debes prometer que no irás sola"
Meneó la cabeza, no podía llevarlo nuevamente al peligro.
Salió de la tienda, Peck dormía en la entrada. Se preguntó si había visto o escuchado algo, su cuerpo enrojeció a pesar del frío matinal.
Volvió a su tienda, donde Pod dormía. "A él tampoco puedo llevarlo" pensó. Recogió sus pertenencias, por último, tomó su espada. Se dirigió nuevamente a la tienda de Jaime.
"Ruego a los Dioses que no haya despertado". Pero no era así. Tomó la espada de Jaime y se la puso en su cinturón y dejó en su lugar a Guardajuramentos.
Ya no era su espada, no la merecía.
