Rabia obsesionada
Entre las leyes de la ética y la moral, mirar a la mujer de un prójimo es pecado, y la religión lo condenaba; sin embargo en su propia conducta no estaba viendo a la mujer de un prójimo, sino más bien a la de su enemigo.
Era una noche de esas, en las cuales los amigos y no tan amigos se reunían a celebrar la llegada de él y sus hermanos; más bien la de sus hermanos, porque en aquella entidad de personas él se encontraba explícitamente de lado.
Casi sobre la barra, con un tono de rabia y un vaso de bebida fría, observó a todos los que se amontonaban en aquel bar de medio presupuesto. A su alrededor todo parecía ser de estrellas, porque los chicos disfrutaban de las charlas, el ruido y simples o siniestras miradas. Sin embargo, él estaba pasabola horrible; solo a un costado de la diversión; sin ganas de soportar un segundo más de esa situación. La necesidad de levantarse y retirase de aquel lugar surgió mientras veía, celosamente, a su hermana mayor besar al odioso del Nara. No podía aguantar que un tipo tan pesado como ese le pusiera las manos en sima a Temari. Odiaba verlos juntos, más halla de que no eran solo sospechas eso de que mantenían una relación; ya estaba explícitamente avisado, hasta la rubia lo presentó formalmente. Pero sin duda era horroroso verlos.
Justó cuando terminó de beber su último trago de cerveza a segundos de levantarse e irse, vio como una joven entraba a la cantina. La belleza de la chica era rara, pero a su vez muy conocida. Volvió a sentarse en su silla observando cada paso que esta daba. Sencilla pero muy bonita. Su tez bronceada, sus cabellos oscuros, y aquella sonrisa disfrazada con un tono natural de brillo labial. Sus ojos tenían algo extraño, no era de color, pero iluminaban sorpresivamente.
Cuando la chica se acercó a saludar a su hermana, interrumpiendo el ambiente romántico entre la rubia y el problemático, él se sonrió. Quizás era mucho más perfecta de lo que pensaba.
Entonces con un poco más de memoria, reconoció a la muchacha. Su nombre era Tenten, la había visto otras veces, pero nunca se pensó que con un poco de arreglo y una buena ducha podía ser tan linda. Se acomodó en la banqueta y pidió otro vaso, mientras su mirar se deleitaba con la chica que tiernamente saludaba a los presentes en la junta.
Con pasos chiquitos, como sus pies, recorría cada sitió donde uno de sus conocidos estaban. Sus piernas se mostraban, robustas y bien trabajadas, porque lucía un short clásico color beige. Cuando se inclinó para alcanzar a saludar a Hinata y Kiba, notó como el escote del chaleco de la cedía, mostrado el inicio de aquellos firmes pechos que siempre cubría. Una prenda muy bella entre los tonos de la madera, pero lo que este no cubría era mucho más existió, se pensaba entre sonrisas.
Iluminando de su propia perversidad, se acomodó disimuladamente. Apoyó el codo derecho sobre el tablero y se inclinó con menos disimulo. Se sentía un desgraciado y degenerado sujeto mirando perverso a la mujer, pero no podía dejar de verla. Y mientras más se acercaba, mayormente sonreía. La vio inclinarse nuevamente, pero esta vez dándole la espalda, provocando en él un sin fin de bárbaros pensamientos.
Estaba delirando grotesco, pero se sentía libre de culpa. No podían acusarlo por mirar, puesto a que para eso estaban los ojos; tampoco colgarlo de pervertido, ya que estaba realmente provocadora con el cabello suelto ligeramente despeinado, mostrando su piernas cortas pero firmes. Era un inocente a plenitud, culpable de la tentadora manzana que se le enseñaba.
-Hola Kankuro- lo sorprendió con un saludo.
Sin evitarlo la miró de arriba a bajo. Avergonzado de su actitud se reincorporó y le sonrió sin timidez. Le respondió el saludo de un modo más masculino, y clavándole la mirada en los ojos, se apresuró en seducirla.
-¿Por que tan linda?-
-No digas eso- pidió con respeto, mientras su mejillas se tornaban carmesí- las demás lucen mucho más arregladas… yo pensé que…-
-Ja…- interrumpió bruto- no estoy mirando a las demás-
Incomoda bajó su vista y de reojo lo espió a él. Era un sujeto muy seguro de si mismo, porque aun mantenía los ojos en la morocha. Ambos se sonrieron, y ella se alejó a seguir con su camino, en dirección hasta la rubia ojos celestes.
Sin la menor pena Kankuro siguió sus movimientos, fijando sus ojos en la parte más baja de su espalda. No podían culparlo, la morocha era raramente atractiva, y aquella ropa acentuaba su figura.
Una sensación extraña lo invadió al ver como Tenten interrumpía a la rubia con sus problemas. Todo indicaba que Ino estaba llorando y ahora la morocha intentaba calmarla. Sin embargo a él no le importaba lo que estuviese pasado, sus ojos solo querían deleitarse con la pobre kunoichi que seguía cumpliendo un rol de simpática amiga.
Se pidió otro trago. Ya sentía alcohol en sus venas pero no le importaba, seguía sumergido en el mar de sensaciones, ingratas y desquiciadas, que Tenten el concebía con cada movimiento. De espaldas al cantinero apoyo ambos codos sobre la barra, y apreció como su amiguita hablaba. Aquella boca estaba atentando su cordura, con su tono rosa viejo y sus gruesos labios; creándose la imagen de cómo sería besarlos. No podía ser cierto. Las manitos de Tenten tomaron del bazo a Ino; mientras él de su lugar observaba. No traía manos de lo mas delicadas, debido a que su trabajo y sus armas despellejaban por completo su piel, sin embargo él no dejaba de imaginar cuatas cosas haría si las manos de Tenten estuvieran en él. El cabello de chocolate, se desordenó aun más cuando la chica negó, causando que Kankuro quisiera sentirlo cerca, cautivado por su aroma y textura, creyéndose aferrado a aquella cabellera marrón tierra.
La rubia se alejaba de su amiga. Para él eso era favorable, si Tenten permanecía sola, se acercaría a él, que también solo necesitaba jugar un poco. La vio frustrarse, y cursada de brazos. Para su mala suerte aun la chica no acaba con su recorrido y se dirigió hasta donde estaba el extraño de cejas gruesas.
El seño se frunció, cuando los labios de la dulce muchacha se apoyaron sobre la mejilla de aquel odioso sujeto. Este mismo sonreía por recibir un regalo tan amable, mientras las tripas de Kankuro rugían molestas. Pidió un nuevo vaso, pero esta vez de mayor tamaño, y casi en un suspiro bebió hasta el fondo. Se sentía bastante molesto de, pero se relajó al ver como el chico le enseñaba a su amiga una joven desconocida. Recordó que apenas unas horas antes Rock Lee se presentó con su nueva novia, y era obvio que no sería una molestia.
Tenten se veía distante a la escena de aquella graciosa pareja, algo incomoda por tener que verlos; sin embargo resignada giró su rostro y se recargó en la pared. De este modo podía pasmarse en toda su extensión y naturaleza. Bebió un sorbo de su elixir. Ya no le importaba que el alcohol le quitara la conciencia, después de todo es lo que realmente deseaba que pasara, que su razón se borrara para no sugestionarse al ver a la pobre Tenten.
Prontamente, para su disgusto, a la cantina entró un hombre. Su mirada gris, ya describía su seriedad y formal presencia, mientras que penetra e intimida con la expresión de sus ojos. Con solo ver aquel indestructible semblante, Kankuro tuvo un mal presentimiento. Ya podía olerse la bronca, y en cierta forma el odio. Conocía perfectamente aquel sujeto, su nombre era Neji Hyuga, uno de los más arrogantes y pedantes seres humanos sobre la faz de la tierra.
Los ojos grises de enemigo observaron todo el salón y finalmente con pasos firmes y muy duros se acercaba hasta la zona prohibida. Al pasar por su lado, cerca de la barra, ambos se vieron con rencor; provocándose uno al otro. Cuando pudo darse cuenta, la peste se dirigía hasta donde su Tenten posaba.
Sus ojos saltaron a ver como Neji tomaba por sorpresa a Tenten de la muñeca y esta volteaba a verle. Sus dientes crujieron, como su estomago se revolvió a verla alegrarse. La chica miraba al Hyuga con ojos brillantes y una sonrisa preciosa, como si lo hubiera estado esperando. Kankuro bufó enfermo al ver como ella daba un paso para acercarse más a su enamorado.
Sin soportar ni un segundo más la situación, evitando a toda costa lo que sucedería luego, él se levanto de su silla. Camino a la salida se topó con la actual novia de Lee, quien se dirigía al tocador, pero no pidió disculpas al tropezarse estaba enfermo de ira. Con la mirada furiosa y baja, sin esperar un segundo se retiró del bar. Un bar de lo más cochino e inmundo. Y avanzando por la a noche oscura y ventosa, se topó con una mujerzuela, que bien podría cubrir de idioteces toda su bronca. Con pasos agigantados se alejó de allí, seguido por la pobre idiota que soportaría su cólera esa noche.
-Neji… has venido- dijo alegremente Tenten dando un paso al frente- creí que no querrías…-
-¿Donde esta Hinata?- preguntó ignorando completamente a la morocha.
-¿Hi…Hinata?-
Casi podía olerse es frustración que en la carne de Tenten nacía. ¿Por qué Neji nunca podía ir por ella? ¿Por qué no hacía nada por ella, si con mucho respeto Tenten lo trataba?
-Si, me han mandado a buscarla- contestó gélido sin darle valor a lo que su compañera podía decir.
-Ella esta con Kiba…- contestó bajando la cabeza- en la mesa de allá-
El chico se fue por donde el dedo que la kunoichi señalaba, dejando desvalorizado sus sentimientos, y creándole una pena interna. La culpa de no ser linda la carcomía por dentro, la culpa de no ser agraciada, la culpa de no estar a la altura de Hyuga Neji.
Una lágrima redonda nació de los ojos de Tenten, y mientras caía lentamente por su rostro llagaba aquella tez bronceada. Las marcas de cada herida, cada problema, cada defecto, provocado por Neji, le sellaban su ser. Si seguía así, quizás algún día, su corazón cicatrizaría creando una coraza de miedo y dolor.
Antes de salir, Neji paró en seco, y al voltear de reojo, vio a la kunoichi abrazada a Lee. Como odiaba al afortunado de cejas, con su extrovertida personalidad le robaba el corazón de la bella Tenten.
La noche era ligeramente horrible, el viento soplaba fuerte llevándose consigo la seguridad y felicidad de los humanos. Aquel sabor insulso no era más que la necesidad de alcanzar nuestros objetivos. Y con el viento se vuelan las últimas hojas de otoño, y los últimos amores que estos podían sentir.
Dedicado a Mi hermana.... Sabrina!
