Sin respuesta.
De pronto el viento aúlla y golpea mi ventana cerrada.
El cielo es una red cuajada de peces sombríos.
Aquí vienen a dar todos los vientos, todos.
[…]
Tú estás aquí. Ah tú no huyes
Tú me responderás hasta el último grito.
Ovíllate a mi lado como si tuvieras miedo.
Sin embargo alguna vez corrió una sombra extraña por tus ojos
Apenas abres los ojos, repleta de la bruma matutina, densa, aunque cálida. Despiertas. Estás tratando, aún adormilada, bajo un confort que considerabas desconocido y distante, de removerte la pereza. No obstante, hallas pocas razones. Estás cómoda. Bastante.
Llega un primer rayo en medio de ese follaje por encima de tus dedos, los mismos que intentan recubrirte las pupilas, poco acostumbradas (en esta mañana) a la luz de… Sólo a la luz. Y quieres dormir otro poco más, remembrando pasajes inertes, y otros más, tal vez meditabundos. Tomas, por ejemplo, la perspectiva de la presente neblina que te revolotea entre los cabellos, Asami Sato, helándote los dedos por debajo del pasto que acabas de sostener con firmeza. Observas hacia arriba. Hace un clima espectacular. Pocas veces lo encontrabas en Ciudad República, en tus lugares predilectos: parque, bahía, bodega. Parque. Y llegaste, lo recuerdas, hasta tu oficina en tu Satomóvil durante una mañana paralela a ésta.
O-O-O-O-O-O-O
…una mañana paralela
"Basura, basura…, algunas otras cartas, cuentas. Ésas van a administración, las otras a recursos humanos, otras más son anuncios, ofertas…"
Asami observó, entre todas ellas, la carta usual de Hiroshi Sato, directo desde la prisión de la Ciudad. Abrió el cajón de archivos muertos, el mismo debajo del escritorio… Y allí, apilándola con un resto más, dejó que se llenara de polvo.
"Quizá… han pasado apenas algunos años."
Había pasado cavilando una buena parte de la noche, y muy entrada la madrugada, no hizo otra cosa salvo…
Querida Korra.
Caminó con la frase casi inundándole los labios. Tras ir y venir sobre la cama, justo por debajo de las cobijas, se encontró con una mirada y, por ende, un pensamiento. Caminó: arribó hacia un trozo de papel que, con letras de tinta y el logo de la compañía familiar, la miró de forma obsesiva, incitándola a dejar, por completo, lo mismo que le desbordaba las ideas de esas horas.
Te extraño. Ciudad República no es lo mismo sin ti. ¿Cómo te has sentido? Las cosas marchan bien por aquí. Conseguí un gran contrato para ayudar a rediseñar la infraestructura de la ciudad, así que estaré muy ocupada por un tiempo.
Y dejó que la pluma corriera hasta bien entrada la mañana. Apenas durmió lo suficiente como para tomar una ducha y marcharse hacia las oficinas principales de Industrias Futuro. El proyecto de reestructuración de las calles de la ciudad seguía marchando en su cerebro. Algunos días y noches en vela, le habían traído consecuencias nada gratas. En ocasiones, inclusive alucinaba los planos que había trazado junto con el resto de los ingenieros y arquitectos que tenía bajo su cargo.
Accedió hacia la cochera. Trató de elegir algún Satomóvil de acuerdo a su estado de ánimo y, en ello, encontró uno en particular.
"Manejar es relajante…", recordó, para después sentir una adrenalina inusitada corriéndole entre las vértebras, seguido de una breve explosión de risa.
"…¿Cuántas veces debo aclarar que no sé manejar?".
El mismo satomóvil, por causalidad… tal vez había estado en aquellas dos ocasiones poco comunes. Ya fuese chocado por Korra en un poste cerca del puerto de la bahía, o bien, aprendiendo a manejar en el centro de Ciudad República, el satomóvil azabache parecía resguardar, en ecos o en imágenes, un resplandor tranquilo… muy tranquilo, comparado con el desastre que le deparaba el cerebro cada vez que ponía su cabeza en el proyecto.
Aún no se veía el sol. No de manera plena.
Desde que arribó al edificio, justo desde su oficina y posterior a arrojar las cartas, Asami forzó un suspiro al dar un sentón sobre su silla giratoria. Con el amanecer de Ciudad República detrás de sí, y tras girar un poco el asiento, de frente a ella, se contempló a sí misma en el pálido reflejo que se proyectaba en los vidrios temblones debido al viento galopante, furibundo. El claroscuro matutino le recordó que allí se hallaba, en uno de los lugares más altos que se hubiesen construido en la gran urbe cosmopolita. No obstante, aunque el fulgor dorado inundaba cada enredadera, árbol, avenida, callejón y torre de la ciudad, seguía faltando un algo. Lejos, desviando las pupilas hacia la estatua del avatar Aang, y luego hacia la isla del Templo Aire…
…te extraño. Ciudad República no es lo mismo sin ti.
Su carta cobró efecto de nueva cuenta.
La ciudad permanecía austera. Y así permanecería, similar a las diversas cartas que había mandado hacia la Tribu agua del sur.
Querida Korra, Hola Korra… Korra… Correr. Corre.
Pensó, de forma casi fugaz, en escapar del edificio. Analizó, por un momento muy efímero, que existía una posibilidad de tomar un respiro de ese tren rápido… Y tomar un barco con rumbo hacia al sur, encallar en el puerto y dedicar un tiempo (¿Por qué no?) a Korra. Lo intentó en tiempos anteriores, claro. No obstante, la ciudad demandaba genios para la construcción.
"Sólo dejaré la carta en el maldito buzón."
Terminó.
O-O-O-O-O-O-O
Hora del almuerzo. Tanto maestros como no-maestros tomaron ese pequeño receso para descansar. Hacía un crudo invierno durante plena hora de tráfico.
Dejó los planos sobre la mesa.
-¿A dónde va, señorita Sato? – preguntó uno de los ingenieros encargados de la obra.
-Yo… eh…
Sujetó su bolso.
-Sólo tenemos una hora, y debemos asegurarnos de que los pilares tengan la suficiente solidez, terminar de colar y…
-Eso se puede resolver – dijo.
-Sí, pero dijo que…
-Llegando trabajaré en ello. Lo prometo.
El ingeniero Chang observó que Asami se hallaba, literal, con un pie afuera de la oficina y uno apenas dentro de ésta.
-¿Y… puedo preguntar a…
Sólo parpadeó de manera ansiosa. Después, no pudo ocultar sonrojarse.
-Cosas de negocios. Te veo después.
Y salió, con paso nada perezoso, hacia la oficina de correos, a la cual debía llegar cerca del libramiento sobre la callejuela de los espíritus. No obstante, el tráfico permanecía terco. Y… podría ser mejor tomar un camino a pie. Sí, eso parecía mejor. Sólo una hora. ¿Por qué lo estaba haciendo?
"Mírate. Asami Sato. Caminando… esquivando gente, algunos policías, obreras, gente común, algunos maestros, otros con rostro de pertenecer a las triadas."
Subió los escalones.
"…a los que van depositando sus declaraciones de impuestos, sus registros, envían cartas hacia cualquier parte del Reino Tierra o la Nación del Fuego".
Llegó a la ventanilla.
"Ciudad República no es lo mismo sin ti", volvió al mismo lugar de rostros sin expresión, de personas gritando a los empleados de la oficina, a los trabajadores haciendo bromas entre ellos, fijándose en algunas otras maestras tierra mientras hacían su trabajo, y los ríos de gente sobre la banqueta… Aún, con toda esa vida caminando y yendo con prisa, con todos los espíritus danzando entre cristales, automóviles, estructuras de metal y departamentos… todo tenía facha de moribundo. Un primer paso a la negación de la desalmada jungla de hierro era, quizá, la modificación del todo.
O-O-O-O-O-O-O-O
Había tenido un sueño espantado desde días atrás. Contó, una última noche, con un pequeño grito que, de paso en paso, se hizo uno desgarrador y que, de repente, supo que no formaba parte de su propio panorama onírico. Era de madrugada, muy entrada. Y Korra, en la cama de junto, despertó de nueva cuenta de ese manto de fantasías revueltas en enormes monstruos que ni el avatar podría derrotar.
-Está bien, Korra. Fue sólo un sueño.
Sobresaltada, Asami tomó la mano de la muchacha entre las suyas.
-Fue… Zaheer… Fue…
Sin tolerar el peso de su propio pecho, Korra rompió en un llanto de fragilidad que, en más de una ocasión, llegó a resoplarle a Asami durante los momentos poco sutiles, donde se encontraba a sí misma en el parque observando los nubarrones o a los vagabundos. Permaneció, a modo de fotografía, quizá de una película, la idea de que Korra no se encontraba en las mejores condiciones. El mundo, por ello, tampoco se encontraba en el orden deseado. Ni el ritmo de aquello que le caminaba entre las costillas. Ni los números. Ni sus latidos Y seguía caminando.
Esperó.
-Ciudad República y sus ritmos acelerados, ¿eh?
Un vagabundo de cabellos amedrentados se le acercó.
-¿Gommu?
-Hey, señorita Sato. ¿Qué es lo que la trae de regreso a este sitio?
Con una pequeña muestra de desdén, apenas perceptible, Asami trato de contenerse ante el hedor del sujeto que apenas si vio un par de ocasiones en el pasado.
-Sólo un poco de distracción. Aunque…
Observó que venían unas nubes de tormenta.
-Está haciendo un excelente trabajo de remodelación, admito.
-Muchas gracias.
-Pero se ve estresada, triste. ¿Algún problema a bordo?
-Es muy posible…
Luego, volteó la vista hacia la lagunilla del parque. Todavía con el sol de la tarde encima de ellos, a nada de que llegarse el crepúsculo, Gommu le ofreció un poco de sopa especial.
-No… comí bien durante la tarde. Muchas gracias.
Aquél se encogió de hombros.
-Más para mí. Y… Si la indiscreción no gana, ¿Hay alguien que le esté quitando el sueño? – después de llevarse una cucharada a la boca, Gommu preguntó.
¿Enamorada?
-No… dudo estar enamorada. O…
-Nunca pregunté si estaba enamorada, señorita Sato. Aunque ello me ayuda a saber cómo se encuentra.
Regresó ese rubor poco natural en ella.
-No… Es… la presión con la que estamos trabajando. Aún falta rediseñar el paso de las vías férreas por las que llegará la nueva vía de Ciudad República.
-Lo entiendo. El estrés puede con usted. ¿Sabe? Será la ciudad más moderna y usted tendrá el mérito por ello. Sin embargo…
Gommu observó las primeras estrellas que arrastraba el sol poniente, aquellas que venían del este.
-…viviremos en una República desesperada, con las personas vacías, acostumbrándose a una vida agitada.
…costumbre a la vida. Costumbre a una ciudad sin luz.
-No pudo decirlo mejor, Gommu.
Hicieron una pausa un tanto prolongada.
-¿Sabía usted que, en este mismo punto donde nos encontramos, conocí al avatar Korra cuando llegó por primera vez a Ciudad República?
Asami viró, curiosa.
-¿Cómo fue que…?
-Ella estaba perdida. Pescó algo de comida de este mismo estanque. Su perro-oso nadó en él, y hasta me dio un pescado para comer. Parecía como si nunca hubiera pisado otro lugar fuera de la Tribu Agua…
La líder de Industrias Futuro, de pensamiento rápido y casi vertiginoso, cayó en la cuenta…
-… Y pensar que la misma persona que salvó a toda la ciudad y ha hecho tantos cambios por el mundo, alguna vez haya hablado conmigo. Y me dio un pescado.
Recordada en su momento común, o bien, recordada como la chica repleta de veneno y falleciendo en brazos de Tonraq y la misma que desbordaba poder inconmensurable, Asami memorizó y se dejó algo en claro: El avatar, sí, era una mujer en varias. Y la gente la quería. Algunos, no por poderosa. Algunos, sólo por el hecho de su compañía, la apreciaban. En verdad, Korra, en cualquier estado, parecía ser una diferente y todas a la vez. Y ser querida por todos los avatares que no se habían querido.
-Un gusto haber hablado con usted, Gommu – Asami se levantó, trazando una idea que le llegó casi al instante de que el vagabundo aquel hubiese dicho las palabras: perdida, ciudad y pescado.
Tal parque, el mismo que frecuentaba para quitarse la resaca del insomnio, podría tener (en poco tiempo) un poco más de brillo… o algo como ello.
Hola a todos los lectores de estos lares. Como se darán cuenta, tengo un tiempo oxidándome en esto de escribir fanfiction. He estado en vías de que mi primera novela esté terminada para el próximo año, entonces puede sonar muy "extraño" el tono con el que digo las cosas. Es más para dar cuenta de lo que vimos en el final de "La leyenda de Korra" a través de un par de poemas tomados del buen Neruda (que debe revolcarse en su tumba). Serán dos o tres shots, porque me di cuenta que ese librito tenía mucho de nuestra querida Korra y nuestra amada Asami... todo hecho poema.
¿Dudas, quejas, reproches? Ok, prometo algo más "largo" para el siguiente shot. ¡Nos leemos!
