CADA MINUTO.
Te miró a la lejanía, sonríes cortésmente con tus labios pintados de un leve color carmín y asientes hacia lo que te están contando, una mirada de duda cruza tus ojos que pasa casi inadvertida, pero te conozco de años y sé reconocerla, así como sé que al terminar vendrás a contarme los pros y contra de ello, estrechas su mano fuertemente; como te gusta, detestas a toda la gente que sólo acaricia la mano, no confías en ellos. Haces una pequeña reverencia y te despides educadamente comentando que en un futuro próximo hablarán, esperas a que se vaya y das media vuelta con una clara muestra de alivio cruzando tu rostro, relajas los hombros un momento para inmediatamente volverte a poner derecha, acomodas el vestido azul marino el cual te ha costado tanto encontrar para la ocasión, tomas el saco color blanco del respaldo, aun no te acostumbras a llevarlo puesto, siempre has sido más de estar libre, fresca, disfrutando del calor que te recuerda a tu hogar, pero no aquí, aquí te enfermas sin el, hace demasiado frío para alguien como tú, detestas los suéteres pero sabes que son necesarios. Buscas entre tu bolsa para encontrar tus llaves, siempre olvidas donde las dejas, desesperada toqueteas entre tus bolsillos del saco y ahí están, burlándose de ti, con paso firme caminas hasta las puertas de vidrio, tus tacones blancos resuenan en el suelo lleno de azulejos color negro, consiguiendo miradas de algunos en el local, como siempre caminas de frente ignorando a todos como si nadie fuera digno de tu atención, y tienes razón, nadie ahí la merece. Con un empujón abres las puertas de cristal y el viento frío se cuela sobre ti, alzando las solapas de tu saco que con un manotazo tratas de que vuelvan a su lugar, unos mechones han salido de tu peinado, enmarcando tu rostro. Resoplas y buscas con la mirada hasta que me encuentras, una mirada de satisfacción cruza tu rostro para ser reemplazada por una de alivio e inmediatamente me dedicas esa sonrisa burlona que tanto me gusta. Caminas hacía mi con paso decidido, el viento te sigue alborotando el pelo pero ya no te importa, te paras frente a mí y yo te pongo mi bufanda alrededor de tu cuello, resoplas fingiendo fastidio, pero sé que te gusta que cuide de ti. Tus brazos rodean mi cuello y me jalas para darme un beso que gustosamente correspondo.
¿Me extrañaste, bebé llorón?
Te sonrío de medio lado y sin responderte te abro la puerta para que entres. Doy la vuelta al carro y entro en el calor que se ha quedado atrapado ahí. Tu vestido se ha subido y deja a la vista parte de tus piernas bronceadas, mi mano te acaricia suavemente el muslo casi por inercia. Arranco el carro hacía nuestra casa, donde podremos ser solamente tu y yo.
"Cada minuto."
