Elementos a tener en cuenta antes de leer este fic:

-Su línea temporal en mi universo soratista es post- "DA2027", post-"DA2032" (todavía no escrito) y post- "Tradición".

-Su protagonista es Aiko Ishida, hija mayor del sorato.

Creo que eso era lo que tenía que decir. Sin más, este fic fue concebido y escrito como un one-shot pero como me ha quedado inmenso lo he dividido en dos capítulos y un pequeño epílogo para que resulte más cómoda su lectura.

Y quiero dedicárselo a todas/os que leísteis "Digimon Adventure 2027" y que os gustaron mis niños y tenéis curiosidad por saber más de sus vidas, y por supuesto a los que leyeron "Tradición" y dieron una oportunidad al Aibou.

Prácticamente todos mis niños hacen un cameo, para que no os olvidéis de ellos y veáis un poco como les va la vida de adolescentes. Algún día escribiré otro fic donde aborde las demás parejas (que las hay) y por supuesto DA2032, pero de momento, toda mi atención se la lleva mi Aiko, sorry.

Eso es todo, lean si aún lo desean.

Digimon y los personajes de digimon no me pertenecen… pero soy feliz con los personajes que sí me pertenece.

.


¿QUIÉN ES ÉL?

La parte Takenouchi:

-¿A que en vez de tener hijos parece que tenemos ciempiés?

La pelirroja sonrió por la pregunta de su amiga, mientras sus manos continuaban haciendo ese movimiento automático que había adquirido con los años. Le mostró un calcetín mucho mayor a los que estaba doblando, perteneciente a su marido.

-Por lo visto también tengo un Big Foot.

La mujer, que compartía con ella esta tarea, terminó de doblar el último par de calcetines de tamaño más pequeño, seguramente se trataría de los de su hija menor y observó la resignación con la que Takenouchi acababa este monótono trabajo.

-Venga Sora, ser ama de casa puede ser divertido.

-Doblar tantos kilos de ropa no es divertido.- contraatacó la diseñadora, organizando hasta cuatro montones diferentes.

Como llevaba haciendo toda esta tarde de cotilleos entre amigas, la compañera de Hawkmon le echó una mano, cargando con un par de montones.

-No te quejes Sora, yo también tengo tres hijos y una de ellas se llama Minako. Eso sí que es estresante.

Takenouchi meditó las palabras de su amiga, teniendo al final que darle la razón, ya que cada vez que veía a esa presumida chica iba con un modelito diferente, podía ser capaz de cambiarse de ropa hasta en cinco ocasiones en un mismo día.

-Supongo que tengo suerte.

-¿Eh?.- se indignó la pelilila, porque una cosa era que ella despotricase contra su amada hija y otra que su amiga le diese la razón.- Minako es cool, si estuviese en el instituto sería la típica chica de la que me querría hacer amiga.

La diseñadora sonrió enternecida.

-Me refería por el tema de la ropa, Aiko es mucho más práctica y menos presumida.

-Pff, no te excuses, tienes una hija modelo que cualquier madre desearía.- rezongó Inoue, ruborizando ligeramente a su anfitriona.

-No me puedo quejar.- sonrió satisfecha, porque en su interior estaba convencida de esas palabras.

Cada una con dos montones de ropa en los brazos, emprendieron la marcha por las escaleras, cuando un balín pelirrojo cruzó por delante de ellas desequilibrándolas.

-Tsuki-chan.- regañó la portadora del amor a la nada.

Acto seguido, un furioso niño de pelo morado siguió los pasos de Ishida, casi tirando a su madre.

-¡Yoshi!.- exclamó con histerismo también a la nada.

Se miraron y resoplaron.

-Creo que con los hijos pequeños estamos empatadas.- expresó Miyako con sopor.

-Ajá.- suspiró su compañera, agotándose ya solo de pensar la que le esperaba con esa hiperactiva cría de cinco años.

Precisamente, del orgullo de los Ishida, más conocida como Aiko Ishida era la primera habitación a donde las mujeres se dirigían. Al entrar, Miyako empezó a ser consciente de que la modélica primogénita de Sora no era tan perfecta como creía y es que ese desorden no era muy Takenouchi que digamos.

-Ha salido a Yamato.- excusó la compañera de Piyomon, ligeramente avergonzada.

Depositó los montones de ropa sobre la cama desecha en la convivían libros, apuntes, peluches y ropa sucia. Luego recogió la guitarra que estaba cruzada en mitad de la habitación dejándola a un lado para que Inoue pudiese pasar.

-Debo reconocer que Minako al menos es ordenada, diría incluso que hasta maniática.- apuntó, recordando la bronca que se llevó una vez de su hija por cambiar el orden de sus vestidos en su armario.

La pelilila dejó la ropa que había ayudado a doblar a su amiga sobre la cama, tomando ella también asiento.

Se dedicó a observar como Sora abría ese armario y se desesperaba por el caos que había.

-¿Tan complicado es ordenar la ropa de colores fríos a cálidos?.- masculló, sacando a montones todo lo que había colgado.

La señora Ichijouji no dijo nada, pero le sorprendió y también le alivió saber que su hija no era la única obsesa que ordenaba de esa forma su armario.

-Ahora porque está de exámenes y vive en estrés, pero en cuanto los termine, no va a salir de aquí hasta que tenga la habitación como los chorros del oro.- hablaba la mujer, mientras reorganizaba ese desorden de armario.- tenías que ver lo impoluta que le tenía la habitación cuando era pequeñita, pero claro, luego crecen, se supone que les tienes que poner responsabilidades y cuando te quieres dar cuenta tienes que pedir permiso para entrar en la habitación de tu hija y hasta se molesta si entro sin su consentimiento, pero eso sí, no va a buscar ella la ropa limpia, ¡no!, espera que su madre se la deje perfectamente dobladita en este cubo de la basura que ella llama armario…- despotricaba, alucinando a su amiga.

Igual las apariencias engañaban y la niña de aspecto angelical y genio de demonio que cautivaba a todos no era tan modélica como todo el mundo creía.

Rió por pensarlo, no era por maldad, simplemente era el consuelo de que no era la única en tener que lidiar con una adolescente problemática.

-No es gracioso.- regañó Takenouchi, ofendida por la actitud de su amiga.

-¡Oh venga!, sí que lo es. Ser madre de una adolescente te pone de los nervios, ¿en serio crees que te ibas a librar?.- cuestionó divertida, acercándose a su amiga.

La diseñadora se encogió de hombros asumiendo sin ningún convencimiento sus palabras.

-Supongo que mientras el único disgusto que me de sea por su desorden no tendré de que preocuparme.- se consoló.

La voz de la experiencia de madre de hijas imposibles le frotó los brazos con afecto.

-Pues claro Sora, tienes una hija que es un encanto. Estudia, no se droga, no se queda embarazada, ¿qué más podemos pedir a esta edad?

Sora esbozó una ligera sonrisa por sus argumentos.

-Tienes razón.- dijo, volviendo a su labor.- no hay nada de lo que deba preocuparme con Aiko.

Pero justo en el momento en el que crees que tienes todo controlado, el mundo te recuerda lo que significa tener una hija adolescente. Esto se le apareció a Sora de forma repentina, cuando debajo de una camiseta del equipo de béisbol del instituto de Odaiba, la cual desconocía su existencia en ese armario y por supuesto su dueño, encontró lo que todos los padres temen encontrar en la habitación de sus hijos adolescentes.

Se quedó completamente paralizada, en shock, sin asumir lo que sus ojos estaban viendo, tanto así que la dichosa camiseta se le resbaló de las manos cayendo al suelo. Al verla en ese estado, Miyako se asomó al armario, quedó unos instante impresionada por contemplar lo mismo que había paralizado a su amiga. La miró de reojo, seguía como una estatua de sal, puso cara de circunstancias sin saber como actuar durante eternos segundos.

Volvió la vista a Sora que seguía sin asimilar lo que estaba viendo y decidió que lo mejor para ella sería devolverla a tierra firme, eso sí, con lo único bueno que le traía este descubrimiento.

-Definitivamente no se quedará embarazada.

Se mordió la lengua al ver que había dado resultado, había devuelto a Sora al mundo real, pero eso sí, con una mirada de psicópata nunca vista en ella.

Fueron escasos segundos de tensión, hasta que Takenouchi empezó a darse cuenta de lo que significaba ese paquetito ante el que se encontraba. Y como buena madre que todavía veía a su canija como esa adorable niñita de cuatro años que se pasaba la vida mimando a su hermanito en su cuna, no asumió que su hija ya estuviese en esa fase.

-No, no, no, no…- empezó a negar, al mismo tiempo que tomaba ese paquetito de preservativos y lo examinaba por todos los ángulos, desesperándose porque estaba abierto, es decir, le habían dado uso.- no, no…

De nuevo, Miyako pensó que podría poner su experiencia al servicio de su amiga.

-Sora, ¿por qué te crees que dejé de registrar la habitación de Minako?, créeme hay cosas que a las madres no nos gusta saber sobre nuestras hijas. Yo aún estoy dispuesta a creerme que la única vez que mi Mina-chan se acostará con un tío será cuando me dé un nietecito.

Sin embargo, nada de esa palabrería aliviaba a la cardiaca pelirroja, cuya respiración cada vez se volvía más acelerada, conforme el rojo furia se apoderaba de su cara.

Tras unas cuantas negaciones más, finalmente estalló:

-¡Pero si es una niña!

-Bueno niña, niña.- movió la cabeza la compañera de Hawkmon disconforme, recordando lo que ella hacía a su edad.

Sora la fulminó con la mirada.

-Solo tiene quince años.

-¿No cumple dieciséis dentro de dos días?.- rebatió la anteojuda pensativa.

-¡Como si cumple veinte!.- Sora ya estaba atacada e los nervios, pero cuando pensaba en que ya nada podía empeorar cayó en la cuenta de sí.- ay mi madre, ¿con quién lo habrá hecho?.- se llevó las manos a la boca angustiada.

Inoue la miró confusa.

-¿No está saliendo o lo que sea con su primo?.- preguntó. A decir verdad, nadie sabía a ciencia cierta que clase de relación mantenían Aiko y Kibou.

Sora se llevó la mano al pecho al escucharlo.

-Por favor Miyako, llámale Kibou, o Hayashiba, o el hijo de Hikari, que no suene tan raro y enfermizo.

Eran demasiadas emociones por el momento, por lo que tuvo que tomar asiento para tratar de digerir todo lo que había descubierto hoy sobre su inocente y angelical pequeña.

De nada sirvió las palabras de consuelo de la señora Ichijouji, ni recordar su promesa interna cuando ella era adolescente sobre que dejaría que su hija hiciese cualquier cosa, ni tampoco su promesa de cuando fue madre sobre que hablaría de cualquier tema con su hija y la comprendería, porque a fin de cuentas, enterarte de que tu hijita ya no hace actividades de niña sino de adulta, siempre resultaba incómodo, preocupante y nunca mejor dicho embarazoso.

Hacía rato que ya estaba sola, con la mirada perdida en esa desordenada habitación que tantas cosas mantenía aún de cuando llegaron a esa casa, es decir, de cuando Aiko era un moco de tres años que correteaba por todas las habitaciones en busca de sus juguetes.

No podía evitarlo, pero cada metro de ese lugar le recordaba a su niña, no a la mujer que ya casi era. Resopló desecha, ¿por qué los niños tenían que crecer tan pronto?, mejor dicho, ¿por qué los niños tenían que crecer?

Justo en ese momento de nostalgia y miedo por el futuro, su todavía niña apareció ruidosamente por la habitación explotando la burbuja de Sora.

La miró con un semblante de tristeza, porque de repente, vio a esa niña de cinco años crecida, con cuerpo de mujer y haciendo resonar unos tacones, vio a esa niña dejando de corretear por todos lados con sus pistolas láser y sus espadas para salir con un chico, vio a esa niña quitándose su antifaz de súper guerrera para ponerse sombra de ojos, vio a esa niña dejando de comprar figuritas de los X-men para comprar preservativos y… cerró los ojos para dejar de tener esa espantosa visión.

-Mamá, ¿qué es eso?.- cuestionó la nena, señalando lo que todavía mantenía Sora en las manos.

Sacudió la cabeza volviendo en sí, enrojeciendo con nerviosismo al darse cuenta de lo que indicaba la niña.

-Ah… uh… esto…- lo escondió con disimulo.- solo globos.

La pelirroja sonrió encantada, brincado enfrente de su madre.

-Yo quiero globos.- pidió, ladeando la cabeza para buscarlos con la mirada.

Sora se puso de pie y así evitó que la mano de Tsukino pudiese alcanzarlos.

-Ya, pero… estos ah… no son para ti.- Tsukino torció el morro cruzándose de brazos.- bueno… son para… ¡el cumpleaños de tu hermana!.- salió airosa, girando los ojos asqueada solo por pensar que fuese literal.

-Pero yo quería construir mi globo-móvil.- dijo, frunciendo el ceño. Su nuevo vehículo atrapa malvados tendría que esperar.

Pese al disgusto que llevaba en el cuerpo, Sora le dedicó una amorosa sonrisa a su nena deseando que se quedase así de pequeña y adorable para toda la eternidad. Con ternura, llevó una mano a su cabello, colocándole correctamente ese lacito que siempre llevaba a la derecha y que tanto le incomodaba a la rebelde de ojos celestes.

La miró un segundo con orgullo y le acarició la carita.

-Luego te compro unos de súper héroes, ¿de acuerdo?

No pareció satisfecha con esa respuesta, pero sabía que tendría que conformarse, así que tras dispararle con su pistola de rayos ultrasónicos un par de veces, salió despavorida a seguir en su mundo de juegos y diversión eterna como era la infancia.

...

Llevaba mirando el reloj de la cocina cada segundo durante la última hora, o lo que era lo mismo, desde que había dejado la habitación de Aiko.

Preparaba algo de cena sin demasiado entusiasmo, solo para hacer tiempo y distraerse hasta que su hija llegase. Había decidió hablar con ella, claro que no tenía ni la menor idea de cómo enfocar este tema sin parecer excesivamente paranoica o represiva.

Había pensado en plantarle los preservativos encima de la mesa y ver cual era su reacción, claro que así parecía que le estaba exigiendo una explicación y según el libro de "Madre guay" esa no era la forma de enfocar el tema del sexo con tus hijos, porque parecía que recriminabas su actitud. Cierto era que Sora quería recriminar su actitud, pero la cuestión era hacerlo de alguna forma que Aiko no se diese cuenta y siguiese considerándola una madre guay. También pensó en la táctica que usaron sus padres con ella de las indirectas cutres, charlas sobre enfermedades venéreas y embarazo adolescente, pero lo descartó, en primer lugar porque no quería hacer el ridículo y en segundo porque no tenía nada con que asustarla ya que estaba claro que tomaba precauciones.

De modo que tras reflexionarlo por mucho tiempo, solo le quedó una opción, la clásica y no por eso menos patética: hacer como si no sabes nada, hablarle con tono amistoso y ver si ella contaba algo. Aunque también era verdad que no estaba segura de querer que su hija le contase este tipo de cosas.

Observó el reloj una última vez y suspiró tratando de templar los nervios, porque la puerta por fin se abría, y por la hora, tendría que ser ella.

Le pareció que tardaba una eternidad desde que oyó sus pesados pasos típicos de una adolescente agotada, hasta que vislumbró su cabellera rubia asomándose por la cocina.

-Hola mami.- dijo sin demasiado entusiasmo con un movimiento de cabeza.

Tenía toda la intención de irse directa a su habitación, por eso, Sora tuvo que ser rápida en sus movimientos. Dejó a un lado la cuchara con la que removía el arroz de la cena y se volvió a su hija antes de que se perdiese.

-¡Espera cariño!

La cabeza de Aiko volvió a aparecer por el marco de la puerta.

-¿Eh?

Tratando de aparentar normalidad, pese a que fuese imposible de disimular su risa de nerviosismo e incomodidad, Sora le hizo un gesto con la mano para que entrase.

-Que vengas aquí cariño y me cuentes que tal tu examen.

La avispada adolescente fue consciente de que hablar del examen era solo una excusa, pero aún así se resigno.

-Creo que bien.- dijo, al mismo tiempo que tomaba asiento en una silla ante la sonrisa de Takenouchi.- ¿ha llegado ya papá?, quiero darle las gracias por explicarle ese rollo de las fuerzas y energías.

Al no escuchar respuesta por parte de su madre, se empezó a inquietar y ya cuando vio que la observaba con esa clásica mirada mezcla de melancolía y orgullo de las madres cuando estaban ante sus hijos crecidos, palideció.

-Que rápido has crecido.- susurró en su mundo, escondiéndole los mechones rubios tras su oreja tiernamente.- parece que fue ayer cuando te tirabas de culo por las escaleras.

-Fue ayer.- contestó ella, tratando de romper esta atmósfera de nostalgia que Sora estaba creando.- hice una carrera con Tsuki-chan y Yuujou.- rió con travesura.

Fue lo necesario para que la diseñadora regresase al mundo y tomase asiento al lado de su hija. Estaba intranquila por iniciar esta temida conversación, pero necesitaba darle confianza y por eso lo disimuló bastante bien.

-¿Por qué no hablamos un poco?.- pidió, frotándole el brazo con ese inquietante tono de colegueo que tanto temen los hijos de los padres.- hace tiempo que no me cuentas nada de tus cosas.

Estiró el brazo para coger una galletita, le dio un mordisco y se encogió de hombros restándole importancia.

-Que quieres que te cuente, todo está normal.

Desde el principio Sora supo que no lo tendría fácil, ya que al igual que sus padres, Aiko no era muy comunicativa en cuanto a hablar de sus sentimientos y sus intimidades. Pero no se rendiría con facilidad.

-Venga nena.- incitó dándole un desconcertante como inesperado toque en el brazo.- que yo también fui adolescente y sé que ahora mismo eres una bomba de hormonas, emociones y sentimientos.

Ishida rodó los ojos con agotamiento al entender lo que ocurría.

-¿Ya has estado leyendo otra vez esa basura de libro de "Madre Guay"?

-Claro que no.- musitó la pelirroja, deslizando disimuladamente el citado libro bajo la mesa.- solo quiero saber algo de tu vida.

La rubia resopló, empezando a juguetear con sus manos.

-¿Cómo qué?.- cuestionó de forma pasota.

-No sé.- se hizo la despistada la mujer.- cosas como… estudios, chicos, tu grupo, chicos, tus amigos, chicos…

Calló en el momento en que Aiko emitió un exagerado sonido de entendimiento, mientras echaba la cabeza para atrás y reía descontrolada.

-¿Quieres que hablemos de chicos?

Sora enrojeció, pero no por la vergüenza del tema, sino por la ira que acumulaba en ese momento por las carcajadas de su hija. Tuvo la tentación de mostrarle la cajita de condones y acabar con el paripé, a ver si seguía riéndose tanto, pero demostrando su infinita paciencia, incrementada por diez tras sus tres maternidades, se contuvo.

-¿Puede?, es que no sé casi nada de ti en ese aspecto.

La adolescente volvió a reír, pero esta vez de incredulidad.

-Pensé que ese era un tema tabú en esta casa.

-Entonces sigues con Kibou, ¿estáis bien?, ¿vais en serio?… conmigo puedes hablarlo.

El rostro de Aiko ya reflejaba seriedad, con la vista fija en el cuenco de galletas, sin saber exactamente que responder a esas preguntas, ni tan siquiera que quisiese responderlas.

-No vale la pena hablarlo.- dijo con una tristeza que intentó disimular con una mueca de desprecio.

Y por supuesto que contestación tan ambigua desesperó a su madre.

-¿Qué significa eso?

La primogénita de los Ishida se levantó sin demasiado entusiasmo.

-Gracias por tu interés, pero estoy cansada y quiero tumbarme un rato antes de la cena.

Se le iba a escapar sin haber obtenido ninguna respuesta clara, más aún dejándola con la duda de si seguía manteniendo una relación con Kibou o no, y por lo tanto con la angustia de no saber con quién demonios se estaba acostando su hija.

-¿Pero sois novios?.- apresuró a preguntar antes de que se marchará.

La respuesta de la chica fue morderse el labio inferior dibujando una apenada sonrisa, que por supuesto Sora supo interpretar.

...

Con un desmesurado bostezo, al mismo tiempo que contorsionaba los brazos en todas las direcciones que la física permitía, el hombre entró en el dormitorio cerrando la puerta tras de sí.

Miró la puerta entreabierta del baño y espero a no escuchar el agua caer para cerciorarse de que su mujer lo oyese.

-¿Estás bien cariño?

Secándose las manos con una toalla, Sora se asomó y Yamato vio por enésima vez en el día ese rostro ausente y mirada de preocupación.

-¿Qué?

-Has estado toda la cena muy rara.- dijo, mostrando sus sospechas.- casi no has hablado ni has probado bocado. ¿Me vas a decir lo que pasa?

La compañera de Piyomon se metió de nuevo al baño, Yamato quedó expectante y cuando estaba dispuesto a seguirle, ella salió con una dulce sonrisa en la cara.

-¿Desde cuando eres tan detallista?.- preguntó, acariciándole suavemente el rostro.

-Siempre soy detallista con mi chica.- aseguró con fanfarronería, agarrándola de la cintura.

Ella le dio un mimoso beso en los labios, antes de soltarse y empezar a ponerse el camisón.

-No es nada.

Lo último que deseaba Sora era preocupar a su esposo y sobretodo enfadarlo y provocar algún que otro homicidio, cosa que sucedería si se enteraba de lo que había encontrado esa tarde en el armario de su hija.

Por lo que Yamato, nunca debía llegar a conocer esa información.

-¿De dónde has sacado estos condones?

Sora quedó blanca, pegándose con la mano en la frente por su estupidez, ya que había dejado la dichosa caja en la mesilla.

Sonrió con nerviosismo a su marido que los examinaba por todos lados. Encontró su mirada desconcertada, pero de alguna forma fue capaz de leer en los ojos de Sora, porque solo una idea le cruzó por la mente.

-No, no, no, no….- empezó a negar fuera de sí.

Sora se maldijo a sí misma por su poca capacidad de reacción, pero al menos intentaría que Ishida no cometiese una locura.

-¡Son míos!- exclamó deteniéndole del brazo.

Él la mató con la mirada.

-¿Y con quién los usas si se puede saber?.- inquirió, mostrando su abertura.

-Ah… uh… bueno.- comenzó a balbucear apurada, determinando, que para Yamato sería menos doloroso el hecho de que ella tuviese un amante a saber que alguien se acostaba a su preciado cielito.- bueno… no significa nada para mí.- excusó.

Calló atemorizada por el resoplido furioso de Ishida. A punto estuvo de arrancar el pomo de la puerta de la fuerza con la que tiró y le hizo un amenazante gesto para que no interviniese.

-Voy a matarla.

No le entraba en la cabeza que su hija pudiese tener edad para hacer esas cosas, en realidad nunca asumiría que su hijita creciese, pero el enfado que tenía no era solo por eso. Bueno, una gran parte sí, pero también por el miedo de todo padre a que se aprovechasen de ella y le hiciesen daño. Pese a lo madura que pareciese, no consideraba que estuviese preparada emocionalmente para dar este paso. Y aunque lo estuviese tampoco lo permitiría, a fin de cuentas se trataba de SU cielito y siempre deseó que fuese solo suya eternamente.

Como si ella hubiese adivinado que la buscaba, aunque obviamente no para matarla, la chica caminaba en ese momento por el pasillo, riendo animadamente con su digimon.

-¿Desde cuando vas desnuda por casa?.- se llevó las manos a la cabeza Yamato. Esto era demasiado.

Aiko ya ni se sobresaltó, estaba acostumbrada a las paranoias de su sobreprotector padre.

-Siempre salgo del baño en albornoz papá.- contestó con suma tranquilidad, compartiendo una risa con Yokomon, que se encargaba de secarle el pelo con otra toalla.

En su fuero interno, el astronauta supo que había hecho un asombroso ridículo, pero estaba tan cardíaco que no le dio importancia.

-Pues deja de hacerlo, que no tienes edad para desnudarte, ni en el baño, ni en ningún sitio.

La nueva portadora del amor, ya abriendo la puerta de su habitación, contuvo una carcajada.

-Jovencita, te estoy hablando.- dijo con dureza el padre, cruzándose de brazos.

Aiko lo miró extrañada, ya que parecía estar enfadado de verdad y no por alguna absurdez como era costumbre en él. Entonces le vino a la cabeza lo que sucedía, al final con tanto lío en su mente, no se había acordado de darle las gracias.

-Vale, lo siento.- excusó con una sonrisa, acercándose a él.- estuviste hasta las tantas explicándome física y yo ni te doy las gracias, ¿es eso?.- cuestionó con esa adorable mirada que había derretido a Yamato desde la cuna.

-¿Eh?

Su determinación flaqueaba y sus ganas de matarla desaparecían cuando más se agrandaba esa sonrisa amorosa que le dedicaba. Todavía parecía que lo miraba como si fuese su héroe.

Se apoyó en su brazo para impulsarse y llegar hasta su cara.

-El examen me ha ido genial, muchas gracias papi, eres el mejor.- dijo, depositando en su mejilla un beso no tan sonoro como los de su niñez, pero sí igual de dulce.

Y el corazoncito de Yamato ya estaba más ablandado que un flan con esa muestra de cariño y adoración.

-Es mérito tuyo cielito.- fue lo único que pudo decir, con una sonrisa idiota.

Para cuando se quiso dar cuenta, Aiko ya no estaba en el pasillo y él seguía de pie totalmente alelado, pasándose la mano por la mejilla y recordando con nostalgia esos tiempos en los que su nena le achuchaba tan fuerte que no lo dejaba respirar y le daba esos inocentes como sonoros besos. Quizá ya no fuese tan efusiva, pero sin duda su amor hacia él seguía intacto. Bajó la cabeza apesadumbrado, ¿por qué no podía conformarse solo con él?

Al cabo del rato donde no había escuchado ni gritos, ni lloros, ni tiros, ni sirenas de ambulancia, ni de policía, Sora se atrevió a asomarse al corredor.

Le conmovió ver a su amado en ese estado.

-Me ha dicho papi eres el mejor y me ha dado un beso.- contó, defraudado con su cobarde actitud.- soy un blandengue.

Takenouchi se dio prisa en abrazarlo.

-No lo eres, lo que eres es un papá con corazón.

El compañero de Gabumon resopló abatido.

-Sí ya, pero algún cabrón se zumba a mi hija.

Sora puso cara de dolor por imaginarse la escena.

-Por favor Yamato, no lo digas más.

...

Cuando Aiko entró en la habitación, le desconcertó oír extraños ruidos. Enseguida descartó que se tratase del perro o los digimons ya que seguramente estarían jugando al monopoly a escondidas en la habitación de Yuujou como hacían todas las noches.

Al echar la luz descubrió a la culpable del desastre causado en su ya de por sí desastrosa habitación. Una pelirroja, pesada, descarada y que no pasaba dos palmos del suelo, estaba desbaratando el armario que hace tan solo unas horas había ordenado Sora.

-Tsukino Ishida Takenouchi, ¿qué estás haciendo en mi habitación?

La niña alzó lo justo la cabeza para verla, la ignoró y continuó con su labor. Eso provocó que la adolescente resoplase furiosa y cerrase la puerta del armario de malas formas. Tsukino tuvo que ser rápida en apartar sus manitas para no cazárselas.

La miró con el ceño fruncido, pero de inmediato se asustó porque la mirada de su hermana era el doble de intimidante que la suya. Nunca la había visto.

-No puedes entrar en mi cuarto y enredar a tu antojo.

-Busco los globos.- defendió la benjamina con decisión.

Aiko hizo una mueca de extrañeza.

-Yo no tengo globos.

-Claro que sí, los que encontró mamá a la tarde para tu cumpleaños.

-¿Qué?.- removió la cabeza sin entender, hasta que de repente, las piezas fueron encajando. Lo interesada que había estado Sora en tener una charla con ella, lo furioso que la había interceptado Yamato en el pasillo, lo ordenada que estaba su habitación… todo indicaba en una misma dirección.- no, no, no, no….- empezó a negar agobiada, apresurándose a buscar en el armario. Se llevó las manos a la cabeza al comprobar su mayor temor.- ¡mierda!

Tsukino le dio unas alegres palmadas de ánimo.

-No importa, yo sé donde hay más.

Ishida mayor estaba más pálida de lo habitual, tratando de asimilar lo que estaba pasando. Sin embargo, las palabras de la niña le dieron esperanzas.

-¿Sabes donde están?.- preguntó tomándole de los hombros como una posesa.

La chica se fue un poco para atrás temerosa, no era normal ver a su hermana mayor tan nerviosa con ella.

-Yuujou tiene.- aseguró.- los encontré una vez en una de mis inspecciones para ver si guarda en su habitación armas de destrucción masiva que puedan poner en peligro la estabilidad mundial.- informó haciéndose la héroe.

Pero conocer esta información fue para Aiko un mazazo mayor.

-¿Que Yuujou ¡qué!

Entró en la habitación como una manada de Mammothmon descarriada, y sin reparar en las protestas de los digis, que por supuesto estaban jugando al monopoly hasta que Aiko les piso todos los hoteles, encaró a su hermanito.

-Te voy a matar.

Yuujou se encogió asustado sin saber lo que ocurría. Tsukino aprovechó para dedicarle una mirada de superioridad, mientras seguía entusiasmada a su hermana, que empezaba a desbaratar el ordenado y pulcro cuarto del varón.

-¿Qué hacéis?.- protestó el muchacho de once años, poniéndose en pie sobre la cama para que lo tuviesen en cuenta.

-No eres más que un niño, ¿qué te has creído?, ¿de dónde demonios los habrá sacado?, pues como mamá se los encuentre también a él le da un paro y la culpa me la echará a mí, seguro…- mascullaba la compañera de Yokomon en su mundo, mientras vaciaba los cajones de su hermanito sin ningún miramiento.

El pelirrojo ya estaba al borde de las lágrimas, sin saber que decir, ni como actuar. Se abrazó a su Tsunomon, arrinconándose en una esquina de la cama, siendo testigo de este brutal e injustificable ataque a su propiedad privada.

Entonces Tsukino acaparó la atención.

-¡Están aquí!

Aiko se abalanzó a quitárselos, quedando completamente desconcertada.

-¿Qué demonios?.- empezó a pasar esos globos estupefacta.

-Tiene de Spiderman, de Superman, de Green Arrow….- explicó la niña de cinco años, tomándolos y animándose a hincharlos.

-Pero si son globos.

Tsukino y Yuujou compartieron una mirada la primera de confusión y el segundo de pánico, y cuando lo entendió, Aiko suspiró un tanto aliviada por la confusión y por descubrir que su hermanito seguía siendo ese bebé que todo el mundo adoraba.

Le dedicó una sonrisa nerviosa, se acercó hasta él y le tomó de los cachetes, dándole un besito tranquilizador en la frente.

-Perdona hermanito, mañana te recojo todo esto, ¿vale?

Todavía paralizado por el miedo, el niño asintió levemente con la cabeza siguiendo con la mirada como sus extrañas hermanas se iban igual que como vinieron. Se acurrucó apurado, mirando con angustia a su compañero.

-¿Crees que Tsuki-chan ha contagiado a Ai-chan?.- preguntó con apuro, por pensar que su hermanita pequeña le pudiese lavar el cerebro a Aiko para que ya no le quisiese. Tsunomon no supo que responder, así que se limitó a restregar su cuerpecito por el moflete de su amigo, dibujando una sonrisa de felicidad en el mimoso niño. Al menos Tsunomon seguía queriéndole.

...

-¿No vas a dormir, verdad?.- cuestionó Sora con agotamiento, viendo que Ishida no tenía ninguna intención de apagar la luz de su mesilla.

El hombre hizo un leve gesto de negación, pasando la página del álbum que llevaba todo el rato contemplando para aliviar o agrandar su depresión.

-Parecía que nunca iba a crecer.- susurró, acariciando esa foto donde su niñita tan solo tenía dos años.- ojalá te hubieses quedado así.

Dejó caer la cabeza contra el álbum mientras gimoteaba.- mi cielito…

-Igual solo los tiene por si acaso.- intentó darle algo de esperanza a su marido con un argumento que por supuesto no se creía ni ella.

-Están abiertos.

-Igual solo los abrió para verlos.- trató de seguir viendo las cosas con optimismo, pero a Yamato no le convenció.

Rodó encima de la cama para quedar boca arriba, tapándose el rostro con las manos.

-Por favor Sora, él tiene dieciocho años, por supuesto que se la trisca, a saber desde cuando.

Sin embargo, tras la enigmática charla que había tenido con su hija, la diseñadora no tenía tan claro que eso fuese así y a Yamato no le pasó desapercibido su rostro pensativo.

-¿Qué pasa?.- inquirió, deslizando el tronco hacia arriba, mientras se llevaba la mano al corazón por un inminente ataque.

-Bueno, no sé… que no estoy segura de que esté con Kibou y…- paró por el agónico suspiró de Yamato.

-¿Encima es una golfa?

-¡Yamato!.- recriminó Sora dándole un golpe.

-¿Está con cualquiera?, ¡pero no se supone que estaba o lo que sea con Kibou!.- despotricó.

Takenouchi se cruzó de brazos mirándolo con descontento.

-Quizá si no hiciésemos como si no existiese esa relación, supiésemos más sobre ella y sobre lo que hace nuestra hija.

El astronauta se levantó no queriéndola escuchar.

-¿Así que ahora es mi culpa?, bastante hago con no prohibir esa relación sin presente ni futuro, ¿no querrás encima que les anime?

-No animarla, pero por lo menos apoyarla. ¿Te das cuenta la presión que debe sentir Aiko?

El rubio chasqueó la lengua y apartó la mirada molesto. Según él, estaba siendo muy permisivo con la relación de su primogénita.

-Ella puede hacer lo que quiera y con quien quiera siempre que yo no me entere.- masculló con desilusión. Tomó la caja de la discordia y la arrojó a la cama con desprecio.- me enfado cuando me entero.

Sora negó, tomando asiento sobre la cama pausadamente.

No compartía para nada la visión y el modo de actuar de su marido en este caso. No es que ella estuviese entusiasmada con la relación de su hija, porque como casi todo el mundo no le veía futuro y estaba convencida de que Aiko acabaría sufriendo, pero por lo menos quería que ella se sintiese arropada por sus seres queridos. Saber que contaba con su apoyo y podía confiar en ellos.

-Igual si supiese que tiene nuestro apoyo todo fuese diferente.

Ishida reflexionó un instante esas palabras y luego negó.

-Ahora lo importante es saber quien es el cabrón que se acuesta con mi hija.- siguió Yamato en sus trece.

-¿Para que?.- preguntó Sora desesperada.

-Para matarlo.- concluyó su marido, dándole la espalda.

En ese momento de palpable tensión en la habitación conyugal, la causante de esta desavenencia se atrevió a aparecer.

Visiblemente avergonzada, porque apenas se atrevió a alzar un poco la cabeza, Aiko habló:

-Mamá, ¿podemos hablar un segundo?

Evidentemente que ninguno de los adultos se esperaba esa intromisión.

-Eh… claro, sí...- balbuceó la mujer, al mismo tiempo que trataba de cubrir con un cojín la cajita.

La rubia se percató de esa acción.

-Y trae lo que has cogido de mi habitación, por favor.- pidió con una determinación más aparente que real.

Yamato flipó por su descaro, pero no fue capaz de decir nada, a fin de cuentas sería mejor que lo solucionase Sora a su manera, que por cierto, enrojeció más que la adolescente.

Pasearon sin decir ni una palabra por el corredor, de vez en cuando Sora la miraba de reojo para ver que percibía en su rostro, no obstante era una tarea imposible debido a que iba cabizbaja, lo que significada que todos sus mechones desfilados caían sobre su cara, impidiéndola ver nada.

Como una autómata, la hija entró en la habitación y se sentó sobre su cama con las piernas cruzadas de forma infantil, preparándose para el sermón Takenouchi. Sora la siguió.

En el corto trayecto hasta la alcoba de su hija se arrepintió unas veinte millones de veces de haber encontrado esos preservativos y sobretodo no haberlos dejado donde estaban haciéndose la tonta, ya que por mucho que quisiese ser una madre guay, era incapaz de hablar de estos temas con una adolescente que a sus ojos, aún era ese trasto de cuatro años que iba corriendo a todos lados.

Le daba pudor, en realidad hasta le desagradaba, pero debía demostrar que era una madre moderna y comprensiva.

Estuvo unos segundos meditando como enfocar el tema, hasta que supo lo primero que consideraba que debía hacer.

-Vale, primero quiero que te quede claro que no registraba tu habitación, que estaba ordenándola y los encontré por casualidad.

Desvió la vista hacia su hija al terminar, dándose cuenta de que no tenía intención de achantarse. Su mirada celeste estaba fija en ella, sin ninguna vacilación.

-Creo que a eso debo contestar que ya no tengo cinco años para que tengas que ordenar mi habitación.- dijo con seguridad.

Ese tono, sin ningún titubeo descolocó un poco a la diseñadora, pero no dejaría que el hecho de que a ella le diese más apuro afrontar este tema le diese la victoria a la rubia.

-Pues a eso respondo que me conoces de sobra como para saber que me gusta el orden y que jamás permitiría que tuvieses tu habitación como la tenías.- reprimió, tratando de imponer su autoridad materna.

Sin embargo Aiko ni se inmutó, daba la impresión de que tenía esta conversación muy estudiada y no le sería difícil llevarla a su terreno.

-Pues yo te digo que siempre la he tenido ordenada, solo que estas semanas he estado muy agobiada, pero tenía intención de ordenarla en Navidades.

-Sí claro y dejó que todos nuestros amigos vean tu leonera en tu cumpleaños, ¿no?, bastante vergüenza me ha dado que la viese Miyako.

La rubia quedó perpleja.

-¿Por qué demonios invitas a tus amigas a mi habitación?, ¿es que no tengo derecho a la intimidad?.- preguntó, descruzando las piernas. Su pose de calma y tranquilidad se iba disipando.

-No fue premeditado.- excusó la madre, sintiendo que la conversación se le iba de las manos.

Para evitar alterarse y que su fingida firmeza flaquease, Aiko hizo un gesto con las manos parando el diálogo, mientras se ponía de pie.

-Nos estamos yendo por las ramas.

Takenouchi respiró más calmada.

-Es cierto.

Y la chica, decidió tomar la iniciativa.

-Mamá, quiero que quede claro que no somos amigas.- soltó de repente, sobresaltando a la originaria portadora del amor. Antes de que empezase a hacer un drama, Aiko le hizo un gesto para que le dejase continuar.- quiero decir que yo no creo en esas patochadas de que los padres y los hijos tienen que ser amigos, porque yo no necesito amigos chismosos sino a padres, ¿entiendes?

Tratando de guardar la compostura, Sora camufló su dolor.

-Pensé que nos llevábamos bien.- dijo débilmente.

Era un duro golpe para ella estas palabras, teniendo en cuenta que siempre había deseado y luchado por tener una relación estrecha con su hija.

-¡Y nos llevamos bien!.- contestó Aiko con confianza.- mamá, te quiero, te respeto, te admiro, confío en ti y sé que siempre te voy a tener para lo que quiera, y necesito que nuestra relación sea esa.

Cruzada de brazos en señal de rechazo, Sora estudió cada uno de sus gestos y cada una de sus palabras. Poco a poco, su corazón también se iba ablandando y entendía la postura de su hija.

-Quiero que tengas toda la confianza para hablar conmigo de todo.- lo intentó.

Ella resopló agobiada, pateando infantilmente en el suelo.

-¡Y la tengo!, pero no me apetece hablar de temas que nos incomode a ambas y que no son importantes.- musitó esto último tristemente.

-¡Todo lo que te pasa a ti es importante para mí!.- exclamó la compañera de Piyomon, tomándole cariñosamente la mano.

La chica miró ese agarre y sonrió tiernamente.

-Mamá, tú has sido adolescente y seguro que te agobiaba que los abuelos…

-¡No tiene ni comparación!.- interrumpió Sora.- ya conoces a tu abuela, no se parece en nada a mí, sobretodo en la comunicación madre e hija, por eso mismo he intentado siempre que tengamos buena comunicación.

-Y la tenemos.- respondió ella dedicándole esa fanfarrona sonrisa de seguridad heredada de su padre.- sino la tuviésemos no estaríamos hablando, ¿no crees? Tú habrías entrado gritándome como una histérica, yo te habría gritado, tú me habrías castigado y yo me habría enfadado. Sin embargo estamos sonriendo y de la mano, nos llevamos muy bien mamá y no cambiaría esta relación por nada.

Y justo en ese momento en el que Sora se dejó cautivar por los dulces e inocentes ojos de su primogénita supo que había perdido, que ella la había llevado por completo a su terreno y que tendría que acabar dándole la razón. Pero no se enfadó ni mucho menos, sintió orgullo por la madurez de su niñita y también por lo bien que hablaba, podría asegurar que cada palabra salía directa de su corazón.

Conocedora de su derrota, la pelirroja le acarició su rostro de porcelana.

-No sé como lo haces, pero siempre me convences de todo.

La niña rió, satisfecha por su aplastante victoria.

-Mami, ¿confías en mí?

-Esa es una pregunta con trampa y lo sabes.- dijo la mujer, dando un paso para atrás. Ni se quería imaginar los gritos que daría Yamato cuando supiese que no había obtenido nada de información y encima le había devuelto los condones.

-No lo es, es una pregunta de sí o no. ¿Confías en mí?

La mujer la miró atentamente, dándose cuenta por primera vez en este largo día de que ya no estaba ante su nena revoltosa sino ante una mujer que bien podría dedicarse a la política por lo convincente que resultaba en sus discursos. Supo que si respondía afirmativamente, no podría volver a pedirle más explicaciones, pero también era verdad que aunque la preocupación se mantuviese siempre, confiaba ciegamente en su criterio. Había demostrado en más de una ocasión que era de fiar y si se equivocaba, para eso estaban los padres, para recogerla y ayudarla a volverse a poner en pie.

Suspiró y delineó una sonrisa de conformidad.

-Sí hija, confío en ti.

La adolescente mostró su satisfacción con una amplia sonrisa.

-Entonces demuéstramelo.