Los personajes de esta historia no me pertenecen, son propiedad de Rumiko Takahashi autora de "InuYasha: un cuento feudal de hadas"

Sonfic de "Aún pienso en ti de Playa limbo" y de "Si puedo volverte a ver de Benny Ibarra"


Juro que yo no pedí que el tiempo se me fuera cuando yo te veía. Aceptamos el juego y perdimos los dos, nos dejamos perder mejor dicho. Aún si pudiéramos contar nuestra historia hasta su final, sólo podríamos quedarnos con los daños que causamos. Debo reconocer aunque me cueste hacerlo, que a pesar de que ahora en mi vida existe alguien más, yo aún pienso en ti…

Hace cinco años mi vida era tan sencilla y perfecta que no podía pedir absolutamente nada más, lamentablemente era demasiado bueno para durar para siempre, las malas pasadas siempre suceden, lo quiera uno o no…

Me siento en la orilla de la cama y observo el reloj sobre la mesa de noche, son las cuatro de la mañana del domingo, dirijo mi mirada hacia atrás y observo a mi esposa profundamente dormida, su nombre es Kikyo, nos casamos hace casi cuatro años, faltan menos de cinco meses para ese aniversario. Siento como sujeta de manera posesiva mi brazo para evitar que me levante de la cama.

—¿InuYasha? —dice Kikyo sin abrir los ojos.

—Duerme, aún es muy temprano —le contesto esperando que me haga caso—, son las cuatro.

—¿Acaso tú no tienes sueño? —me pregunta soltando mi brazo y volviéndolo a acomodar en la cama—, sentí que te levantabas y me asusté, pensé que algo pasaba.

Dibujo en mi rostro una sonrisa y me inclino hasta su frente para besarla.

—Discúlpame, Kikyo, no quería espantarte —le digo tranquilamente para después levantarme de la cama y tomar mi ropa del suelo—. La verdad es que no tengo sueño, saldré un rato a caminar, no te molesta ¿Verdad?

Ella mueve su cabeza de derecha a izquierda en señal de negativa.

—Claro que no, sólo ten mucho cuidado.

—Lo tendré, descuida —sonrío para reconfortarla mientras termino de vestirme—, no me esperes despierta, de todos modos no tardaré.

Dicho esto, camino hasta la puerta que da la salida a la calle, antes de alcanzar el cerrojo suspiro pesadamente y observo a mi alrededor: mi casa es bastante acogedora, sería yo un mentiroso si lo negara, Kikyo ha puesto su empeño y cariño para que en cada rincón de éstas paredes pueda sentirse un hogar. Pero para mi desgracia, existe algo que ni con mil cortinas se puede cubrir.

Muevo mi cabeza de derecha a izquierda esperando que esos pensamientos abandonen mi cabeza y diviso cerca de la puerta las llaves de mi auto, al demonio, las tomo sin pensarlo más, abro la puerta para darme paso a la calle y después la cierro a mis espaldas.

Observo la calle bastante tranquila, las familias vecinas aún duermen; es domingo y dudo mucho que justo ahora alguien esté pensando seriamente en levantarse. Camino hasta mi automóvil y lo abordo en silencio.

¿A dónde diablos me dirijo? Es algo que ni yo mismo estoy seguro, pero honestamente no es la primera vez que he querido dejarlo todo y escapar hasta de mí mismo. Pero recuerdo que eso es cosa de cobardes y regreso a mi casa; aunque ésta vez, y cuando menos lo pienso, ya he girado la llave del motor y he puesto el coche en curso.

Sólo espero que mi esposa no se alterara con el sonido del motor, no es su culpa nada de lo que esté pasando por mi cabeza, todo lo que vivo es por mi causa. Porque yo tomé las decisiones que en un entonces creí correctas y fue el tiempo el que se encargó de demostrarme que estaba completamente equivocado.

"¿Hasta dónde estarías comprometido a llegar por cumplir una promesa?..."

Esa voz en mi cabeza, tan presente y al mismo tiempo tan lejana. El único testigo de mi nostalgia.

Uno de los semáforos de la vacía ciudad me marca el color rojo, lo cual necesito aprovechar. Saco mi teléfono celular de mi bolsillo y busco entre mis contactos el nombre de mi mejor amigo, al encontrar su número presiono el pequeño botón verde y coloco el auricular en su posición para escuchar el tono de espera por un minuto.

—Estás consciente de que hoy no trabajamos ¿Verdad? —Me contesta con cierto sarcasmo apenas atiende el llamado del móvil.

—Créeme, nadie está más consciente que yo del día que es hoy —respondo a su reclamo—; estoy por llegar a tu casa así que por favor ponte algo decente.

—¿Qué pasa? —pregunta preocupado.

—Necesito hablar contigo, nos vemos en diez minutos —concluyo la conversación para después colgar el teléfono. El semáforo cambia al verde dándome el permiso de seguir mi camino.

Yo sé que sería capaz de aguantarme las ganas de morirme si así puedo volverte a ver…

Continuara…~