Primer capítulo, espero lo disfruten. Esta película sin duda ha sido una gran representación de todo lo que conlleva la leyenda del Rey Arturo. Es un pequeño AU, ya que en esta historia, Tristan, Lancelot y Dagonet siguen con vida. Dejen sus comentarios, los leeré y responderé a todos. Prometo darle continuidad a la historia, sin dejar mucho tiempo en espera, en la medida que pueda.
Capítulo 1
Habían pasado ya 12 años de aquella noche, pero para Eirwen se seguía repitiendo en muchas ocasiones, a menudo soñaba con aquella noche, no podía dejar ir del todo lo que había pasado. La joven castaña seguía sintiendo algo de culpa, culpa por no tener la fuerza suficiente en aquella ocasión para poder defender a su familia. En ella había recaído el cargo completo de aquel pequeño clan, lo poco que quedaba de ellos. Quedó a cargo de su hermano, aunque en muchas ocasiones era él quien cuidaba más de ella. Aquella noche mientras dormían todos, Eirwen soñaba, podía sentir tan real el ardor del fuego cerca de ella.
-Eirwen, Eirwen.- Decía una voz de hombre con gran severidad.- Eirwen, protege a tu hermano, protege a tu pueblo... ahora estás a cargo.- Era su padre, aquel hombre tenía su arma en mano, el y muchos otros hombre e incluso mujeres estaba combatiendo. Su clan había sido atacado por los romanos, o al menos eso podía identificar en la distancia. Su padre colocó un collar en su cuello, el mismo que le había sido dado a él cuando fue proclamado líder. Eirwen sujetaba la mano de su hermano pequeño, en aquel entonces tenía años respectivamente.
- Ve, Eirwen, ve, corran, no miren hacia atrás, corre hasta el amanecer.- Fue la indicación de su padre. La pequeña corrió, cargó a su pequeño hermano y fueron directo al bosque, a lo más profundo, junto con los pocos que quedaban de aquella villa donde vivían, a lo lejos podían observar el gran humo y las llamas del lo que alguna vez fue su hogar. Desde entonces la joven había estado en un estado de tristeza.
Con el paso de los meses aquel clan volvió a asentarse más al norte, alejándose de estar a los limites de donde los romanos se encontraban. Los pocos que quedaban vieron con buenos ojos el que aquella pequeña y su hermano fuesen los que lideraran el clan. Ambos recibían consejos de los pocos habitantes mayores que quedaban, y con el paso de los años, llegaron a unirse a los demás clanes, Merlín era quien más aconsejaba a los jóvenes en como liderar al pequeño clan que tenían. Ahora que Roma había dejado sus tierras, y ellos junto con aquel hombre llamado Arturo, habían vencido a los Sajones de aquella invasión, Merlín les había aconsejado unirse, seguir a Arturo como el nuevo líder.
-Eirwen, hermana.- La joven escuchó a lo lejos y de inmediato despertó.- Continuaremos con el viaje, estamos a medio día de aquel lugar.
- Perceval.- Le llamó antes que saliera de la carreta donde dormía.- Gracias.
El joven se limitó a asentir a su hermana, Eirwen había sorprendido lo fácil que había sido convencer a Perceval de seguir el consejo de Merlín, pues tiempo atrás, Perceval hubiese querido demostrar que nunca llegaría a tener acuerdo con los romanos; pero en aquel momento, fue Perceval el primero en decir que estarían del lado de Arturo, Eirwen veía como su hermano maduraba y comenzaba actuar realmente como líder, sabía que su padre y madre estarían orgullosos de ver como había crecido.
Al llegar al muro que dividía los territorios y la seguridad de las personas, Eirwen bajó de la carreta en la que iba, la gente que iba con ellos no eran más que unas 7 familias, un clan pequeño, que pronto pertenecería a algo más grande. La joven acomodó bien su capa azul que llevaba para cubrirse del viento fresco que anunciaba la llegada del otoño. Acercó con calma hasta la gran puerta, escuchó como uno de los guardias le hablaba, pidiendo razón de su acercamiento a la puerta.
- Hemos sido invitados a unirnos a aquel a quien proclamaste rey de nuestra tierra, busca a Merlín si dudáis de mis palabras, buen soldado. Decidle que aquí esta Eirwen y Perceval, respondiendo a su llamado.
En cuestión de minutos las puertas comenzaron a abrirse, Merlín se encontraba ahí para recibirles, aquel hombre tenía una ligera sonrisa en su rostro, a su lado se encontraba los otros ancianos de las otras tribus que habían unido a pelear con Arturo contra los Sajones. Eirwen agachó un poco su cabeza a modo de saludo, la demás gente que se encontraba cerca de la entrada veía con algo de sorpresa que llegase más gente. Merlín acercó hasta ellos y les saludó con gran gusto de verlos ahí.
- Venid, Arturo espera para hablar con vosotros.- Les indició que le siguieran.
- Con Eirwen, Merlín, Eirwen es nuestra cabeza.- Aclaró Perceval, fue a lado de su hermana, siempre tuvo gran respeto por ella, sabía que era la más sensata en tomar decisiones de ese tipo, Perceval seguía aprendiendo de ella, aunque claro, al ser el segundo, sabía que debía estar con ella, para defender o apoyar. Entraron a un gran salón, donde encontraba una mesa redonda, algo extraño para ella, había tantos lugares vacíos, pero vio algunos rostros de hombres, parecían a gusto con su poca compañía, dispersos entre toda la mesa, como si estuviesen esperando o más bien, respetando los lugares que pertenecieron a los que había caído.
-Bienvenidos.- Dijo uno de ellos y puso de pie, los hermanos asumieron que se trataba de Arturo.- Merlín no mintió al decir que eran unos lideres muy jóvenes.
- En tiempos de guerra hay que crecer si se quiere sobrevivir.- Respondió Perceval, aquello llamó la atención de los demás hombres que se encontraban sentados. Perceval era de complexión delgada, cabello rubio oscuro, ojos castaños oscuros, a pesar su complexión era muy bueno con la espada, ágil en sus movimientos, aunque claro, aun tenía mucho que aprender.
Arturo les pidió tomaran asiento para poder hablar con ellos y sus caballeros. Eirwen quitó el gorro de su capa, era diferente a Perceval, el cabello de Eirwen era castaño, algo ondulado, sus facciones eran delicadas. Había gran seriedad en su mirada, encontraba aquel lugar un tanto imponente, ahora su pueblo habría de subyugarse ante aquel hombre, era un sentimiento agridulce; por un lado, sabía que no tenía otra opción, pero en su ligero orgullo, no quería del todo, a fin de cuentas, Arturo seguía siendo mitad romano, en el corría la misma sangre que aquellos que mataron a su padre, que hubiese negado Roma para quedar en Britania no le daba completa seguridad que Arturo en verdad viera por su nuevo pueblo.
- Merlín confía en ti, entonces yo también he de confiar en tu palabra.- Comenzó a decir.- Mi pueblo ha abandonado su hogar con la esperanza de encontrar paz y prosperidad aquí, es un pueblo pequeño como ya habrá dicho Merlín antes de nuestra llegada, pero sigue siendo aun joven, creo eso servirá mucho para los proyectos de construcción o de ejercito que tenga en mente.
- Hemos traído todas nuestras cosechas, con lo que tengan ustedes hasta ahora, será suficiente para el invierno que se aproxima, al igual que madera para el fuego. - Dijo Perceval.
- ¿Qué desean a cambio? No hubiese venido si no tuvieran algo que pedir.- Aquello no salió de la boca de Arturo, sino de uno de sus caballeros, uno de cabello oscuro corto y rizado, tenía una ligera sonrisa burlona posada en su rostro. Provocó que Perceval frunciera su entre cejo con tal desagrado. Eirwen le miró sin mucha emoción en su rostro y giró su mirada de nueva cuenta a Arturo.
- Su palabra, es todo lo que pido.- Dijo con simpleza y calma al Rey.- Su palabra que gobernará con justicia, veréis por los intereses de tu pueblo, no por los suyos.
Arturo aceptó, hablaba con seguridad ante aquel trato, les indicó a Eirwen y Perceval que siguieran a Jols, él les mostraría el cuarto donde estarían alojados en lo que terminaban la construcción de las demás casas. Al salir de aquel gran salón, Arturo miró de nueva cuenta a sus caballeros, en especial a Lancelot.
-Viejo amigo, ¿Alguna vez has de confiar en ellos? Ha pasado ya un año desde que quedamos aquí.- Dijo Arturo, los demás caballeros quedaban en silencio
- Arturo, no hay razón para preocuparse por unas simples palabras de Lancelot, tan solo es su forma de captar atención de la joven picta.- Dijo Bors a modo de broma mientras daba un sorbo a su copa. Aquello provocó las risas de los demás caballeros.
- Tan solo dije lo que todos pensaban, son jóvenes, alguna ambición debían tener.- Respondió Lancelot.
- Las casas... son de diferente forma, no son circulares.- Dijo Perceval mientras miraba hacia las paredes y techo de la habitación que le habían asignado, su hermana estaría justo al lado de él. Eirwen seguía con la mirada perdida, pensando en que ahora, había perdido toda autoridad sobre su pueblo, sería extraño acostumbrarse a eso, ella no tomaría decisión alguna, y su hermano, su hermano tampoco. Ahora tendrían que encajar ahí.
- Eirwen.- Perceval le trajo de vuelta al mundo real.
- Perceval, .- Dijo mirándole directamente a sus ojos.- Hermano, ¿No hay enojo a mi?
- No.- De inmediato el joven rubio respondió.- No necesitamos nada, no había nada que pedir a cambio... ya hiciste suficiente por todos, es agradable aquí.- Dijo con algo de optimismo.- Merlín nos dio su palabra.- Soltó un suspiro.- Hace años..., hace años dijiste que era cuestión de tiempo, pero al final, nos adaptaríamos al cambio.
Eirwen sonrió con ligereza, recordando el momento que su hermano había mencionado. Miró de nueva cuenta a Perceval y su mirada era más de confianza, un ligero brillo en su mirada, seguridad de que había hecho lo correcto.
- Entonces he de dejar a un lado toda duda e incertidumbre que había tenido.- Eirwen le dio un ligero abrazo a Perceval y salió de aquella habitación.
La joven dejó sus pertenencias en la habitación que le habían asignado y salió de aquel lugar para ver lo que ahora sería su nuevo hogar. Pronto comenzó a reconocer algunos rostros, personas de los otros clanes con los que tenían amistad, algunos le saludaron y parecían contentos habitando ahí. Siguió caminando hasta llegar a dónde se encontraban más personas construyendo más casas, la gente de su clan ya se encontraba también ayudando a los demás.
- Eirwen, señora Eirwen.- Dijo una anciana.- Joven Eirwen... las casas, antes de que llegue el invierno, solo entonces sobreviviremos, tú padre... dile a tu padre.
Eirwen mostró simpatía ante la mujer, era ya muy vieja, y tendía en algunas ocasiones a delirar o confundir el momento en que se encontraba. La joven le aseguró que pronto terminaría con aquel trabajo. Seguido de eso, comenzó a preguntar en que podía ayudar, era bien sabido que la joven no tenía muchas fuerzas, pero siempre estaba dispuesta a aportar su ayuda en cualquier cosa de aquel tipo.
Merlín había encontrado a Percival afuera del cuarto, el joven aun extrañado con el lugar que ahora era su nuevo hogar. Merlín decidió conversar con él y mostrarle como era el lugar. Merlín comenzó a contarle como habían logrado una convivencia con los demás habitantes del lugar. El pueblo se apoyaba mutuamente en la construcción de más hogares para las nuevas familias, de hecho, faltaba poco para terminar de construir otras cuatro casas. Merlín sugirió al joven rubio que se diera el tiempo para conocer a los caballeros de Arturo, aquel hombre aseguraba que veían gran potencial en el joven y sería bueno para su clan y para los demás clanes ver a alguien de los suyo al lado de aquellos hombres. Perceval quedó pensando en aquel asunto, tendría que hablarlo con Eirwen, y sin duda, tendría que ver si aquellos caballeros le verían con buenos ojos el que se les uniera.
Llegaron a donde se encontraba la construcción de aquellas casas, ya faltaba poco para terminarlas, Arturo le había pedido a Merlín que el explicase y repartiera las tierras a aquellos nuevos habitantes. La gente comenzó a reunirse al ver que Merlín había llegado junto con Perceval, Eirwen miró a lo lejos, pero no acercó, al ver a su hermano ahí sabía que podía encargarse del asunto mientras ella ayudaba a pasar la paja y cosas demás para terminar de construir los hogares. La gente escuchaba atenta a Merlín, las dudas que surgían pronto las respondía, la mayoría de aquellas personas eran jóvenes, algunos tenían apenas 30 años y otros eran apenas niños, ya solo quedaban dos ancianos. Pronto, la gente volvió a seguir con su trabajo de terminar aquellas casas, Perceval fue directo con su hermana.
- Merlín, dijo que para quienes serían las casas, si seguimos ayudando, en dos días más estarán listas.- Dijo mientras dejaba su espada al lado y ayudaba a cargar las cosas.- Dijo que habría una cena, por nuestra llegada... que debíamos terminar rápido aquí, para estar listos.
- ¿Acaso no olvidas las costumbres romanas? Arturo - Preguntaba Lancelot mientras caminaba a tomar asiento en la mesa para aquella cena.
- Es cortesía, Lancelot, son nuestros aliados, la misma cortesía y amistad que tengo contigo.- Respondió Arturo.
- ¿Acaso te intimidan aquellos hermanos? - Galahad tenía un tono de burla al hacer la pregunta. Gawain negó solamente al escuchar el comentario de su amigo.
- Tal vez tiene miedo, miedo que esta mujer picta lo rechace.- Declaró Bors.
- Después que vea los hijos de Vanora, no creo que me rechace.- Aquel comentario hizo que Bors frunciera su ceño y soltara un gruñido de molestia. Los demás rieron, incluso Trsitan.
Al pasar unos cuantos minutos más, entró Guinevere y sentó al lado de Arturo, después Jols abrió la puerta para Eirwen y Perceval, ambos habían cambiado de ropa, Eirwen llevaba un vestido celeste, con unos cuantes detalles en la orilla del cuello, Perceval traía puesto otro traje color café. Guinevere pidió a Eirwen sentara junto a ella, Arturo le dijo a Perceval que era libre de tomar asiento donde quisiese. Eirwen había tenido la fortuna de conocer a Guinevere mucho tiempo atrás, era una gran mujer, fuerte, gran guerrera; Eirwen no había sorprendido al saber que Guinevere había elegido a Arturo como pareja.
- Me alegra saber que vinieran.- Comenzó a decirle Guinevere.- Le había dicho a Arturo lo buenos que son ustedes con la cacería.
- Perceval es bueno siguiendo rastros de animales, si lo llevase a cazar no regresarían con manos vacías.- Dijo con gran seguridad Eirwen.
Eriwen miraba de nueva cuenta a los otros hombre sentados en aquella mesa, reconoció a aquel que había hablado momentos antes, preguntando si querían algo a cambio, pero no sabía los nombres de aquellos hombres. A su lado se encontraba uno que tenía unos tatuajes en su rostro, era demasiado serio, una mirada un tanto intimidante. Vio al lado de Perceval se encontraba tal vez, el más joven de los caballeros, al lado de él se encontraba un hombre rubio de cabello largo, también con barba. Frente a ellos tres, se encontraba dos hombres, uno un poco mayor, incluso que Arturo, a su lado otro más alto, ambos con el cabello demasiado corto, como si apenas estuviera creciendo.
- Debo dar las gracias, Rey Arturo, mi hermano y yo estamos agradecidos por las habitaciones que nos ha prestado.- Dijo con completa sinceridad.
- Me alegra escuchar eso.- Dijo Arturo.
Eirwen miró de nueva cuenta a aquel hombre de cabello corto y rizado.
- Me temo que no se conozco su nombre, caballero.- Le miró fijo.- De hecho, no conozco ninguno de los nombres de sus cabelleros.- Entonces miró a Arturo.
- Lancelot.- Respondió Lancelot para captar la atención de la joven.- Quién esta tu lado es Trsitan, los dos que están con tu hermano, son Galahad el más joven, y Gawain el de cabello rubio. Aquellos dos son Bors y Dagonet.- Lancelot le habló de una manera informal. Aquello no molestó a Eirwen, no estaba acostumbrada a tanta formalidad, pero sabía que con Arturo ella debía hablar de aquella forma. Los otros caballeros miraron esperando alguna respuesta de la joven, o, incluso una respuesta de Arturo. Eirwen sonrió y alzó la copa frente a ella.
- Un gusto, ya que me ha dado esta información ¿Desea algo a cambio? - Dio un ligero sorbo a la copa.
Perceval sonrió con gran amplitud al escuchar el comentario de su hermana. Eirwen no solía ser así, pero Perceval sabía que dejar en su lugar a aquel hombre, mostrar que no sería inferior. Los demás caballeros comenzaron a reír, lo que había parecido un momento tenso, era ahora algo agradable./p
- Con el tiempo te agradaran.- Le aseguró Guinevere.
- ¿Un empate? - Le preguntó Lancelot a Eirwen, incluso él había encontrado gracia a la situación.
- Sí así quieres llamarle.- Respondió Eirwen.
