El ambiente de La Madriguera a esas horas de la mañana todavía se mantenía tranquilo. Rose estaba sentada en la mesa tomando una porción de tarta de melaza de la abuela Molly que por suerte había sobrado de la cena del día anterior.

Le encantaban las reuniones familiares pero hacerla justo la noche anterior a su último día de trabajo había sido un tanto kamikaze por su parte pero lo que más le había disgustado era el hecho de que su primo favorito, su mejor amigo, había preferido quedarse a dormir en la casa de la serpiente más venenosa de todo Slytherin.

"Maldito Malfoy, maldita toda su estirpe. Siempre quitándome lo que quiero."

-Arggh. Maldito idiota. Incluso me fastidia los últimos días de verano – Rose arrojó sobre la encimera el tenedor que estaba utilizando. El extraño reloj de la abuela Molly movió la manecilla de Charlie Weasley pasando de estar "Viajando" a "En casa". Rose saltó de la silla, se acercó a la puerta y miró a través del cristal. Su tío favorito estaba en el camino con una única mochila a la espalda y un gnomo mordiéndole el tobillo- ¡Tío Charlie!- Rose corrió a abrazarlo enganchándose a él de la misma manera de cuando apenas tenía nueve años.

-Rosie. ¡Qué alta estás! Debes pasar a tu padre o como mínimo a Bill o al abuelo.

-Tío, me complace decirte que paso a los tres.

-Esa es mi sobrina favorita ¿Qué tal el quidditch este año?

-Slytherin nos arrebató la copa en el último momento, sólo quedamos a dos puntos de diferencia.

-Una lástima, bueno, ¿Qué expectativas guarda para ti tu último curso en Hogwarts, antes de convertirte en la mejor bruja que haya estado entre esos muros?

-¿Quién te ha dicho eso?

-Una compañera del trabajo lee Corazón de Bruja y me enseñó esa fantástica entrevista realizada a las mujeres Weasley.

-No soy la mejor, tío. Esta mamá y por supuesto la Directora McGonagall.

-Mi Rosie. Otro de los premios anuales que se le concede a los Weasley dice que no vale como , entremos. Te he traído un par de cosas de Rumanía.

-¿De verdad? ¿Qué es? – Rose intentó mirar el contenido de la mochila pero no fue capaz.

-La curiosidad mató al gato, Rose. Venga.

Rose y su tío caminaron otra vez hacia la casa; Rose estaba feliz, su tío había vuelto a casa- lo más probable hasta que empezara el curso en Hogwarts- Y le había traído regalos, lo que significaba que tendría una nueva chaqueta de piel de dragón o unas botas o por otro lado, un libro sobre el cuidado de los dragones. Criatura que le encantaba, incluso su patronus era un dragón.

-Toma- Charlie le entregó un paquete de forma un tanto irregular que Rose abrió sin demora. Una chaqueta de piel de dragón de color blanco asomó entre el arrugado papel.

-¿No estaban los dragones albinos extintos?

-Lo estaban o eso creíamos pero apareció una pareja a comienzos de este verano que nos fue entregada. Tranquila, no te preocupes por la piel. Es toda procedente de sus mudas, con el calor cambian de piel a menudo.

-Gracias tío. Tengo ganas de que llegue el invierno. La anterior chaqueta que me habías regalado me iba pequeña ya. ¿Decías que tenías otra cosa para mí? Rose puso cara de pena con ojos de cordero degollado y sus labios en una mueca de tristeza.

-Sí, toma. Quiero creer que todavía no lo tienes. – Esta vez un paquete con la clara forma de un libro fue abierto por Rose.

-Interpretación de símbolos, sueños, estrellas y otras artes de la adivinación, Martina Fisher.- leyó en alto Rose- No lo tenía, tío. Me va venir muy bien este curso, adivinación no se me da especialmente bien.

-Lo sé, en ese aspecto eres igualita a tu madre.

El reloj sonó anunciando que eran las doce de la mañana, en la cabeza de Rose algo hizo click recordandole que era su último día de trabajo.

-Tío, tengo que irme a trabajar, no quiero llegar tarde, es mi último día allí y seré libre el resto del verano.

-Rose, te quedan dos días antes de empezar las clases.

-Más que suficiente. Hoy salgo con estas para celebrar la vuelta de Carla de Italia, la vuelta de Sophie de Niza y para despedirme del resto de chicas del bar.

-Supongo que no te veré en la cena entonces.

-Supones bien tío. Me tengo que cambiar. Que llego tarde. La revedere, tío.

-Au revoir, sobrina.

Rose subió las escaleras con cuidado de no despertar a nadie, se metió en la habitación de su padre - que apenas había sufrido cambios en su decoración- compartida con su prima mayor Molly , la cual seguía dormida.

Rose se duchó, se lavó los dientes e intentó peinar su esponjosa, rizosa e indomable melena pelirroja en un moño en lo alto de la coronilla. Se puso su uniforme de camarera compuesto por unos shorts negros y camiseta, en su caso, roja.

Su tío no estaba en la cocina cuando bajó asique supuso que se había ido a acostar. El sol la cegó cuando salió de la casa a pesar de ser temprano para que pegara tanto, se colocó su chaqueta y se dirigió a la portezuela de madera que delimitaba la casa. Allí estaba su más preciada posesión después de su Arcadia 5723 – una de las escobas más rápidas del mercado- Allí estaba su Triumph 650 T 120, un modelo antiguo de moto pero que guardaba mucha historia y valor para la familia. Rose la tenía en alta estima, se la había regalado el tío Harry al ver que Albus la despreciaba prefiriendo un modelo más actual. Según su tío, había pertenecido a su padrino, asesinado a manos de mortífagos durante los comienzos de la Segunda Gran Guerra.

Rose dejó de filosofar y se subió ágilmente. Llegaría tarde de cualquier manera así que se propuso disfrutar del viento golpeando su cara, dándole a su cuerpo una sensación similar a cuando volaba en su escoba. Rose amaba la velocidad; cosa a la que Hermione se posicionaba totalmente en contra, por eso, Rose atesoraba estos momentos como si fueran la mejor joya de la Corona Real.

Tomó el desvío que la llevaba directamente a Laydown&Relax , el bar donde llevaba trabajando todo el verano para ganar un dinero extra para sí misma. Nadie en su entorno entendía porque quería hacerlo pero Rose sentía que tenía que hacerlo.

El coche de Susie estaba allí ya por lo que llegaba realmente tarde, estacionó la moto, la aseguró y casi corrió para llegar a la entrada de servicio. Un hombre de unos treinta y muchos estaba en la puerta esperando.

-¿Llegando tarde el último día Rose? No me esperaba menos, ven, entra. Las chicas te tienen preparada una cosa.

¿Le iban a dar una sorpresa a ella? No podía creérselo, siguió a Mike, el dueño del bar.

En el interior del almacén, donde dejaban sus pertenencias, estaban todo el grupo de camareras– seis, más concretamente- con las que había compartido el verano. Todas de su misma edad a excepción de Cassie y de Dee Dee , hermanas de Mike que tenían veintitrés y veinticinco años respectivamente.

-Oh, Rose, para un día que yo llego pronto vas y llegas tú tarde. – dijo Susie, una de las personas más excéntricas que Rose -excluyendo a su tía Luna- había conocido.

-Teníamos preparada una mini-fiesta antes de abrir pero has llegado tarde asique vamos a tener que abreviar- Dee Dee se levantó de la banqueta donde estaba sentada y abrió su casillero, un pequeño paquete envuelto en papel rojo brillante resaltaba entre las cosas de Dee Dee- Esto es para ti, de parte de todas. Has hecho de este verano el más llevadero de todos los que llevo aquí y empecé cuando tenía diecisiete como tú.

-No seas ridícula Dee Dee, desde que te conozco siempre te has mantenido igual.

-Bueno, tanto como igual Lucie, cada año se tiñe el pelo de un color diferente.

-¡Sandie! – recriminó el resto del grupo.

-Bueno, a lo que íbamos, te queremos dar esto para que te acuerdes de nosotras en ese internado tuyo. Ábrelo, a ver si te gusta. Con cuidado, no vaya a ser que se rompa.

Rose llevaba una mañana que no se lo podía creer. Tres regalos en menos de una hora. Abrió con cuidado el paquete ante la advertencia de Dee Dee; una caja pequeña de terciopelo cayó del interior.

-No teníais porqué hacerlo.

-Pero queríamos, Rose.

Rose abrió la cajita, la cual contenía un broche de color dorado envejecido de una rosa agarrada por un águila ambos cubiertos por una capa de color azul a excepción de la rosa, de un intenso color sangre.

-¡Muchísimas gracias! Es precioso.

-Fue idea de Colette, ella hizo el diseño y su hermano lo fabricó.

-Se me ocurrió la idea por ese broche que traes a veces en el moño de esa pelota con alas. Así tienes uno especialmente para ti, creo que los colores de tu equipo en la escuela eran el azul y el bronce ¿Verdad?

-Sí. Muchas gracias, de verdad. Me vais a hacer llorar.

-OHHH. Abrazo colectivo para la pequeña rosa de nuestro jardín.

Rose se vio rodeada por toda la tropa con la que trabajaba. Se sentía extraña, nunca hubiera pensado que ellos hubieran hecho eso porque ella se iba.

-A ver, déjame ponértelo Rose – Colette se colocó por detrás de ella cogiendo el broche de su mano. En poco menos de un minuto, el broche estaba enganchado en el lazo del moño de Rose.

-A trabajar, chicas. Ya hay bastante clientela.

Todas salieron del almacén, Rose cogió la libreta que tenía para anotar los pedidos y se dispuso a atender su zona.

En la primera mesa había una pareja de ancianos que venían todos los viernes y que siempre tomaban gaseosa y patatas fritas.

En la segunda mesa, estaba un grupo de pescadores que disfrutaban de un fin de semana sin mujeres en compañía de sus amigos.

En la siguiente, una familia de domingueros que venían a pedir para llevar un par de menús que disfrutarían más tarde de acampada. Rose llegó a la quinta mesa de su zona- la cuarta estaba vacía- apenas se fijó quienes eran sus ocupantes.

-Buenos días, soy Rose y seré su camarera durante el tiempo que se queden aquí. ¿Saben ya lo que van a tomar?

-En principio, podrías traernos una jarra de cerveza rubia y una cerveza negra fresquitas y una de patatas fritas.

Rose levantó su mirada de la libreta nada más oír En principio… encontrándose con unos brillantes ojos verdes que la miraban emocionados.

-¡Albus! ¿Qué haces aquí?

-Fuimos a La Madriguera a buscarte pero Molly nos dijo que habías salido, que te habías ido al trabajo. Entonces le preguntamos donde era y hemos venido a verte.

-Porque a pesar de que sólo te has fijado en tu primo, lo más comprensible después de estar un verano sin su compañía, también estamos nosotros.

-¡Mark! ¡Sorel! ¿Cómo estáis? ¿Qué tal el verano?

-A mí no me saludas, Rose. ¿O me he vuelto invisible otra vez?

Tanto Rose como los otros chicos rieron, recordando aquella vez en cuarto curso en la que Rose volvió invisible a Gregory Goldstein.

-¡Madre mía Greg! ¡Deja de crecer, me vas a dejar enana!

-¿Enana? ¿Tú? Sobrepasas a casi un cuarto de la población masculina de nuestro curso, Rose. Hecho que era verdad pues Rose era la chica más alta de entre todas las Weasley incluso era un poco más alta que su padre.

-Me alegro de veros, al menos no ha venido "Me creo el centro del mundo, adorarme pues soy el príncipe de Slytherin".

-No sabía yo que tuvieras ese concepto de mí, Weasley. Lamento decirte que no me creo el centro del mundo, pero, aprecio la idea de que me quieras adorar por ser el príncipe de Slytherin.

-Antes me grapo la lengua al paladar. Faltaba que te nombrara para que aparecieras, Malfoy.

Una sonrisa de suficiencia apareció en los labios de Scorpius contento de poder meterse con esa comadreja de nuevo.

Rose comenzó a caminar hacia la barra, sin ser consciente de que el largo de los pantalones había llamado la atención de sus amigos.

-Albus ¿Desde cuándo tu prima tiene ese culo tan apetecible?

-Mark, sé más educado.

-Lo siento Sir Sorel.

-Cállate estúpido.

-Y luego me hablas de educación. Dime Albus, porque sinceramente, yo no lo recuerdo de ese modo.

-Mark, te rogaría que no le miraras el culo a mi prima.

-Además, es algo vulgar mirar de ese modo a una mujer.

-Hablo el caballero andante. Deja tus modales para otra ocasión, Sorel, así no mojarás en la vida. ¿Tú qué opinas Scorpius? Déjala de mirarla o nos la desgastarás.

-Es gracias al quidditch , Lily lo tiene igual.

-Si no le dejo a él mirarle el culo a mi prima menos te dejaré a ti mirarle el culo a mi hermana.

-Oh, son primas; entonces deberíamos tener en cuenta a la genética también.

Scorpius, Greg, Mark e incluso Sorel rieron; Albus intentaba contener la risa pero finalmente se rindió, riendo junto al mejor grupo de amigos que uno podía tener.

En la barra, Rose tiraba una caña de cerveza negra intentando que tuviera la mayor cantidad de espuma posible. Sabía de sobra que era para Scorpius, por desgracia, tenía en mismo gusto que ella en cervezas muggle.

-Hey, Rose. Sé que es tu último día pero no la fastidies de esa manera.

-Rose ¿Conoces a esos chicos de la mesa cinco?

-Eh, sí, el moreno de pelo corto es mi primo. El resto son sus amigos. Van al mismo internado que yo.

-Madre mía ¿Qué hay que hacer para ir allí? Sea lo que sea haré lo posible por alcanzarlo.

-La lista de espera es muy larga, hay gente inscrita desde incluso antes de nacer, Lucie.

-Oye, ¿Cómo se llama el rubio buenorro?

-¿Cuál? - Rose continuaba tirando la caña

-Ese que parece albino. Parece un dios griego.

-Más bien escandinavo, por lo rubio, vamos. – añadió Colette

Rose bufó. ¿Cómo podía parecerles Scorpius un buenorro si su ego por sí solo ya opacaba cualquier cualidad física como personal que pudiera tener?

-Oye, ¿Por qué no les invitamos a la fiesta de hoy? Veltrios nos dejó invitar a quien quisiéramos. Díselo tú, Rosie. Tú les conoces.

-Está bien. Aunque quiero que sepáis que a mis amigas no les agradan mucho asique tendréis que soportarlos vosotras.

-No problemo.

-Por mí encantada. Para mí, el rubio albino. ¿Qué te parece para ti el moreno de pelo largo, Colette?

-Perfecto.

-A mí no encaja para ti, es demasiado …- Rose intentaba encontrar algo malo de Sorel para que Colette no se interesara en él, ya que ella tenía a la perfecta pareja de su amigo en mente- triste, siempre anda en un aire de depresión continua.

-Pues a mí no me parece.

Rose, Lucie y Colette fijaron su mirada en la mesa de los chicos, los cuales estaban riéndose todos, incluso Sorel.

-Bueno, voy a llevarles esto y se lo propongo.

Rose volvió a realizar el recorrido por las mesas, sirvió a los señores mayores, que se lo agradecieron como siempre solían hacer; los pescadores apenas repararon en ella y la familia ya se había ido dejándole una buena propina, cosa que Rose les agradeció interiormente. Se giró para ir a la quinta mesa, donde todos sus ocupantes estaban mirándola a ella sin ningún disimulo.

-Ya va, tranquilos. Vaya desayuno más nutritivo os vais a tomar.

-El desayuno de los hombres, comadreja.

-Que acabarán infartados a los cuarenta.

Greg y Sorel así como Albus rieron; el símbolo de interrogación estaba dibujado en las caras de Scorpius y Mark, ambos Sangre Pura desconocedores de una gran parte del mundo muggle.

-Una enfermedad, bueno. Hazme un sitio Malfoy, tengo algo que proponeros.

-No me voy a mover Weasley, siéntate encima de mí si quieres contárnoslo.

Rose vio el reto en los ojos de Malfoy y si había algo que le gustara más a Rose que la velocidad, su escoba, su moto y la competencia, era el aceptar retos.

-Está bien – Greg escupió parte de su cerveza ante la afirmación de Rose, Albus miró a su prima confuso, Sorel rió ante la cara de estupefacción de Scorpius y Mark se quedó a medio camino de comer una patatita.

Rose se sentó encima de Scorpius como tantas otras veces había visto hacer a Paula Parkison amiga íntima de ambos. Scorpius se puso tenso ante el contacto de las piernas desnudas de la chica con las suyas; como buen Slytherin, y en ese momento el único que podía pensar acorde con los valores de la casa captó al vuelo el reto que Rose Weasley le estaba lanzando.

Apoyó sus manos en las caderas de la chica pero no hubo ningún signo de que ella se hubiera sorprendido; decidió atacar por el frente que debilitaba a cualquier chica que cayera en sus brazos. No le hizo falta apartar el pelo de Rose pues lo llevaba en un moño pero aun así, decidió tocar el cuello de la chica, bajo las yemas de los dedos de Scorpius, era la piel más suave e inmaculada que jamás había tocado. La reacción de la chica fue un pequeño movimiento alejándose de la caricia. Scorpius sonrió.

-Bien, esto ha sido lo más surrealista que he visto este verano- comentó Mark. ¿Qué era lo que nos querías comentar, Rose?

-Oh, sí, bueno. Hoy es mi último día aquí y…- Rose notaba el movimiento de la mano izquierda de Scorpius en su cadera- las chicas y yo vamos a ir a un bar de uno de sus novios para despedirme. También viene Nic – Rose sonrió al ver el pequeño sonrojo en la piel de Mark- Carla – ahora era el turno de Sorel de apartar la mirada- y por supuesto Sophie y Paula.

-¿Va a ir Sophie? ¿Has hablado con ella?

-No desde hace una semana.

-¿Cómo le ha ido el verano? No me respondió ninguna de las cartas.

-¿Se las mandaste a la casa de Niza, Al?

No, Rose. Podías habérmelo dicho antes.

Scorpius comenzó a reír, el aliento caliente de su risa golpeó contra la nuca de Rose, quien se puso igual de tensa que él cuando ella se sentó encima.

-¿Pasa algo, Weasley? – comentó Scorpius en el oído de la pelirroja. Le encantaba jugar con ella. Pero Rose sabía jugar también.

-No, nada- Giró parte de su cuerpo hacia él. Debéis ir lo más vampíricos que podáis aunque a ti no te haga falta Scorpius, parece que no hayas tomado el sol en todo el verano.

-Que graciosa, comadreja aunque podría decir lo mismo de ti. Por cierto, dile a tu amiga rubia que me deje de comer con la mirada y que te deje de matar a ti, porque estarías a siete metros bajo tierra ahora mismo.

Rose se fijó en Lucie, realmente tenía cara psicópata en ese momento. Se levantó de la mesa y se acercó a ella.

-Todo solucionado. Espero que des lo mejor de ti como vampira.

-Por supuesto, Rosie. Va a ser vamptástico.

Ambas rieron. Lucie se fue a atender unas mesas de su zona. Rose volvió a dirigir la mirada hacia la mesa donde estaba su primo. Todos estaban hablando o escuchando menos Scorpius, bastante entretenido en sus manos, algo que extrañó a Rose.

Miró el reloj, sólo quedaban siete horas antes de volver a estar todos juntos. Sólo quedaban setenta y seis para comenzar su último curso en Hogwarts.