Capítulo 1. Un día revelador

Hay veces en las que es molesto enterarse que se ha estado equivocado en algo; pero también hay ocasiones en las que esa revelación trae una alegría inmensa que no se compara con nada más. Es en esos casos cuando decir "estaba equivocado" produce una sonrisa en vez de rubor en las mejillas o un ceño fruncido. En lo que compete a esta historia, no hay personaje que anhelara más estar equivocado que un padre que perdió a su hijo pequeño. Por años negó el hecho de que lo había perdido para siempre, y como toda persona que sufre por un ser perdido, deseaba un día despertar y encontrar a su lado al niño que tanto amaba. No sabía si estaba vivo o muerto, solo sabía que tenía años de no verlo, así que se aferró al pensamiento de que vivía y se encontraba bien, donde sea que estuviera.

Era un panda de mediana edad, con ojos verdes como la hierba. Un día se levantó temprano como solía, lavó su peludo rostro, se puso un pantalón café, cubrió con una larga túnica verde su robusta fisonomía, y en medio de una cálida y fresca mañana, se dirigió al lugar que frecuentaba y le traía tanta paz. Desde ese lugar en lo alto podía observar la majestuosa naturaleza que florecía ante sus ojos; y, cual vigilante, miraba a lo lejos a todos los habitantes de su aldea en sus labores cotidianas. Una de las experiencias que más le maravillaba, y jamás le cansaba, era ver el sol salir entre las montañas que rodeaban el valle. Era todo un espectáculo ver las sombras alejarse por la luz que poco a poco cubría y avivaba todo lo que tocaba.

Entró en su sencilla tienda, que consistía en una manta en el suelo con un techo sostenido por cuatro columnas de madera, encendió una a una las docenas de velas que rodeaban su rinconcito, y se sentó para luego sumirse en su meditación. No había nada que le hiciera olvidar o disminuir su dolor en tan gran medida como su meditación diaria. Las horas volaban, y cuando abría sus ojos ya el sol se había ocultado. Entonces apagaba las velas y regresaba a su casa.

Algo alteraría su organizado y monótono estilo de vida a partir de ese día. En la oscuridad de sus pensamientos libres y vacíos empezó a surgir una luz que poco a poco se intensificó, y sin darse cuenta caminó hacia ella. Cuanto más se acercaba una inexplicable dicha iba inundando su corazón. Era una sensación extraña, pero él anheló que permaneciese en él para siempre, aunque pronto suprimió ese pensamiento y simplemente se acercó a la luz, que le cubrió por completo, y al disiparse vio un palacio grande y maravilloso, rodeado por frondosos árboles multicolor y acariciado por el sol de la mañana. Semejante imagen le recordó un relato que una anciana tortuga le contó sobre un sitio llamado Kaishan, que él nunca había visitado. "Sin duda esto es una visión, pero ¿por qué es sobre este palacio?", se preguntó el panda confundido. En contestación a su pregunta alguien salió de la entrada del palacio caminando a paso lento: un panda con una vara de su altura en la mano, un ancho sombrero, y una capa dorada que llegaba hasta sus pies. Con expresión regia andaba derecho y con la mirada al frente.

El que con asombro observaba la visión cayó al suelo porque sus fuerzas le faltaron, mas sus ojos no se despegaron un segundo de aquel personaje. Pequeñas lágrimas salieron de sus mejillas, y su corazón casi se salió de su pecho. Una voz que parecía susurraba por el viento dijo: "está vivo, y debes encontrarlo, te necesita". El panda quedó contrariado al escuchar eso. Entonces vio al personaje de la capa correr apresuradamente hacia una nube negra que surgía del este y destruía todo a su paso. Él luchaba contra ella, pero era tan densa, grande y temible que le aplastaba. El panda que observaba todo desde el suelo trató de entender lo que sucedía, pero la misma luz que en un inicio le cegó regresó y empezó a borrar la visión, hasta que todo quedó en tinieblas.

El panda abrió sus ojos y vio las velas encendidas de su rinconcito. Su impresión era grande, tenía muchas preguntas, pero hubo un pensamiento que hizo que todo lo demás pareciera vano. La visión no solo le reveló una noticia maravillosa, sino que también le asignó una misión; pero quería analizar eso después, porque en ese momento deseaba proclamar que su mayor anhelo se había cumplido. Se puso de pie, dio media vuelta, abrió su boca y expresó lo que con toda su alma y corazón por años deseó decir con seguridad:

―¡Mi hijo está vivo!


Notas:

¡Hola! Hay varias cosas que tengo que decir. Primero, ¡bienvenido (a)! Espero que te guste esta historia, querido lector o lectora.

Segundo, esta historia yo ya la había publicado de otra manera, pero por varias razones la borré y luego se me borró para siempre y la tuve que reescribir, pero esta vez inspirada por el libro "Los miserables". Ese libro es grandioso, lo recomiendo. PERO no importa si no leyeron la versión anterior, porque la idea es que entiendan la historia así como está.

Bueno eso sería todo por ahora, nos vemos en el próximo capítulo :)