Disclaimer: Naruto no me pertenece, es de Masashi Kishimoto.
Aviso: Este fic participa en el reto drabbles: Vacaciones, de la Aldea Oculta entre las Hojas.
Personaje Elegido: Hashirama.
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—Abuelito, llévame al Tanabata.
Hashirama abre los perezosos párpados con la lentitud de un caracol y enfoca los ojos de avellana que su nieta entrecierra juguetona. Parpadea un par de veces antes de bostezar, recordando que las vacaciones de la academia han comenzado esa misma semana.
—Tsuna... ¿Qué hora es?
—Hora de despertarte —dice apretando las mejillas de su abuelo con fuerza, jalándolo para que se quite las sábanas de encima.
Hashirama se levanta con una cobija enredada en la cintura y se mete al baño. Le pide a Tsunade que se quede quieta y dentro del baño escucha cómo brinca en su cama entre risas y grititos de emoción. Hashirama está consciente de lo mucho que Tobirama está preocupado por él. Desde que dejó el cargo de Hokage, se la pasa haciendo labores domésticas y arreglos en su casa. Ha remodelado la cocina, hizo un cobertizo y arregló unas baldosas sueltas del cuarto de baño. Así se mantiene ocupado y útil, pero Tobirama dice que algún día se le acabarán las labores y tendrá que enfrentar a sus demonios; y Hashirama lo sabe.
Antes de que salgan de casa, comienza a llover a cántaros.
—Recién son las doce, Tsuna, no te preocupes —dice Hashirama con una taza de café humeante en el regazo. Tsunade se recarga en la ventana y mira las calles de Konoha con un puchero—. En la noche podremos ir a comer y ver los fuegos artificiales.
—Abuelito, si llueve los amantes no se encontrarán.
Hashirama sonríe detrás de la taza antes de dejarla sobre la mesa y levantarse. Saca de la alacena un paquete de galletas y las sirve en un plato.
—Te haré chocolate, ¿qué te parece? Podemos dibujar y leer hasta que pare la lluvia.
La niña es muy inteligente, Hashirama lo sabe, y no sólo porque sea su nieta. Es fuerte, más de lo normal, y tiene un buen corazón, como los que escasean. Aunque su hermano diga que la corrompe al enseñarle juegos de azar, lo compensa mostrándole cosas que le servirán cuando sea mayor y él ya no esté. «Tú vas a vivir siempre, abuelito —niega Tsunade—. No hay nadie más fuerte que tú, ni siquiera el abuelo Tobi».
Dan las nueve de la noche sin que deje de llover, y Tsunade se sienta en la mesa a regañadientes para cenar e irse a dormir.
—¿Vendrán a recogerte?
—Me quedaré lo que resta de las vacaciones —responde sin estar consciente de la ceja alzada que su abuelo mantiene en lo alto—. Tengo que cuidarte.
—¿De qué me vas a a cuidar? —pregunta Hashirama sentándose frente a ella, sonriendo al ver las mejillas rosadas de la niña.
—De ti mismo, abuelito. El abuelo Tobi dice que te sientes triste, y que desde hace tiempo sólo estás pensando en tonterías.
—Gracias por cuidar de mi, Tsuna —responde dándole un beso en la sien. El pecho le sigue doliendo, pero al lado de Tsunade, el malestar casi parece ser insignificante.
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