A/N: Los personajes de la serie Glee son propiedad de Ryan Murphy.
Su mamá manejaba a tal velocidad que la pequeña no podía distinguir la figura de los árboles. Lo único que sus ojos veían eran manchas verdes combinadas con pequeñas manchas cafés y azules, cuando el color del cielo llegaba a colarse por los espacios. Su mamá la estaba llevando a un campamento de verano con la excusa de que necesitaba hacer más amigos y debía dejar de pasarse el tiempo frente al televisor acompañada de su cachorro de peluche, pero para la pequeña de seis años, eso más bien parecía un castigo por no querer jugar con los niños del parque; o al menos eso era lo que la pequeña le decía a su mamá para evitarle preocupaciones. Ya tenía suficiente con el trabajo en la cafetería de la secundaria que quedaba a unas cuadras de su casa como para aumentarle que los niños del parque no querían jugar con ella por el tamaño de su mamá. A la pequeña Marley no le gustaba que hicieran chistes sobre su mamá, y no entendía por qué los niños eran tan crueles. A veces le gustaría ser más fuerte que ellos para poder defenderla, pero una niña delgada como ella no podría con todos ellos. Dejó salir un suspiro sin retirar la vista de la ventana ¿Quién quería amigos si todos los niños que conocía eran así? Incluso sus compañeros de la escuela.
—Marley, pequeña—la señora Rose llamó su atención –Ya vamos a llegar. Estoy segura de que te divertirás mucho en este lugar— intento animarla; sabía que la niña no estaba de acuerdo con la decisión.
—¿Y qué pasa si no me gusta? Dos meses es mucho tiempo… dos meses es mucho tiempo—se quejó dirigiendo la mirada a su mamá.
—No seas negativa. Mi amiga dijo que su hijo se había divertido mucho en este lugar—
—Pero mamá, yo quiero estar contigo—
—Nada de 'peros'. Hagamos un trato… si no te gusta no vienes el año que entra—
Al ver que no podía hacer que su madre cambiara de opinión, la pequeña se cruzó de brazos y regresó la mirada hacia la ventana.
No pasó mucho tiempo antes de que llegaran a su destino. La señora Rose se bajó primero del coche y lo rodeó para abrirle la puerta a su hija y ayudarle a bajar. En ese instante, el olor a pino fresco entró por su nariz mezclado con el olor a tierra húmedo. Un par de niños pasaron en ese momento y vieron a Marley y a su mamá antes de soltar una carcajada y señalarlas. La pequeña apretó los puños molesta y se giró hacia su mamá; tiró de la blusa de esta para llamar su atención, ya que estaba bajando las maletas de su hija de la cajuela.
—Mamá, ¿Por qué no regresamos las dos a casa? Llévame contigo—no quería lidiar con más niños que se burlarían de la condición de su mamá.
—Ya estamos aquí y ya pagué por esto. No es tan malo como tú crees— colocó una pequeña mochila en la espalda de su hija, quien hizo una mueca y suspiró en señal de derrota. Ya no había nada más que hacer; iba a tener que soportar dos meses en ese lugar lleno de tierra y animales que le picarían en la noche.
—Vamos—la señora tomó ambas maletas y caminó junto a su hija hacia la cabaña de recepción. La tierra estaba un poco húmeda debido a que el día anterior había llovido, pero no lo suficiente como para que los tenis de la niña se llenaran de lodo.
Lo que hicieron en recepción fueron los últimos arreglos. La señora Rose tenía que firmar algunos papeles mientras Marley esperaba sentada en una banca viendo como unos niños entraban y salían de la cabaña. Algunos parecían ya haber estado ahí en años anteriores, mientras que otros, los que entraban con sus padres, pasarían el primer año en el campamento.
Cuando los adultos terminaron de hablar, su mamá se acercó a ella y le susurró un "te amo" al oído, además de algunos consejos antes de despedirse completamente y salir por la puerta de la cabaña.
—Vamos a dejar tus cosas a la cabaña donde te quedarás—era la voz de una señorita de cabello rubio peinado en una coleta y que traía puesto algo que parecía el uniforme de los que trabajaban en ese lugar. Marley asintió antes de ponerse de pie mientras la chica cargaba sus maletas. –Me llamo Madison, pero puedes decirme Maddie y seré tu consejera este verano—le explicó con una sonrisa mientras salían de recepción. Su voz tenía un tono suave y dulce que a Marley le inspiraba confianza.
Recorrieron unos cuantos metros de aquél camino de tierra antes de llegar a la puerta de una cabaña que tenía una gran 'H' de metal en la parte de arriba de la puerta. –Este será tu hogar por estos dos meses—Maddie mantuvo la sonrisa mientras abría la puerta y dejaba que la pequeña entrara primero.
El interior de la cabaña era más grande de lo que Marley se había imaginado. Pensó que incluso era muy grande como para tener dos camas, una de las cuales, la que se encontraba del lado derecho junto a la ventana, ya estaba ocupada. Encima de ella estaba sentada una pequeña niña rubia de la misma edad que Marley y parecía que no había notado la presencia de ésta y la consejera, porque seguía mirando hacia el exterior por la ventana.
—Ella será tu compañera, Kitty—Maddie llamó su atención y cuando la pequeña rubia giró la cabeza hacia ellas Marley alzó su mano y la agitó para saludarla.
—Bienvenida—respondió fríamente y volvió su vista a la ventana.
La pequeña sonrisa que se había formada en el rostro de la castaña por haberle tocado una compañera de su misma edad, se desvaneció en ese instante.
—Puedes ir acomodando tus cosas. Yo regreso en un rato para acompañarlas a la ceremonia de inicio—indicó Maddie a las niñas y salió por la puerta sin darle tiempo a Marley para que le pidiera que no la dejara sola.
La castaña llevó sus maletas en dirección a la única cama vacía. El piso en el interior era de madera, así que no debía preocuparse por la tierra y el lodo estando ahí. De la maleta más pequeña sacó el cachorro de peluche y lo acomodó sobre la cama antes de subirse. Observó a su alrededor. Había una puerta en la parte de atrás con un letrero que tenía una figura que les indicaba que era el baño. La única ventana que permitía la entrada de un poco de la luz del solo era por la que la rubia estaba observando. Marley se preguntaba qué era lo que la tenía tan entretenida, pero no se atrevía a preguntárselo en voz alta. Traía puesta una blusa de manga corta en color verde y un pequeño short rosa. Su cabellera rubia ondulada caía hasta sus hombros.
¿La señorita Maddie tardaría mucho tiempo en regresar? El silencio que había en la habitación no era para nada cómodo por lo Marley esperaba que regresara pronto y las llevara al lugar que dijo.
La castaña suspiró y se dejó caer en la cama, pensando en lo lento que pasaría el tiempo en ese lugar. Al menos esperaba que su madre cumpliera la promesa de no llevarla de nuevo a ese lugar el verano próximo, porque estaba muy segura de que no le gustaría ese lugar. Cerró sus ojos por un momento y sin darse cuenta fue quedándose dormida. Había sido un largo viaje.
—Despierta. La consejera nos está esperando para ir a la ceremonia esa—una pequeña mano empujaba su hombro. La castaña abrió los ojos un poco para ver que era su rubia compañera. –Debemos irnos, bella durmiente—dejó de moverla cuando se aseguró de que los ojos azules que tenía enfrente estaban totalmente abiertos.
—¿A dónde? ¿No debemos esperar a Maddie?—murmuró Marley con voz somnolienta frotando sus ojos con ambas manos.
—Ya vino, pero no la viste porque estabas dormida—rodó los ojos –dijo que te despertara y saliéramos—.
