Disclaimer: Naruto no me pertenece, ya saben.
A/N: ¿Qué tal, hermosa comunidad? Pues, heme aquí con el resultado de una divertida noche de insomnio. Sepan, desde ya, que el fic se caracterizará en poseer una constante tensión sexual, así que el rated subirá. La cosa es que si son sensibles o intolerantes a los temas sexuales, por favor absténganse de leer, no quiero perturbar mentes frágiles, así que considérense advertidos, haha. Además de narrar desde el punto de vista de Sasuke-kun, la trama gira en torno a un universo total y absolutamente alterno —con cero ninjas, zorros o jutsus raros —, wink wink.
Pink Drug
Capítulo I
Sasuke's POV:
Además de mantener la mandíbula increíblemente rígida, un punzante e indescriptible dolor se agolpaba en mi cabeza.
Tch.
—¡Vamos! —gritaba él.
—No —repetía yo.
¿Por qué siempre que lo veo rondar cerca, además de querer molerlo a golpes, mi cerebro palpita y amenaza con estallar? Diablos, es imposible que algún día deje de quejarme por eso. Mis planes para aquella noche se podían resumir con la simple y hermosa palabra dormir. Me la había pasado todo el jodido día en la oficina, y ahora que por fin llegaba la hora de mi recompensa, Naruto irrumpía escandalosamente en mi metro cuadrado.
De-ses-pe-ran-te.
—¡No seas amargado, Uchiha! Ponte el saco y mueve tu trasero —me señaló con el dedo, ordenándome y adoptando una actitud sumamente hostil —. Hikari-chan no tiene por qué enterarse, si es eso lo que te preocupa.
Bah. Otra vez con lo mismo.
¿Cuándo sería el día en que aquel estúpido ser limpiase sus oídos y se dignase a escuchar mis palabras? Además, y por muy arrogante que sonara, mi compromiso con la hija del empresario más prestigioso del país no entraba en discusión. Nunca.
Hikari jamás sería un tema a tratar.
Cerré los ojos y bufé con pesadez —. Cállate —le advertí cabreado. El simple hecho de oírlo parlotear me irritaba.
—De acuerdo, pero déjame aclararte que comienzo a cuestionar si de verdad eres un hombre —apostó sin temor, desafiándome y agudizando la mirada.
El muy imbécil comenzaba a jugar con fuego.
—Lo digo en serio, Sasuke —continuó, ignorando mi potente y asesino semblante —. Si ninguna chica de allí logra excitarte, no dudes en que yo mismo te daré el certificado de raro —sentenció confiado, con la clara intención de provocarme —. De todas maneras, piensa que podrás probar lo contrario, ¿eh?
—Ya basta, Naruto —le amenacé. Si existía algo que jamás permitiría era precisamente que dudasen de mi virilidad. Eso jamás.
—Si no vienes, juro que te joderé la vida.
¿Era posible aún más?
—Créeme, Sasuke. Quizás le haga unas cuantas visitas a tu novia… y a su padre.
Iba a matarlo.
Lo primero que divisé al entrar fue un enorme escenario cubierto de diversas féminas bailando. El público se podía apreciar insaciable, amontonándose sin ninguna consideración ante tan provocativo espectáculo. Mientras que el dobe iba por unos tragos, me ubiqué en una mesa algo apartada de tan bullicioso tumulto. Saqué mi cajetilla de cigarrillos y encendí uno, al mismo tiempo que me dedicaba a inspeccionarlo todo con mi ojo crítico.
—A pesar de ser lo que es, no está tan mal —pensé. Y era cierto. Aunque todas esas luces le diesen aspecto de mala muerte, el lugar poseía variados objetos de calidad, increíblemente.
Además del piso relucir con lujosas cerámicas y guardapolvos, el material y decorado de las mesas era fascinante. Reparé en tallados y detalles dignos de pertenecer a una destacada mansión. Candelabros decorativos de oro y copas del cristal más fino que jamás había visto, adornaban muy ostentosamente la estancia. Y aunque la entrada era bastante elevada en precio, a comparación de otros burdeles y bares clandestinos, inusual era decir realmente poco.
Me sorprendí, ya que obviamente no todos saben el significado del buen gusto y la calidad. No todos tienen la fortuna de pertenecer a una familia reconocida, adinerada y prestigiosa, como yo.
Hn.
Ya iba por el sexto cigarrillo cuando Naruto volvió. El muy estúpido agitaba peligrosamente dos vasos cargados hasta el tope.
—¿Fuiste a fabricarlos? —ironicé ya aburrido, quitándole uno y bebiéndolo sin apuro.
Él, luego de sentarse estrepitosamente y llamar la atención de dos mesas a la redonda, comenzó a tontear infantilmente con el mantel de la mesa —. No tienes idea de lo que te perdiste en la barra, teme —me comentó ligeramente ruborizado, enseñando una radiante y jovial sonrisa —. Había una chica… ¡una hermosa chica! —Enfatizó, desviando la mirada a un enorme trasero que pasaba por su derecha.
Sí, había bebido más de la cuenta.
Yo entorné los ojos y bufé —. Oye, ¿cuántos te has tomado? —le pregunté señalando su vaso, el cual lo bebió sin importarle derramar cierta cantidad por la comisura de sus labios.
—¿Importa acaso? ¡Mira, mira! Pero qué bellezas, teme —se mordió el labio, regocijando la vista.
Vale, Naruto había cambiado, eso estaba más que claro. Seguía siendo igual de elocuente y extrovertido como siempre, pero su nuevo placer descubierto hacia el sexo opuesto, lamentablemente para él, lo había desviado a un círculo vicioso y demasiado estrecho en el cual yo no estaba dispuesto a entrar —. Oye, morena, ¡quiero tres rondas más, dattebayo! ¡Oye!
—Demonios, no estamos en una feria —le regañé, maldiciéndome por caer en su tan bizarra y pseudo amenaza. Definitivamente Jiraiya, su padrino, era una muy mala influencia, tsk.
Luego de tirar la colilla de cigarro en un extraño cenicero color plata, clavé mis ojos en la voluptuosa y exageradamente maquillada chica que venía a atender el llamado —. He visto mejores —analicé de inmediato, fijándome principalmente en su busto; recorriéndolo de hito en hito.
Mi especialidad eran los pechos, sí, ¿algún problema?
—Buenas noches, guapo —musitó ella. Sin detener el vaivén de sus redondas y atractivas caderas, se inclinó a besar la mejilla de Naruto. Ni un poco de piedad con el idiota, ajá.
Tratando de manipular la situación, el dobe alzó las cejas e intentó adoptar una barata pose de galán de cine —. Ofréceme algo, linda. ¿Qué tienes para mí?
Pero qué retrasado.
Ella, señalando unas cuantas puertas al fondo —las cuales habían pasado totalmente desapercibidas por mí—, rió por lo bajo.
—He, me encantaría —soltó Naruto, respondiendo instintivamente al gesto. El entusiasmo en él se tornaba palpable. Estaba hecho todo un adicto.
Dispuesto a marcharse y dejarme por fin respirar en paz, un fuerte grito llamó la atención de su presa — ¡Te necesita el joven de la mesa cinco, Tenten!
¿Eh? ¿Quién osaba reclamar la atención de su botín? Nuestra atención se enfocó por inercia en el sujeto que demandaba por la chica, quedando boquiabiertos en el acto —. Así que éstos son los gustos del niño Hyuuga… —Naruto, más que incrédulo o sorprendido, parecía molesto, y es que para nadie era novedad la constante rivalidad que existía entre ellos.
Además de vanagloriarse por su reconocido poder empresarial, Neji, siempre que podía, se encargaba de enrostrarle las constantes e innumerables fallas que alguna vez mi rubio amigo cometió como encargado de las finanzas Uzumaki. Mientras que él, sin dejarse pisotear, le jodía la psiquis comentándole sobre "la cortísima falda que Hinata había usado tal día" o "cómo la escotada y ceñida blusa que traía el viernes pasado, inevitablemente, lo había excitado hasta la médula".
Nada con mucha ciencia, era cierto, pero aunque el dobe era un desvalido pollo en comparación al poderío e ingenio del Hyuuga, sabía muy bien cómo irritarlo.
Hah.
Insultándolo con más de mil demonios involucrados, guió sus pasos hasta la barra; Neji lo cabreaba y necesitaba beber más. Yo, por el contrario, permanecí en mi lugar digiriendo la sorpresa. ¿Neji? ¿Uno de los herederos y el más respetado joven de las empresas Hyuuga? Hn. La competencia, al parecer, también tenía sus altos y bajos.
Desvíe la mirada y sonreí. Ahora que a Naruto se le habían pasado unas cuantas copas y disfrutaba de la entretenida compañía de dos curvilíneas y bien dotadas rubias, no repararía en mi presencia.
—¿Qué mejor para largarme de una buena vez? —razoné decidido. Y aunque no soy de esos hombres reacios a la buena carne, aquel simplemente no era mi estilo. Según mi punto de vista, existían formas mucho más dignas para tener sexo que recurrir a una casa clandestina como los necesitados. Aquella era demasiada bajeza.
Cuando me levanté de la silla dispuesto a retirarme, todas las luces se esfumaron. Torcí el gesto y aguardé molesto por alguna señal. Yo sólo quería largarme.
—¡La espera terminó, caballeros! —Fue lo único que logré escuchar. A pesar de tratarse de una mujer, su voz se podía apreciar bastante grave y dura — ¡Es momento de disfrutar de su dinero!
Sin decir más, un enorme foco blanco me pegó de lleno en el rostro, encandilándome por completo.
Tuve que sentarme, tsk.
Después que un jodido humo emanara fuertemente del piso, una chica apareció. Más o menos un metro setenta, piernas largas y blancas, cintura estrecha, ojos verdes y un antifaz. Parpadeé admirado. Apenas comenzó a oírse la música sus caderas cobraron vida propia, siendo recorridas totalmente por sus largos y finos brazos. Partió con una caminata desde el fondo de la pista hasta toparse con el borde de la misma, rozando y provocando a los caníbales, alguna vez llamados hombres, a ofrecer dinero.
Todo el dinero posible.
Irrazonablemente, olvidé por completo el querer penetrar la puerta de salida, enfocando mi total interés en ella. Alcé una ceja y me dediqué a observarla, examinándola como si se tratase de algún descubrimiento científico fascinante.
Oh sí.
Ella portaba una falda escocesa bastante inusual, por no decir que dejaba bastante poco a la imaginación. Un ceñido corsé se encargaba de resaltar su figura, esculpiendo alarmantemente sus pechos. Pechos… Llamé a una de las muchachas y pedí una botella de cualquier tipo, sin importar la marca ni mucho menos el precio. Concentradísimo en el espectáculo, comencé a beber sin reparo alguno —demasiado rápido—, atento a sus movimientos.
Tal y como yo lo hacía con la mirada, unas dos o tres féminas más, que habían aparecido de la nada, comenzaron a tocar y a recorrer su cuerpo sin pudor alguno. Pero justo cuando el ambiente amenazaba con subir de nivel, un repentino cambio de planes hizo que cambiara de dirección. Se acercó inquisidoramente al tumulto de extasiados hombres, tomó la corbata de un sujeto, y después de juguetear unos cuantos segundos con él, para sorpresa de todos, rompió su camisa de una manera salvaje y enormemente excitante.
—Es Kiba… —murmuré por lo bajo, maldiciéndolo como jamás lo había hecho en mi vida. El cretino estaba disfrutando bastante la situación, dejándose manipular, tocar y seducir por ella.
Una vez le quitó por completo la camisa, trazó desprevenidamente una línea de saliva por todo el pecho del Inuzuka, provocando lo natural: excitación a más no poder. Él, con una erección bastante notoria y visible para el público, tomó su cintura y la jaló, apretándola y posicionándola fuertemente contra su —miembro— cuerpo.
Entonces sonrió.
—Listo —pude leerle los labios. No hizo más y dos de sus compañeras se acercaron a Kiba, convenciéndolo de acompañarlas y dejar el escenario junto a ellas. Dos son mejor que una, ¿verdad?
Cuando se vio nuevamente convertida en el centro de atención, se dispuso a seguir con la rutina. Subía y bajaba, aplastando y moviendo provocativamente sus pechos, deslizándose y gateando, recibiendo todo el dinero que se le ofrecía. Todo. Pero en un instante, justo cuando se lamía los dedos, creí sentir su mirada fija en mí. En ese entonces yo ya pedía la segunda botella, razón por la cual no podía afirmarlo. Quizás se trataba del famoso subconsciente…
—No, no, ahí está de nuevo —confirmé, sin quitarle los ojos de encima.
Se relamió los dedos y giró, cortando el contacto visual. Mientras una tercera mujer aparecía, se desprendió de la liga que mantenía en su pierna derecha, enseñándole a todos los espectadores unas muy llamativas y pequeñas bragas.
Rosadas, maldición, eran rosadas. Y yo odiaba el rosado.
No pude más —. Rayos… —gruñí. Al instante mismo bajé las manos e intenté tapar a duras penas el enorme bulto que se había formado dentro de mi pantalón. Mientras regularizaba la respiración, dejé que unos cuantos mechones de cabello taparan mi rostro, dibujando inconscientemente el estupefacto semblante de mi padre si me viese en tales condiciones.
—¡Eres hombre, teme! —gritó Naruto, sorprendiéndome y provocando que hiciera añicos una botella en el piso.
Todos miraban, joder.
—¡Imbécil! —le reproché, avergonzado e incrédulo al percatarme en la real situación que me encontraba.
—No hay problema, Sasuke, tengo dos más aquí —informó con seguridad, depositando dos botellas de ron sobre la mesa. Aunque claro, cualquiera con un coeficiente intelectual suficiente hubiese notado que yo no hablaba precisamente de eso.
Pasé ambas manos por mi cabello tratando de reordenar las ideas, mordí mis labios y luego de refregarme los ojos y suspirar a raíz de su idiotez, me dispuse a buscarla con la mirada —. No está…
—¿Te refieres a la bailarina de la pista? —me interrogó Naruto, bebiendo una copa tras otra; hubiese apostado a que si no tuviese tanto alcohol en el cuerpo ya estaría cogiéndosela en algún rincón.
—¿Qué sabes tú de ella? —atiné a preguntar. Rasqué mi nariz e intenté aparentar desinterés, dejando que el dobe se explayase a sus anchas.
—Pues… no mucho, la verdad —comenzó, hipando de vez en vez —. Su nombre es Sakura-chan —sonrió —, y por lo que sé de Madame Tsunade, lleva pocos días aquí. La revelación del año, al parecer.
Sa-ku-ra. No sabía por qué, pero necesitaba saber más. Naruto me miró confundido, sorprendiéndose al notar el brusco giro que hizo mi cabeza al escuchar silbidos desde el escenario, y aunque no gané más que un punzante dolor en el cuello, el tarado sonrió dando en el clavo.
—¿Con tantas ganas te dejó? —preguntó divertido, escudriñándome perspicazmente con la mirada. Su ampolleta se había encendido al fin, y claramente no desaprovecharía la oportunidad para ridiculizarme, como siempre.
—Eso no te importa —le corté iracundo. Quité las manos de mi entrepierna e intenté levantarme, pero un fortuito y enorme mareo lo impidió. ¡Carajo!
—Se llama calentura, Sasuke, es normal —sentenció relajado, dándose grandes aires de sabiduría e ilustración, como si yo viniese de marte y no supiese de qué estaba hablando.
Comencé a taladrarme las sienes con los dedos mientras Naruto buscaba no sé qué con la mirada. Lo único que quería era largarme y encontrar refugio en alguna cama, sin importar cuál.
—Ya regreso —apenas le oí decir.
Pero en aquellos momentos una sola pregunta asaltaba mi mente: ¿Por qué habría quedado tan empedernido con una persona como ella? Hikari estaba a otro nivel y la sobrepasaba en todo aspecto, ¿entonces por qué? Mi prometida era hermosa, pero jamás se había acercado siquiera a provocar tal sensación en mí.
Saqué otro cigarrillo abrumado y con bastante calor, hurgando en cada esquina de mi cerebro por alguna respuesta coherente, al punto de no percatarme que una coqueta y peligrosa silueta se acercaba a mi encuentro — ¿Necesitas compañía, vaquero? —inquirió una joven, sentándose atrevidamente sobre mis piernas.
Pero yo no estaba de humor; estaba mareado y había comenzado a sudar —. No —me negué de manera hostil, meciéndome con el claro afán de quitármela de encima.
—¿Por qué tan arisco? ¿Acaso no te parezco atractiva? —pasando ambos brazos alrededor de mi cuello, se acomodó. En efecto, era atractiva, pero el asunto recaía en que yo estaba demasiado confundido… y adolorido.
Cuando ya comenzaba a fastidiarme y ver doble, el antifaz de Sakura reapareció. Justo detrás de la chica, quien comenzaba a deslizar sus aventureras manos dentro de mi camisa, la vi torcer el gesto.
—El señor tiene reservación, Karin —habló tajante, provocando un notorio escalofrío en mí.
Me sentí patético.
—¿Eh? Haberlo dicho antes…
Después de levantarse y dejarme libre, la pelirroja muchacha agregó —: Si necesitas algo o no te complacen del todo, ya sabes qué hacer —finalizó, guiñándome un ojo y depositando un fugaz beso en mi mejilla.
¿Es que todas tenían esa manía, joder?
—Señorita, es él —Naruto, haciendo su gran entrada y reapareciendo de la nada, me señaló con el dedo. El muy tarugo se reía a sus anchas, levantando las cejas y felicitándose a sí mismo por su hazaña. ¿Lo increíble? Mi estado era tan deplorable, que me importó un carajo.
—¿Gustas seguirme? —preguntó Sakura, invitándome con la mirada y mordiendo sus labios.
Naruto sería castrado, claro que sí.
—Hn —articulé con arrogancia, levantándome con estilo y sin demostrar demasiado esfuerzo, o al menos eso creí yo.
—Me debes una, Sasuke —me advirtió él por lo bajo, desapareciendo del lugar junto a dos rubias que exploraban su trasero. Yo observé a Sakura y sonreí con malicia, al mismo tiempo que mi mente se encargaba de dibujarla completamente desnuda sobre una inmensa cama acolchada.
Oh, queridas fantasías.
Mojó sus labios y agudizó la mirada, haciendo un ademán para que la siguiese de cerca. Me adelanté y observé su interesante objetivo, tomándola de la mano y dejando que me arrastrase a las puertas de atrás.
TBC...
