Cuando entró al bosque prohibido, Harry sabía que iba a morir.
Ciertamente, no le importaba. Desde que vio las memorias de Snape y se enteró de que era uno de los horrocrux de Voldemort, aceptó su destino. Era por el bien mayor. Si él moría, Voldemort, tarde o temprano, lo haría.
Observó cuidadosamente a todos los mortífagos sin emoción alguna; la sonrisa de Voldemort no le causó nada. Cerró sus ojos, juntando toda la valentía que lo hacía digno de ser un Gryffindor, e ignoró cualquier cosa que dijeran. Una leve sonrisa se dibujó en sus labios, por fin podría reunirse con todos sus seres queridos, aunque, obviamente, extrañaría a todos aquellos que aún no perecían.
Lentamente, suspiró, esperando casi con ansias el impacto. Un segundo, dos, diez, treinta, un minuto… No sentía absolutamente nada, mucho menos escuchaba algo. Frunció su ceño, ¿Por qué Voldemort no le lanzaba la maldición asesina? Era bastante extraño, así que los volvió a abrir.
Se congeló un momento al ver la versión joven del señor oscuro, igual al que enfrentó en la cámara de los secretos, frente a él, completamente solo, con ropas que anteriormente había visto en programas muggles de científicos y demás.
A Harry se le hizo un poco gracioso el asunto. Quizá ya había muerto, así que estaba teniendo un sueño muy loco antes de pasar al más allá. Sonaba lógico en su mente.
Cuando quiso hablar, Voldemort parpadeó, mirándolo con confusión y un leve rastro de inocencia. — ¿Harry? —Temeroso llamó, su voz plagada de nerviosismo. En ese momento, a Harry comenzó a dolerle la cabeza. Cayó de rodillas, gritando por lo intenso que se sentía, y sus manos se aferraron desesperadamente a sus cabellos. Dolía casi como si le estuvieran aplicando la maldición cruciatus en esa zona. — ¡Harry! —Riddle gritó, sosteniéndolo de los hombros y agitándolo suavemente. —Oh, mierda, despierta, ¡Despierta por favor!
"¿Despertar?", Potter se preguntó, intentando enfocarse en otra cosa que no fuese el inmenso dolor. Los ojos azules del señor oscuro lo miraban con desesperación, siguiendo con su trabajo de agitarlo y exigirle que despertara. "Pero… Estoy despierto.", razonó, cerrándose sus ojos con fuerza. Al instante, la inconsciencia se hizo cargo de él.
Todo era negro, terrible, sentía como si algo se rompiera dentro de él. Nuevamente dolía en demasía, al punto de hacerlo llorar y gimotear, hasta todo se redujo a nada, sólo vacío.
Cuando despertó, se sentía diferente, como si algo le faltara. Analizó su entorno, observando con curiosidad las blancas paredes que lo rodeaban. A su lado izquierdo, una de esas máquinas muggles sonaba, ¿Estaba en un hospital?
Era imposible. Definitivamente no estaba en San Mungo, tampoco en la enfermería de Hogwarts. Su cuerpo tembló, un tanto incómodo por no saber en dónde demonios se encontraba, y tembló aun más al sentir una mano posándose sobre la suya.
—Harry… —La versión joven del señor oscuro estaba frente a él. Instintivamente, se alejó de su toque, buscando desesperadamente su varita para defenderse.
Por suerte, la halló. —No te acerques a mí. —Advirtió, furioso. Voldemort parpadeó, un tanto herido, antes de alejarse unos cuantos pasos y agachar su cabeza, como si fuese una mala versión de Neville. — ¿A dónde me has traído? —Su voz se quebró un poco. — ¿Dónde están mis amigos? —El señor oscuro negó frenéticamente, incapaz de decir algo. —Joder… —Maldijo, furioso, y apuntó su varita directo a su pecho.
Tienes que desearlo.
Casi sonrió, recordando la enseñanza que le dio cuando estaban en el ministerio de magia. Evidentemente, Voldemort se dio cuenta. —Y-yo… —Tartamudeó, aterrado.
Harry pensó que era bastante malo, y patético, actuando. —Crucio. —Susurró, anhelando hacerle daño. Añoraba que el Señor Oscuro se retorciera del dolor y suplicara que parara… Sin embargo, y desgraciadamente, nada sucedió. — ¡Crucio! —Volvió a decir, gritando, pero seguía sin funcionar. — ¡Crucio! ¡Sectumsempra! ¡Desmaius! ¡Avada Kedavra!
La mirada de Voldemort se suavizó, Potter cada vez estaba más desesperado. —Oh, Harry… —Lo escuchó susurrar.
— ¡Levicorpus! ¡Desmaius! ¡Crucio! —La voz de Harry se quebró. Gritó horriblemente, comprendiendo al instante por qué antes de despertar había sentido tanto dolor, tanto vacío. Lloró, cubriendo su cara con sus manos, y sollozó palabras incomprensibles para el otro.
Su magia se había ido.
