Buenas tardes a todo lector(a) que comience a leer esta historia.

Este fic está ambientado a partir del final de la Temporada 6 en una de las muchas cosas que podría suceder después de ese Cliff que nos han dejado. El verano es muy largo, las ganas son muchas y las historias variadas.

¿Qué pasa cuando se juntan amistades y todas las partes empiezan a desvariar? Que surgen locuras como estas, locuras que esperamos que disfrutéis.

Este fic está escrito por dos personas. Una se encargará de la parte de Kate y otra de la parte de Rick.

El primer capítulo es un capítulo conjunto para que vayáis entrando en materia de cómo va a ser esta historia, pero la metodología de subida será (hasta próximo aviso) de 2 capítulos por semana:

- Lunes la parte de Kate.

- Viernes la parte de Rick.

Esperamos que disfrutéis de esta historia y saber vuestras opiniones acerca de ella.


Comenzamos la historia...


Capítulo 1 (Kate)

Si algo había pasado por la mente de la detective en las últimas horas, era que ya nada podía ocurrir para estropear ese día. Habían superado con sobresaliente las zancadillas que el destino les había preparado.

Pero no había contado con esto. Esto no podía ser superado. Sintió una mano que la agarró por el brazo intentando apartarla de allí.

- No puede estar aquí señorita – le dijo una voz a su espalda – es peligroso, puede explotar en cualquier momento.

Ella negó con la cabeza intentando zafarse del agarre del agente local.

- No lo entiende, mi prometido está ahí – dijo casi en un grito - hagan algo, tienen que sacarle de ahí.

- Es demasiado tarde, no podemos acercarnos – dijo volviendo a tirar de ella.

- Pero él… Está ahí…

- O puede que no señorita…

¿O puede que no? ¡Claro! Quizá había saltado antes de salirse de la carretera. Él era Castle, su Castle, un tipo demasiado versado en toda clase de situaciones. Si alguien era capaz de salir de un coche antes de estrellarse era Castle.

- No puedes hacerme esto Rick, ahora no… ¿Dónde estás?

Se separó bruscamente del agente, deshaciéndose de sus zapatos sin importarle dónde caían y comenzó a correr por la carretera en dirección a otro de los coches de policía, parado a unos cien metros de allí y que señalizaba el accidente. En su carrera no dejó de examinar la cuneta. Parándose cada vez que veía indicios en la alta hierba que le hacían pensar que había algo entre ella.

- ¿Dónde estás Castle? ¿Dónde?

Esposito la alcanzó por detrás, cogiéndola por la cintura y haciendo que parase.

- ¡Kate!

- ¡Déjame Javi! ¡Tengo que encontrarle!

- ¡Para Kate!

- No está en ese coche Javi. ¡Sé que no está en ese coche!

El moreno la sujetó con fuerza, a su espalda las rápidas zancadas de Ryan llegando a toda prisa. Kate se giró mirando al irlandés que aunque lo intentó, no pudo esquivar los ojos de la detective, fijos en él.

Kate recordó aquella mañana sobre la azotea del hotel, cuando vio la misma expresión en los ojos del rubio, negándole con la cabeza, con miedo, como estaba haciendo ahora.

- ¡No! – el grito rompió el extraño silencio de la campiña, provocando la estampida de dos caballos que pastaban en el cercano prado.

Espo miró con pánico a su amigo, la detective se había desmoronado en sus brazos, inconsciente. Se agachó para meter el brazo bajo sus rodillas, elevarla y comenzar a andar todo lo rápido que le permitían sus piernas para llevarla junto a Lanie, que abrazaba a Alexis intentándola alejar del coche con la ayuda del agente local y de Martha.

Ryan llegó corriendo hasta Lanie, tomó a la pelirroja por la cintura, liberando a la forense, y comenzó a tirar de ella hasta alejarla unos metros del sofocante calor que despedía el coche en llamas.

Lanie corrió hasta Espo y su amiga.

- Métela en el coche y vamos a casa – ordenó y el moreno no protestó – ahora vuelvo.

Dio la misma orden a Ryan para que alejase a Alexis y tocó en el brazo a Martha, que la miró aturdida obedeciendo la orden de la forense. Después fue hasta los sanitarios que acababan de llegar en una ambulancia, se identificó y les pidió varios medicamentos que estos le dieron sin pedir explicaciones. El panorama que estaban viendo no necesitaba explicación alguna.

Kate se sintió aturdida. Intentaba abrir los ojos pero le pesaban. Escuchaba ruidos lejanos a su alrededor sonando con ecos.

Su padre la miraba con esos ojos mezcla de orgullo y felicidad que hacía tantos años que no veía en él, quizá desde el día de su graduación.

- Papá…

- Estás preciosa hija…

- Es… El vestido es increíble… No sabía que aún lo guardabas.

- Cuando me dijiste que ya tenías vestido no quise que te sintieses obligada a llevar el de tu madre. Además, han pasado tantos años que seguramente te parecería una antigualla…

- ¡No! No papá… Es simplemente perfecto – dijo mientras se acercaba para abrazarle.

- Katie, cariño, estoy tan orgulloso de ti… Tantos años cariño… Has sido tan tenaz…

- Nos lo debía… Él nos la arrebató y por fin he podido demostrarlo.

- Has hecho lo que yo no fui capaz de hacer… - dijo el hombre apenado – Siento tanto no haber tenido el coraje de tu madre…

- Me protegías… - aseguró ella y él asintió.

Kate volvió a abrazarle. Ahora sabía porque su padre no había luchado y se había rendido refugiándose en el alcohol.

- ¿Sabes? Me hubiese gustado que hubieses estado allí papá. Me hubiese gustado que vieses su cara cuando le detuve…

- Lo sé, pero por mucho que hubiese querido, no podría haber llegado a tiempo desde Seattle… Pero lo tengo grabado cariño…

- Olía a miedo papá…

- Y tú has sido siempre tan valiente… Eres mi niña valiente…

Se miraron en silencio, volando quince años atrás, en el miedo que debió sentir Johanna cuando la primera puñalada la atravesó.

- Tu madre estará orgullosa de ti, allá donde esté.

- Eso mismo dijo Castle…

- Katie… ¿Vas a seguir llamándole así dentro de tres horas? Yo quiero nietos, que llames a tu marido por su apellido no me da muchas esperanzas.

Kate rio.

- Tranquilo papá. La primera palabra que diga tu nieto será Castle… Te lo prometo.

Los sonidos a su alrededor parecían hacerse más nítidos… Abrió con dificultad los ojos. El techo… Era el techo de la habitación que compartían ella y Rick en Los Hamptons… Volvió a cerrar los ojos…

- Bueno, tal vez es una señal. Una señal de que la nuestra es una gran historia de amor. Porque, ¿qué gran historia de amor no tiene obstáculos que superar? Cada cuento de hadas tiene pruebas terribles que sólo los dignos pueden vencer. Pero no puedes rendirte. Este es el trato. Si queremos el final feliz, no podemos rendirnos.

Abrió los ojos sobresaltada y con esas últimas palabras resonando en su cabeza, "no podemos rendirnos". Las últimas palabras… Castle…

- Ya eres una mujer libre… Pero no por mucho tiempo… Y Kate… Te quiero…

¡Castle! Su coche… No podía ser verdad. Sintió un gran vacío en su interior, una herida dentro de su abdomen que la abría en dos e impedía que respirase. No podía imaginar vivir sin él, sin sus miradas, sin sus palabras, sin esa sensación de plenitud que sentía cada vez que se despertaba y lo veía dormir, ahí, a su lado.

Lloró. Volvió a llorar. No podría decirle jamás cada una de las cosas que nunca le había dicho, no por miedo, si no porque no existían palabras que pudiese utilizar para explicarle lo que sentía por él. Lloraba lamentando cada día en el que no había dejado que él estuviese a su lado. Lloraba por cada segundo perdido en un enfado.

Abrió la boca intentando respirar. No podía enfocar la mirada, las lágrimas se lo impedían. Sintió bajo sus pómulos la presión de la humedad que inundaba sus fosas nasales y presionaba su cabeza como si fuese una olla exprés.

No podría volver a acariciarle la piel de la espalda con las yemas de sus dedos como cada vez que volvía tarde de comisaría y se abrazaba a él, indefenso, dormido a su lado de la cama, incapaz de cumplir su promesa de esperarla despierto. No podría volver a disfrutar de esos silenciosos minutos, en los que se sentía la guardiana de sus sueños, jamás volvería a besarle despacio en la nuca, sonriendo cuando él, al sentirla, se diese la vuelta medio dormido, abriendo un ojo y musitando un te quiero, acurrucándose junto a ella, abrazándola, hundiendo la nariz en su piel y besándola suavemente en cualquier parte del pecho, volviéndose a dormir de inmediato mientras ella le abrazaba y velaba por él hasta que el sueño la venciese también a ella, feliz, completa, enamorada de ese hombre con el que compartía su vida.

¿Qué iba a ser de ella ahora si él ya no estaba? Sin él ya no había nadie que la comprendiese como él lo había logrado pacientemente año tras año, cuando lo único que conseguía de ella era alguna que otra sonrisa, algún roce sutil de sus dedos mientras ambos sujetaban un vaso, cuando lo único que ella era capaz de darle era un poco de cercanía.

- ¿Cómo has podido hacerme esto Castle? ¿Y nuestras promesas?

Recordó su primera noche después de comprometerse, rodando desnudos por la cama, él había jurado que no dejaría que lo suyo jamás acabase, la prometió que nadie más vería su tatuaje. Aseguró que envejecería a su lado, dio su palabra que sería el único que besaría su ombligo mañana a mañana. La hizo prometer entre risas que ella jamás mordería la oreja de nadie que no fuese él, y que jamás volvería a perderse con su nariz en el cuello de otra persona…

- ¿Y tus promesas Castle….? – dijo medio gritando mientras las lágrimas recorrían sus mejillas.

Su cuerpo comenzó a convulsionarse en espasmos involuntarios, recordando los miles de planes que habían hecho juntos. Su mente volvió al instante en el que después de salir juntos de la ducha, él había preguntado si le parecería bien empezar a buscar una casa más grande cuando volviesen de su viaje después de la boda. "Por los niños" había dicho él, "Porque tenemos que tener niños o tu padre me matará". Recordó su cara de súplica y volvió a vivir el beso que compartieron cuando ella le dijo que sí, y su lloriqueo fingido cuando ella se negó en redondo a llamar Cosmo a su primer hijo.

Recordó aquella lista de las cosas que Castle quería hacer antes de morir, y como su nombre estaba escrito en la primera línea… Estar con Kate

Después de todo lo que habían pasado para conseguirlo y ahora él ya no estaba allí. Ahora. Cuando por fin los fantasmas de su pasado dejaban de atormentarla. Cuando ningún enemigo podía ya hacerles daño, ahora Castle la abandonaba…

Cuando ningún enemigo podía ya hacerles daño…

Nos encontraremos de nuevo, no sé dónde, no sé cuándo
Pero estoy seguro de que te encontraré de nuevo un día soleado
Sigue sonriendo de la manera que solías hacerlo
hasta que los cielos azules se lleven estas nubes oscuras lejos de aquí

La vieja canción de Vera Lynn resonó con fuerza en su cabeza…

Se incorporó demasiado deprisa y la cabeza le dio vueltas. Se agarró como pudo al colchón.

- Eres mi niña valiente… Pruebas terribles que solo los dignos pueden vencer… No puedes rendirte… no podemos rendirnos… Kate… Te quiero…

No paraban de resonar esas palabras en su cabeza. Se puso en pie. Seguramente Lanie le había quitado el traje de su madre que ahora descansaba en una silla cercana. Fue al armario y buscó ropa cómoda. Tenía que ponerse en marcha cuanto antes.

Bajó a la planta de abajo y Lanie salió a su encuentro de inmediato, levantándose del sofá.

- Kate…

Kate no hizo caso, les hizo una señal de silencio y salió al jardín. Aún estaban allí las sillas de los invitados y el pequeño altar preparado para la ceremonia. Lanie y Esposito salieron deprisa detrás de ella. Se percató que allí no había nadie y se giró para mirarlos.

- Kate – volvió a llamar la forense – vuelve dentro…

- Espo – dijo ella sin hacer caso - ¿Tenemos el atestado de tráfico?

El jefe de la policía local me dijo que tardarían unos días.

- No puedo esperar – dijo andando nerviosa de un lado para otro – me debe un favor, vamos a verle y me lo dará…

- Kate, no puedes… - dijo Lanie nerviosa.

- ¿Qué? ¿No puedo qué Lanie?

- Te he dado un calmante, deberías estar…

- ¿Durmiendo mientras desaparecen pruebas?

- ¿Qué? – preguntó Espo atónito.

- Castle no es tan torpe conduciendo para salirse así de la carretera, tiene un Ferrari ¿Recuerdas? Y ese coche ardiendo… ¿Nadie se ha dado cuenta que es exagerado que se haya quemado? Tengo que hablar con el jefe de policía…

- ¿Qué está insinuando detective? – preguntó a su espalda Gates…

- Que el cuerpo que ardía dentro del Mercedes no era Castle.

- Cariño – intervino Lanie – el forense…

- Lanie, tú no tienes ni idea como trabaja el forense de aquí. Yo sí.

Gates se acercó a Kate mirándola fijamente.

- ¿Qué cree que está pasando?

- Tyson.

- ¿Tyson? – preguntaron a la vez Espo y Gates

Kate asintió.

- Nunca encontramos su cuerpo. Todo fue un montaje para desaparecer, pero antes de hacerlo, cuando Castle estaba encerrado en las celdas de nuestra comisaría, él… Él le dijo que le haría pagar por estropearle sus planes, le amenazó con ver como se desmoronaba todo a su alrededor sin que él pudiese hacer nada por evitarlo.

- ¿En serio cree que…?

- Y el caso de los dos asesinatos, vuestros clones – señaló a Espo y Lanie – ahí supimos que no estaba muerto… Pero no podíamos acusarle sin avergonzar al NYPD. Pero ahora lo sé. Ha cumplido su amenaza. Ha intentado sabotear la boda, quemando el local que habíamos elegido, entrando en mi apartamento y arruinando mi vestido… Estoy completamente segura que nos ha estado espiando, que aún lo hace, que dentro de esa casa, de mi apartamento, en el de Castle, incluso en la doce, hay micrófonos…

- ¿Por eso has salido? – preguntó Lanie

- Sí. No me creéis… ¿Verdad?

- Detective – intervino Gates – sinceramente todo lo que ha pasado me duele, pero usted está conmocionada…

- Capitán – cortó Kate – voy a encontrarle con su ayuda o sin su ayuda. Se lo debo. Y sinceramente, por muy mal que a usted le caiga Castle, creo que el departamento entero se lo debe, él nos ha ayudado sin pedir nada. Siempre ha sido uno más de los nuestros, pero sus estúpidas normas no le dejan ver más allá. Está bien, no lo haga, no me ayude. No me hace falta la ayuda de nadie para encontrarlo. Dimitiré si eso le hace feliz y no perjudicaré su comisaría, pero pienso encontrarle. Sois todos testigos – dijo a los tres con rabia- pienso hacerlo.

Kate dio la vuelta sobre sus talones intentando dirigirse al interior de la casa.

- Katherine Beckett – dijo con autoridad a su espalda la capitana – Que sea la última vez que se dirige a mí en esos términos.

Kate se dio la vuelta mirando a la capitana con furia.

- Si existe la más mínima evidencia de lo que dice, créame que hasta yo dimitiré si es necesario para encontrarle.

- Las hay. Encontraré esas evidencias.

- ¿Y qué vas a hacer hasta entonces? – se atrevió a preguntar Lanie.

- Organizar un funeral. Si Jerry Tyson quiere que creamos que Castle está muerto, tendrá la novia más afligida del mundo llorando sobre su tumba…

Espo miró a Gates con seriedad.

- ¿Dónde está Ryan? – preguntó la detective.

- Ha vuelto a Nueva York hace una hora, por el bebé…

- Le necesito aquí – aseguró – Lanie, tendrás que trabajar con el forense de aquí. Espo, ¿Puedes volver al lugar del accidente? Tiene que haber algo, alguna pista que nos diga que ocurrió, quizá alguien vio algo…

- ¿A mi no me dice que tengo que hacer? – preguntó Gates.

- Vaya a ver al jefe de la policía local. Me debe un favor, tiene que darle ese informe cuanto antes y dejar que Lanie colabore con el forense local.

- Pensé que quería ir usted personalmente – contestó la capitana.

- Para que todo esto sea creíble, Martha y Alexis no deben saber nada, debería estar a su lado, derrotada…

- Está bien detective, llamaré a Ryan y buscaremos esa evidencia, pero si no la hay, usted abandonará y se pondrá bajo la supervisión de un terapeuta.

Kate sonrió con tristeza.

- Eso no me va a hacer falta… ¡Ah! y una cosa más señor…

Gates la miró con seriedad levantando una ceja para que hablase.

- Necesito saber dónde están esos micrófonos. Ya se ha colado en la comisaría y en la casa de Castle otras veces. No quiero quitarlos, sólo saber donde están para utilizarlos. Habría que revisar mi coche, mi apartamento, la comisaria, la casa de Castle, ésta casa…

- Me hago una idea detective – dijo torciendo el gesto la capitana.

Kate asintió y caminó hacia la casa.

Espo miró a su capitana que asintió.

- Vaya cuanto antes. Si existe la más mínima sospecha de que Castle siga vivo, lo traeremos de vuelta. En cuanto a usted, doctora, será mejor que me acompañe a ver a ese jefe de policía…

Kate entró a la casa y cerró la puerta apoyándose en ella. Levantó la cabeza mirando el techo, intentando serenarse. Su corazón estaba latiendo a mil por hora. Sintió un leve pinchazo. Quizá el recuerdo de su vieja herida de bala.

Tomó aire. Tenía la boca seca, tenía que ir a la cocina y beber agua antes de enfrentarse a Alexis y Martha.

Cuando abrió la puerta de la cocina su mundo estuvo a punto de desmoronarse, si es que eso era posible en ese momento. Jim estaba sentado a la mesa, con la cabeza apoyada sobre su brazo doblado y delante de él, un vaso medio lleno y una botella de Whisky.

- ¿Qué has hecho papá?

Jim levantó la cabeza para mirarla con los ojos completamente arrasados. Kate vio una foto de ella junto a su madre sobre la mesa.

- Katie.

- ¿Cómo se te ha ocurrido hacerme esto? – preguntó desolada.

- No es lo que crees…

- Eso decías. ¡Que nunca era lo que creía! – dijo ella gritándole.

La detective se quedó paralizada. Un pinchazo en el interior de su tórax hizo que su visión periférica comenzase a nublarse, sus orejas comenzaron a arder y sintió que se desmoronaba.

Minutos después se despertaba sobre el sofá del salón. Jim sujetaba su mano entre las suyas, mirándola con tristeza. Lanie se acercó.

- He pedido una ambulancia – aseguró la morena – y te irás en ella al hospital. Tenemos que asegurarnos que tu maquinaria funciona perfectamente…

- Lanie no pienso…

- Vas a ir. Yo tengo trabajo que hacer y tú vas a ir al hospital – la ordenó – no puedes permitirte fallar ahora.

Kate comprendió que Lanie tenía razón. Si algo le pasaba, Castle sufriría y quizá nadie le encontrase.

- Está bien.

Lanie salió del salón dejándoles solos. Jim apretó la mano de su hija.

-Papá…

- Te juro que no lo he tocado… – aseguró el hombre – Tú no lo sabes, pero cada vez que las cosas se ponen feas necesito poner un vaso de alcohol frente a mi y mirarte a ti y a tu madre en esa foto, para saber que no tengo que rendirme y hoy necesitaba saber que tengo que luchar hija, tengo que luchar para que salgas de ésta…

Kate se abrazó a él con fuerza. Si pudiese decirle que iba a salir de esa… Si pudiese decirle que todo era una terrible pesadilla y que tarde o temprano caminaría de su brazo hasta el altar donde Castle la estaría esperando…

Minutos después la sirena de una ambulancia acercándose rompía el silencio de la casa. Lanie entró al salón seguida de los sanitarios que empujaban una camilla.

- ¿Qué está pasando? – preguntó una Alexis visiblemente alterada que bajaba corriendo por la escalera.

- Alexis… - Lanie se acercó a la chica intentando calmarla – Kate ha vuelto a desmayarse y quiero que vaya al hospital para que revisen su corazón.

- Iré con ella.

- No Alexis – dijo Kate escuchándola – mi padre me acompañará, quédate con Martha.

- ¡No! – negó con rotundidad la joven acercándose y poniendo la mano sobre el hombro de Jim impidiendo que él se moviese – Yo iré contigo Kate…

Jim miró a su hija que asintió en silencio.

- Cuida de Martha por favor papá.

Alexis se sentó en la ambulancia, junto a la camilla donde iba Kate. La detective la miró. La joven tenía los ojos enrojecidos e hinchados. No podía distinguir si su gesto era de preocupación o de tristeza, o ambos.

- Alexis…

- Me vas a decir que sabes por lo que estoy pasando…

- Desgraciadamente así es.

La pelirroja asintió, bajando la mirada.

- Dime que dejaré de sentir que tengo una brecha dentro del cuerpo… Dime que podré superar esto algún día…

- Lo harás… Con tiempo… Aunque no se cerrará jamás – dijo pensando en su propia madre y la brecha que aún sentía en su interior cuando la recordaba.

- Nunca había visto a papá tan feliz… - dijo levantando de nuevo la mirada para encontrarse con la de Kate – Me aseguró que ésta vez era la definitiva, que te había encontrado, que eras el amor de su vida y que ibais a pasar el resto de vuestras vidas juntos…

- Sí… - dijo con tristeza la detective.

- Me dijo que teníais grandes planes…

Kate la miró frunciendo el ceño. No sabía a que planes se refería la joven.

- Me preguntó que si me importaría tener hermanos… - explicó la chica cogiendo la mano de la detective.

- Bueno, eso…

- ¿Estás embarazada Kate? – preguntó la pelirroja - ¿Por eso te has desmayado?

- ¿Qué?... No… No, Alexis… Te aseguro que no estoy embarazada.

La joven comenzó a llorar.

- Alexis… Yo…

- No… No pasa nada… Tan sólo pensé…

- Alexis…

- Que podría tener algo más de él…

Kate se incorporó para abrazar a la joven. Una vez más, deseó poder confesarle que todo iba a ir bien. La ambulancia aminoró la marcha, se acercaban al hospital.

- Alexis… ¿Puedo pedirte algo?

- Sí… Dijo limpiándose la nariz.

- Me gustaría tener los anillos de la boda…

La chica la miró confundida.

- No los tengo. Los olvidé en Nueva York y avisé a papá, los traía él, me dijo que los llevaba en su chaqueta…

- ¡Oh! Entiendo… En ese caso, intentaré recuperarlos…

Uno de los sanitarios abrió la puerta para bajar la camilla. Alexis se levantó y salió de inmediato poniéndose junto a ella. Accedieron a urgencias y un celador advirtió a la pelirroja que no podría pasar. Miró con terror a Kate.

- Espera aquí – ordenó – intentaré que te dejen pasar…

- Vas a ponerte bien ¿Verdad? – preguntó asustada.

- Claro que si…

- No me dejes tú también… ¿Vale?


.


Capítulo 1 (Rick)

Intentaba abrir los ojos, pero por mucho que se esforzaba no lograba abrirlos más de unos milímetros, continuaba sumido en la mayor de las tinieblas, sentía que tenía la boca totalmente seca, por enésima vez intentaba abrir los ojos obteniendo el mismo resultado que las veces anteriores. Tenía frío, temblaba, recordaba que hacía sol y que la temperatura de aquel día era agradable por lo tanto no debería sentir ese frío en su cuerpo. Intentó ponerse en pie, pero sus músculos se negaron a obedecerle, algo iba mal, pero era incapaz de hilar un pensamiento con otro. Sentía el estómago revuelto, tenía muchas nauseas, necesitaba abrir los ojos y ponerse en pie, comenzaba a sentirse angustiado, no entendía qué estaba sucediendo.

Escuchó cómo un cerrojo comenzaba a ser abierto, unas voces lejanas llegaron hasta sus oídos, intentó hablar pero de su boca no salió ningún sonido, sentía como su corazón bombeaba cada vez a mayor velocidad.

Una mano le tomaba la muñeca, buscaba algo, una luz, sus ojos fueron expuestos a ella cegándole, se movía, iba de un lado a otro, se alejaba para volver a acercarse. Algo terminaba de atravesarle la piel, dolió, y su cuerpo comenzó a reaccionar, comenzó a sentir como sus músculos se relajaban aún más, cómo sus párpados pesaban el doble que la última vez que había intentado abrirlos, sentía como su corazón bombeaba con mucha más calma, su respiración se iba haciendo más superficial.

Gritó, interiormente estaba gritando, sentía pánico, sentía como su vida se le escapaba y no podía remediarlo. Todo volvió a quedarse en silencio tras escuchar cómo aquel cerrojo volvía a ser cerrado.

-Le he puesto una nueva dosis – Decía tan pronto llegó hasta su acompañante.

-No te pases, le quiero vivo, recuérdalo.

-Tranquilo, no le mataré, será mucho más divertido ver cómo él mismo pide su muerte- Ambas personas comenzaban a reír.

Nuevo intento. No sabía cuánto tiempo había pasado desde que aquel cerrojo sonó sumándole nuevamente en la más absoluta tiniebla, un ojo, ese fue su logro. Un ojo se abría no sin dificultad, intentó moverse pero tan sólo logró que las nauseas regresasen y esta vez no pudo calmarlas giró su cabeza al mismo tiempo que por su tráquea comenzaba a ascender el vómito.

Respiró una vez su cuerpo expulsó todo aquello, las nauseas se habían detenido. Ahora su boca además de estar seca tenía un sabor repulsivo. Un hedor comenzó a llenar sus fosas nasales, logró mover uno de sus brazos y palpó con él sus pantalones, estaban mojados. De ahí el olor, a su vómito debía sumar sus excrementos.

Se sentía algo más despierto, así que intentaba recordar qué había sucedido pero su mente estaba en blanco, ni una sola imagen le llegaba, aquello le hacía frustrarse, debía recordar para intentar descubrir qué sucedía.

El tiempo continuó pasando inexorablemente, y con cada minuto que se iba él se sentía mejor, más despierto, por fin logró mantener abiertos ambos ojos y logró moverse, torpemente todo sea dicho, pero al menos había sido capaz de sentarse.

No había rastro de luz, por lo que dedujo que estuviese dónde estuviese el lugar carecía de ventanas, se fue acostumbrando a esa oscuridad y descubrió cerca de él había una botella, se estiró y comprobó que contenía líquido.

Comenzó una lucha interna, discutía con él mismo sobre si debía beber el contenido o dejarla dónde la había encontrado.

-¿Qué puede suceder? ¿Qué contenga algo que me haga daño? – se decía a él mismo con la botella entre sus manos.- No será mucho peor de lo que siento ahora mismo – abrió el tapón, dándose cuenta que la botella aún tenía puesto el precinto que indicaba que no había sido abierta con anterioridad. Aquello le animó a tomar una decisión.- Que sea lo que dios quiera – dijo dando un trago- ¡Dios es agua, simplemente es agua!- Bebió un nuevo trago, aclarándose la boca, intentando quitar todo rastro dejado por el vómito y tras eso la dejó en el suelo, debía racionarla, no sabía si le volverían a dejar una nueva botella.

Se sentía cansado, pero continuaba intentado recordar qué había sucedido para terminar en aquel lugar.

Nuevamente escuchó el cerrojo de la puerta, se tumbó todo lo rápido que sus entumecidos músculos le dejaron, cerró con fuerza los ojos, intentó calmarse sentía que sus latidos resonaban en el interior de aquel lugar, ellos podrían escucharlos.

-Vamos, han pasado dieciséis horas desde la última vez- Sintió un golpe seco en las costillas, ahogó en su boca un grito de dolor- No puedes estar grogui aún así que ¡abre los putos ojos! – Sintió como sobre su cuerpo era vertida agua helada haciendo que pegase un salto- Eso está mejor – Aquellos ojos le miraban fijamente, su cerebro intentaba identificar el rostro que tenía frente a él – Bienvenido a casa Castle – Aquel sujeto se puso a su altura y atrapó su cara entre sus manos- Espero que te sientas cómodo en tu habitación, de no ser así lo siento pero no existen hojas de reclamación.

Aquel sujeto se puso en pie y salió de la habitación regresando a los pocos segundos con un cuenco y una cuchara- No quiero que mueras de hambre, espero que te gusten las gachas de avena – Le tendió el recipiente y después simplemente salió volviendo a cerrar aquella puerta.

Dejó el cuenco al lado de la botella, volvió a sentarse dejando la espalda apoyada en la pared, lo único importante era saber qué había sucedido, ya comería más tarde.

Miraba la ropa que llevaba puesta, demasiado seria, debía tener algo importante que hacer aquel día de lo contrario nadie en su sano juicio llevaría una pajarita. Se exigió a sí mismo concentración, recordaba una entrega de dinero, un local de striptease, un pastor y un bar. Escondía la cara entre las manos, aquellas imágenes no tenían ningún sentido, sobre todo porque a esas había que unirles la de un coco cayendo al suelo y un grito de pánico.

Castle, así era cómo aquel sujeto le había llamado, supuso que ese sería su apellido, separó las manos del rostro y comprobó cómo comenzaban a temblar, también sentía un sudor frío, y las nauseas habían regresado. Decidió que tal vez era hora de ingerir aquellas gachas, quizás de esa forma su cuerpo dejase de tener esas reacciones.

Mientras las personas que le retenían cenaban viendo en la televisión las últimas noticias, sonreían al descubrir que el accidente sufrido por el famoso escritor Richard Castle abría todos los informativos.

-Debería suministrarle una nueva dosis – Miraba su reloj.

-Kelly, cuando lo hayas hecho quiero comprobar si todo funciona correctamente, es hora de que empecemos a disfrutar de nuestros juguetes – La mujer se acercó hasta su acompañante, dejó su maletín sobre la mesa y acercó sus labios a los de él comenzando un apasionado beso- Primero el deber – Dijo él separándola cuando el beso ganó intensidad.

Kelly caminaba con el maletín en su mano derecha en la otra portaba el llavero dónde reposaba la llave de aquella habitación, encendió la luz de las escaleras antes de comenzar a bajar con cuidado cada escalón. Una vez en aquella planta baja recorrió el pasillo de ladrillo hasta llegar a la puerta de hierro del final, metió la llave en el cerrojo y la giró dando dos vueltas, tras eso tomó una llave más pequeña y la encajó en un resorte al lado de la puerta, ya sólo quedaba apoyar su dedo para el lector de huellas, de inmediato la puerta se abrió.

Castle se incorporó, su captor estaba nuevamente ahí, abrió los ojos sorprendiéndose de lo que estos le mostraban, ante él se encontraba una persona diferente, era una mujer.

-¿Te gusta tu habitación? – Preguntó mientras llenaba una jeringa tras lo cual golpeó varias veces la misma logrando que el aire ascendiera, dejó salir las primeras gotas- A ver, dame el brazo – No fue una petición porque al mismo tiempo ella se lo agarró con fuerza introduciéndole de inmediato la aguja en su antebrazo- Esto ya está – Se puso en pie y comenzó a caminar hacia la salida.

-¿Quién eres? – Al escuchar esa pregunta giró sobre sus talones y sonrió mirándole.

-¿Acaso eso importa? –Contestó atravesando la puerta y saliendo de aquella estancia.

Pocos minutos después las nauseas habían vuelto, los párpados volvían a pesar demasiado haciendo imposible que mantuviese los ojos abiertos, su respiración comenzó a ralentizarse nuevamente, no le dio tiempo a tumbarse sus fuerzas le abandonaron haciendo que su cuerpo cayese sobre el suelo.

Castle se removía sobre aquel frío suelo, estaba inquieto, movía sin parar los brazos, de su boca salían palabras inconexas.

"No me dejes Kate, te quiero"

"Incluso en los peores días es posible la alegría"

"Cuatro años he estado aquí"

"¿Qué quieres?"

"A ti"

"Te quiero"

"Eres libre aunque no por mucho tiempo"

"Always"

-¡Kate! – Gritó abriendo los ojos. Una lágrima que escapó de sus ojos fue la avanzadilla de sus hermanas, en pocos segundos el rostro de Castle estaba bañado por las lágrimas. Debería estar al lado de su amada, debería ser el día más feliz de sus vidas, deberían haberse casado, y sin embargo él estaba encerrado y ella no estaba a su lado.

Una pregunta apareció en su mente, ¿cuánto tiempo llevaría encerrado?

Los recuerdos fueron agolpándose en su mente, recordaba la última conversación que habían mantenido Kate y él, ambos diciéndose que se querían, él asegurando que en veinte minutos estaría a su lado.

Recordaba estar colocándose el pelo y entonces ver en el retrovisor cómo un coche negro iba tras de él. Castle aceleró un poco pese a que en un principio no le concedió mayor importancia, volvió a mirar por el retrovisor interior y comprobó que el otro vehículo le estaba siguiendo.

Por un momento pensó en volver a llamar a Kate o a Esposito y comentárselo, pero rápidamente alejó esa idea de su cabeza, estaba a punto de llegar a su destino seguro que podría esquivarlo.

Recordaba haber pensado que aquello no podía estar pasando, no aquel día, su amada le estaba esperando, por fin se iba a casar con la mujer de su vida, entonces vio como el otro vehículo se ponía a su altura, giró su cabeza pero no pudo ver nada ya que llevaba las lunas tintadas.

Un golpe seco en la aleta delantera, un frenazo para evitar salirse de la calzada y cuando levantó la cabeza dos armas le apuntaban.

-¡Sal del coche! – le gritó al tiempo que abrían su puerta. Castle miraba a su captor tratando de asimilar lo que pasaba- ¡Sal del coche Castle!

-Tyson – Dijo más para sí mismo que para su interlocutor.

-Muy bien Castle, sigues siendo un chico listo, ahora que ya lo has demostrado ¡sal del puto coche! – El escritor sintió cómo llegaban hasta su rostro resto de saliva procedentes de la boca de Tyson. Obedeció sabiendo que de lo contrario su vida estaría terminada y eso no lo podía permitir.

Las manos en la espalda fueron sujetadas por bridas de plástico, sobre su boca colocaron cinta aislante, le introdujeron en el vehículo negro, fue testigo de todo lo que sucedía mirando a través del espejo retrovisor.

Tyson se montó en su Mercedes, colocándose antes unos guantes, arrancó retrocediendo varios metros, entonces aceleró y comenzó a conducir dando bandazos y frenando bruscamente.

Detuvo el coche a poco metros del barranco y entonces aun con el motor en marcha descendió del coche, se acercó hasta el vehículo dónde Castle esperaba y abriendo el portón trasero sacó una bolsa para cadáveres.

El escritor abrió los ojos al máximo mientras Tyson colocaba un cuerpo en el Mercedes – Quítale al escritor el reloj y los gemelos- Una vez tuvo ambas cosas en su poder se los colocó al cadáver y después de eso quitó el freno de mano, el vehículo descendió chocando con el talud inferior, comenzando a arder de inmediato.

-Vamos a casa – Le dijo Tyson arrancando el vehículo y dando la vuelta.

-¿Por qué? – Preguntó Castle.

-Eres la única persona que nunca creyó que estuviese muerto, además es divertido, me aburría un poco y pensé en retomar nuestro inconcluso juego – Contestaba sonriendo de una forma que el escritor sintió un escalofrío recorriéndole el cuerpo- Esta vez no hay forma de que ganes.

Sintió un pinchazo en el brazo y después sólo oscuridad.

-¡Kate! – volvió a gritar tras recordar todo lo pasado.

Si la primera vez que despertó en ese oscuro lugar se sintió perdido, aturdido, incluso al borde del pánico ahora sentía cómo le hervía la sangre. Él debería estar junto al amor de su vida, debería estar al lado de Kate.

-Kate – esta vez su nombre salió como un susurro. Castle sentía una opresión en el pecho sabía que no era efecto de la droga suministrada, al menos no esta vez, su dolor era el de ella. La veía rota por el dolor al descubrir el vehículo. La imaginaba intentando que su mundo dejase de dar vueltas, buscando su ancla a la tierra. Imaginarla con su vestido de novia esperando su llegada le rompía el alma.

Pese al dolor que sentía se puso en pie, pegado a la pared comenzó a recorrer aquel cuarto, sus manos acariciaban las paredes, buscando algo, lo que fuese que le diera una idea de dónde se encontraba y sobre todo de cómo podía salir de ahí.

Fueron tan solo unos minutos, sus músculos no le permitieron continuar en pie, se dejó caer nuevamente sobre el frío suelo, y entonces regresó a su mente una imagen, Tyson colocando un cadáver en su vehículo y eso hizo que se le helase la sangre.

-¡Estoy vivo mi amor! – Gritó como si ella pudiera escucharle- ¡Nunca te dejaría! Estoy vivo- Se repitió rompiendo a llorar.

Y recordó algo, comenzó a buscar en sus bolsillos, y sonrió apretando entre sus manos lo que encontró en bolsillo interior de la chaqueta del traje.

-Hola Alexis, ¿ya está todo listo? – Preguntaba mientras se acercaba a su Mercedes.

-Papá ¡dime que aún no estás en camino! – El escritor se puso serio al escuchar el tono de voz de su hija.

-Iba a salir ahora mismo, ¿qué sucede? – Al otro lado de la línea telefónica se escuchó un gran suspiro de alivio- ¿Alexis? – Insistió Rick.

-Papá, me olvidé las alianzas, ya sé, soy un padrino nefasto, pero por favor sube a casa y recógelas.

-¿Dónde están? – Castle colgaba esa llamada nada más entrar nuevamente en el edificio- ¡Las tengo! – Tan pronto se montó en su coche llamó a su hija, el escritor escuchó como ella aplaudía feliz- Alexis, eres el mejor padrino que podría haber elegido, has logrado que la boda se celebre así que deja de pensar que eres nefasta. Bueno ahora sí, me pongo en camino – Abría la caja por última vez, Kate y él habían escogido unas alianzas simples, de platino, sobrias. Tras mirarlos por última vez guardó la cajita en el bolsillo interior de la chaqueta del traje.

Las tenía en su mano, pasaba sus dedos por ellas, acariciaba las letras del interior. Sin que ella lo supiese los había llevado a grabar, tan sólo una palabra en cada uno de ellos.

-Always – Dijo casi en un susurro- Estoy vivo, nunca te dejaría, porque eso sería traicionarte. Estaré contigo por siempre. Mi amor, llegaré a ti, cueste lo que cueste regresaré a ti – Decía mientras apretaba contra su pecho aquellos anillos.

Lentamente fue quedándose dormido, mientras repetía como si de un mantra se tratase que regresaría a su lado.

Tyson comprobaba el sonido que le llegaba desde la casa de Los Hamptons, así como observaba las imágenes que de todos los amigos del escritor le llegaban a sus pantallas de televisión.

Miraba todas y cada uno de las televisiones que tenía en su zona de trabajo, miraba la tranquilidad reinante en la 12th, la comparaba con el ir y venir en la casa de la playa. Pasaba su vista a la que le proporcionaba las imágenes procedentes de la oficina de policía de Los Hamptons, la cara de todos los oficiales de allí le mostraba que estaban sobrepasados.

-¿Todo bien? – Kelly apoyaba sus manos sobre los hombros de su pareja.

-La detective Beckett está derrotada. Le dije a Castle que perderle la destrozaría, y no me equivocaba, nunca se recuperará de la muerte de su escritor – Reía al decir aquellas palabras.

-Su hija, ella tampoco se recuperará, ¿cómo se supera la pérdida de un ser querido del que nunca has podido despedirte? – Kelly se sentaba sobre las rodillas de él.

-Mañana quiero que esté todo listo para que el escritor vea cómo su familia está destrozada, quiero que viva en primera persona el dolor que sienten ellos, porque ese será su propio dolor – Besaba son pasión la boca de la doctora- ¿Debes suministrar nuevamente la droga a Castle? – Kelly comprobó su rolex y negó- Bien, quiero que prepares lo mío debo ir a presentar mis respetos a la familia a primera hora.

-¿Ahora? Pensé que podríamos usar ese tiempo en otra cosa – Mientras hablaba comenzaba a desabrochar los botones de la camisa de él. Le miró con sorpresa cuando él le sujetó ambas manos alejándolas de él.

-Tenemos trabajo que hacer. Cuando todo esto termine ya habrá tiempo para el sexo, de momento lo primero es nuestra misión – Kelly respiraba y pocos segundos después asentía.

-Tienes razón, primero terminemos con ellos.

-Hazme lo que necesito, mientras yo iré a llevarle otro cuenco de gachas a nuestro invitado.

Tyson abrió la puerta que separaba al escritor de su libertad, se acercó hasta él y al comprobar que estaba dormido le lanzó el cubo con agua que tenía preparado.

-¡Despierta! – Castle pegó un salto y miró al hombre con odio- Es hora de comer – Le dejó el cuenco al lado.

-¿Por qué? – Tyson sonrió.

-Te dije que era divertido preparar los asesinatos incluso más que cometerlos. Lo único que aquí variará es que serás tú el que me pida que te mate por lo tanto no será un asesinato sino más bien un auxilio. Seré un alma caritativa que termine con tu dolor – Contestó comenzando a reír- Seré tu ángel salvador y te devolveré la paz perdida.