Inuyasha y sus personajes no me pertenecen, son obra de la gran Rumiko Takahashi… Yo me dedico a que Kagome e Inuyasha tengan descendencia y poco más… :D
…..
El bebé de Kagome e Inuyasha
-Quiero un bebé - murmuró la miko.
-¿Un bebé? ¿Qué bebé? - preguntó el hanyou, desconcertado.
-Un bebé, ya sabes…una criatura creada a partir de un hombre y una mujer cuando se quieren mucho y hacen… - le explicó ella, como si de un niño pequeño se tratase.
-¡EWW! Sé lo que es un bebé y como se hace, así que ahórrate las explicaciones. - se sonrojó por completo al recordar diversos momentos con Kagome relacionados con el tema… Pero disimuló poniendo su mejor cara de asco.
-Entonces… ¿quieres que tengamos un hijo? – sonrío, esperanzada, con un ligero rubor en sus mejillas.
-¡¿Qué?! No, ni hablar. No quiero mocosos en mi casa. Son un fastidio… no me gustan, y lo sabes. Vomitan, se hacen sus necesidades encima, gritan, lloran… que asco.
La miko lo miró, poniendo su mejor cara de cachorrito.
-Ohh… venga… ¿Por favor? – sus ojitos se veían grandes y brillantes, ilusionados… El hanyou tuvo que apartar la mirada.
-Jamás aceptaré. JAMÁS. – terminó el hanyou.
Nueve meses habían pasado desde aquella "hermosa" (y desconcertante) charla entre el semidemonio y la humana.
Ahora, Kagome gritaba dentro del que había sido su hogar durante éste último año. Mientras, su compañero, completamente histérico, daba vueltas de aquí para allá, culpándose del dolor de su amada, arrepintiéndose de aquel maldito momento de debilidad en el que suspiró ese "de acuerdo, tu ganas", nueve meses atrás, después de una larga insistencia por parte de ella. Y de alguna que otra provocación, cabe decir.
Bufó, maldiciendo todo, incluso los árboles que le rodeaban:
-Maldita mi suerte, maldito suelo, maldita nube, maldito pájaro, maldita hormiga, maldito poder de convicción de Kagome, maldito todo. Maldición. Maldición. Maldición. – susurró para si mismo.
Después de una buena dosis de palabras no aptas para menores y una larga espera inaguantable, un llanto irrumpió en la pequeña casita de Inuyasha y Kagome. El llanto de un bebé. Su bebé. De ambos. Suspiró. Por fin. Odiaba los partos, oficialmente. Malditos partos.
Una eternidad después, es decir, tres minutos después, Kaede salió del lugar, asistiendo. La pequeña Rin iba tras ella, sonriendo y brincando como si nada. Inuyasha, al verla, no pudo evitar pensar que la niña quedaría traumatizada después de presenciar el parto de Kagome, pero ahí estaba, tan tranquila, y él, en cambio, temblaba como una débil hoja sacudida por el viento. Pero, pese a todo, no estaba asustado, no. Definitivamente no. Bueno… un poco. Vale, estaba algo asustado, como nunca lo había estado, porque, maldición… ¡era su primer bebé! ¡con Kagome! (Sí, la humana quejica y malhumorada que al principio no soportaba, ella. Y ahora son padres. Bien.).
No tenía ni idea de que hacer o cómo reaccionar y eso, le asustaba. El miedo a lo desconocido y el miedo al… fracaso. Pero jamás admitiría tal debilidad, porque él… es Inuyasha, el orgulloso (aunque en el fondo, algo sensible) Inuyasha.
Respiró hondo y miró la puerta de su hogar, desafiándola con la mirada.
-Vamos, tú puedes Inuyasha, tú puedes. – se dijo, animándose.
Entonces, sacó pecho y avanzó a grandes zancadas hasta que…
se estampó contra la puerta.
-¡Maldición! ¡Maldita puerta! – exclamó, acariciándose su golpeada cabeza.
-Nunca te había visto así - rió Kaede, detrás suyo. - Para entrar a una casa primero hay que abrir la puerta, ¿no crees? Aunque también tienes la opción de la ventana, si lo prefieres. Tranquilízate chico, todo ha ido bien. Ves con tu familia, te están esperando.
¿Esa vieja aún seguía ahí? Ni siquiera se había percatado de ello. Bueno, de hecho estaba tan metido en sus propios pensamientos que no había visto ni la puerta de su propio hogar. Estaba haciendo el ridículo, y lo sabía. Así que, sin más preámbulos, ignoró a la sacerdotisa y entró a la casa.
Fuera, Kaede no pudo evitar sonreír: el joven Inuyasha y la hermosa Kagome ya eran padres. El hanyou y la miko trayendo al mundo a una criatura… ¿Quién lo hubiera imaginado?
La casa se encontraba ligeramente iluminada por un par de velas y un farolillo que daban a la estancia un aire acogedor. Todo estaba sumido en el silencio, excepto por las respiraciones de una miko agotada, un hanyou ansioso y un pequeño… ¿bulto? Ah no, era un bebé. El bebé de Kagome e Inuyasha.
-¿Kagome? – susurró el hanyou a su compañera (o lo que quedaba de ella).
-Inuyasha, ven a ayudarme – susurró ella, intentando sentarse.
El semidemonio reaccionó rápido (aunque algo más torpe de lo normal) y ayudó a acomodarse a miko. Ella, agradecida, le besó en respuesta y él, algo sonrojado, le devolvió esa muestra de afecto. Y, de repente, se percató de la presencia del recién nacido entre los brazos de su compañera.
El pequeño bebé se encontraba envuelto con una gruesa manta que le protegía del frio invierno de la Edad Media. Apenas se le veía la cara, con unos grandes y brillantes ojos dorados, heredados de su padre, una nariz igualita a la de su madre y una boquita adorable que hacía pucheros. ¿Inuyasha acababa de pensar que era adorable? No. Él no era un blando. Pero… aww que preciosidad. No, él no era un chico sensible ni blando. No. Definitivamente no. Bueno, tal vez. Pero no lo exteriorizaría jamás. Ni hablar.
-Es una niña, hemos de buscarle un nombre bonito… - murmuró la miko, algo atemorizada ante el silencio del hanyou - ¿Quieres cargarla?
Inuyasha dudó. No tenía ni idea de cómo cargar un recién nacido. Jamás lo había hecho y le asustaba hacerle dado a la niña.
Miró sus manos. Temblaban. Y no precisamente por el frío. Las manos de un guerrero invencible temblaban por temor a coger a un bebé. Patético. Miró sus garras. Con ellas había matado a muchos demonios con total facilidad y siempre se había sentido orgulloso de ellas pero ahora, temía arañar sin querer a su hija. Suspiró. Se sentía tan torpe y estúpido.
La miko, al ver el sufrimiento y la indecisión en el rostro de su amado, le miró fijamente y le susurró un pequeño "no te preocupes, yo te ayudo".
Entonces, Kagome, con una paciencia total, colocó el bebé en los brazos del inseguro padre, repitiéndole continuamente la famosa frase del "sujétale bien la cabeza".
Inuyasha, observó a su hija dormir plácidamente entre sus brazos y por fin, se sintió tranquilo.
Él, curioso, decidió apartar la manta de la cabeza del bebé para ver el color de su cabello y, su sorpresa fue extrema cuando encontró una cabeza repleta de pelo igualito al de Kagome y unas… orejas de perro. Maldición. Estaba claro que era digna hija de su padre, por si alguien tenía dudas.
-Se parece mucho a ti, tiene tus ojos y también tus orejas. Es el bebé más adorable que he visto nunca. – dijo Kagome, sonriéndole.
Al poco rato, Kagome se quedó dormida.
Mientras, Inuyasha seguía contemplando a su hija, concretamente, las garras y las orejas de ella. Suspiró. Sabía lo que esto suponía, él mismo lo había vivido:
Burlas, críticas, miradas de reojo, malos tratos, soledad e infelicidad.
Él no quería eso para su niña. Como todo padre, solo quería lo mejor para ella. Y no quería verla sufrir por culpa de sus estúpidos genes de demonio y la incomprensión de muchos humanos.
Ella merecía una vida normal y feliz, sobretodo feliz. Le tocó una de las pequeñas orejas, con cuidado, y la recién nacida hizo una pequeña mueca, mirándolo fijamente. A él tampoco le gustaba que le tocaran las orejas. Y, casi involuntariamente, él sonrió.
-Papá va a cuidar muy bien de ti y de mamá. Os voy a proteger y no voy a dejar que nadie ni nada os lastime. – juró a la niña, mientras ella le agarraba un dedo con su manita.
Y de golpe se percató… ¿Qué hacía hablando con un bebé? Pensó que era un tonto por hacer eso pero… siguió hablando con ella, poniéndole voces ridículas a cada frase que salía de su boca y haciéndole caras raras, dejando atrás su orgullo de macho alfa, porque, al fin y al cabo, ella era su hija y la quería. Y nada más importaba.
Fin… ¿o no?
…..
¡Hoola! Aquí estoy de nuevo con Inuyasha :D ¿Me habéis echado de menos? Espero que sí. :3 Tenía el ordenador estropeado, pero me lo han arreglado y me han dado ganas de escribir :D
Algunas personas me propusieron hacer algo más largo y la verdad es que me daba pánico *inserte carita de terror extremo aquí* porque, como algunos ya sabéis AMO escribir Drabbles xD La cuestión es que me lo tomé como un reto personal y esto ha salido ^^ Sé que quizás algunas cosas sean un poco OoC, lo siento :/
Esto, obviamente, es bastante más largo de lo que suelo escribir y mi idea es que, si os gusta, podría continuar esta historia para ver la evolución de los personajes, la niña y bueno… ponerle un nombre y eso jajaj xD
Espero que me mandéis algún review para saber vuestra opinión (ejem, indirecta) y así ver si realmente vale la pena escribir una continuación o no ^^
Aprovecho también para agradecer a esas personitas que me dejaron reviews/favs en mis obras anteriores, en especial a Sara Croft que me alegra el día con sus reviews ¡mil gracias! Este capítulo va dedicado a ella, Sara espero que te guste o que, al menos, estés leyendo esto, porque sino estoy haciendo el tonto jajaj xD
¡Gracias a todos por leer! Uii… ¿qué cerca está el botón de reviews no? (ejem, indirecta) ¡Un beso!
Sunny Meyer
Mitad humana-mitad zombie debido
al cansancio después de escribir esto
hasta las tres de la madrugada.
