» Disclaimer: Los personajes son de Amano Akira, la obra inspirada pertenece a Federico García Lorca. Nada es de mua, salvo lo que leen que sí lo escribí yo.

» Advertencias: OoC'. Vocabulario soez. Algo de Incesto. Infidelidad. Líos Amorosos. Yaoi. Insinuaciones de Mpreg.

» Nota: "La Casa de Bernarda Alba" trata, para quien no la leyó, de como tres de cinco hermanas luchan por el amor de un solo hombre. La madre de ellas era muy estricta y no quería que se casaran, y sólo accedió al matrimonio de éste hombre con una de sus hijas porque ella ya era muy mayor.


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Łα Сαѕα đє Яєвσяη
Λcтσ I •

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La lluvia caía cual finas dagas en aquel pueblo italiano. Dentro de una inmensa casona, que se asemejaba más a una cárcel; por sus ventanas tapiadas, un criado limpiaba, a velocidad luz, pisos y paredes.

—¡Maldito seas, hijo de puta! —Bramó el de cabellos morados al aire, sin dejar de asear, como si así desahogara un poco de su frustración.

—¡Skull! —Le llamó la atención el mayordomo. Su cabello rubio, desordenado, no estaba a la altura de su pulcro traje. — Guárdate ese lenguaje para cuando no pululen orejas ajenas alrededor. A Reborn no le gustará saber que sus empleados son unos vulgares bárbaros.

El de menos rango bufó.

—Aquí vino a hablar la putita del jefe. ¿Por qué no te callas, Colonnello? —El susodicho resopló cansado, y golpeó al escandaloso en la cabeza. — ¡Oye! ¡Eso dolió, sempai!

—No me trates mal para después ponerme un honorífico, idiota. —Contestó tranquilo. — Además, yo ya estoy casado, kora.

—¿Qué tiene que ver? Verde también y…

—¿Por qué no te callas y tratas de limpiar al mismo ritmo que tu lengua? —Demandó, entrecerrando su mirada para dar énfasis a su orden. — El bastardo con fedora está por llegar.

Skull chilló y retomó su labor a puras quejas.

El blondo pasó a verificar que cada salón estuviese exageradamente presentable para cuando arribaran los indeseables dueños. Hace dos días de la muerte de Verde, segundo esposo del hacendado más poderoso de la región. Éste científico dio vida a cuatro de los cinco hijos de su excéntrico marido: el mayor, Dino, de veintidós y poseedor de una torpeza única en su tipo, Kyoya de dieciocho; el más parecido a su padre, por su salvaje forma de actuar, Mukuro de diecisiete; a diferencia del anterior era semejante a su figura materna, con un don nato de la manipulación y Lambo de quince, o en otras palabras: el cobarde consentido por su madre y por ende, el único que añoraría la presencia del erudito. El primogénito real, llamado Xanxus, fue fruto de una anterior unión que también culminó en tragedia, ostentando unos veintiséis años.

Las campanas empezaron a sonar en la lejanía, indicando con ello el cierre de la misa en honor al difunto.

—¡Dios! ¡Ya viene! —El rebelde sirviente corrió a refugiarse, temiendo por su integridad física.

La mano derecha suspiró, colocándose en la entrada principal para recibir a su amo, tatuó en sí una cara de póker envidiable, tratando de que sus deseos de libertad fueran opacados por su inexistente neutralidad mental.

Interrumpiendo su reproche diario al Todopoderoso, alaridos que reconocía a la perfección se hicieron notar.

"Llegaron… y de muy mal humor" —Pensó.

—¡Cállense! ¡No los soporto más!

Reborn entró, azotando la puerta, imponente como de costumbre. Al parecer sus vástagos colmaron su escasa paciencia, de nuevo.

—Mukuro y Kyoya, me hartaron con sus peleas. —Masajeó sus sienes, sin apreciar la riña de atrás, sólo quería buscar el confort de su sofá de cuero negruzco favorito y de su humeante café recién molido.

—No es mi culpa, padre. —Se defendió un chico con pelo en forma de piña, de irises de desigual matiz y una sonrisa que no daba tregua a confianza alguna. — Kyoya alega que soy insoportable, por eso me ataca injustificadamente. —Aquella convicción pareció enfadar a su hermano mayor, pues éste apuntó un fierro pulido a su indefensa garganta.

—No mientas, todos sabemos que eres un estafador, Rokudo Mukuro. —Un azabache de afilada vista contraatacó, empleando un tono amenazador, que haría a cualquiera orinarse en sus pantalones.

El un año más joven se rió. Había ganado el apodo "Rokudo" por su reputación de maniático religioso, y alardear a los cuatro vientos que tarde o temprano todos serían castigados por obra y gracia del Señor. Pese a que esto era en broma, siendo él en realidad un agnóstico, todo el mundo lo empezó a tratarle como un injurioso sacerdote que por avatares del destino logró evitar la pena de la Inquisición.

—Kufufu, Hibari está muy sensible con la partida de mamá

Hibari significa alondra. Habían apodado así al moreno por su manía de observar y perseguir a todo aquel que rompiera las reglas.

—Tsk, cierren el pico, basuras. —Exigió Xanxus, cruzado de brazos.

—Sí, sí. Hoy es un día especial, por favor no peleen. —Intentó mediar Dino.

Ante la intervención del rubio, Kyoya calló. El de cabellera índigo hizo un mohín, ¿Por qué siempre el Cavallone arruinaba su diversión? Por suerte conocía muy bien a su contrincante y sus puntos débiles.

—Kufufu, eres patético. —Desafió con altas probabilidades de obtener lo buscado, sólo existía una forma de que Hibari Kyoya no obedeciera al jinete más hábil de la zona, el renombrado "Caballo Salvaje", y esa forma era meterse con su orgullo.

—¿Quieres pelear? —El aura oscura de momentos previos reapareció, avivada por un desconocido fuego de determinación.

Ambos volvieron a tomar postura de pelea, no obstante…

—¡Silencio los dos!

… el grito colérico de quien aportó la semilla que les permitía estar allí, detuvo todo intento de confrontación.

—Dino, llévate a Kyoya, no me importa lo que hagas; que no salga de su habitación hasta que se calme. Lambo, deja de llorar, Verde era un inútil y ya no volverá a jodernos la vida. Mukuro vete a jugar por allí, y… ¿Colonnello?

—Mande, kora.

—Dile al amante del muerto que me prepare algo de comer, ya. —Su humor de perros se acrecentó con el retorno del llanto del adolescente con ropa de vaca.

—Skull está preparando las habitaciones para afrontar el frío de la noche, kora, se ha esparcido el rumor de una próxima helada y las salamandras en cada cuarto no serán de mucha ayuda. —Dijo con pasividad, ganando un reojo asesino. Nadie le decía que o no hacer al estanciero, menos un pobre méndigo que vivía del oro de sus bolsillos.

—Entonces has tú la comida. O mejor, dile a Lal Mirch que…

—Basta, kora. Yo lo haré. —Se retiró a la cocina, maldiciendo por la provocación a su mujer, el ama de llaves. — "Algún día lo pagarás." —Deseó desde lo abismal de su alma, sin embargo la esperanza de que lo hiciera decaía como las hojas en otoño. Mala yerba nunca muere, se propaga hasta infectar a toda la cosecha, decían los campesinos, y tenían razón.

Quedando sólo el hombre del Armani negro y el más experimentado de su pelotón en el living, pues Lambo se retiró al lado del potro y el ave, el silencio reinó.

—… ¿Padre? —Llamó receloso el amargo portador de varias quemaduras en su bronceada piel, Xanxus.

—¿Qué?

—Quiero hablarte de algo…

—Sí es de tu compromiso con Sawada Tsunayoshi, la fecha se acordó para el día de tu cumpleaños, el 10 de Octubre. —Recitó cortante, sorbiendo de una exquisita infusión preparada con el tiempo justo a su llegada.

La tensión del ambiente podía ser cortada por un cuchillo de mantequilla, y aún así la incisión sería demasiado gruesa como para hacerse soportable. El primero en la línea de sucesión mordió su labio inferior, sabía que esto pasaría.

—No quiero casarme con esa escoria. —Masculló asquerosamente, por poco y escupiendo al pensar en ese pequeño bastardo de la estancia vecina.

—¿Oh? ¿Con qué no quieres casarte con él, eh? —Levantó sus ojos, enmarcando un gesto altivo en su labia. — ¿Con quién entonces? ¿Con aquel mendigo pescador? ¿Cómo se llamaba? Mmm… ¿Squalo, no? ¿Superbia Squalo?

El del felpudo de mapache se sorprendió, abriendo los párpados en demasía. No era consciente de que su progenitor supiera de la relación que mantenía hace ya tantos años con el hijo de los pescadores del pueblo.

—¿Cómo lo…?

—Yo sé todo, Xanxus. —Sus pupilas fueron cubiertas por la sombra producida por su sombrero, otorgándole un aire misterioso y desafiante, mas sobretodo prepotente.

Aquella altivez que le rodeaba provocó que, por primera vez, el fiero heredero retrocediera a sus cometidos. De seguro Colonnello le fue con el chisme, era como solía actuar el peón de jerarquía al recibir nuevos datos que pudieran interesarle a su maestro, después de todo, el emperador vivía de apariencias.

Eso o el pony salvaje no pudo mantener la boca cerrada.

—Tengo casi treinta, no podrás retenerme más tiempo. —Respondió a la tácita incitación, queriendo mantener su característica seguridad. — Además, con Verde muerto, mi herencia tiene más ceros que cualquiera de tus otros engendros.

Reborn chasqueó, poniéndose de pie y encarando a su hijo.

—Que te quede claro, hijo mío. —Gruñía. — Mientras esté vivo, tanto tú; como los engendros, harán lo que yo diga. Te casarás con el heredero de Iemitsu, absorberemos así las tierras de los Sawada y luego Lambo acarreará el resto con su compromiso con I–pin.

—¡No puedes obligarme! —Exclamó.

—¿Qué no? —Sonrió, cínico. — Tonto, eres demasiado tonto, Xanxus. —Se burló sin compasión. — Y en cuanto a la pobre industria pesquera de los Superbia… supongo que Dino podrá hacerse cargo de eso…

Esa fue la gota que colmó el vaso. El quemado pateó lo que encontró a mano, una mesa de café, y se marchó pisando cual elefante, mientras rugía para sus adentros. Indignante; injusto. ¡Era una voraz ave de rapiña! Capaz de verte morir con el sadismo a flor de piel.

"Esto no se quedará así. Claro que no…"

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Kyoya acababa de escaparse del pesado de Dino y los lamentos interminables de Lambo. No los soportaba más, ni al rubio, ni al moreno. Mucho menos a la fruta del trópico y al sargento de orbes rojos. Agradecía que la ducha que se terminó de dar haya aliviado sus frustraciones. No entendía porque tuvo que asistir al funeral, y dejarse violar por el olor a incienso, si ni siquiera profesaba cariño por su demente madre.

—Kufufu~

La risa peculiar de su más odiado filial resonó en sus tímpanos. Aquel hilillo de voz le fastidiaba sobremanera, más que su personalidad tan similar a su retrato de madre. Se le ocurrió una idea, bastante infantil, sin embargo, quizá, podría sacarle de su monotonía actual.

Caminando lento, cual sigiloso asesino, entreabrió la entrada de madera gruesa que le separaba de su hermano.

"Te mataré, Rokudo Mukuro" —No evitó formar una prepotente mueca en sus labios finos.

Atacaría directamente a la cabeza, o a la yugular, así sería rápido. Aunque prefería el sufrimiento.

—Eres tan lindo~

"¿Ah?"

Quería reír, al parecer el de mata azulada hablaba con alguna damisela desbocada de las tradiciones, que fue a visitarlo, sólo Rokudo tenía la "fortuna" de jugar el papel de mujer aguardando en la ventana. Arrimó su oído para escuchar lo que decía la otra persona.

—D–deja de decir eso, M–Mukuro…

"Esa voz…"

El de pupilas grises se quedó petrificado. Esa voz no sólo no era femenina, sino que pertenecía a alguien que conocía tan bien como a sus parientes.

No lo podía creer, quien hablaba con Mukuro era…

—¿Por qué no, Tsunayoshi–kun? Si yo te amo.

… el prometido de Xanxus, Sawada Tsunayoshi.


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₣ιη

Pяóxιмσ Сαρíтυłσ
"
Λcтσ II"

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N.A.:

Espero que les haya gustado :'D trataré de actualizar prontito. Gracias por leer, y espero sus comentarios muy ansiosa *-* Bye bye~