Buenas noches a todos! Bien, me van a matar al leer esta nota del autor, pero esta historia ha estado rondando mi cabeza por algunos días que quise sacármela de encima. ¿Cuál es la mejor forma? ¡Escribiendo por supuesto!

Ahora, en esta historia, me convertiré en un Ángel. ¿Por qué un Ángel? porque no hay fanfics de este tipo, y siempre quise experimentar con esa raza de Highschool DxD. En todo caso, es según como lo miren.

¿Parejas?. Bueno, había pensado algo como yo x Irina Shidou o quizás también Gabriel, pero eso se verá más adelante. Primero quería tener los comentarios del público.

Para Issei tenía planeado darle el Harem de costumbre, aunque —como dije antes— eso lo planearé para el futuro.

Disclaimer: Highschool DxD no me pertenece. Mi mente aún me pertenece, que yo sepa no me he vuelto loco aún ¿o sí?

Capítulo Uno : Angelizado

Mi nombre es Lucas. Las chicas me llaman 'Lu' y mis amigos 'Yin'. Ahora, en un momento como este, seguramente se preguntarán "Eh, ¿no tienes apellido?". Bueno, sí, si lo tengo. Pero prefiero no decirlo, mi seguridad peligra y cualquiera podría encontrar mi identidad secreta en las redes sociales cuyo uso ya no se me permite.

A los ángeles no se les permite revelar información sobre sus vidas pasadas a los demás. Pero he vivido muchas aventuras, y siempre quise encontrar el momento para relatarlas al mundo. Ahora es un buen momento, ya que Irina-chan ha tenido que marcharse con Xenovia-san en una misión.

Me dejaron a cargo de la iglesia en la que habitamos, y se supone que estoy patrullando los alrededores. Sí claro, en un lugar tan desierto como este ni siquiera los Ángeles Caídos se atreven a entrar. Por eso, creo que fue mi aburrimiento lo que me llevó a revisar el baúl de la habitación principal; me encontré con una libreta con viejas notas del antiguo sacerdote que vivía acá, pero lo demás era utilizable.

Usé el viejo escritorio de la sacristía como apoyo, mis manos dejaron el cuadernillo sobre él y tomé una pluma de mi bolsillo. La tinta se esparció por el papel, revelando las anteriores palabras que acaban de leer.

Quizás publique esto algún día, quizás no. Pero lo que quiero dejar por escrito es que siempre han existido tres facciones de seres sobrenaturales, conocidos como "Ángeles", "Ángeles Caídos" y "Demonios". Es una larga historia, que planeo contarla a medida que avance la narración pero que cambiará su forma de ver y concebir el mundo.

Para empezar... Dios existe. Siempre existió, o por lo menos lo hizo hasta el final de la Gran Guerra. La religión dice la verdad, y yo estoy agradecido de haber asistido a Misa desde que era más joven. Todos aquellos que somos creyentes tenemos esa curiosidad sin importar que tan fuerte sea nuestra Fe.

¿Quieren saber cómo fue que conocí el Paraíso? Bien, les contaré.


~Angelical Devotion~


Era un día increíblemente raro para mí, puesto que lo que había ocurrido horas atrás me había dejado boquiabierto y sorprendido.

Yo siempre tuve el sueño de viajar a Japón, aprender el idioma nativo y conocer la cultura local. El problema, eran mis padres.

No me malinterpreten, ellos también alentaban mi entusiasmo de aprender más pero nunca tenían el dinero suficiente como para pagármelo. El dólar costaba 10 veces la moneda argentina, y eso significaba que un viaje más alojamiento me costaba casi 40000 pesos. Aproximadamente, 4000 dólares.

Mi padre apenas ganaba lo suficiente para poder mantenernos, pagar las cuentas y darse un pequeño lujo de vez en cuando. Pero, para mi viaje, nunca era suficiente. Por lo que me resigné completamente, mis esperanzas se hicieron nulas y tuve que hacerme a la idea de que jamás cumpliría ese sueño mientras no tuviese un trabajo estable.

Sin embargo, cuatro días atrás, recibí una carta insospechada. Era de una empresa de lenguas internacional, cuya sede estaba en algún país de Europa central. Tenía sucursales en Argentina, y la nota provenía —justamente— de Buenos Aires.

La recibieron mis familiares, quienes pensaron que había venido por error. Pero, cuando la leí, supe que no había ninguno: La carta estaba dirigida a mi nombre, y en ella decía que me había ganado un viaje gratis a Tokyo, Japón.

Por supuesto que la sorpresa y emoción se apoderó de mi ser. Recuerdo haber gritado, dando un salto de emoción con mi puño elevado en el aire. Mis padres me calmaron, incitándome a que continuara con mi lectura. Yo asentí, nervioso, y continué leyendo.

"...La estadía será de un año, sin ningún costo. Se alojará en una casa de familia local, quienes han aceptado a darle la bienvenida con los brazos abiertos. Tenga en cuenta que mientras esté aquí deberá continuar sus estudios en la Academia Kuoh, una de las mejores escuelas secundarias de Japón. Anteriormente era solo de mujeres, pero hace poco que su educación se volvió compartida. Ya se encuentra inscrito para comenzar en dos semanas, por lo que deberá viajar en dos días a partir de la fecha..."

Se resumía más o menos de aquella forma, con notas y firmas de diferentes asociaciones aseguradoras de la empresa. Se adjuntaban un pasaje para el avión que partía de Buenos Aires, un folleto de Japón y algunas recomendaciones para cuando llegara allí. También, me habían mandado un diccionario español-japonés por si tenía problemas en la ciudad.

Mis padres revisaron la carta otra vez, tratando de encontrar algún error en ella. Sin embargo, poco después suspiraron en resignación.

—No, ni uno solo —dijo mamá, entregándome el papel—. Incluso está firmado por el presidente.

Asentí al tiempo que inspeccionaba el área donde la firma de un tal "Sirzechs Gremory" se hacía notable con un color rojizo sobre la nota.

Resumiré lo demás, puesto que sería aburrido si comento lo que hice durante todos esos días. Básicamente, me preparé para el viaje.


~Angelical Devotion~


Luego de un vuelo inolvidable, había llegado finalmente a Tokyo.

El aeropuerto era enorme, letras en Kanji por todos lados y gente caminando ajetreada por el edificio. Guau, era realmente increíble ver tantos japoneses en un solo lugar.

Noté que mi apariencia llamaba algo la atención, puesto que mi estatura era mucho mayor que la de ellos y mi cuerpo destacaba más por su corpulencia. No, no iba al gimnasio pero tenía huesos grandes de parte paterna. Tampoco poseía sobrepeso; era delgado, pero se notaba la diferencia entre un flacucho y alguien como yo. Y, les puedo asegurar, que muchos de ellos eran de complexión delgada.

Alguien se acercó a mí de entre la multitud. No me dí cuenta de inmediato, pero la mano en mi hombro me hizo sobresaltar. Asustado, me giré rápidamente y posé la mirada en —la que sería— la dueña del lugar donde me quedaría.

Era una mujer común, nada destacable de su apariencia que mereciera anotar acá. Sin embargo, si buscan una descripción, solamente diré que poseía cabello negro corto y ojos café claros. Su cara resemblaba mucho la de una nativa del lugar, y su contextura delgada hacía que mi estatura resaltara aún más a su lado.

Vestía un Kimono tradicional rojo, algo raro de ver a plena luz del día. Según leí, tanto las mujeres como los hombres acostumbraban vestir esa clase de ropa durante los festivales u ocasiones formales. ¿Quizás consideró que el recibir a un nuevo inquilino sería una ocasión importante? Podía ser eso, nunca lo supe bien.

—Konnichiwa, ¿es usted Lucas?

Me habló en una mezcla de inglés y japonés, pero entendí todo. Era muy común el saludar a los demás en las series que miré, por lo que no tuve problemas con eso. El inglés en cambio era mi segunda lengua, no lo hablaba a la perfección pero sabía como defenderme.

—Así es —dije, haciendo una profunda reverencia. Parecía impresionada con la muestra de respeto, y yo sonreí levemente. Había acertado en tratar de imitar la primera costumbre—. Un gusto en conocerla...

Dejé el espacio para que se presentara, su nombre era importante en situaciones como estas.

—Mi nombre es Higa Ayaka —respondió, imitando la muestra de respeto. Había una sonrisa en su rostro, su cara mostraba amabilidad—. ¿Le gustaría acompañarme? Lo llevaré a mi casa Lucas-san, vivo algo lejos pero llegaremos rápido en mi automóvil.

La señora me hizo una seña hacia delante con sus dedos, su expresión decía claramente que quería que la siguiera de cerca. Yo asentí, levanté mi valija y comenzamos a caminar por el aeropuerto.


~Angelical Devotion~


Estabamos conduciendo a través de la ciudad de Tokyo, y yo estaba maravillado con lo que veía.

Carteles luminosos gigantes, montones de gente caminando por todos lados, algunos hablando en un japonés tranquilo y relajado, y chicas lindas haciendo buenos cosplays. Por último, lo que más me llamó la atención fueron los rascacielos que tapaban el sol con su altura. Mis ojos giraban tan rápido de un lado a otro, que parecía que estaba enloquecido.

La señora, ahora en adelante referida como Ayaka-sama de mi parte, soltó una risita femenina.

—Bastante impresionante, ¿eh?

Yo le respondí con una inclinación leve de mi cabeza, el cinturón de seguridad me impedía pegarme al vidrio para tratar de observar mejor todo. Quizás para ella esto resultaba algo común... ¡claro! ¡si ellos visitaran argentina quizás se quedarían asombrados de la diferencia de culturas!

—Hai —le respondí eso en japonés. Algo simple, puesto que era una de las palabras más comunes—. A decir verdad estaba algo nervioso al principio. Pero, viendo como es la ciudad, no me arrepiento de haber venido.

—Vaya, parece que nos vamos a llevar muy bien —admitió la mujer, doblando en una calle algo más apartada del centro de la ciudad. Nos metimos en un barrio más tranquilo, donde el atardecer se ocultaba tras casas más pintorescas y humildes—. Mañana te llevaré a conocer Tokyo. Aún tenemos mucho tiempo y me gustaría enseñarte un par de cosas si vas a quedarte aquí...

Volví a asentir, mis ojos la miraban ahora con algo de curiosidad. Estaba sentado del lado izquierdo, y eso me daba una sensación extraña e incómoda. Supongo que no tardaría en acostumbrarme, pero era difícil al principio.

—Disculpe, Ayaka-sama: ¿usted tiene familia?

Inmediatamente me arrepentí de haberle preguntado eso. Su expresión repentinamente se tornó sombría y triste, pero sus ojos no se apartaron del camino por el que conducía.

—Mi esposo murió hace ya algunos años... —susurró ella, haciendo que mi arrepentimiento fuera mayor—. Tampoco tengo hijos, nunca tuvimos la oportunidad de concebir uno.

—Lo siento mucho, realmente fui un idiota —aseguré, girando la mirada hacia el frente. Que forma magistral de cagarla, ¡todo un genio en desarrollar un ambiente de amistad!—. No debí haber preguntado.

Hubo un cambio en su tristeza, y de repente apareció una sonrisa amable.

—No te preocupes, ya ha pasado tanto tiempo que casi no recuerdo lo que se siente llorar completamente sola todas las noches —dijo Higa-sama, negando con la cabeza momentáneamente. Estacionó de repente el auto en un costado de la acera, su mano giró las llaves hasta que se apagó el motor—. Bien, llegamos.

Justo al decir aquello, abrió la puerta y salió del automóvil. Yo la imité, agachando un poco la cabeza como para no golpearme con el marco de la puerta. Luego, mis ojos tomaron nota del nuevo hogar que se alzaba frente a mi.

Era diferente, tenía que admitirlo, pero se parecía a aquellos del manga. Tenía una apariencia oriental moderna, que le daba un aspecto exótico. Silbé de la impresión, mis ojos se ensanchaban con entusiasmo.

Escuché una risa proveniente del baúl del auto y giré mi cabeza hacia la mujer. Inmediatamente, me di cuenta que quería sacar mi valija, y me acerqué para tomarla con mis manos.

—Vamos vamos, soy vieja pero aún tengo fuerza para cargar con esto —dijo, esbozando una gran sonrisa. Yo la miré con cierta desconfianza, pero no le di más vueltas al asunto.

Finalmente, entramos en la casa. Era grande, con una escalera que llevaba hacia el segundo piso y varias puertas a los alrededores. Noté que había una cocina hacia un costado, un comedor adyacente y un salón de estar más allá.

La mujer resolvió que estaba cansado y me indicó que la siguiera hacia los pisos superiores. Caminamos por un corredor, que terminaba en tres puertas más. Según supe más tarde, dos eran habitaciones y la otra un cuarto de baño estratégicamente ubicado entre las dos.

—Pasa y ponte cómodo.

Su voz calma me obligó a abrir la puerta, revelando una habitación simple con una cama posicionada junto a la ventana. Había una pequeña estantería de libros en un rincón, una mesa al costado de la cama con un despertador sobre ella y un armario compuesto de varios cajones junto a la puerta.

Ayaka-sama dejó mi valija sobre la cama con suavidad, su cuerpo inclinándose en una leve reverencia.

—Puedes relajarte por lo que queda del día. Pronto haré la cena, pero trata de acomodarte lo mejor que puedas —dijo ella, caminando hacia la puerta—. El baño está a la derecha de tu habitación y está disponible por si quieres darte un baño. He dejado algo de ropa limpia en el ropero, creo que acerté con la talla. Tú y Ryosuke-kun tenían cuerpos parecidos.

Supe inmediatamente que estaba hablando de su marido fallecido, y no presioné mi suerte. Con una mueca de sincera gratitud, le agradecí con una reverencia. La mujer abandonó el cuarto con una sonrisa ligera, sus pasos se perdieron por las escaleras hasta que ya no pude oírla.

Riendo, me tiré sobre la cama al lado de la maleta. ¡Estaba en Japón! ¿Pueden creerlo? ¡Era el chico de 17 años más afortunado del planeta!


~Angelical Devotion~


Habían pasado casi dos semanas desde que llegué al país. Todo el miedo, nerviosismo y emoción ya se encontraban extintos desde hacía algunos días.

Japón era justo como me lo había imaginado. Un lugar algo extraño para mí, pero su cultura y lenguaje me tenían totalmente atrapado en un sin fin de probabilidades de aprendizaje. Quería saberlo todo, y tenía un año entero para aprender.

Por otro lado, Ayaka-sama aprovechó aquel lapso de tiempo para enseñarme algo del idioma. Ella trabajaba como cocinera en un Maid's Café, la cual le proveía todo lo que necesitaba para mantenerse. Me ofreció trabajo como su ayudante, cuya posición prometía darme un sueldo generoso que aprovecharía para comprar recuerdos u otras cosas de la ciudad.

Aparte, mis conocimientos del idioma local habían mejorado muchísimo en ese lapso; ya podía formular algunas oraciones y entablaba conversaciones simples con Higa-sama. Aún no entendía nada del Kanji o el Katakatana, pero ella me había explicado que —luego de dominar el habla— comenzaría a enseñarme como leer y escribir.

Tenía 17 años, trabajaba y pronto empezaría mi vida secundaria en una verdadera academia japonesa. ¡La vida parecía sonreírme!, o eso pensé hasta que desarrolló el evento por el cual ahora me encuentro en una iglesia escribiendo estas notas.

Recuerdo que faltaban solamente dos días para la ansiada fecha, dos días y estaría rodeado de jóvenes estudiantes de mi misma edad. Solamente me quedaba un año y terminaría la secundaria, pero un título obtenido en una secundaria de Japón seguramente que me daría mucho más prestigio.

Me encontraba atravesando un puente para peatones que se encontraba por encima de una carretera amplia y doble. El camino que recorría unía dos barrios, y también tendría que tomarlo todos los días a partir de aquel para poder caminar desde la casa de Ayaka-sama hasta la academia Kuoh.

Volvía del trabajo, solo, ya que la mujer dijo que se quedaría media hora más para poder terminar con un pedido para el día siguiente. No era la costumbre que yo regresara por mi cuenta, pero no me molestó. No hacía falta que hablara con nadie, y en caso de necesitarlo podía recurrir a mi japonés aún en desarrollo para comunicarme.

'Día pesado', pensé, suspirando levemente. Mis ojos, repentinamente, se desviaron hacia la gran capital que se imponía a lo lejos de la autopista. Me apoyé en la barandilla del puente, mis pensamientos me hacían divagar a mi lugar de origen. No voy a mentir, lo extrañaba; puede que Japón fuera increíble, pero Argentina tenía ese encanto que me hacía querer volver ahí por momentos.

Pasaba de vez en cuando, en aquellos momentos cuando tenía tiempo para pensar con tranquilidad.

—E-Etto, eres Lucas-san ¿verdad?

Una voz me sacó de mi ensimismamiento profundo, mis ojos se desviaron ligeramente hacia la derecha para tratar de identificar quien me había hablado.

Inmediatamente, forcé a mi cuerpo a erguirse completamente. Ahí, parada a varios metros de distancia, se encontraba una joven con una pequeña valija escolar en sus manos. Era una chica de mi edad, bastante atractiva, con el cabello negro largo hasta sus caderas y los ojos de color violeta. Vestía un uniforme que consistía en una chaqueta de color rojo oscuro, con una falda de color verde.

Elevé una ceja, sorprendido de que una chica pudiese hablar en inglés con tanta soltura. Me sorprendió, sí, pero no tuve problemas para entenderle.

—Hai... —le respondí con algo de desdén, sin entender que era lo que pudiese querer o cómo sabía mi nombre.

La miré de arriba a abajo con disimulo, mis ojos captaban su atractiva forma. Era muy bonita, tengo que admitirlo.

—A-Ano...

(N/A En japonés, eso es una manera de comenzar una conversación. Es una expresión de respeto, que significa 'Esto...')

Se detuvo, sonrojándose con vergüenza. Yo me di vuelta completamente, dejando que mi cuerpo se alineara con el de la joven. Aún nos encontrábamos a varios metros de distancia, pero su rostro me pareció bastante tierno.

Sin embargo, aún no entendía que deseaba.

—¿Cómo sabes mi nombre? —pregunté de repente, notando que parecía nerviosa por algo—. ¿Deseas algo de mi?

—Lucas-san —comenzó, evitando mi mirada—. ¿A-Actualmente estás saliendo con alguien?

La pregunta me tomó por sorpresa, algo comenzó a golpear mi corazón con fuerza para hacerlo bombear.

—No, ¿por qué?

Mi respuesta llegó con algo de temerosidad, pero fue firme. La chica sonrió con cierto alivio plasmado en su rostro, su cabello largo se meció con una repentina pero ligera brisa.

—¡Que alivio! —exclamó la joven, dejando que su tono dulzón se adentrara en mis oídos como una melodía semi amarga—. E-Etto, ¿No te gustaría salir conmigo?

Ahí fue cuando me quedé inmóvil de la sorpresa. Mi boca se abrió en confusión y no pude evitar ensanchar mis ojos de la sorpresa.

—¿Eh?

—Desde hace una semana que te veo caminar por aquí. Y c-creo que algo en mí despertó... —dijo, fijando la mirada en el suelo. Yo la miraba con incredulidad, ¿acaso...?—. ¡Sal conmigo por favor!

Se confesó, ahí, delante mío. Mi corazón se detuvo por un momento, mi mente trataba de analizar lo que había ocurrido. Al principio pensé que se trataba de una cruel mentira, que de la nada saldrían cámaras de un programa de televisión para decirme que todo era para el entretenimiento del público.

Sí, eso debía ser. Es decir, ¿qué chica viene de la nada a confesarse a un extranjero?. Más aún, alguien como yo que no tenía encanto alguno ¿le estaban pidiendo una cita?

Solté una carcajada rápida y seca, que hizo mucho por sonar cruel y despiadada. No la miré a los ojos, y comencé a reírme con malicia. Me quería engañar, pero no le había funcionado.

—Sí claro, ¡Ja! —exclamé, secándome una lágrima que cayó por mi ojo. En vez de enfadarme, lo encontré extremadamente divertido—. ¿Dónde están las cámaras? ¡Vamos, salgan de su escondite! ¡Ya me di cuenta!

Estaba gritando en inglés, la risa de antes ya había muerto. Quizás no me iban a entender, pero el chiste no resultó en lo absoluto.

Sin embargo, nada pasó. Sonreí con algo de molestia, ¿Por qué no salían? ¡Ya todo fue arruinado!. Traté de encontrar la respuesta en la joven, quien ahora me miraba con lágrimas en sus ojos.

Ahí fue cuando me puse a pensar en dos posibilidades: o actuaba perfectamente, o realmente le había dolido que no le hubiese creído. Yo me negaba a aceptarlo, no quería ser el hazmerreír de todo Japón si me llegaban a grabar por televisión.

—L-Lucas-san... —su voz casi convence a mi corazón, pero mi cerebro me decía lo contrario. Era cuestión de usar la inteligencia para darse cuenta de que algo olía muy mal ahí y no era un aroma.

Sonriente, agité una mano en señal de despedida y me di media vuelta. Me propuse marcharme, pero un sonido sordo me detuvo en seco.

Girándome nuevamente, me percaté de la nueva escena que se hacía presente ante mis ojos. Ella había caído de rodillas en el suelo, sus ojos expulsaban torrentes de lágrimas que recorrían sus mejillas enrojecidas.

Esperé un poco más, sintiendo que se me desgarraba el corazón de verla llorar. Era tan real, que nadie podía imitar algo como aquello.

De repente, mi corazón ganó y me acerqué con cautela a la joven. Me agaché hasta quedar frente a frente, mi mano acarició su cabello en un intento por calmarla.

—Lo siento, pensé que querías engañarme —admití, notando que la chica elevaba la cabeza—. Saldré contigo, ¿te parece mañana?

Me miró, aún triste y enrojecida por lo de antes. Esbozó una pequeña pero aliviada sonrisa y asintió casi de inmediato. Suspirando, le devolví la sonrisa y la ayudé a ponerse de pie con mi mano.

Agradecida, aceptó mi mano y se secó las lágrimas con su palma derecha. Su rostro denotaba algo de emoción y alegría, y yo no pude evitar sonrojarme. Era muy bonita, ¿de verdad había tenido tanta suerte?

De repente, y para mi sorpresa, sus brazos me rodearon en un cálido abrazo. Yo casi jadeo de la sorpresa, mis brazos se mantuvieron inmóviles por un momento. No le devolví el gesto, pero el sentimiento de sus pechos sobre el mío me hizo sonrojar furiosamente.

—Mi nombre es Yuuma Amano —se presentó, apartándose de mis brazos cuidadosamente. Con una sonrisa, comenzó a correr por dónde había venido—. ¡Estaré esperando la cita con ansias!

Dijo aquello, y desapareció en la lejanía. Yo agité la mano hasta que se perdió de vista, para luego rascarme la nuca con aire pensativo. Aún después de todo, sentía que algo malo iba a pasar. Bien, no debía ser nada importante.

Me di media vuelta y caminé tranquilamente, ocultándome entre la luz del atardecer. Sin embargo, no noté que había una sombra acechando cerca mío que pareció haber visto todo.


~Angelical Devotion~


Me desperté temprano aquella mañana. No voy a mentir, estaba nervioso por la cita y quería prepararme bien para la ocasión. Ayaka-sama había prometido darme una lista de consejos, así como una paga por adelantado del mes. El único requisito era que debía hacer horas extras durante todo una semana. Bien, quizás exageré en pedirle tantos yenes como adelanto, pero no había conseguido dejar de pensar en Yuuma desde que se fue.

No me malinterpreten, era muy atractiva, quizás demasiado como para que quisiese salir conmigo. Sin embargo, otra parte de mi me decía que todo estaría perfecto, que no era una trampa. Ahora me río de mi ingenuidad absoluta, pero ya fue demasiado tarde cuando me percaté.

Caminé hacia el cuarto de baño con una toalla en la mano. La dejé cerca de la bañera, junto con alguna ropa elegante para la ocasión.

Me relajé en la bañera, mis pensamientos se vieron entumecidos por la cálida sensación del agua mojando mi cuerpo. Ah, que relajante era tomar un baño de aquella manera...

No tardé mucho, sin embargo, y ya me encontraba frente al espejo con la toalla tapando la zona de mi cintura para abajo. Observé mi reflejo con atención, el peine que había traído de Argentina recorrió mi cabello en un intento por dejarlo más o menos presentable. No funcionó, y opté por dejarlo algo alborotado.

Yo era un joven de 17 años, corpulento, pero delgado a la misma vez. Mi cabello era de un tono marrón claro, que ante la luz solar se confundía en un matiz dorado. Tenía ojos pardos, cuyo círculo exterior era verde y el interior tornaba al color de mi pelo y piel blanca.

Para la ocasión, me vestí con un atuendo bastante informal pero también elegante. Consistía en una chaqueta negra con una remera blanca debajo, cuyas mangas las tenía arremangadas hasta antes de mis codos. Además, traía pantalones jeans azul oscuro sujetos por un cinturón marrón claro y calzado blanco.

Sonreí, alisando una pequeña arruga que presentaba la chaqueta. Esa ropa era mía, la traje de mi país por si las dudas. Y aún si tenía muchas prendas que Ayaka-sama me había prestado apenas llegué.

Bajé las escaleras hacia la cocina y tomé la billetera que yacía sobre la mesa. Estaba repleta de yenes, y parecía que podía vivir por dos meses con solo eso. Tendría que cuidarlo bien, ya que de eso dependía mi independencia económica por algún tiempo.

La señora Higa ya no estaba en casa, seguramente porque había decidido partir para trabajar. Miré el reloj de pulsera que tenía en la muñeca, notando que tenía —aparentemente— como cinco horas antes de que tuviera que asistir a la cita.

Suspiré de inmediato, sentándome a la mesa. El desayuno estaba frente a mí, su aroma de comida casera me invitaba a probarlo. 'Sí, tengo mucho tiempo', pensé, agradeciendo la comida en silencio y tomando mis palillos.

—¡Itadakimasu!


~Angelical Devotion~


—¡Lucas-kun!

La voz de la chica hizo que dejara de mirar el cielo, cuyo color parecía más brillante que de costumbre.

—Ohayo, Yuuma-san —saludé yo, elevando mi mano derecha. Guardé la otra en el bolsillo de mi pantalón al tiempo que le dedicaba una sonrisa amable.

Se detuvo frente a mí, mejillas sonrojadas y una sonrisa alegre en su cara denotaba entusiasmo.

—Perdóname, ¿esperaste mucho?

Realmente no quería mentir, pero no podía decirle que había estado esperando por media hora. La gente me miró durante todo ese tiempo, obviamente curiosos de la apariencia extranjera.

—Nah, hace poco llegué —admití, equivocándome un poco en como pronunciaba la última palabra en inglés.

Ella rió suavemente ante eso, como una joven chica en secundaria. Bueno, lo era, pero me sorprendió bastante. Hice un puchero, fingiendo aparente molestia.

Yuuma volvió a reírse, abrazó mi brazo con los suyos y me condujo por entre la multitud. Lo único distinguible, fue mi prominente altura y mi sonrojo presente en ambas mejillas.

Tuvimos una cita bastante agradable en mi opinión. Le hablé de mi vida, le conté anécdotas y cómo había llegado ahí. Por extraño que parezca, ella se negó a hablar de su vida — decía que su padre fue un hombre injusto, que la desterró de su hogar cuando era más joven. Noté que su rostro había adquirido una expresión de tristeza, y me apresuré a cambiar de tema. Por suerte, las risas no tardaron en volver.

A medida que avanzaba el día, hicimos varias cosas juntos. Le compré un regalo de mi parte, la llevé al cine, a comer y luego al parque de diversiones. Se divirtió mucho, y pronto yo no podía quitar su risa de mi cabeza. Cada vez más, me hundía en sus encantos. Si solo lo hubiera sabido antes...

Había llegado el atardecer finalmente, el sol casi se ocultaba tras el horizonte y la luz amarillenta adornaba la figura de Yuuma con gracia. Yo me sonrojé mientras caminábamos en silencio por un parque, su escote era visible tras su ropa femenina y colorida. No era para nada un pervertido, pero si se vestía de aquella manera era porque quería atraer mi atención a esa zona precisamente.

Tenía mi vista fija en el horizonte, mis pupilas captaban la imagen del atardecer ocultándose tras una gran fuente gris. De repente, la joven entrelazó su mano con la mía, la cálida sensación forzó mi mirada a tornar hacia el costado. Me sonrió, presentando un sonrojo leve en sus mejillas. Vaya que era bonita, ¡había ganado la lotería!

Me arrastró con más rapidez hasta que ambos estábamos frente a frente a pocos metros de la fuente. Dejando su cartera sobre un borde de la fuente, me sujetó ambas manos con suavidad, su sonrojo ahora era mucho más visible.

—Ne, Lucas-kun —ella habló finalmente, su voz sonaba aún más melosa y nerviosa—. Para celebrar nuestra cita... ¿Podrías escuchar mi único deseo?

Yo sentí que el corazón me daba un vuelco, ¿acaso me iba a pedir que la besara?. Sin embargo, me armé de valor como para continuar con la respuesta que ella estaba esperando.

—Depende de cual sea, ¿qué deseas Yuuma-san?

Hubo un cambio repentino en su expresión, cuyo rostro tornó algo más sombrío. Una sonrisa sádica adornó sus labios, sus ojos violetas se arquearon con malicia. Lo supe todo con mirarlo, y comenzaba a sentirme nervioso.

—¿Accederías a ser mi esclavo?

Escuché lo que dijo con extrema sorpresa, mis ojos se entrecerraban con algo de confusión. Pestañeé lentamente, viendo que comenzaba a lamer su boca con expectación — sus manos continuaban sujetas a las mías, pero la suavidad seguía presente.

—Oh ya veo lo que ocurre aquí —dije, exhalando un suspiro. Claro, con razón se vio tan entusiasmada con la cita—. Lo siento Amano-san, pero ni soy un pervertido ni quiero ser tu esclavo sexual. Realmente, no me interesa.

Solté las manos de la chica gentilmente, su sonrisa sádica no había disminuido ni un poco. Con una leve reverencia, me dispuse a marcharme en la dirección contraria. ¡Qué perdida de tiempo! ¡Debería haber sido más astuto y haberla rechazado cuando tuve la oportunidad!

Sin embargo, mis piernas no me permitieron moverme más de dos centímetros. Ensanché los ojos ante la aparición de la chica enfrente mío, que se había movido en un parpadeo hacia mi nueva dirección de mirada.

—¿Pero qué...?

La pregunta quedó inconclusa, ya que lo que vi a continuación impidió que mi garganta expulsara algún otro sonido. Su ropa fue destruida en un instante, y su cuerpo desnudo fue visible durante dos segundos. Quizás, en otras situaciones, me hubiera sonrojado, pero la forma en que se transformó parecía... mística.

En el proceso de transformación creció un poco en altura, tomando una apariencia más madura, sus ojos se volvieron más oscuros adquiriendo un aspecto más malvado. Su ropa también había cambiado drásticamente, constando de correas negras de cuero alrededor y debajo de sus pechos. Tenía guantes que llegaban casi hasta sus hombros con cadenas de pequeñas longitudes que colgaban de ellos. Llevaba hombreras de color negro, cuya derecha poseía tres grandes picos. Además, vestía unas botas de tacón de color negro que llegaban hasta los muslos.

El cielo se tornó mágico y oscuro, una extraña aura violácea cubría el firmamento. La chica puso una mano en su cadera, unas enormes alas negras emergieron de su espalda. Yo abrí la boca de sorpresa, pero supe mantenerme de pie.

—Fue muy divertida la cita, hacía tiempo que no la pasaba tan bien —dijo ella, su voz sonaba realmente madura comparada con la anterior. ¿Qué diablos estaba ocurriendo ahí?—. Al menos fue mucho más entretenida que la que tuve con ese chico patético, Issei-kun.

Pronunció el nombre de —seguramente— otro chico que había caído en sus engaños. No pude evitar sentir un poco de simpatía por el muchacho, pero también terror por lo que podría pasar.

—¿Q-Qué e-es lo que quieres? —pregunté finalmente, obteniendo valor de lo más profundo de mi corazón.

Yuuma estiró aún más sus alas, dejando notar todo su esplendor. ¿Acaso eran parte de un cosplay? No, eran demasiado reales como para serlo.

De repente, en su mano apareció una lanza de luz que sostuvo con maestría. La apuntó hacía mi con aire amenazador, llenándome de un terror indescriptible. Muchas preguntas recorrían mi cabeza, pero no parecía que fuese a obtener una respuesta pronto.

—Elige, o te conviertes en mi esclavo y aprendiz o te mato. Es muy simple, Lu-cas-kun.

La forma en que pronunció mi nombre me hizo pensar que estaba viendo a un verdadero ser sobrenatural. Era muy sádica, y la apariencia de mis alas le daban un aire algo más macabro que el de los ángeles de la biblia.

—¿E-Esclavo? ¡Y-Yo nunca a-aceptaría algo como eso!

Debí haber pensado mejor mis palabras, sabiendo que podría haberla cagado como lo hice. Por desgracia, nunca lo supe hasta que ocurrió el trágico incidente.

Sin darme tiempo a reaccionar, Yuuma lanzó su arma hacia mí. No tuve reacción alguna, salvo el ligero impulso de mirar hacia abajo. La lanza había atravesado mi estómago con precisión absoluta, una cálida sensación comenzó a emanar de ahí. La luz desapareció y un torrente de mi propia sangre emergió de la zona de impacto. Sin embargo y pese a la herida, no sentí ningún dolor.

Mis fuerzas lentamente flaquearon, y mi cuerpo se debilitó en un instante. Caí de rodillas en el frío suelo, mis manos ensangrentadas se acercaban a mis ojos temerosos y cansados.

Escuché cómo mi asesina chasqueaba la lengua con evidente resignación.

—Qué decepción... pensar que podrías haberte convertido en un poderoso híbrido —dijo ella, caminando hacía mi figura temblorosa. Cuando estuvo cerca, alzó mi rostro con su mano derecha; mis ojos se fijaron en los de ella, mi boca se abría y cerraba en desesperación—. Realmente es una pena, Lucas-kun. Hubieras tenido la oportunidad de ser mi sirviente, e incluso te hubiera recompensado.

Sus labios tocaron mi frente, pero no sentí nada más que aquel frío absoluto que estaba cubriendo mi cuerpo. Parecía la última vez que vería a alguien, y quizás quiso despedirse de aquella manera.

—No había más opción que matarte, créeme. Si quieres culpar a alguien, entonces culpa al Dios que puso esa Sacred Gear dentro tuyo.

Sus palabras no tenían sentido alguno para mí, y mi cerebro no admitía escuchar más explicaciones. Usó su pierna contra mi figura, haciendo que me desplomara boca arriba en el suelo. Con una carcajada, escuché como se producía un aleteo y su voz se perdía en la lejanía.

¿Es así como terminaría mi vida, asesinado por una chica que apenas conocía y a la cual le otorgué mi confianza? Sí, parecía que así sería. Si tuviera que clasificar mi existencia, no diría que fue tan mala. Digo, he hecho cosas malas —todos las hacemos— pero siempre me mantuve fiel a mi religión. Aunque, analizando otros aspectos, creo que ni siquiera merezco entrar al paraíso.

¿A dónde iré? Otra pregunta resonó en mi mente. No lo sabía, si no podía ir al cielo entonces no tenía idea. Quizás al infierno, aunque jamás estuve en aquellos extremos de una vida pecaminosa. Creo que, juzgándome en mi lecho de muerte, yo desaparecía de la faz del universo. Mi alma vagaría por la oscuridad hasta el fin de los tiempos.

Ahora no puedo dejar de pensar en mis padres, mis amigos, mi país, Akaya-sama a quien apenas la conozco pero se ha mostrado muy amable conmigo. Todos ellos, jamás sabrían la verdad de lo que me pasó. Yuuma Amano podría mentir si la llegaban a encontrar, inventando un sin fin de excusas que cualquiera podría creer al verle el rostro de chica buena. Sin embargo, no la odié. Había algo que me decía que no lo hiciera, que ella merecía aunque fuese el más mínimo perdón.

'Je, creo que no puedo desearle el mal a nadie después de todo...', pensé, escupiendo sangre por mi boca. 'Yo... podría... perdonarla...'

Mis ojos borrosos perdían algo de su brillo por cada segundo que pasaba tirado en el suelo. Iba a morir, simple y estúpido como sonase dejaría este mundo.

—Así que... tú eres Lucas, ¿no?

Una nueva voz apareció junto a mi cuerpo inmóvil. Pertenecía a una mujer, eso estaba claro, pero mis ojos me daban una visión muy pobre de quienquiera que estuviese parada a mi lado. Lo único que llegué a notar, era un cabello dorado largo que se mecía con la brisa.

—No morirás hoy, pues Dios tiene una tarea más grande para ti —me hablaba en un perfecto inglés que yo pude entender con bastante facilidad. Irónico, entendía mejor el idioma mientras moría. Sin embargo, sus palabras no hicieron nada por aliviar ese miedo a fallecer que tenía. ¿Acaso no veía que no tenía salvación?—. Vamos, resucita como parte del Paraíso. Conviértete... en Ángel.

Pronto, perdí la consciencia.

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Bien acá termina el primer cap, algo aburrido, lo admito. En todo caso, todo se pondrá interesante a medida que avance la historia. No se preocupen por mis otras historias, ya que pronto las actualizaré.

Bien, ahora viene la parte que me interesa. ¿Qué les pareció? ¿Supe describir bien la trama? ¿Le faltó algo?

Si les gustó, por favor, dejen un review comentando sus opiniones. Como siempre digo en mis historias en inglés, insultos y críticas NO constructivas serán ignoradas. Siempre acepto críticas coherentes y que me ayuden a mejorar.

Con eso los dejo. Yin Protector fuera.