Siete de la mañana en punto, el edificio estaba prácticamente vacío, solo algunas luces estaban encendidas en ciertos sectores de las oficinas, el ruido era casi inexistente, el lugar estaba infectado de un aroma casi lúgubre, extraño, quizás algo pesado.

A lo lejos, unas pisadas seguras comenzaban a resonar por todo el ambiente, rebotando en las paredes vacías, pasos seguros, confiados, fuertes, sin duda pertenecientes a un hombre. Con una de sus manos en su maletín, y la otra con el diario del día, un hombre sumamente alto, perfectamente vestido con un ambo en tono negro, avanzaba, sin mirar a su alrededor, de manera mecánica , sin titubear, con la vista fija en el diario, leyendo los titulares y noticias mas relevantes, moviendo sus ojos perspicaces rápidamente entre las líneas, buscando los comentarios de los columnistas sobre las decisiones que él tomaba dentro del ministerio, viendo las reacciones frente a ellas, quedando completamente informado de la situación según el mundo de su actuar.

Sin despegar los ojos del papel, seguía avanzando entre las oficinas, moviéndose con un paso delicado, elegante pero con prestancia, se escuchaba poco ruido, siempre solía ser el primero en llegar al ministerio, solo se encontraba con el personal del aseo, que solían mirarlo a lo lejos, y algunas veces lo saludaban y el solo respondía con un gesto de cabeza y seguía su camino, sin mirar a su alrededor, como de costumbre.

En el fondo del 4 piso, donde se ubicaba la sección de Leyes, ordenanzas, tratados, legislaciones y normas mágicas, se encontraba la oficina de Draco Malfoy, jefe de la sección hace ya 5 años. Draco era un destacado abogado, reconocido con todas las distinciones que podía optar al recibirse de su profesión, y realizó innumerables estudios extraordinarios, que aportaron mayor potencia a su aclamado curriculum. Además se destacaba por su agudeza y certeza frente a la ley, y la forma perfecta que intervenía en ellas, logrando grandes avances en estas materias, aportando al ministerio y al mundo mágico innumerables mejorías, que habían logrado destacar la labor del actual gobierno, dejando su nombre en un sitial privilegiado dentro de la sociedad.

A sus 28 años, podríamos decir que Draco Malfoy era un hombre absolutamente exitoso, tenia el mundo a sus pies, la gente lo admiraba por su labor como legislador, las mujeres lo deseaban, los hombres lo seguían como modelo para sus propias carreras, pero él aparte de agradecer de forma cortante, estaba siempre solo, encerrado en su trabajo, sin detenerse, y su vida giraba entorno al ministerio, casa y ministerio. La rutina era así de simple, y Draco no la había cambiado en ningún aspecto durante 5 años, llegaba todos los días al ministerio de los primeros, trabajaba sin parar, encerrado en su oficina , consultando netamente a un pequeño grupo asesor que trabaja directamente con él, evitaba cualquier tipo de reunión o reconocimiento por su labor, coordinaba absolutamente todo lo que pasaba en su piso, sabia exactamente cuales eran los pasos que seguían cada uno de sus empleados a cargo, vigilaba de cerca cada misiva que llegaba a sus manos, nunca almorzaba cuando todos lo hacían, era el último en irse siempre, y llegaba a su casa prácticamente a dormir o a seguir trabajando.

Sin duda Draco Malfoy era un controlador por donde se le mirara, su vida estaba estructurada de tal manera, que todo seguía un orden lógico y sumamente práctico, su vida era su oficina, su trabajo, su carrera, no había espacio para más.

Sus padres ya no eran parte de su vida, después de la gran guerra, Lucius había caído en una terrible depresión, sufriendo constantes crisis de pánico a causa de los abusos que le fueron dados en la época en que su casa fue usada de cuartel general de Lord Voldemort. Las escenas que tuvo que presenciar fueron mas fuertes que su resistencia, lo que se vio obligado a hacer fue mucho mas extremo de lo que él realmente estaba dispuesto a realizar, sin mas, al terminar todo el holocausto, jamás volvió a ser el mismo Lucius Malfoy, perdió toda cordura, se ahogo en su depresión, en sus alucinaciones nocturnas, y en sus recuerdos acerca de aquellos oscuros días, sin recordar prácticamente a su familia, ni el dolor que podía provocarles, un día decidió irse para siempre, lanzándose sin mas desde el piso mas alto de su mansión, la presión y la amargura pudieron mas que él, y sin aguantar mas la situación acabo con su vida.

Mientras que Narcisa, sin la protección de su marido, viéndose desamparada en el mundo, sin ningún tipo de protección, sintiéndose absolutamente sola en el mundo, fue carcomida por la pena al notar la ausencia de su marido, motivo por el cual estuvo postrada meses y meses en su cama, sin decir ni un palabra, sin moverse, sin comer, sin arreglarse, absolutamente todas las acciones que normalmente haría un ser humano, las hacían por ellas sus elfas, vestirla, bañarla, darle de comer, acomodarla. Narcisa era un títere sin vida, y así lentamente, se fue marchitando, hasta que sin mas, un día la luz de sus ojos se apago, diciendo solo una frase :" Espérame Lucius."

El rubio tras esta serie de trágicos sucesos, donde su familia directa ya no lo acompañaba, decidió vender la mansión donde vivían, y acomodarse en Londres, y aunque nadie lo creyera en el Londres muggle, simplemente por 2 motivos, no odiaba a los no magos y quería privacidad, por ende, en el mejor lugar que podía estar era en un sitio donde remotamente habían magos.

Compró un departamento amplio, y lo decoro de forma minimalista, dejando atrás toda la opulencia con la que había vivido prácticamente toda su vida, no retuvo casi ningún objeto de su pasado, excepto algunas fotos de sus padres, y recuerdos de su infancia, que estaban perfectamente guardados en un baúl, en su habitación. El departamento contaba con una gran biblioteca que era del mismo ancho de la pared del living, y también del mismo alto, donde guardaba una gran colección de libros de gusto personal y además libros referentes a su trabajo, mientras que en la otra pared tenia la misma estantería pero llena de CDS y vinilos de música que había aprendido a apreciar del mundo muggle.

Su vida social no era muy activa, sus padres ya no estaban, no tenia amistades reales, ya que quizás las que tuvo en algún momento las abandonó al centrarse en sus estudios, luego en su trabajo, y desde la muerte de sus padres no dejo entrar en su vida mas personas, quizás para evitar sufrir mas de lo que ya había sufrido. Solo habían dos personas que se preocupaban de él constantemente, los únicos Malfoy vivos después de la gran guerra aparte de él, su prima hermana Isabel y su pequeño hijo Marco. Isabel y su hijo vivían en el sur de Inglaterra, Isabel era hija de la difunta hermana de Lucius, y se crío con su familia materna durante toda su vida, veía regularmente a Draco, ya que era el único primo que tenia, pero estudió en otro colegio, así que no compartió ese período junto a Draco.

Su familia y su marido, papá de Marco, fallecieron como victimas en la guerra con Voldemort, y quedo ella y su pequeño hijo a salvo. Al pasar todos estos terribles sucesos, Draco y ella se acercaron aun mas, y Draco a pesar de lo ocupado que estaba, y que no tenia tiempo para verla tan seguido, solía preocuparse de su pasar, procurando que a ella y a su sobrino no les faltará absolutamente nada. Y así era la vida de Draco, casi solitaria, rodeado de gente, pero solo, excepto por su familia lejana.

Como de costumbre el rubio entro a su oficina, cerrando la puerta, y haciendo el ritual de todas las mañana, se sacaba su abrigo, lo colgaba, dejaba el maletín sobre el escritorio, estiraba sus brazos, abría las persianas de su ventana, miraba hacia fuera, esperando que llegará Anette, su asistente. Mirando su reloj de mano, que marcaban las 7:35 de la mañana, sonrió:

3…2…1- susurró, mientras la puerta de su despacho se abría, dejando pasar a una mujer, de treinta y tantos años, alta, delegada, blanca, cabello largo negro, ojos verdes, con cara infantil, y ojos sumamente sonrientes:

Buenos Días Draco, tu café – dijo la mujer, extendiéndole un vaso humeante de mocca blanco – Los reportes de sanidad, los acuerdos previos de los próximos tratados con América, y los cambios a Ley sobre los Muggles – La cantidad de pergaminos era gruesa pero perfectamente ordenada en una carpeta.

Gracias Anette, cancela la cita con Ferguson, invéntale algo, no tengo tiempo para esas cosas- dijo sin mirarla, tomando los papeles, leyendo rápidamente, mientras comenzaba a acomodarse en su sillón, tomando a sorbos su café, sin prestar atención a Anette, tomando su pluma marcando errores, anotaciones,.

Draco … - sonrió ella, cerrando la puerta, buscando la atención de su jefe-

Mmmm- respondió sin sacar los ojos de las letras.

Debes ir, alguna vez debes ir, la gente suele querer conocer al gestor de las mejoras, debes hacer relaciones públicas, aunque no te gusten, son por el ministerio- terminó sonriéndole.

Esta Bien…- respondió tras unos segundos el rubio a regañadientes.

Me parece, sales en 15 minutos – respondió Anette, sin mirarlo agendando la cita – El auto te espera en 15 minutos abajo- sin mas cerró la puerta.

Un suspiro sonoro salio de la boca del rubio, miro su agenda, hoy sería un día casi perdido, ir a ver a Ferguson, era netamente hacer vida social, un ámbito en el que Draco no era experto, y que evitaba a toda costa, hablar con gente sobre temas que no tuvieran que ver con arreglar problemas o crear soluciones para problemas para el rubio, solo eran perdidas de tiempo, pero su trabajo algunas veces le exigía hacer este esfuerzo. Con un ánimo de perros, se levantó, tomó su abrigo a rabiando para si mismo y salió de su despacho, con su mente trabajando en los casos que hoy su asistente le había pasado, usando cada minuto libre en maquinar nuevas soluciones, su cabeza jamás dejaba de trabajar y funcionar en pro de sus labores profesionales.

Al momento de salir Draco de su despacho, todas las cabezas de los funcionarios del piso automáticamente dirigían la vista hacia el rubio, y las bocas que antes estaban hablando, se quedaban calladas al solo notar la presencia del jefe de la sección fuera de su habitual guarida. Las mujeres lo miraban con gesto de admiración, y muchas trataban fallidamente, de llamar su atención, de buscar que aquellos ojos impenetrables fijaran su mirada en ellas, pero eso jamás pasaba. Por su parte los hombres, solían ponerse bastante nerviosos frente a la presencia del jefe, quedaban tiesos, y sus semblantes hacia el rubio eran de un respeto sublime.

La gente comenzaba a ordenarse su ropa y también dejando el pasillo despejado para que su jefe pudiera salir sin problemas, seguido por su mano derecha, Anette. Todos lo saludaban con un :"Buenos Días Sr. Malfoy", y de respuesta recibían un gesto de cabeza, algo simple, y sin dedicación a nadie en particular, simplemente un saludo cortes para salir del paso. Draco miraba a todos pero a la vez no miraba a nadie, solo avanzaba, moviendo su cabeza, pensando en los problemas del trabajo, escuchando los pasos de su asistente atrás de él, escuchando como esta le decía las novedades relativas a sus reuniones, donde el simplemente asentía, o negaba, y quizás daba un pequeño comentario que Anette comenzaba a anotar rápidamente en su libreta:

-Draco recibí un mensaje de Isabel, que te acordaras de su cita mañana, viene con Marco –

- Por supuesto que lo recuerdo, que se cree esa loca!, jamás me olvido de eso, por favor respóndele que nos juntamos a las 8 de la noche en mi casa, recálcale que ni un minuto mas ni un minuto menos – Dijo el rubio, subiendo a un elegante auto, seguido por Anette, mientras el automóvil tomaba su dirección, dirigiéndose por los cielos a sus reuniones del día.

El día paso, como siempre de reuniones en reuniones, planificaciones, acuerdos, arreglos, anotaciones, revisiones y todos los ajustes habidos y por haber, Draco siempre sentía que el trabajo que estaba haciendo era para "antes de ayer" aunque en estricto rigor, no lo eran, siempre se adelantaba lo mas posible a las situaciones, era su forma de proceder y regular las situaciones de trabajo que se le presentaban constantemente. Como siempre encerrado en esto, su cabeza no se percataba del tiempo, ni del hambre, ni de las necesidades básicas, con un informe en las manos, apoyando su espalda en el asiento, leía sin parar, rayaba la hoja una y otra vez, fruncía el ceño, asentía con la cabeza o negaba, y hablaba para si mismo:

-Draco, ya son mas de las 7, es hora de irse – dijo dulcemente Anette, acercándose al escritorio de su jefe, con cuidado, le saco la carpeta de las manos y la cerró, frente a las quejas de su jefe, ella solo sonrío juguetona y dijo – Hasta mañana, que descanses – Sin mas Anette desapareció con la carpeta del lugar.

Draco sonrió al ver la actitud de Anette, sin duda la estimaba mucho, era una buena amiga, a pesar de no frecuentarse, ella siempre se preocupaba por él de una forma honesta, el rubio sabia que de manera desinteresada, se alegraba de tener eso cerca, y saber que ella era de fiar en su vida.

Mirando a su alrededor tomo sus cosas, y apagando las luces, abandonó su oficina, con dirección a su departamento, en el mundo muggle. Caminaba por las calles, estaba helado, le gustaba ese clima, era ideal para él, las calles estaban semi vacías, mejor pensaba, podía reflexionar mas al oír menos ruido a su alrededor. Todas las tardes procuraba caminar, le gustaba mucho caminar, respirar, y mas aun ser una persona anónima entre la multitud, eso era lo mejor, por eso le gustaba tanto el mundo muggle, por que en ese mundo era una persona mas, sin historia pasada, sin un apellido que cargar, sin trágicos sucesos que le hacían recordar tiempo amargos, sin el peso de ser quien era, sin ser alabado para ganar espacio en el ministerio.

En su mundo, la gente era poco honesta, y él sabia que el interés hacia él, solo recaía en su puesto, o por inmiscuirse en su participación en la Gran Guerra y los sucesos que pasaron después con sus padres, ósea simplemente chismosear sobre su vida, cosa que él por los últimos 5 años había luchado para dejar atrás, encerrándose en su trabajo había encontrado la forma de rehuir todo eso, de olvidarlo y de ser un nuevo Draco Malfoy, dejando atrás su pasado, aunque recordándolo todos los días al ver la marca de su brazo.

Con tranquilidad subió los últimos peldaños hacia su puerta, y metió la llave, de memoria dejo su maletín en la silla al lado de la mesa que le daba la bienvenida a su hogar, lentamente, se sacó la corbata, dejándola regada por el suelo, al igual que su chaqueta, se paso las manos por su cabellera, y miro la panorámica de Londres desde su ventanas, respiró profundo, mientras se deleitaba de ese momento, con los brazos cruzados atrás de su cabeza, respiraba pausadamente.

El silencio se vio intervenido por un ruido de llamas seguido por una voz:

-Draco, Draco, estás ahí, por Merlín que hombre mas trabajólico, hasta cuando tendré que…-

- Aquí estoy mujer! – Respondió Draco saliendo de atrás de unos de los pilares del departamento- Si, Anette ya me hecho acá – sonrió el viendo la cara de su prima entre las llamas.

- Anette es un chica inteligente y preocupada por un maniático como tú, que lo único que hace es vivir encerrado en esa maldita oficina, hasta cuando…- La voz de Isabel comenzaba a elevarse:

- Ok Isabel, es la misma discusión de siempre, y sabes la respuesta, como dirías tú "Soy un caso perdido"- Dijo el rubio sonriendo de lado, mientras veía como su prima volvía a sonreírle rendida

- Tienes razón, como siempre, bueno me comunicaba contigo por que Marco y yo, a todo esto, Marco saluda al Tío Draco – Isabel dio vuelta la cabeza, y de repente apareció una pequeña cabeza de niño en el fuego, sonriendo:

- Hola Tío Draco – Dijo riendo entre medio, apoyándose en la cabeza de su madre

- Hola Campeón- respondió el rubio sonriendo ante esa bella escena, no pude evitar acercarse a la chimenea, y acercar su rostro al de Isabel y Marco.

- Bueno Draco, mañana nos vamos a tú casa, así que prepáranos un buen panorama y una comida rica para este glotón que tengo por hijo- sonrió la mujer, desordenándole el pelo al pequeño que reí con el gesto.

- Por supuesto Isabel, tendré algo rico para ustedes – sonrió él

- Me parece maravilloso primo, bueno me voy, se hace tarde y Marco debe dormirse!, Te queremos! Despídete Marco –

- Nos vemos Tío Draco – decía fuerte el niño, levantando sus manos hacia el rubio.

- Nos vemos campeón, adiós Isabel – y con un "pum" ambas cabezas desaparecieron de la chimenea.

Un nuevo día en la vida de Draco, pero todos partían de la misma forma, sonaba su alarma, se daba una que otra vuelta en su cama, siempre con un gesto infantil se tapaba toda la cara, escondiéndose del mundo para seguir durmiendo, pero solo eran unos minutos, ya que después recordaba sus responsabilidades y enseguida se levantaba, caminaba hacia el living de su departamento y colocaba algún disco a elección, y comenzaba su rutina matutina.

Tomaba desayuno, con un café sumamente cargado, casi siempre acompañado con unas tostadas y alguna ensalada de frutas, mientras repasaba su agenda del día, que Anette solía dejarle todos los días dentro de su maletín antes de irse. Masticando con fuerza la tostada, leía atentamente las anotaciones, y repasaba otras, corregía y comenzaba a programar su cabeza para el día, tras esto dejaba lo sucio en el lavaplatos y se dirigía al baño, donde solía darse un ducha, larga y relajada, dejando caer agua sobre su nuca mucho tiempo, tenia esa costumbre, cerrar los ojos y sentir el agua en su cabeza, sentir como corría por cada uno de sus largos mechones rubios, era una forma de relajarse. Luego, se secaba, se lavaba sus dientes, se afeitaba, se colocaba loción en el cuerpo, algo de crema, secaba su pelo con un movimiento de varita y comenzaba a vestirse con la tenida ya preparada, después unas cuantas gotas del infaltable perfume , maletín en mano, diario en la otra y raudamente caminaba hacia su trabajo.

Y el día seguía su orden habitual, cada paso era exactamente igual al del día anterior, y así Draco pasaba sus horas, entre papeles, lecturas y nuevas peticiones, revisando, leyendo, corriendo, volviendo a revisar, ordenando a su gente, y así todo el día todos los días.

La hora avanzaba rápidamente, Draco como en pocas ocasiones miraba su reloj, hoy tenía un compromiso, y ya había dejado los preparativos listos a cargo de su elfa, tenia todo calculado, y debía asumir que tenia ganas de llegar a su departamento y ver a Isabel y su hijo. Sonriendo al pensar como estaría de grande el pequeño, volvió a meterse en su lectura, escuchando la puerta abrirse, sabía que era Anette, era la única que entraba así a su oficina, y bueno, la única que tenia permitido hacerlo:

Draco… tienes una llamada…-

Si es Isabel, dile que se a que hora debo estar en mi casa – dijo divertido al pensar lo histérica que era su prima, que siempre hacia lo mismo, a pesar de que él jamás se retrasaba, sin despegar sus ojos del papel.

Creo Draco que deberías contestar …- dijo Isabel mirando el suelo, extrañamente acongojada.

¿Qué pasa?- le preguntó el rubio al notar el cambio en el tono de la voz de su asistente, ella jamás se escuchaba triste, menos en estos meses, cuando una resplandeciente panza se asomaba en su vientre.

Creo que deberías contestar – repitió ella, levantando el rostro, mirándolo directamente a los ojos, con una mirada triste.

Me estas asustando, pásame la llamada – dijo él, levantándose de su asiento acercándose a su chimenea.

Anette levanto su varita apuntando la chimenea, donde pronto las llamas comenzaron a alborotarse, en silencio, salió de la habitación. Draco con las manos atrás miraba atentamente la chimenea, sentía una extraña sensación recorrer toda su espalda, una helada en toda su columna, sin dejar de mirar, comenzó a formarse la figura de un hombre de edad, no lo conocía, no sabía quien era, así que espero que el se presentará:

Sr. Draco Malfoy? – dijo el hombre, mientras terminaba de leer una carpeta que tenía cerca, ratificando el nombre.

Si, ¿Con quien tengo el agrado? – respondió Draco tratando de descifrar al hombre por su aspecto.

Soy el Dr. George Beaton, del Hospital de San Mungo- respondió calmadamente el hombre.

Encantando, aunque no logró entender el motivo de su llamada, por lo que entendí que me informó mi asistente era de suma importancia-

Por supuesto- haciendo una pausa algo incómoda, el doctor volvió a mirar su carpeta, y tras eso volvió a dirigir su mirada hacia el rubio- Lamento informarle del deceso de Isabel Malfoy, hoy a las 15:30 hrs.

….- Silencio, Draco sentía que su cerebro, por única vez en su vida no estaba procesando bien la información que estaba escuchando, estaba en shock, no escuchaba lo que el doctor estaba diciendo, estaba paralizado, las palabras las escuchaba lentamente, sus ojos estaban tan abierto que ni siquiera pestañaban, sentía la boca seca, solo escuchaba su propia respiración.

Sr Malfoy?...Sr. Malfoy?...- El doctor trataba de captar la atención del muchacho, pero no daba resultado.

Draco, sintiendo un gran golpe en la boca del estomago, y nudo en la garganta que no le permitía hablar, volvió a pestañar, volviendo algo en si por unos segundos, la lucidez era poca, pero con rapidez, se dio la vuelta, tomo su abrigo torpemente, y salio corriendo de la oficina, tropezando con todo el mundo, sin fijarse en nadie, solo corría, necesitaba verla, necesitaba tener una ultima esperanza de que todo lo que le estaban diciendo era una mentira, al razonar brevemente, sintió, como hace mucho no sentía, una lágrima que golpeaba la comisura de sus labios. Sin preguntar, abrió la puerta del auto, y rápidamente dijo "A San Mungo", cerrando la puerta, y arrastrando fuertemente los dedos por su cabeza.

Anette vio como Draco paso por el piso, lo llamo, tratando de alcanzarlo, pero fue imposible él no estaba escuchando, una pena profunda sintió en su pecho, jamás lo había visto tan descontrolado y tan ido. Rápidamente entró a la oficina de su jefe, encontrándose con el doctor aun ahí:

Doctor, cuanto siento que se haya quedado aquí sin una respuesta del Sr. Malfoy, pero como comprenderá el shock que ha vivió es enorme, Isabel y Marco eran su única familia – dijo ella tomando su panza, tratando de tranquilizarse.

Es absolutamente entendible … - dijo el Doctor, luego volvió a mirar a la morena – Pero, el chico esta vivo, esta con lesiones de mediana consideración –

Eso es una gran noticia! – Anette sintió como la esperanza volvía a renacer, preguntó algunos detalles mas y despidió al doctor.

Sin dudarlo, apunto su varita hacia la chimenea:

Ministro! – exclamó y prontamente comenzó a aparecer un rostro de un hombre de mediana edad

Draco… sucede algo… ah!- exclamó el ministro al notar que no era Draco el que estaba llamándolo – Sra. Blychart en que puedo ayudarla –

Lamento infórmale Sr. Ministro que mi jefe, Draco Malfoy, hoy a sufrido de una grave pérdida, de su único pariente vivo, Isabel Malfoy, y creo que por estas circunstancias usted debía enterarse ya que lo mas probable es que no sepa de él durante un tiempo.

Que lamentables noticias!, Draco debe estar destrozado, por favor Anette, procura ordenar todo el asunto de la difunta, para que Draco no se vea abrumado con esta situación tan dolorosa, y trata de mantener lo mas ordenado el piso, yo tendré que buscar una solución momentánea a la ausencia de Draco.

Entendido Sr., buenas tardes –

Buenas Tardes –

El ministro se quedo reflexionando, ese pobre muchacho había sufrido tanto, que la vida parecía sumamente injusta frente a estos acontecimientos, debía ayudarlo, ya que el muchacho ya había dado muchas cosas en su trabajo, lo mejor era darle su tiempo, que descansará y procesará la situación, por mientras el tendría que encargase del puesto vacante de Draco, encontrar un buen reemplazo, y un reemplazo del rubio, si que era una situación compleja, era demasiado eficiente en su trabajo. El Ministro, daba vuelta en sus pensamientos, buscando en su cabeza personas que pudieran ser idóneas, hasta que llegó a ella, solo ella podría hacerle el peso a Draco, sin mas comenzó a escribir una carta:

"Estimada Srita Granger :

Necesito que se presente inmediatamente en mi oficina, es un caso de suma urgencia, que necesito discutir con usted a la brevedad, espero contar con su buena disposición.

ATTE.

John Walker

Ministro de Magia"

Sin más, mando la carta.