Holaa, este fic nació básicamente de la tristeza y melancolía que me dio al ver que Hotaru y Utakata nunca puedieron ser felices. Asi que me propuse a escribir un fic donde por fin pudieran estar juntos sin que nada de lo de Pain sucediera, ya saben, cuando capturan a Utakata, le extraen el biju y muere.

Se que no son personajes muy populares pero me urgía escribir un final feliz para ellos.

Bueno sin más que decir los dejo con la introduccion a esta historia, espero que le den una oportunidad.

Capítulo 1: Finalmente Maestro y aprendiz.

Después de tanto tiempo, todo el esfuerzo que había hecho porque Utakata la aceptara como su aprendiz había dado frutos. Hotaru estaba más feliz que nunca, caminaba detrás de su maestro casi saltando de la felicidad. Aprendería mucho, de eso estaba más que segura, su maestro era una de las personas más fuertes que había conocido, pero la razón por la que más le admiraba no era esa, es decir, obviamente se sentía afortunada de que alguien con tanto talento en las artes shinobi la tomara como su estudiante, pero la verdadera razón por la cual apreciaba de tal forma a su maestro era porque no la abandonó en ningún momento, siempre estuvo para salvarla en los momentos en los que más lo habia necesitado. Nunca había tenido a nadie que estuviera con ella de esa forma, porque a pesar de que su abuelo En No Gyōja le había enseñado muchas cosas en su niñez y siempre estaba presente en sus pensamientos y en su corazón, la situación con Utakata era diferente, no sabría como definirlo. Después de la muerte de su abuelo siempre fueron ella y el anciano Tonbei, a quien le estaría agradecida toda su vida, pero siempre se había sentido con un dejo de soledad viviendo en la cima de la Fortaleza, con el peso de la tecnica prohibida sobre su espalda literalmente hablando. Pero nada de eso importaba ahora realmente, lo que de verdad importaba era que las cosas no volverían a ser iguales, todo cambiaría ahora que se iba de viaje con su maestro, se haría fuerte y si seguía de esa forma quizá algún día el nombre del Clan Tsuchigumo volvería a ser respetado sin necesidad alguna de la tecnica prohibida.

Sonrió esperanzada. Y sus pasos seguían siendo como pequeños saltitos. Hasta había empezado a tararear.

Utakata por otro lado caminaba tranquilamente un paso por delante de la rubia y de vez en cuando la miraba de reojo para poder descifrar que era lo que tanto pensaba, ya que venía estando más callada de lo habitual, normalmente la joven no pararía de preguntarle cual sería su primera parada, que tipo de técnica seria la primera que le enseñaría, y ese tipo de cosas. Y en realidad agradecía que se mantuviese silenciosa, le gustaba la tranquilidad que proporcionaba un momento de mutuo silencio, cosa que era bastante complicada considerando quien era su aprendiz... Si, ahora él sería el encargado de impartir conocimientos y entrenar a Hotaru aquella joven obstinada y algo molesta que se había empeñado en hacerlo a él por sobre todas las personas su maestro. Si, a él a quien toda su vida habían mirado con desprecio y miedo, a quien siempre habían hecho a un lado, quien siempre estaba huyendo de un lado a otro sin un lugar al cual regresar. Y quizá por eso había aceptado a Hotaru y hasta le tenía mucho más aprecio del que quería admitir, porque ella lo veía

Su mirada se oscureció un poco mientras miraba al suelo recordando a aquél que había sido su maestro, aquella persona que tanto le había enseñado, quien lo había aceptado cuando ningún otro lo había hecho. Ahora ya no estaba.

—Maestro... Eh.. —dijo Hotaru en un extraño y tímido tono de voz que no era propio de ella. Por alguna razón se encontraba algo nerviosa y no sabía realmente porqué, ya que llevaba conviviendo con Utakata bastante tiempo como para tenerse la confianza suficiente, y de cualquier manera ella no era muy tímida que digamos.

Ya que su maestro no la había escuchado fruto de su bajo tono y su extraño nerviosismo se aclaró la garganta preparandose para hablar de forma más clara.

—Maestro.—dijo más segura de sí misma volviendo a ser la antigua Hotaru, esta vez estaba segura de que la había escuchado.

Utakata se detuvo al escuchar como lo llamaba Hotaru, sacandolo de su ensimismamiento. Anteriormente cada vez que ella lo llamaba asi se enfurecía inexplicablemente, pero la reacción que tuvo ahora fue completamente diferente, sintió una extraña calidez en su corazón haciendo que una minúscula sonrisa se formara en sus labios, la simple palabra y su tono de devoción le recordó a si mismo en sus días de aprendiz, esperaba poder llegar a tener la misma relación que tenían él y su maestro con Hotaru, se encargaría de enseñarle todo lo que su maestro le había encomendado.

Se volteó ya que hasta ese momento había estado caminando por delante de ella.

—¿Que sucede?—preguntó con calidez y tranquilidad.

El tono tranquilo y cálido que le dirigió su maestro dejó sorprendida a Hotaru por una milésima de segundo ya que la mayor parte del tiempo no era muy expresivo que digamos, de hecho todo lo contrario, pero rápidamente recobró la compostura y habló.

—¿Donde nos dirigimos, Maestro?—preguntó sonriente y emocionada por la inminente aventura en la que se adentraban, estaba ansiosa.

—Ahora mismo voy a hablar con Tsurugi de ANBU, no voy a huir más. Arreglaré el asunto y pediré permiso para irme en un viaje de entrenamiento contigo.—dijo con su característica serenidad—Esperame aquí. No tardo.

Hotaru asintió sonriendo más ampliamente y observó partir a su jóven maestro. No podía esperar a empezar su entrenamiento, finalmente Utakata la había aceptado como su estudiante, no podía fallarle en lo absoluto. Quizás por eso estaba un poco nerviosa, la emoción del comienzo de una nueva aventura y el temor de no poder cumplir las expectativas de su maestro.

«¿Y si no era lo suficientemente buena para su maestro?»

Ese pensamiento había estado pasando por su cabeza más de una vez, desde que terminó todo con Shiranami y los ninjas de Konoha habian vuelto a su aldea.

Contempló la figura de quien ahora sería su maestro desvanecerse en la espesura del bosque, lo observó con un aire de preocupación apoderandose de su optimista y alegre ser. No debía fallarle ahora que por fin la había aceptado y se había convertido en su aprendiz, no podía decepcionarlo.

«¿Y si fallaba?»

Sacudió la cabeza para sacarse rápidamente todos los pensamientos negativos, ahora que el viaje iba a comenzar no podía darse el lujo de pensar de esa forma. Si su maestro confiaba en ella, porque no hacerlo también consigo misma, debía creer en ella. ¿Y si fallaba, qué con eso? Cierto rubio de Konoha le había enseñado que lo importante era tener las agallas para nunca rendirse, eso era lo que su maestro le había enseñado y seguiria sus consejos porque ella era de esa clase de personas que nunca se daba por vencido, y si llegaba a fallar en algo lo volvería a intentar hasta conseguirlo.

Sonrió mientras se sentaba a esperar en una gran roca que había en el claro donde estaba. Cerró los ojos y empezó a tararear una cancioncilla mientras sus pies iban de arriba a abajo jugando con ellos. Estaba ansiosa a la espera de su maestro para comenzar lo que sería el viaje de su vida.