Three Shot: Presencia siniestra
Sinopsis: Esme Cullen es una psicóloga infantil que vive en una aislada casa del bosque de Nueva Inglaterra, con su hijastro Jasper, un adolescente en estado vegetativo desde el accidente de coche en el que murió su padre. Esme ha decidido trasladarle a un centro especializado, pero antes debe encontrar la manera de rescatar a una niña que ha desaparecido en medio de una peligrosa tormenta de nieve.
Adaptación de la película "Shut In". Rated M (+16) No recomendado para menores de 16 años. Es un Fiction que contiene lenguaje explícito y escenas fuertes.
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Capítulo 1
Esme POV
-¿Crees que será lo mejor?
-Debemos hacerlo, ya no podemos seguir así. Será lo mejor para él –Carlisle tomo la llaves del coche –¡Vamos, Jasper!
-No –respondió él de mala gana tirado en el sofá.
-¡Vamos! –repitió.
-Carlisle –lo tomé del brazo –Por favor, calma.
-Estoy harto, siempre es lo mismo con él. Espero que el servicio militar le haga bien, necesita algo de disciplina. Ya no puedo manejarlo, Esme, no puedo.
-Lo sé –asentí.
-Lo han expulsado de tres escuelas, ha ido a la cárcel dos veces por pelear y tres por comprar drogas, la semana pasada lo encontré fumando marihuana nuevamente, le pedí que no lo hiciera más, pero volvió a hacerlo, estoy harto de todo esto, ya no me respeta, y sé que tú también estás harta ¿o me lo negarás?
-Te odio –Jasper pasó a su lado y le dio un empujón con su maleta.
-¡Jasper! ¡Soy tu padre! ¡Me debes respeto!
-Por favor, ya no peleen –supliqué interponiéndome entre ellos –Jasp, por favor, basta, es tu padre –susurré mirándolo a los ojos.
-¿Quieres que me vaya? Yo sé que tú no quieres que me vaya, díselo –señaló a Carlisle.
-Te hará bien, esto te hará bien –respondí dudando de mis palabras.
-Eso es mentira, él te ha llenado la cabeza –bufó subiéndose al coche.
-Nos vemos, amor –Carlisle me besó y se subió al coche.
-¡Cuídense! –grité saludándolos.
Jasper evitó mirarme.
Entré a la casa y me preparé un té –Buenos días, Esme –Carmen, mi asistente ingresó por la puerta trasera.
-Hola, Carmen, ¿té?
-Me gustaría, afuera hace un frío insoportable –se colocó al lado del calefactor –¿Jasper se ha ido?
-Sí, así es –asentí.
-¿Y cómo te sientes con eso?
-No lo sé, me siento mal por no poder ayudarlo, soy psicóloga y no puedo ayudar a mi hijo.
-Ese niño siempre ha sido problemático, Esme, además no es tu hijo.
-No, no siempre fue así. La muerte de su madre le afectó mucho. Tenía doce años cuando ella murió en ese terrible accidente, era tan solo un niño, Carmen. Y es como mi hijo, lo he criado.
-Carlisle tendría que haberle puesto los límites en su momento, ahora es tarde. ¿Ponerle los puntos a un adolescente de diecisiete años? ¡Es imposible!
-No es imposible, pero Carlisle está harto, lo entiendo, pero no sé si estoy tan a favor de la milicia. No es lo que necesita, serán muy duros con él.
-¿Y qué crees que necesita?
-Más atención, sobre todo de Carlisle, que vive en su trabajo. Siempre estamos solos, y no siempre puedo controlarlo, me cuesta mucho y se va con esos amigos drogones que buscan pelea.
-No deberías sentirte culpable y hacerte responsable por él, debes dejarlo ir.
-Lo he criado –musité –Me siento culpable por abandonarlo de esta forma.
-No lo has abandonado, irá a la milicia, le hará bien, volverá adiestrado –lanzó una carcajada.
-¡Carmen! –la empujé.
Sonó el timbre.
-Creo que ha llegado Isabella, iré a atender, arriba de la mesa están los papeles del orfanato que debes revisar, Carmen –me dirigí a la puerta.
-Hola, señora Cullen –Isabella me estrechó la mano.
-¿Cómo has estado? –pregunté señalándole la puerta del estudio.
-Bien –hizo una pausa –Bueno, no lo sé.
-¿No lo sabes?
-Ayer pelee con mi padre, como de costumbre, ya sabe cómo es –se sentó en el sillón.
-¿Por qué?
-Llegó tarde del "trabajo" –encomilló –estuve sola todo el día –suspiró.
-¿Dijo porque llegó tarde?
-Tenía olor a alcohol –explicó –Es obvio estuvo bebiendo una vez más.
-Hablaré con él –tomé mi anotador –¿Qué dices?
-No la escuchará, es un necio.
-Mira, este es un grupo de apoyo para alcohólicos, dáselo a tu padre, quizás le haga bien –le entregué una tarjeta con la dirección.
La sesión duró una hora –Bien, hemos terminado por hoy –indiqué.
-¿Puedo venir antes del martes próximo?
-Claro, Isabella, ven cuando quieras, solo tienes que llamar antes.
-Gracias, señora Cullen –estrechamos manos.
-¿Señor Swan? –observé a Charlie en el coche de policías fuera.
-¿Viniste por mí?
-No, yo… no, sube al coche, Bella –indicó nervioso –Debo hablar con usted –me observó preocupado.
-¿Es sobre Isabella?
-No, es sobre su familia.
-¿Sucedió algo?
-Su esposo y su hijastro, tuvieron un accidente.
-¿Un accidente? –me quedé paralizada.
-Su esposo falleció en el acto, lo lamento mucho señora Cullen.
Sus palabras no tenían sentido.
-¡Esme! –Carmen corrió hacia mí.
-Lo lamento, de verdad –Charlie me tomó del brazo –¿Se siente bien?
-¿Murió? ¿Mi esposo está muerto? –sentía que me desvanecía.
Asintió.
-¿Qué hay de Jasper?
-Está internado, muy grave por desgracia.
Tragué saliva –No me siento bien –susurré antes de perder la conciencia.
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Desperté recostada en mi cama –¿Carlisle?
-Esme –Carmen se me acercó con un paño húmedo.
-¿Qué sucedió?
-Te desmayaste –explicó colocándome el paño en la cabeza.
-¿Carlisle ya ha llegado?
-Esme… él… bueno, el oficial Swan vino a decírtelo –tartamudeaba.
-¿No fue un sueño, verdad? –sollocé.
-No –negó –Lo lamento, Esme, de verdad, lo lamento tanto.
-¿Qué sucedió con Jasper?
-Está muy mal, llamé al hospital, está en terapia intensiva.
-¿Qué les pasó?
-El coche desbarrancó por el hielo en la ruta, dieron unos vuelcos, el cinturón de Carlisle se desenganchó y salió despedido por la ventanilla. Según los médicos, Jasper quedó atrapado en el coche y tuvieron que asistirlo los bomberos.
-¡Oh por dios! –me tapé la boca horrorizada –¿Por qué, Dios, por qué?
-Oh, Esme –frotó mi espalda.
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Al día siguiente en el hospital
-Todo saldrá bien, saldrás adelante, cariño –tomé la mano de Jasper.
-Mmmm –abrió los ojos.
-¡Oh, cariño, despertaste! –me asomé por la puerta –¡Doctor! ¡Doctor!
Una enfermera vino corriendo –¡Despertó! –exclamé llena de felicidad.
Los doctores lo revisaron, a la hora me mandaron llamar.
-¿Cómo está?
-No siente nada –comentó el doctor.
-¿Qué quiere decir con "no siente nada"?
-Está parapléjico –respondió –Realmente lo lamento, señora Cullen.
-¿No puede mover nada?
-No, al parecer no siente su cuerpo y no puede expresarse. Pero no hay signos médicos que comprueben su parálisis, creemos que es algo psicológico por el shock que sufrió en el accidente.
-¿Entonces no está quebrado? ¿Podrá volver a caminar en el futuro?
-Quebrado no está, su cuerpo está golpeado, pero esas heridas sanarán rápido. No puedo asegurarle que volverá a caminar, la cabeza hace cosas extrañas en el cuerpo humano, señora Cullen –explicó –Podrá hacerle el velatorio a su esposo cuando lo desee, usted solo tiene que pedirlo, su cuerpo está en la morgue del hospital.
-No deseo un velatorio, solo quiero darle una diga sepultura –una lágrima recorrió mi mejilla.
Esa misma tarde Carmen arregló todo por mí para la sepultura.
-¿Por qué me dejaste, Carlisle? ¿Por qué? –me arrodillé en su tumba.
-¿Vamos? –preguntó Carmen.
-Me quedaré un poco más –luego de que sus amigos se marcharan deseaba quedarme a solas con él.
-Lo lamento, señora Cullen –Isabella se acercó a mí.
Asentí.
-¿Cómo está Jasper? –preguntó intrigada.
-No está bien, está parapléjico y no puede hablar a causa del trauma –respondí.
-Lamento lo que sucedió, de verdad, usted no merece todo esto.
-Gracias, Isabella –la abracé.
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Tres meses más tarde
Jasper estaba en casa, aún no podía mover su cuerpo, ni hablaba, me encargaba de él todo el tiempo, lo levantaba, lo vestía, lo bañaba, le daba de comer, le daba sus medicinas. Hacía todo por él.
Pero por suerte tenía a Alice, una muchacha recién recibida en medicina, que le practicaba rehabilitación cuatro veces a la semana. Mientras, Carmen me ayudaba con pacientes, todo era demasiado para mí, me sobrepasaba.
-Esme, llegó Bree –Carmen señaló el estudio y tembló.
-¡Carmen! –la miré furiosa.
-Esa niña da miedo ¿Qué quieres que te diga? –levantó una ceja.
Coloqué a Jasper frente al televisor –Mira un poco de televisión, tengo que atender a una paciente, cariño –le dí un beso en la frente.
-Hola, Bree –abrí la puerta y me acerqué para saludarla.
-¡No! –gritó empujándome.
-Bien, bien –me alejé –¿Cómo has estado?
No respondió.
-¿Has lastimado a otro niño, Bree? –negó –La señora Sulpicia, del orfanato, dice que otra vez mordiste a un niño ¿no es verdad?
-Se lo merecía –susurró en voz baja.
-¿Se lo merecía? ¿Por qué?
-¡Porque es un maldito! ¡Me dijo que era fea!
-No está bien morder a la gente, Bree, lo sabes, te lo he explicado.
-¡No me importa!
-Bree, no grites.
-Odio a Sulpicia –gruñó –Odio a todos los huérfanos.
-¿Por qué los odias, Bree? –se encogió de hombros –Necesito saber qué piensas para ayudarte, cariño.
-¿Para qué? ¿Para conseguirme nuevos padres? Ya me devolvieron dos veces, lo volverán a hacer, siempre vuelvo al orfanato.
-Bree –me arrodillé a su lado y tomé su mano.
-¡No! –me dio una bofetada, quedé petrificada.
-¿Qué fue eso, Bree? ¿Por qué lo hiciste? –pregunté furiosa.
-¡No te quiero cerca de mí! ¿Ya terminó esto?
-Sí, ya terminamos por hoy –la acompañé a la puerta.
-¡Sube, Bree! –Sulpicia le señaló el coche –¿Y, que pasó que fue tan rápida esta sesión? –preguntó luego.
-No está avanzando –negué.
Bree me miró desde la ventanilla del coche.
-¿Qué haré? Nadie quiere adoptarla, es muy agresiva. Ya es la quinta vez que muerde a un niño, todos le temen. No podemos seguir así.
-Tráela el jueves, la veré nuevamente. Haré todo lo que esté a mi alcance para ayudarla.
-Bien, la traeré el jueves –se estaba alejando cuando volvió –¿Y tu hijo?
-Ahí está en casa, sigue igual, no hay mejoría.
-Qué pena, tan joven –se quedó pensando –Nos vemos, cuídate –se despidió luego.
Saludé a Bree con la mano, dio vuelta su rostro y me ignoró.
-Dios mío, que niña –ingresé rascándome la mejilla.
-¿Qué hizo? –preguntó Carmen.
-Me abofeteó –respondí –No sé cómo ayudarla, Carmen, es tan difícil.
-¿Ayudarla? Esme estás loca. Esa niña está perdida, deberías dejar el caso.
-Tiene ocho años, Carmen, es una niña traumatizada. Su padre biológico abusó de ella desde los tres hasta los seis años, la madre murió de sobredosis, quedó en un orfanato, la adoptaron y luego la devolvieron porque era una niña "muy extraña". Ahí todo empeoró, se volvió cada vez más y más violenta, primero golpeó a una niña, luego mordió a un niño y así siguió empeorando. Todos le temen en el orfanato, la enviarán Dios sabe dónde, si no logro ayudarla.
-¿La volvieron a adoptar recientemente, no?
-Sí, una mujer soltera, pero la devolvió con moretones a la semana.
-¿La golpeó?
-La mujer dice que le pegó porque la niña estaba poseída, quería sacarle el demonio del cuerpo. ¡Una locura!
-¿No presentaron cargos contra ella?
-Sí, lo hicieron, pero hasta ahora no hay resolución.
-Quizás dice la verdad, ¿no lo pensaste? ¿Has visto su mirada? Da miedo.
-¡Carmen! ¡Es una niña de ocho años!
-¿Nunca viste la película "El aro"?
-Es una estupidez. La niña me rompe el alma. ¿Por qué tiene que ser tan difícil?
-Debiste ser abogada –Carmen se rió.
-¡Tienes razón, mi vida sería más fácil!
Por la noche recosté a Jasper en su cama –¿Tesoro? ¿Estás cómodo? Parpadeó dos veces –¿Quieres beber algo? –cerró sus ojos, me recosté en el sofá al lado de la cama de Jasper e intenté relajarme, la risa de una niña me despertó.
Abrí los ojos, ¿acaso estaba soñando?
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Martes 15:00 pm.
-Hola, Isabella –estreché su mano –¿Cómo has estado?
Se quedó mirando a Jasper que estaba en su silla frente al televisor –¿Cómo está él?
-Aún sigue igual –hice una pausa –¿Vamos al estudio? –cruzamos el pasillo.
-Mi padre está intentando dejar el alcohol, está yendo a las reuniones que usted me recomendó de alcohólicos anónimos –comentó sentándose.
-¿De verdad? ¡Es una gran noticia!
-Sí, al menos está mejor, lo noto más lúcido.
-¿Y cómo se están llevando?
-No hablamos mucho, pero al menos no está borracho.
-¿Y la escuela? ¿Cómo está todo por ahí?
-Mmmmm –dudó.
-¿Mal?
-Tuve un incidente con una compañera –mordió sus uñas.
-¿Incidente? ¿Qué tipo de incidente?
-Cree que miro a su novio, pero no es así, lo prometo, el tipo es un imbécil, un tremendo imbécil, el típico "machito".
-¿Te suspendieron por el incidente?
-No, solo citaron a mi padre. Él me castigó por dos semanas. Le expliqué que no había hecho nada malo, pero no me creyó. Pero eso es algo normal, nunca me cree.
-¿Y por qué crees que nunca te cree?
-Mi madre le metió los cuernos hasta el hígado, y le mentía siempre. Me compara con ella porque me le parezco.
-Nunca me habías dicho esto –me asombré con su sinceridad.
-Me enteré hace poco, me lo dijo mi tía.
-¿Tú mamá lo engañó? ¿Estás segura que eso es cierto?
-Sí, dice que lo engañaba con mi padrino.
-¿Verificaste esto con tu padre?
-¡Ni loca! ¡Se enfadará si le pregunto!
-Deberías preguntarle, Isabella. Podemos hacer una sesión los tres si lo deseas para hablar de este tema.
-Lo de alcohólicos anónimos es demasiado para él, no aceptará nada más.
-Yo creo que deberías plantearle esto, quizás tu tía no dice la verdad, deberías verificarlo antes de hacerte la cabeza, ya sabes cómo es eso, la falta de comunicación crea problemas.
-Lo sé, lo pensaré, quizás le pregunte, no lo sé.
Al cabo de media hora terminamos la sesión.
-Buena suerte, señora Cullen –se despidió de mí mientras Bree cruzaba la puerta principal.
Bree empujó a Isabella y luego le saco la lengua –¡Oye, niña, ten más cuidado!
-Lo lamento, Isabella, ella es Bree, vive en el orfanato del pueblo –las presenté.
-Hola, Bree –Isabella estiró su mano, Bree la ignoró.
Bella POV
-Bien, al parecer no es muy simpática, nos vemos la semana que viene –afuera me estaba esperando mi padre.
-¿Qué tal la sesión? –preguntó cuándo subí al coche.
-Bien, todo bien. Salvo la niña extraña que acaba de ingresar, una tal Bree –puse mis ojos en blanco.
-Ahora a casa, nada de salidas, lo sabes, estás castigada.
-Sí, lo sé.
Unos minutos más tarde camino a casa
-¿Papá?
-¿Sí?
-¿Mamá te engañaba?
De repente frenó el coche en medio de la ruta.
-¡Ahhhh! ¿Estás loco? ¡Vas a matarnos!
-¿De dónde sacaste eso?
-Me lo contó la tía –evité mirarlo a los ojos.
-¡Tu tía es una imbécil!
-¿Es verdad o no?
-Sí, es verdad. Pero no quiero hablar de eso.
-¿Pero…?
-El tema se acabó –aceleró.
Al llegar a casa me quedé pensando en Jasper; pobre muchacho, tan joven y bonito, postrado en una silla sin poder caminar o hablar.
A la hora de la cena bajé las escaleras y me asomé en la cocina –¿Qué comeremos?
-Pizza –susurró.
-Siempre hay pizza, me estoy volviendo una bola de grasa –bufé.
-Si quieres otra cosa ¡cocínatela!
-Genial, tu mal humor ha vuelto –ironicé.
-No quiero que hables más con tu tía, es una mala influencia.
-¿Por qué me ocultas cosas?
-¡Es mi privacidad! ¿Acaso no puedo tener privacidad?
-Deberías acompañarme a terapia para hablarlo.
-¿Hablarlo?
-Sí, era mi madre, merezco saber la verdad.
-Asunto terminado –tomó dos porciones de pizza y se dirigió a su habitación.
-¿Por qué siempre evitas hablar de mi madre? –golpee la mesa furiosa.
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Esme POV
-Hola, doctor –saludé a Marcus Vulturi, mi psicólogo, yo también necesitaba desahogarme.
-¿Cómo ha sido tu semana, Esme?
-Bueno, no ha sido la mejor. Jasper no está mejorando para nada, estoy fusilada, cada día más cansada. Y me cuesta dormir por la noche, me cuesta demasiado.
-No estoy a favor de que tomes medicamentos para dormir, pero deberías comenzar a pensarlo.
-No lo sé, tengo miedo de quedarme dormida ¿y si le sucede algo?
-¿Jasper aún no pronuncia palabras? ¿Nada?
-Aún nada, si me necesitara no podría llamarme –sollocé –Me siento muy estresada por no poder ayudarlo, ya no sé qué hacer, soy psicóloga infantil y no puedo ayudar a mi hijastro que tiene una parálisis psicológica. Me siento inútil ¿sabe?
-Quizás debas llevarlo a un centro que se encargue de él si te sientes sobrepasada, Esme. Deberías cuidar tu salud también. Has tenido unos meses muy difíciles y llenos de cambios.
-He pensado en llevarlo a un centro médico, Carmen me trajo un folleto de uno que se encuentra a unos cuantos kilómetros de aquí. Aunque me siento culpable por alejarlo de mí. No sé si es lo correcto. Carlisle intentó alejarlo y todo terminó en tragedia.
-No compares las situaciones, Esme. Debes proteger tu salud, no lo olvides, tú también has sufrido mucho. Eres humana y tienes tus propios miedos, y problemas. Nunca olvides eso. Nadie te juzgará por tomar una decisión drástica.
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Me recosté, a la mañana siguiente tocaron el timbre muy temprano.
Bajé las escaleras y me coloqué un abrigo –¿Quién es?
-¡Sulpicia! –exclamó con un tono agresivo.
-¿Qué sucedió, Sulpicia? ¿Algo en el orfanato?
-Bree golpeó a otro niño, ya estamos hartos de estas situaciones, la llevaremos a Chicago, a un psiquiátrico.
-¿A un psiquiátrico? –observé, la niña estaba en el coche –¿Cuando la llevarás?
-¡Ya no podemos más, Esme! La llevaremos mañana, necesito que le expliques lo que le pasará.
-No creo que sea lo mejor, deberían esperar un poco más.
-¿Un poco más? ¡No, no!
-Es una niña de ocho años, Sulpicia, una niña traumatizada que necesita cariño, atención.
-¿Cariño? Si intento tocarla me golpea ¿Cómo quieres que haga para darle cariño? ¡Es un monstruo esa niña!
-Me cambiaré de ropa, le daré la medicina de la mañana a Jasper, y luego la atenderé en el estudio ¿sí?
Asintió.
-¡Que locura! ¿Un psiquiátrico? –subí las escaleras hablando sola –Jasper –abrí la puerta de su habitación –Tomarás la medicina y te traeré un jugo, cariño –lo levanté y lo coloqué en su silla.
Le dí la medicación con un exprimido y luego me cambié de ropa –Mamá tiene que hacer algo, y luego iremos a ver la nieve al porche ¿Qué dices? –le di un beso en la frente –¿Sulpicia? –golpee la ventanilla del coche.
-Baja, Bree –le ordenó.
Nos dirigimos al estudio –¿Bree? ¿Golpeaste a un niño?
-Sí –asintió.
-¿Sabes que eso está mal, cierto? ¿Por qué lo hiciste?
-Me llevarán lejos, oí a la señora Sulpicia, ya nadie me quiere.
-Yo te quiero, Bree –me acerqué.
-Eso es mentira –se cruzó de brazos.
-Es verdad, Bree, déjame ayudarte, por favor, yo solo quiero lo mejor para ti.
-¡Usted no me quiere!
-¡Sí, sí te quiero, Bree! –la abracé.
-No, no, no –se retorcía para que dejara de abrazarla.
-Shhhhh –acaricié su espalda y se calmó.
-No quiero irme, no quiero que me lleven lejos ¿me ayudará de verdad?
Me alejé unos centímetros y la tomé del mentón –Te ayudaré, lo prometo, Bree, pero tienes que cambiar.
Asintió.
-Sulpicia, la niña prometió que cambiará –le dije en voz baja.
-Es mentira, volverá a hacerle daño a otro niño, es un demonio –susurró.
-¡Sulpicia! ¿Cómo puedes hablar así de Bree? –me sorprendí con sus palabras –Ya te pareces a aquella mujer que la devolvió porque decía que la niña estaba endemoniada.
-¡No sabes lo que es vivir con ella! ¡Es un calvario!
-Espera un poco, veremos si cumple su promesa, pero no la alejes aún, está asustada, no quiere irse.
-No lo sé… no lo sé.
-Por favor, Sulpicia –supliqué.
-Lo pensaré, ¡Bree, sube al coche!
-Adiós, Bree –saludé a la niña y me regaló una sonrisa.
Esa misma tarde en el porche
-¿Disfrutas de la nevada? –pregunté mirando a Jasper –Me gustaría que respondieras, cariño, extraño tu voz.
No emitió sonido.
-También extraño a tu padre –susurré –Hoy ha sido un día difícil, ¿sabes?
-¡Esme! –Charlie estacionó la patrulla.
-Swan –respondí.
-¿Tomando aire fresco con tu hijastro?
-Así es –asentí.
-Quería hablar contigo de Bella –indicó.
-¿Sucedió algo?
-Nada grave.
Ingresé a la casa con Jasper y lo coloqué frente al televisor –¿Un poco de televisión? –luego le pedí a Charlie que ingresara –¿Un té, para quitar el frío de la nieve?
-Sí, me gustaría, gracias –sonrió.
-Dime que es lo que te inquieta, Swan.
-Isabella descubrió que mi esposa me engañaba, me siento muy avergonzado por decírtelo, pero me supongo que ya lo sabes.
-Sabes que no puedo hablar de las sesiones, debería infringir la confidencialidad doctor/paciente.
-Lo sé, lo sé. Es que necesito tu ayuda para explicarle todo.
-Bien, no tengo drama, podemos hacer una sesión los tres.
-No, no… yo no tengo cara para explicárselo. Díselo tú.
-Charlie, con todo respeto, eres su padre, deberías decirte tú la verdad sobre su madre.
Asintió –Me da mucho miedo, no sé si podré. Es todo muy complicado, el hombre que era su amante era mi mejor amigo, su padrino, tampoco quiero que lo odie, o que me odie por ocultárselo.
-Yo te ayudaré, no te preocupes, ella entenderá, es una muchacha grande. Solo debes confiar en ella. Debes hablarle con sinceridad, es todo.
-Eres una gran mujer, Esme, no mereces todo lo que te ha sucedido.
-Muchas gracias, aprecio tu amabilidad –le entregué una taza de té.
-¿Cómo está tu hijastro? Lo veo igual, ¿no hay avances?
-No, no ha avanzado. Estoy muy cansada, hago todo lo que puedo y ya no doy más. Estoy comenzando a dormir mal ¿sabes? Creo que me volveré loca por no dormir lo suficiente.
-Lamento oírlo –susurró.
-Es muy difícil, no habla, no camina, no se mueve –lo observé desde el pasillo.
-¡Que terrible! ¿Y no has pensado en poner a alguien?
-Pues sí, Alice viene a ayudarme para las rehabilitaciones, pero no es suficiente. Y me siento culpable al pensar que debería llevarlo a otro sitio.
-No te culpes más. Haz lo que tengas que hacer, él entenderá.
-Eso mismo me dice mi psicólogo –le dí un sorbo al té.
-¿Vas a un psicólogo? Creí que eras la única de la zona.
-Video llamada –indiqué riéndome.
-¡Wow! ¡Psicólogo 2.0! ¡Qué avanzado! –lanzó una carcajada y se le cayó la taza rompiéndose en mil pedazos –¡No, que idiota que soy!
Me agaché para levantar los trozos.
-¡Yo lo hago, perdón! –golpeamos nuestras cabezas.
-Ouch –me quejé adolorida.
-Soy un torpe, lo lamento, Esme.
-No hay problema, es solo una vieja taza.
-Cuando ví a Carlisle, ese día –hizo una pausa –Supe que debía cambiar, la vida es tan corta, y estaba desperdiciándola con el alcohol. Tenías razón.
-¿Yo?
-Bella me dijo que tú le recomendaste un grupo de alcohólicos anónimos para mí, uno que me ayudaría. Y así fue, al fin estoy sobrio. Ya llevo tres semanas sin un sorbo de alcohol.
-Eso me alegra, Charlie. Disfruta tu vida, disfruta de tu hija, disfruta de tu trabajo, que aún tienes una vida por delante. No vuelvas a tomar, el alcohol solo te traerá más amargura.
-Tendría que irme, además tienes cosas que hacer me supongo.
-Sí, la verdad sí –reí.
-Buenas noches –me besó la mejilla y luego se despidió de Jasper –¡Adiós, campeón!
-¿Cenamos? –pregunté mirando a Jasper –Pensaba en pastas ¿ravioles con salsa? ¿Qué dices? –esperaba una respuesta, deseaba oírlo, deseaba que volviera a ser el que era antes del accidente –Sé que es difícil para ti, cariño, pero tienes que volver a ser tú mismo.
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Dos días más tarde Sulpicia trajo a Bree para una nueva sesión
-¿Cómo estuvo todo? –pregunté.
-Normal –respondió a secas.
-¿Normal significa que golpeó o mordió a otro niño?
-No, no hizo nada, se portó bien en realidad, pero la llevarán a Chicago de igual forma –aclaró.
-¿Pero, por qué?
-Fue una decisión tomada, Esme, lo lamento. Creen que está fingiendo para quedarse.
-Creí que venias aquí para decirme que la niña estaba bien y que se quedaría en el orfanato.
-Necesito que le expliques que se irá a Chicago, no quiero decírselo, sé que se pondrá furiosa y hará un escándalo.
Ingresé al estudio con Bree –Oí que me llevarán a Chicago, usted dijo que no me alejarían.
-Bree, lo lamento… yo no he podido…
-¡Usted me mintió! –interrumpió gritando desaforada.
-No, no cariño, no te he mentido.
-¡La odio! ¡La odio! ¿Por qué se deshace de mí? –gritó golpeando el suelo con sus zapatos.
-¡Bree! ¡Basta! ¡Detente!
-¡La odio! ¡La odio! ¡La odio!
-¡Bree!
Corrió fuera de la casa, salí detrás de ella.
-Quiero irme –le dijo a Sulpicia refunfuñando.
-¿Le has explicado?
-Creo que los ha escuchado hablar en el orfanato, sabe muy bien que irán a Chicago y está furiosa. Deberían darme más tiempo para tratarla, prometo que ella será una niña normal otra vez y podrá conseguir una familia que la adopte.
-No puedo, Esme, ya es tarde, es una decisión tomada.
Entré a la casa y le tomé una de mis bufandas para dársela a Bree –Hace mucho frío y te hará falta en Chicago ¿no crees? –la enredé en su cuello.
Asintió.
-Buena suerte, Bree. Estaré al pendiente de ti, lo prometo –sus ojos se llenaron de lágrimas –Quizás –tomé a Sulpicia del brazo –podría hacerme cargo de ella.
-¿Hacerte cargo? Tienes un hijo en silla de ruedas, Esme –suspiró –¡Despierta!
-Enviaría a Jasper a un centro médico un par de meses, podría tener a Bree en casa, educarla, y tratarla psicológicamente a la vez hasta que encuentre un hogar permanente.
-No creo que sea lo mejor, Esme. Lo lamento –puso el coche en marcha y aceleró, me quedé mirando el coche alejándose, me sentía culpable por dejarla ir tan fácilmente.
Su rostro me recordaba al de Jasper cuando se iba con Carlisle ese día tan trágico. Si tan solo hubiera interferido, si hubiera dicho lo que realmente pensaba sobre la idea de la milicia, Carlisle estaría vivo, y Jasper estaría sano y salvo. Mi vida era un desastre, me sentía terriblemente culpable.
Esa noche intenté descansar pero me era imposible, no podía pegar un ojo.
-Todo estará bien, todo estará bien, es una etapa difícil –me dije a mí misma.
Oí un ruido proveniente de la habitación de Jasper.
-¿Jasp? –abrí la puerta, estaba dormido.
Salté del susto al ver una sombra en la ventana, me acerqué lentamente, se había posado un cuervo.
-Shhhu, shhuu –golpeé el vidrio para que se alejara.
A la mañana siguiente
-No he dormido nada –le comenté a Alice cuando llegó a hacerle la rehabilitación a Jasper –¿Te molestaría sí me duermo una pequeña siesta?
-No, claro que no, señora Cullen, recuéstese, cualquier cosa le aviso.
Me relajé en la cama he intenté dormir. Al despertar, noté que había dormido al menos cuatro horas.
-¿Alice? –bajé las escaleras rascándome los ojos, me dolía el cuello por alguna extraña razón.
Noté que Jasper estaba frente al televisor –¿Dónde está, Alice?
Abrí la puerta y me asomé fuera, su coche no estaba allí.
Que extraño; pensé.
¿Cómo no me avisó que ya había terminado con Jasper antes de irse?
No comprendía porque había hecho eso.
Al cabo de tres horas
-¿Cómo está el agua, Jasp? ¿Rica? –lo veía fijamente, parecía un vegetal, no respondía ni movía un dedo, ¿qué vida era esa?
Coloqué mis manos en sus hombros y lo empujé al fondo de la tina ahogándolo.
-¡Ahhhhhh! –me desperté de un horrible sueño, me había quedado dormida en el sofá –No puedo seguir así, no puedo, me estoy volviendo loca, soñé que lo mataba –llamé de urgencia a Marcus.
-Es normal, Esme, estás sobrepasada. Es lo mismo que piensa una madre con un bebé recién nacido cuando llora todas las noches. Estás exhausta, necesitas un respiro. Unas vacaciones. Lleva a Jasper al centro médico, por dos meses y vete de vacaciones a una maldita playa, haz algo por ti. Tu esposo falleció, tu hijastro depende de ti en todo. Piensa en ti un poco más.
-Tienes razón, hablaré con el centro médico y llevaré a Jasper unos meses, necesito un respiro. Además ya no atenderé a Bree, en el orfanato decidieron llevarla a Chicago, quizás pueda darme una vuelta por allí para ver cómo se adapta –oí un ruido en el pasillo, tomé el inalámbrico y caminé hacia él –Gracias por atenderme a esta hora, Marcus.
-Intenta no involucrarte tanto con la niña, Esme, sabes que eso no es nada sano para los de nuestra profesión. Ahora te dejo, e intenta dormir un poco –colgó el video llamado.
Subí las escaleras, abrí la puerta de la habitación de Jasper, lo revisé, había mojado la cama.
Respiré hondo y me dispuse a limpiarlo, cuando acabé miré el reloj, marcaban las dos de la madrugada –Ufff, que tarde.
Bajé las escaleras y me preparé un té, sonó el timbre –¿Qué mierda? ¿Quién es? –grité asustada.
-¡Charlie Swan!
-¿Charlie? ¿Qué sucedió? ¿Isabella está bien?
-Lo lamento, Esme, sé que es muy tarde, pero Alice no volvió a su casa y sus padres están preocupados por ella ¿Pasó por aquí hoy? ¿Te dijo a donde se dirigía?
-Sí, sí, ella estuvo aquí, yo no hablé mucho con ella, me quedé dormida, es que anoche no dormí nada, cuando desperté se había ido.
-Bien, le diré a sus padres, seguiremos buscándola.
-Avísame por favor si sabes algo de ella –insistí.
Me senté en el sofá con mi taza de té y me quedé pensando.
-¿Jasp? –lo desperté –¿Sabes que le sucedió a Alice? ¿Salió apresurada? ¿Habló con alguien?
No me respondió.
-Cariño, ella no volvió a su casa, sus padres la están buscando, si sabes algo, debes decírmelo –cerró sus ojos y su respiración se aceleró –¿Jasp? Abre los ojos, mírame –lo tomé del mentón –¿Sabes porque Alice desapareció?
No abrió sus ojos –¿Bebé? Por favor, necesito que me digas algo –insistí sin obtener resultados pero fue en vano.
A la mañana siguiente desperté en el sofá algo dolorida
Me levanté y prendí el televisor de la cocina, la noticia del día "Alice Brandon apareció muerta a orillas del río, su auto fue abandonado un kilómetro adelante"
-Oh por dios –me tambalee por la noticia.
Oí la llave en la puerta trasera –¿Carmen?
-¡Soy yo! ¿Oíste las noticias?
-Sí –respondí horrorizada.
-Pobre niña, sospechan del ex novio, al parecer era agresivo con ella –comentó.
-Dios santo, que tragedia –me senté al lado del calefactor tenía las manos heladas.
-Está comenzando a hacer más frío afuera, anuncia una tormenta de nieve para los próximos días –se me acercó –¿Qué te sucedió? –preguntó.
-¿Qué me sucedió con qué?
-Tienes una marca en el cuello –señaló.
Me rocé el cuello, me dolía –No sé que tengo, pero me duele –caminé hacia el baño y me observé en el espejo, tenía una especie de moretón.
-¿Te has golpeado?
Negué –Dormí en el sofá, muy incómoda, quizás fue eso.
-¿El sofá? No lo creo, deberías hacértelo ver.
-Estoy bien, Carmen, no te preocupes –susurré –Anoche le pregunté a Jasper si sabía algo de ella, no sé qué le diré ahora.
-Solo dile la verdad, no la verá más, se dará cuenta que algo sucedió. Está parapléjico, pero no es estúpido.
Me dirigí a la habitación de Jasper –¿Jasp? –le acaricié la frente –Alice, bueno, ella… apareció.
Parpadeó –Apareció mu-muerta, la-la asesinaron. Creen que fue su ex novio. ¿Tú sabías algo? ¿Ella te dijo algo?
Parpadeó varias veces.
-¿Qué es lo que te dijo, Jasp? ¡Habla por favor, cariño! Necesito que me lo digas, la familia de Alice necesita saber la verdad.
Comenzó a convulsionar –¡Carmen! ¡Ayúdame!
Llamamos a la ambulancia, lo revisaron, según la enfermera fue una reacción a la noticia.
Al rato despedí a los doctores y me quedé recostada al lado de Jasper que parecía dormido.
-¡Esme! ¡Visitas! –gritó Carmen abajo.
-¿Lo sabes, verdad? –Charlie me miró anonadado.
-Sí, lo vi en la televisión ¿apresaron a su ex novio?
-Están interrogándolo, él alega que no lo hizo, pero no tiene coartada.
-Pobre muchacha, tan buena y trabajadora –susurré –Jasper está muy afectado con la noticia, y quizás sepa algo, pero por ahora no ha dicho ni una sola palabra, sabes que no puede hablar.
-La vida es muy injusta a decir verdad. ¿Mañana haremos la sesión con Bella? ¿Estás en condiciones? Sino, podemos dejarlo para otro día.
-Sí, claro, Swan, no te librarás de esta charla –intentaba no reírme de su actitud –Mañana los espero a las tres de la tarde, en punto –aclaré.
-Bien, hasta mañana, Esme –palmeó mi hombro.
-¿Qué onda, Swan? –preguntó Carmen.
-¿Qué onda con qué? –levanté una ceja confundida.
-Onda de onda –dijo irónicamente.
-¿Qué estás fumando, Carmen?
-¿Tienes algo con él? –exclamó.
-¡Mi esposo murió hace unos meses, Carmen! ¿Estás loca?
-El tipo te mira como embobado, Esme.
-¡Por favor, Carmen!
-Okey, okey –se dirigió al estudio.
¿Embobado? ¿De qué estaba hablando? Era solo el padre de una paciente, nada más.
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Abrí los ojos, sentí como si hubiera dormido un día entero.
-Me duele todo –me quejé al levantarme de la cama, oí el timbre.
Miré el reloj, eran las tres y media de la tarde –¡Los Swan! –exclamé colocándome un abrigo encima –¡Ya voy! ¡Ya voy!
-¿Estás bien, Esme? –preguntó Charlie preocupado cuando abrí la puerta.
-Lo lamento, no sé qué me sucedió, me quedé profundamente dormida –contesté atónita –Espérenme en el estudio, en unos minutos estoy allí.
Corrí a la habitación de Jasper, aún dormía, suspiré –¿Jasp? ¿Cariño? Mamá se quedó dormida, lo lamento –abrió los ojos –Debes tomar la medicina, he hecho un desastre con estos medicamentos –noté que estaban desordenados.
Le di los medicamentos del mediodía, salteándome los de la mañana.
-Debo atender un tema urgente y luego daremos una vuelta– acomodé su almohada –¿Qué dices? –parpadeó varias veces.
Luego de resolver la situación de Charlie con su hija, Bella, los despedí y les pedí perdón por la tardanza.
-No te preocupes, te comprendo, debes estar rebalsada –respondió Charlie –Y sobre Jasper, me gustaría hablar con él en otro momento, claro, sobre Alice, si tú me lo permites.
-Sí, claro, le diré que vendrás a hablar con él. Pero ya sabes… él…
-Sí –me interrumpió –Lo sé, no habla.
-Exacto. Hasta ahora no me ha dicho nada.
-Cuídate –me dio un beso en la mejilla –¿Está todo bien? –me acarició el cuello.
-Oh, sí, es solo un pequeño moretón –aclaré.
-Si necesitas algo, por favor, llámame –asentí –¿Sabes? No sé si sea prudente lo que voy a preguntar, pero me gustaría que cenáramos alguna noche ¿a ti te gustaría?
-¿Cenar? –me quedé sorprendida con su invitación.
-Sé que hoy fui tu paciente, y que eres la psicóloga de mi hija, pero no lo sé, quizás, ya sabes –comenzó a ponerse nervioso.
-Una cena de amigos estaría bien –susurré.
-¡Claro! ¡Sí!
-¿Mañana por la noche?
-Mañana –afirmó.
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Más tarde, me coloqué las botas de nieve y abrigué a Jasper para dar una vuelta –Mañana vendrá Charlie a cenar, te hará unas preguntas sobre Alice, sus padres quieren saber la verdad, cariño –expliqué.
Tembló.
-¿Tienes frío? –froté sus brazos –Si tienes frío vamos adentro, es mejor que no te expongas a una gripe con tus bajas defensas.
Ingresamos a la casa, un ruido en la cocina llamó mi atención.
Tomé el atizador de la chimenea –No pasa nada, cariño, todo está bien –susurré mirando a Jasper –¿Quién está ahí? –grité ingresando a la cocina.
-Ahhhhhhhhhhhh –gritó Carmen frenética.
-¡Dios, Cristo y la Virgen! –exclamé soltando el atizador –¡Casi me matas del susto!
-Lo lamento –se tocó el pecho –Yo también casi muero, Esme, vine a traerte las conservas por el temporal, ayer noté que no tenías mucha reserva de comida.
-Oh –me relajé –Perdóname, estoy mal, no sé qué me sucede. Me siento extraña.
-Te lo he dicho, no dormir hace mal –aclaró.
-Lo extraño es que hace unos días que duermo de más –comenté.
-¿De más?
-Hoy dormí hasta el mediodía –expliqué preocupada.
-Es cansancio acumulado, estás durmiendo lo que no dormiste por semanas.
-No lo sé –dudé.
Llevé a Jasper al lado de la chimenea y removí el fuego –¿Aquí estás mejor? Voy a la cocina con Carmen ¿sí?
Preparé café –¿Quieres uno? –asintió.
Luego de unos minutos sentí un olor extraño –¿Hueles eso?
-Sí, es como si algo se quemara –respondió y corrí hacia la chimenea.
-¡Jasper! –grité desesperada, su manta estaba prendiéndose fuego.
-¡Oh, Dios! –Carmen tomó el extinguidor de la cocina y roció a Jasper.
Lloré desesperada –¡Perdón, cariño, perdón! –abracé a Jasp –No debí alejarme, no debí dejarlo aquí solo al lado del fuego, soy una estúpida.
-¡Esme, calma! ¡Todo está bien ahora! –Carmen lo revisó –No tiene nada, no se quemó.
-¡Casi lo mato!
Esa noche me quedé a su lado viéndolo dormir, estaba muy asustada.
-Lo lamento, Jasp –susurré sollozando.
Un golpe en la puerta principal me despertó –¿Quién es? –grité bajando.
-¡Esme! ¡Esme! –oí la voz de Sulpicia fuera.
-¿Qué mierda sucede? –abrí confundida –¿Sabes qué hora es?
-¡Bree desapareció! ¡Se fue!
-¿Cómo que se fue? ¿De qué estás hablando?
-Esta mañana desapareció se fue, no sabemos cómo escapó. Creí que quizás tú sabías algo, estamos desesperados.
-¿Yo? ¿Qué podría saber? ¿Cómo se les escapó una niña de ocho años?
-No lo sé, no sé cómo sucedió esto. Es la primera vez que nos sucede algo así.
-¿Llamaron a la policía?
-Sí, hablé con el oficial Swan, están buscándola. ¿Qué haré, Esme? Pronostican una tormenta de nieve para esta semana ¿Qué haré? ¿Qué haré? –repitió.
-¡La encontrarán! Seguro la encontrarán, Charlie es un gran policía, hará todo lo posible para hallarla.
-Nos quitarán a todos los niños, el estado nos clausurará por esto.
-Cálmate, por favor, no grites, mi hijo está arriba durmiendo –susurré tomándola de los brazos –Pasa, te haré un té para que te relajes.
Le entregué una taza –¿Escapó esta mañana?
-No lo sabemos con certeza, quizás escapó anoche.
-¿Anoche? ¿La niña ha pasado la noche en la nieve? –hice la señal de la cruz –Que Dios la proteja.
Al rato Sulpicia recibió un llamado de Charlie Swan –¿Nada?
-¿No la han encontrado? –pregunté ansiosa, negó.
-¿Y qué haremos? ¿Dónde se habrá metido esa niña? –hizo una pausa –No puedo calmarme, Swan, estoy desesperada, clausurarán el orfanato por esto.
Una vez que colgó –Debo irme, tengo que volver al orfanato.
-Bien, llámame por favor en cuanto sepan algo –le pedí seriamente.
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Media hora más tarde alguien golpeó la puerta
-¿Sulpicia? –abrí, no había nadie –¿Charlie?
La nieve estaba cada vez más espesa, me coloqué las botas, tomé una linterna y salí a verificar –¿Hola? ¿Charlie?
Un ruido entre la leña me hizo detenerme –¿Quién está ahí? –una bola negra salió de allí atrás abalanzándose sobre mí –Ahhhhhhhhhhhhh –grité saltando del susto, era solo un castor –¡Maldición! –exclamé con la respiración agitada.
Ingresé nuevamente a la casa y me quité las botas –Ufff, que noche, por favor –susurré caminando hacia el comedor.
-Hola –oí la voz de Bree.
