PRÓLOGO
Jasper POV
1925
Corría el año 1925 y yo soñaba con la posibilidad de seguir avanzando en mi carrera militar o poder asistir a la universidad mientras trabajaba como asistente del General Brandon. Mi trabajo básicamente consistía en redactar su correspondencia y echarle un ojo a Alice, su hija mayor. La verdad es que de mis labores, ésta última es sin lugar a dudas la más difícil: la joven no tiene ánimos de obedecer a nadie y mucho menos a mí, es terca, rebelde y desobediente como ella sola. De todo el tiempo que llevo trabajando para el general nunca he visto a su hija obedecerle de buena gana, frecuentes son los gritos, peleas y malos momentos que tiñen las paredes de la lujosa casa.
Mientras terminaba una de las cartas en la maquina de escribir, el general entró dando un portazo que logró sobresaltarme antes de que pudiera ponerme de pie para dedicarle el correspondiente saludo.
-Buenas tardes, señor- saludé de inmediato mientras él me miraba irradiando una rabia que solo podría ser el resultado de una nueva pelea con su hija.
-¿Dónde está Alice?
-Señor, estoy seguro de que la señorita está en su cuarto. Fui a verla hace un rato y estaba dormida...
-¡Te engañó!- gruñó él golpeando la mesa con su duro puño- ¡Una niña de 18 años ha engañado al mejor de mis hombres poniendo almohadas debajo de la colcha! ¡¿Puedes explicarme como mierda ella puede ser más inteligente que tu?!
-Señor, yo...
-¡Silencio!- me indicó enfadado- Acompáñame a buscarla al bar... Alice es lista, pero se olvida que su padre soy yo y que mientras viva bajo este techo hará lo que yo ordene.
Asentí mientras buscaba las llaves del auto, según me comentó el general durante el camino su hija al parecer había comenzado a trabajar como secretaria en el pequeño despacho de abogados que se había abierto en el pueblo hace unos meses. La verdad es que aunque yo la vigilaba, no tenía idea de esto, de hecho estaba seguro que ella tomaba clases de costura o piano con una de las modistas de la ciudad.
En cuanto llegamos al bar del pueblo, vimos a la chica de pie sosteniendo un vaso de fino vermout con una mano y un cigarrillo con la otra, estaba junto a otras chicas riendo, parecía a punto de hacer un brindis y su sonrisa era amplia y se veía rebosante de orgullo y felicidad.
-¡Tenemos que brindar!- exclamó haciéndose oír a través de la atronadora música.
-¿Por qué vamos a brindar?- preguntó la chica rubia que estaba a su derecha.
-Pues... ¡Por nuestro trabajo y porque desde ahora somos mujeres libres e independientes!- gritó antes de reír y beber un largo sorbo- ¡Salud!
-¡Alice!- exclamó el general a su espalda mientras ella se tensaba y empalidecía del miedo- ¡Toma tus cosas, nos vamos de inmediato a la casa!
El general no esperó para oír la respuesta de su hija, la agarró con fuerza del brazo y la arrastró a través del bar mientras ella protestaba y gritaba para que la soltara. Yo iba un paso por detrás, contemplando la escena y pensando que tal vez el señor Brandon estaba exagerando en su reacción, pero la verdad es que Alice debió decirle a sus padres que quería trabajar y que vendría a beber algo con sus amigas.
-¡Suéltame!- gritó ella intentando zafarse del agarre de su padre- ¡No puedes tratarme así! ¡Yo no soy Jasper ni ninguno de tus soldados, ya déjame! ¡Me estás lastimando!
-Señor- dije , ganándome la atención de ambos- ¿No es mejor que suelte a su hija y...
-¡No me digas como tratar a mi hija!- me gritó profundamente enfadado antes de empujarla afuera del local hasta llegar junto al auto- ¿Cómo es ese cuento de que has empezado a trabajar de secretaria? ¿Qué tienes en la cabeza?
-¡Es verdad!- reconoció ella mirándole desafiante- Quiero trabajar y tu no vas a prohibírmelo.
-Pero Alice, una chica de tu posición no tiene necesidad de trabajar. Lo que tu tienes que hacer es buscarte un buen hombre, que sea digno de ti y de nuestra familia, casarte y tener hijos; eso es lo que hace una buena mujer...
-¡No!- gritó mirando a su padre a los ojos- Yo no quiero casarme, ¿por qué no puedes entender eso? No me voy a casar ¡Nunca!
-Ya me cansé de pelear, sube al auto ahora.
-No, no tengo por qué hacerte caso- Alice nos miró a mí y a su padre con suficiencia- ¡Ahora tengo trabajo, gano mi propio dinero y soy totalmente independiente!
En ese momento el general alzó su mano y golpeó fuertemente a Alice en la mejilla con la mano extendida. La joven miró a su padre con tanto odio que éste se hacía casi palpable, subió al auto y apoyó su mano enguantada sobre la ventana para mirar hacia afuera.
Me subí en la parte de atrás del auto junto a ella y le ofrecí un pañuelo que aceptó sin siquiera mirarme. Estaba enfadada y supuse que vendría una segunda pelea en el auto, sin embargo, ella se mantuvo en silencio durante todo el camino mientras limpiaba disimuladamente sus lágrimas.
-Desde hoy Jasper será tu sombra- dijo el general cuando quedaban pocos minutos para llegar a la casa-, le pedirás permiso para todo y tienes prohibido salir de la casa sin su compañía ¿Está claro?- la joven no respondió pero apretó los puños mientras aguantaba sus ganas de seguir llorando-... Si tanto quieres trabajar y ser secretaria tienes permiso para ayudar a Jasper en su trabajo en mi oficina, en casa.
El general esperó unos segundos a que ella dijera algo o protestara, pero al recibir un profundo silencio como toda respuesta bajó del auto, dejándonos solos.
-¡Eres un cobarde!- exclamó ella con un tono de voz frío y con los ojos grises llenos de lágrimas que no derramaría por orgullo.
-¿Qué?
-¡He dicho que eres un maldito cobarde!- repitió esta vez mirándome a los ojos.
-Estás enfadada y quieres descargarte conmigo, pero no caeré en tu juego. Si quieres hablar trata de calmarte primero.
-¡Ves que me trata fatal y no haces nada!- me recriminó- ¡Estoy segura que si te ordena matarme lo harías con tal de congraciarte con él !
-No exageres, yo...
-¡Eres igual que él y quieres ser como él, que es peor! ¡Te odio tanto!- me miró con asco mientras alzaba la barbilla- Ten por seguro que aunque me encierres en mi habitación y me golpees como él lo hace, siempre lograré escapar y nunca podrán contra la libertad de mi mente.
La vi bajar mientras me decía a mi mismo que Alice tenía razón: aunque la encierre sé que encontrará la forma de burlar mi seguridad y salirse con la suya, sé que siempre conseguirá lo que su alma tanto anhela: ser libre.
