Aquella vez no lo pensé, no lo tuve en cuenta, simplemente pasó frente a mis ojos y poco a poco se desvaneció hasta no ser nada más que un recuerdo que me golpea cada día en sueños en busca de un significado.

Mi padre era un héroe, así le veía yo, porque era un hombre digno de admirar, respetable, trataba a la gente como un igual y defendía las creencias y valores de las personas.

Jamás pude imaginarme que aquella imagen que guardaba de él, aquella admiración que yo sentía, pudiera ser tan real como el sol que nos acaricia cada mañana al despertar.

Pero todo se desvaneció en aquel fatídico día, cuando fui a la villa con mis padres para comprar, en un principio iba a ser solo con mi madre y, la verdad, en esas fechas habría preferido que fuese así. Al menos no habría presenciado como aquel hombre que me alentaba a cogerle la mano y seguir adelante, que me enseñaba con sus sabias palabras y que con su sonrisa disipaba las nubes que eran mis lágrimas… nos abandonaba para irse con un ángel traicionero y astuto como era la muerte, dejando tras de sí aquel recuerdo que apenas logro comprender.

No fue hasta seis años después, cuando encontré sentido a todo esto, cuando descubrí que mi padre realmente era el héroe que yo había idealizado e incluso mejor de lo que me había podido imaginar.

Mi padre era un asesino, un hombre que defiende el libre albedrio de las personas y la justicia en este caótico mundo.

Tanto mi hermano como yo compartimos su misma sangre, la sangre de los asesinos, y como tales tenemos derecho a elegir si queremos seguir con el legado de mi padre o bien llevar la vida tranquila y rutinaria que él tanto se esforzó en proporcionarnos.

Soy Flavia Auditore y soy una asesina.

Despertó bruscamente, sin tener ni idea de porqué, simplemente su cuerpo le grito que dejara de hacer el vago y se pusiera las pilas.

Se desperezó, y se levantó de la cama sintiendo su cuerpo pesado y fatigado. Nadie se creería que llevase durmiendo desde las once y media de la noche hasta las diez y cuarto que eran ahora, pero se sentía irritantemente cansada.

Y no era la primera vez que le pasaba, llevaba como una semana así: despertándose continuamente a mitad de la noche, dando vueltas sin cesar en la cama, desganada y, lo más sorprendente de todo, padeciendo extrañas alucinaciones en cualquier momento del día.

Aquellos sueños y alucinaciones que invadían por completo su mente solamente le hablaban de dos cosas en concreto: o de luchas a muerte con unos extravagantes caballeros con una cruz roja como emblema, o bien con un misterioso personaje encapuchado de la época actual, que vestía con una sudadera blanca con cremallera, cuyo gorro se encargaba de ocultar su identidad.

Casualmente las alucinaciones y los sueños empezaron a ocurrir la misma noche tras el extraño suceso que azotó a la tierra, cuando aquel fenómeno meteorológico casi acaba con todos los seres de la tierra, debido a una 'inminente' explosión causada por el impacto del sol contra la tierra. Pero para sorpresa de todos, la explosión no se llevó a cabo, en su lugar hubo una sacudida que muchos científicos identificaron como un terremoto de nivel cinco en la escala de Mercalli.

Dana acostumbraba a ser de razonamiento simple, aunque muchas veces se contradecía al creer que existía algo más que todos los seres de los que hablaban los libros de biología y esas cosas, pudiendo llegar a creer en la existencia de fantasmas u espíritus que se entretienen gastando bromas a los vivos o vengándose de aquellos que en vida le torturaron o causaron algún mal que les causó la muerte o un daño irreparable.

Volviendo al tema principal, las alucinaciones y los sueños, Dana cada vez se sentía más alejada de la realidad y más próxima a la locura. Y lo peor de toda esa situación, es que quería encontrar un significado. Quería saber porque su cabeza mezclaba acontecimientos históricos, como eran esos caballeros, con la actualidad, como sucedía con el misterioso hombre encapuchado con la sudadera.

Sabiendo que en ese instante no obtendría las respuestas deseadas, Dana decidió dejarlo estar por el momento e intentar vivir la realidad que era su vida. Tenía un trabajo, del cual si no se daba prisa llegaría tarde y su jefe le echaría bronca.

Sin más dilación, dejo el cepillo de dientes que había estado usando durante al menos diez minutos delante del espejo, y se apresuró a vestirse.

Se fue sin desayunar, corriendo a toda pastilla hacia su coche.

Una vez en el hotel, se puso su traje de recepcionista compuesto por un traje marrón; una falda que cubría sus muslos, una camisa blanca con una corbata negra atada al cuello y una americana del mismo color que la falda, marrón. Se colocó tras la mesa de recepción y se sentó en su silla a esperar a los clientes.

Mientras no venía nadie, ojeó la bandeja de entrada de su correo profesional para ver si había recibido algún mensaje de dirección o de algún cliente que quisiera hacer una reserva. Atendió aquellos mensajes y anotó lo importante en su agenda.

Aprovechando un poco más la ausencia de huéspedes y personal, Dana cogió su móvil para fisgonear la bandeja de entrada de su correo electrónico personal.

Todo era notificaciones del Facebook, publicidad de alguna web en la que se registró y poca cosa más.

Sus ojos se pararon delante de un mensaje en particular, enviado con su propia dirección de correo electrónico:

Asunto: Triada Capitolina.

De: Dana (dan_nightfall )

Enviado: domingo, 17 de Enero de 2013 17:34:46

Para: Dana (dan_nightfall )

Mensaje: Norteamérica, Nueva York.
Busca a William Miles.
D.M