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-¡No, no, no!- Chillo una cría de apenas unos dieciséis años, el pelo era una mata de color rojizo que le llegaba un poco más debajo de los hombros, su cuerpo era menudo, no era muy alta ni muy baja, su estatura era media, sus facciones eran finas y aniñadas para su edad, todo aquello contrastaba con la encantadora pero ¨vulgar¨ (como la llamaban sus hermanos mayores¨, nariz de botón.
-Pero Elle, tienes que hacerlo…- Argumento un hombre de aspecto cansado e iracundo mientras observaba como su hija se cruzaba de brazos y negaba con la cabeza, una y otra vez.
La susodicha hizo una mueca, sabiendo que en el fondo tenía que ceder a la orden de su padre, una orden que era peligrosa, ¿Por qué?, muy simple, su padre era dueño del Mojave Express, una empresa que se dedicaba a entregar paquetes por todo Nevada o más bien lo que quedaba de él, sus vestigios…después que la Gran Guerra hubiera azotado gran parte del mundo años atrás con ataques nucleares nada era lo mismo, todo se había convertido en un ambiente apocalíptico, pocos fueron los sobrevivientes, pero esos pocos levantaron la civilización o al menos eso trataron y si, su padre era uno de ellos, el levanto desde abajo el Mojave Express con ayuda de unos socios que murieron poco después y de su madre, claro, ahora los que se dedicaban a llevar los paquetes por todo el Yermo eran sus hermanos, (5 chicos), y ahora ella…era su primera entrega o lo seria, si aceptaba, aunque…¡joder!, no era fácil para ella, la idea de su padre sonaba loca, casi suicida, la entrega consistía en lo siguiente, tenía que ir por el Yermo hasta las Nuevas Vegas, el camino era largo, pero lo peor de todo es que estaba lleno de criaturas desagradables, como Muta-Arachas, que eran algo así como cucarachas del tamaño de un maldito perro, Hormigas gigantes, escorpiones de 6 metros de largo y todo eso sin mencionar todos los saqueadores que pudiera haber en la travesía.
-No, no lo hare. –Dijo la joven con seguridad y soltó un pequeño suspiro con cansancio para luego agregar…- No deseo morir tan joven…
Su padre le dedico una falsa sonrisa tranquilizadora que la pelirroja no supo descifrar, la tomo por los hombros suavemente y la sentó en un sillón cercano, él se sentó a su lado aun sonriendo y le hablo con un tono mordaz. –No morirás cariño, es una entrega simple, además si tienes algún inconveniente solo tienes que sacar tu arma y ¡boom!
-Y… ¿Por qué no lo haces tú, padre?
Su rostro se endureció, ¡Maldita chiquilla terca!, le estaba colmando la paciencia.
-Alguien tiene que hacerse cargo de la oficina.
-Yo puedo hacerlo…-Repuso ella rápidamente casi sonando desesperada, podía atender a la gente que llegaba en busca de los servicios de paquetería, solo tenía que ser amable con ellos, llenar papeleo y…
-No, no puedes…-Asevero con los ojos entrecerrados su padre para después aclararse la voz tal y como lo hacían las madres que les explicaban a sus hijos porque no debían hacer algo.- Hija, créeme, si yo pudiera lo haría…pero hacerlo sería mi muerte segura, sabes que ya no veo ni oigo bien, si me atacaran en el camino moriría, en cambio tu…tienes más oportunidades.
Elle tomo uno de los bordes de su falda y lo apretó con fuerza, se mordió el labio inferior frustrada y aterrada, el hombre que estaba a lado de ella se levantó del sillón no sin antes acariciar su mejilla y decir;
- Prepárate, sales mañana al amanecer.
Dicho esto cerró la puerta.
Elle se levantó del sillón y se dejó caer en su cama, se abrazó de su almohada y rompió a llorar como si se tratara de una niñata de 5 años, después de tantas horas de llanto cayo profundamente dormida.
Quien sabe porque pero aquella noche la chica sintió que el viejo colchón de su cama era el más cómodo en el mundo, ¿sería porque quizás esa fuera su última noche de vida?
