Disclaimer: Saint Seiya, sus personajes y argumento no me pertenecen. Créditos al Sr. Masami Kurumada y Toei Animation Studios. Solo son de mi autoría los OCs de esta historia, a excepción de algunos que le pertenecen a una querida amiga de esta página, Abby Lockhart1. Si mis OCs son de su agrado y desean tomarlos prestados, háganmelo saber por PM.
Argumento: AU. El dolor lo había golpeado una vez quitándole lo más preciado de su vida. Y, como si se tratase de una broma del destino, todo hacía suponer que la historia se repetiría nuevamente. Hasta que alguien que antaño no hubiera creído capaz de darle una mano vendría en su auxilio. SagaxOC, CamusxOC.
Notas de Autor: En primer lugar, mis disculpas amiga Abby Lockhart1 por el uso quizá exagerado de tus bellos OCs. Es que simplemente ¡los amo! Tú hazme saber tu opinión respecto de si estoy utilizándolos en demasía. En tal caso, antes de publicar el primer capítulo te lo enviaré para que lo revises. Por otro lado, me disculpo si de alguna manera estoy 'spoileando' futuras historias que tengas en mente.
En segundo lugar, los personajes de Saint Seiya a excepción de Camus de Acuario tendrán las características del anime con el propósito de respetar las características de los OCs que no me pertenecen. Ya verán de cuáles y por qué, para aquellos que no los conocen. En cuanto a por qué solo le daré las características de la versión manga a Acuario es simplemente porque ¡AMO a ese Santo y esa versión en especial!
Finalmente, la historia está dentro del género Alternate Universe (Universo Alterno) porque no se trata simplemente de una historia familiar/romántica. Habrá acción, aventura y drama. Y mucho, para quienes, como yo, aman esos géneros.
I
El Onceavo Templo del Santuario de Atenea estaba casi completamente en penumbras a esas altas horas de la noche casi como todo el resto de los Templos en aquel sitio sagrado. La única –y tenue- iluminación dentro del mismo era natural, puesto que se trataba de los débiles rayos de luna colándose por la ventana de la cocina. Dentro de aquella habitación y sentado con una taza de té entre sus manos se encontraba uno de los únicos tres ocupantes de Acuario; su custodio, Camus. El francés de 33 años y rasgos andróginos, alto y delgado, de cabello lacio hasta la cintura color carmesí, tez blanco marfil y ojos rubíes bebió un par de sorbos de la taza humeante en sus manos y la dejó nuevamente en la mesa para luego ponerse de pie. Aunque, a decir verdad, no estaba seguro a dónde se dirigía. Algo de lo que tampoco estaba seguro lo había mantenido despierto casi en vela desde que regresara de su guardia nocturna a la medianoche. Su esposa Liliwen, de 30 años y su hijo Émery, de ya 4 años estaban, para su fortuna, profundamente dormidos para entonces. Terminó de beber su té y dejó la taza dentro del lavaplatos antes de dirigirse a su habitación. Sinceramente necesitaba descansar o de lo contrario no estaba seguro de poder encarar su día. No obstante cuando se dirigía a su habitación escuchó –o creyó escuchar- una voz algo somnolienta llamarle desde la entrada de Acuario. No se trataba de su mejor amigo Milo de Escorpio, pero sí de uno de los cinco Santos griegos del Santuario. Incluyendo al gemelo menor de Saga de Géminis, Kanon. Efectivamente, la persona que le llamaba era el custodio del Tercer Templo. Y algo en su tono le dio al galo la impresión de que este estaba insomne o que cuanto menos había dormido poco y, por si fuera poco, había despertado sobresaltado. El pelirrojo se dio vuelta hasta quedar frente al mayor y simplemente le indicó asintiendo con su cabeza que ingresara y lo acompañara a la sala. El hombre siete años mayor que el galo, ligeramente más alto y robusto que este, de cabello levemente ondulado hasta la cintura color azul medianoche, tez bronceada y ojos verdes solo pudo agradecerle con un gesto silencioso con su cabeza para luego ir tras él.
Camus encendió la pequeña luz en el centro de la sencilla cocina del Templo y, luego de servirle a su camarada una taza de té (suponía que el café, como en su caso, no sería la mejor opción) se sentó frente a él. Un silencio que más que relajarlos como sucedería habitualmente pareció agitarlos siguió a ese momento, hasta que este fue roto por el francés, quien simplemente comentó que aparentemente él no era el único falto de sueño esa noche. Saga asintió, murmurando con un esbozo de sonrisa que de todas maneras suponía que él no había visto su descanso interrumpido por un pequeño niño, ya que podía percibir que Émery estaba durmiendo plácidamente. Camus asintió con el mismo atisbo de sonrisa en su rostro pálido, aprovechando la mención de su hijo para preguntarle a su camarada por el propio, tan solo tres meses mayor que Émery. Sin embargo, el galo recordaba que Cecilia, la esposa de Saga, les había mencionado a él y a Liliwen en varias ocasiones que aun a su edad, su hijo Athos tenía algunas dificultades para dormir. Eso, sumado a los problemas de ansiedad de la historiadora chilena. En una actitud que le resultó poco habitual –lo era de hecho- en el siempre reservado y casi impasible galo, Saga sintió la mano naturalmente fría de este sobre su brazo en un gesto tranquilizador que también le era poco habitual. Al menos hacia determinadas personas; aquellas con quienes tenía menos relación. Y él era uno de ellos. Sonrió más genuinamente ante el gesto del menor y murmuró mientras bebía el último sorbo de su taza de té:
-Gracias, Camus. Y sinceramente lamento haberte molestado a esta hora…
-No; por favor no te disculpes, Saga. A decir verdad, también yo necesitaba algo de compañía… Aunque de niño solía perseguir a Aiolos, debo admitir…
-Sí; lo recuerdo. Milo era quien iba tras de mí todo el tiempo…-. En ese momento y en una situación que inevitablemente dibujó una sonrisa en ambos rostros, los dos Santos dejaron escapar sendos bostezos evidenciando la más que notoria fatiga. Por un momento incluso el de ojos rubíes temió que utilizar su Otra Dimensión cansara aun más al heleno y pensó en ofrecerle la habitación de huéspedes para que pasara la noche allí en Acuario. Aunque luego recordó que posiblemente Cecy se alarmaría al darse cuenta de que su esposo no estaba junto a ella.
-¿Te preocupas de esa manera por cada uno que aparece a estas altas horas de la noche en tu Templo, Acuario? Entiendo que Escorpio y Leo lo han hecho un par de veces. Y Milo tiene un hijo, como tú o yo…-. El pelirrojo no se sorprendió de que Saga le hubiera adivinado sus pensamientos. Era una de sus habilidades después de todo, como lo era en el caso de su gemelo Kanon, Shaka de Virgo y los tres lemurianos. El Patriarca Shion, Mū de Aries y su aprendiz Kiki. Nuevamente el hombre de 40 años lo 'atrapó' sumido en sus pensamientos, aunque optó por omitir comentario alguno al respecto esta vez. Nuevamente bostezó y nuevamente Camus le advirtió que se retirase a descansar de inmediato. Finalmente, el geminiano agradeció a su amigo por la compañía y por el té, recordándole que podría visitarle con su esposa e hijo cuando lo deseara. De hecho, agregó, si gustaba, lo invitaba a almorzar con Liliwen y Émery.
-Será un placer, Saga… -respondió el pelirrojo asintiendo seriamente. Casi como si le hubiese hecho una invitación formal. O como si quien lo hubiese invitado fuera el mismísimo Patriarca. El griego sinceramente se sorprendió al verlo. Y por un instante se le hizo un nudo en la garganta recordando que, casi trece años atrás, cuando conoció a su esposa Liliwen, él (poseído por Ares) pudo habérsela arrebatado de las manos como a él le habían quitado a su primera esposa y madre de su hijo mayor, Kostas. El acuariano no tenía la suficiente habilidad psíquica como para leer los pensamientos del geminiano como sí podía hacer Saga con cualquiera de ellos. No obstante, le bastó tan solo con mirarlo directamente a sus jades para saber que, nuevamente, estaba torturándose con su pasado. Él no era a decir verdad su mejor amigo; ni siquiera alguien a quien pudiera considerar un confidente. Sin embargo, Camus difícilmente olvidara que, cuando era tan solo un aprendiz y antes de que todo se fuera absolutamente al demonio (textuales palabras de, entre otros, su mejor amigo Milo), los más pequeños, entre ellos precisamente él y Escorpio, recurrían tanto a Saga como a Aiolos de Sagitario siempre que necesitaban ayuda o un consejo. De hecho, había sido el propio Saga quien lo había llevado de su natal Lyon a Atenas a la edad de 5 años. Nuevamente un sonido proveniente de su acompañante –esta vez un estornudo- sacó al de ojos rubíes de su ensimismamiento y le hizo arquear apenas levemente una ceja.
-¿Sabes? –dijo el hombre antes de estornudar nuevamente y dos veces –Si mal no recuerdo, cuando fui a recogerte a Francia, era invierno…
-Por lo tanto, imagino que te habrás dado cuenta de que allí en Lyon el invierno no es exactamente como aquí en Atenas. Ni como en los Alpes…-. Sonrió levemente y agregó –Será mejor que regreses…-. El geminiano estaba a punto de obedecer a la sugerencia de su amigo, hasta que no solo un ataque de estornudos sino también de tos rasposa lo detuvo haciendo que se inclinara ligeramente hacia adelante con una mano en el pecho. Lejos de alarmarse, el Santo de Acuario instintivamente puso su mano en la frente del mayor tan pronto como se detuvo a su lado. Nuevamente sin el menor rastro de alarma en su expresión, el menor murmuró mientras quitaba su mano de la frente del heleno y la apoyaba en su hombro:
-Estás ardiendo, Saga… ¿Llevas mucho tiempo así?
-Desde ayer, pero… no he querido preocupar a Cecy. Ni siquiera he hablado con Sofi al respecto. Sin embargo, no creo que debas preocuparte por mí ahora. Quiero decir, no en tu situación…-. El francés sinceramente hubiera bufado o rodado los ojos al escuchar eso. Hubiera esperado un comentario semejante de su mejor amigo, quien aun no podía evitar sobreprotegerlo como cuando solo eran aprendices. A él o a su esposa e hijo. Con toda honestidad, Camus debía admitir que a veces le sucedía lo mismo con la esposa y el pequeño (ya no tan pequeño) hijo de Milo. Aunque en su caso particular era significativamente más consciente y prudente al respecto. Sacudió la cabeza y, ayudando al mayor –quien al mismo tiempo era más alto que él- a ponerse de pie, volteó hacia el pasillo de las habitaciones y murmuró que lo llevaría a la habitación de huéspedes por esa noche. Antes de que el de cabellera azul llegara siquiera a alarmarse, Acuario le aseguró que iría personalmente a Géminis a explicarle la situación a su esposa. El heleno le devolvió una ligera sonrisa antes de murmurar, mientras el sueño definitivamente se apoderaba de él:
-El chico definitivamente debe estar orgulloso de haber tenido a alguien como tú de maestro…
-El chico tiene ya 26 años…-. Se detuvo y abrió enormemente sus rubíes como si acabara de recordar algo. El heleno lo miró sin decir nada hasta que finalmente el galo sonrió apenas levemente y agregó, con un brillo por demás peculiar en su mirada. Y poco tenía que ver la luna en ello. De hecho, sus ojos estaban empañados en lágrimas contenidas -Oh, a propósito; no sé si te lo he dicho. Milo no lo sabe aun pero… Je serai… disons un grand-père adoptif dans huit mois…-. Tomó un profundo respiro al darse cuenta de que se quebraría en cualquier instante y apartó la mirada de los ojos verdes del Santo de Géminis. El mayor le tomó apenas el rostro con su mano izquierda para que volviera a mirarlo y dijo, casi en un susurro, que él mantendría el secreto si ese era su deseo.
-No exactamente… -admitió el francés -¿Recuerdas cuando Lilu y yo supimos de la llegada de Émery?-. El griego asintió al darse cuenta de qué deseaba realmente su amigo. Muy pocos supieron del embarazo de Liliwen hasta que Artemisa y sus ángeles finalmente se marcharon del Santuario después de que esta recuperase su divinidad y su Cosmos y el peligro había pasado para ellos. Aunque, para desgracia de la pareja (aun no estaban casados por entonces), uno de los pocos que supo de ello fue nada menos que el enemigo. Los demás eran la propia Diosa Artemisa y sus ángeles, Kanon, Satu, Atenea y Shion. Ni siquiera el propio Milo lo supo hasta que todo acabó. Suspiró y, luego de un minuto murmuró que, al menos él, Cecy, Kanon y Satu no dirían absolutamente nada. Aunque admitió que no recordaba haber visto a Hyōga con alguien. Antes de que cualquiera de los dos pudiera agregar nada, Saga nuevamente se inclinó hacia adelante, por lo que Camus decidió llevarlo en ese instante a la habitación. Miró rápidamente el reloj en la pared de la sala y suspiró. Apenas habían pasado las 3am y él mismo comenzaba a sentirse cansado. No obstante, no estaba en sus planes ni dejar así a su amigo ni mucho menos a la esposa de este. Por ello, luego de llevar a Saga a la habitación y quedarse allí hasta que este se durmiera, le colocó un paño frío en la frente y se dirigió a su habitación para revisar que Liliwen y Émery aun estuvieran descansando. Minutos después, salió de su Templo hacia Géminis.
Como era de esperar, al llegar al Tercer Templo, Camus encontró a la historiadora chilena sentada en la sala con una taza humeante de café en la mano. La mujer seis años menor que Saga, de estatura y físico similares a los de su propia esposa Liliwen, con el cabello castaño hasta los codos, la tez clara y los ojos verde-avellanos levantó la mirada tan pronto se percató de que alguien estaba en el lugar. No poseía Cosmos como su esposo, por lo que le hubiera sido imposible identificar de quién se trataba aun a pesar del por demás característico aire frío que precedía a la presencia del onceavo custodio. Y ella misma era originaria de quizá la región más andina y fría de Chile. No obstante, su natal Santiago no era exactamente Siberia. El pelirrojo pareció percatarse de lo que estaba pensando, puesto que le devolvió una pequeña sonrisa y murmuró que, a diferencia de ella, él mismo era originario de una ciudad absolutamente ajena al frío siberiano. Sinceramente no tenía poca mucha idea respecto del país de origen de la mujer. Lo poco que conocía era por los libros que había leído pero jamás había estado allí. Y entre esas pocas cosas, una de ellas era el hecho de que no solo en algunas áreas el clima invernal podía asemejarse en cierta manera al de Rusia sino además de que existía allí, como en Siberia Oriental, un altiplano. Un territorio prácticamente inhabitable debido tanto al clima hostil como a la aridez del terreno*. Al percatarse de que la observaba con cierta atención aunque la mirada del galo permanecía tan impasible como le era habitual, Cecy se disculpó, preguntándole si necesitaba algo. Camus simplemente sacudió la cabeza y respondió que solo quería informarle que su esposo estaba en Acuario. Aunque tenía la impresión de que no querría escuchar el por qué.
-Lo escuché levantarse hace al menos tres horas, Camus… -dijo la castaña –Te agradezco el favor de haberte molestado en venir, pero sinceramente no creo que tú mismo estés en condiciones. Discúlpame; probablemente la pregunta te resulte cuanto menos extraña pero, ¿alguna vez has estado en otro sitio remotamente similar a Siberia?
-Asgard… Y el norte de Noruega; Sabine es de allí, no sé si Saga te lo haya dicho alguna vez…-. La mujer asintió, aunque abrió sus ojos inmediatamente al recordar quién era en efecto esa joven de quien hablaba Camus. Sin embargo, se preguntaba por qué lo habrían enviado a él en busca de una aprendiza que, a pesar de que entrenaría para recibir una armadura boreal (Equiluus) era en realidad de Virgo. Exactamente como su maestra asignada.
-La aprendiza de… ¿Lena? ¿Por qué enviarte a ti, Acuario, por una pequeña de Virgo?
-Shaka no hubiera permitido que Lena lo hiciera…-. Decidieron dejar la conversación allí y, al cabo de unos minutos, Cecilia le preguntó al pelirrojo si quería ver a su hijo Athos. Camus lo pensó brevemente hasta que al final se negó con un ligero movimiento de cabeza, admitiendo que no pretendía molestar el descanso del pequeño, ya que aun era muy temprano. La historiadora le sonrió de una manera que le recordó a su esposa y, además, al aprendiz de Aries cuando aún era pequeño. Al cabo de unos minutos, Cecy murmuró, riendo apenas levemente:
-Est-ce que Lilu t'as déjà dis que tu peux parfois dépasser l'altruisme du Verseau moyen?
-Oh mon Dieu, ne me rappelle pas s'il te plait! Elle a dû me dire que plus souvent que je peux probablement supporter, Cecy…-. Y mientras decía aquello y en una acción que sorprendió –e hizo reír de buena gana- a la mujer chilena, el acuariano se frotaba la frente en un gesto de exagerada frustración. Más tarde, el pelirrojo alzó la mirada sobre su hombro hacia Cecilia arqueando ligeramente una ceja y preguntándole si podía hacer algo por ella (o por su hijo) antes de irse. A la castaña verdaderamente pareció sorprenderle la pregunta. Sin embargo, en su interior suponía que, puesto que su hijo también tenía un Cosmos aunque este era aun débil, le era sencillo al Santo de Acuario percibir cualquier alteración en el mismo. Sin embargo, la única forma en que podía ayudarla requería el uso de frío. Y honestamente no estaba segura de si alguna vez lo había hecho. No de esa manera al menos. Nuevamente, el galo pareció adivinar sus pensamientos, puesto que le explicó que, efectivamente, no había hecho algo similar en más de 15 años. Desde que sus discípulos eran apenas niños d años y no estaba seguro de poder hacerlo en un pequeño de la edad de Athos.
-¿Está dormido ahora?
-Sí… -dijo ella asintiendo –Por favor, sígueme…
La mujer chilena decidió dejar al pelirrojo a solas con su hijo. Ella, por su parte, se dirigió a la cocina a preparar té. En ese momento notó a través de la ventana de la sala que ya estaba amaneciendo. Sin darse cuenta habían permanecido despiertos toda la noche. En el interior de la habitación, Camus se sentó junto a la cuna del niño y apoyó su mano en la frente de este. Mientras que Kostas era el calco de su padre excepto por sus ojos grises como los de su difunta madre, Athos al contrario era completamente idéntico a Cecilia. Su cabello, rizado estaba a la altura de sus hombros y era bastante denso para tratarse de un niño de solo 4 años. Su hijo Émery lo tenía lacio y ligeramente por debajo de los hombros, del mismo color carmesí que tenían tanto él como Liliwen, mientras que el resto de su apariencia era igual a la de su madre. Tez clara con pecas y ojos color verde jade. El hombre de ojos rubíes alejó su mano de la frente del pequeño, decidiendo en ese instante que definitivamente Cecilia tenía razón. Athos era de Sagitario; el Cosmos aun débil que poseía era más parecido al de su esposa Liliwen que al de Aiolos. Él era a esas alturas absolutamente capaz de dominar el Cosmos ardiente de la hija de Apolo; él mismo le había instruido en cómo controlarlo. No obstante, era absolutamente diferente con Leo y Sagitario. E incluso con Escorpio. Luego de unos minutos, se percató de que una mano diminuta, húmeda y tibia le sostenía la mano que acababa de apartar de la frente del niño e inmediatamente bajó la mirada a este. Athos solo lo observaba con sus hermosos ojos verde-avellanos ligeramente entrecerrados y vidriosos por el sueño e intentaba balbucear algo que, de no ser porque su propio hijo tenía la misma edad, el galo hubiera tomado por un delirio febril. En un gesto que incluso lo sorprendió a él mismo a pesar de que justamente era padre de un niño, Acuario se inclinó ligeramente hacia adelante y besó la frente de Athos. Luego se puso nuevamente de pie y giró apenas hacia el cuenco de agua vacío sobre la mesita de noche y, sacudiendo la cabeza, murmuró para sí y en francés 'C'est vraiment bizarre. Je me demande si ce qu'est arrivé à ton père est le même que celui qui te touché maintenant…' Permaneció allí el tiempo suficiente hasta que la fiebre del niño se había estabilizado y, al retirarse, dejó el cuenco sobre la mesa lleno de agua y un paño frío sobre la frente de Athos.
Cuando Saga regresó a Géminis, halló a Cecilia y su hijo durmiendo plácidamente. No obstante se percató de otro detalle que en cierta manera lo alarmó. Podía percibir en el aire rastros del Cosmos de Camus. ¿Qué había hecho realmente el Santo de Acuario allí? Lo comprobó al acercarse a su pequeño hijo y observar el apenas tenue tono rosado de su rostro y su tez extrañamente brillante. Como si estuviese o hubiera estado cubierta de sudor. Exactamente como la de él mismo la noche anterior. Sacudió la cabeza y, alzando apenas la mirada a la ventana, murmuró para sí mientras se metía en la cama junto a su esposa 'Je crois que je te dois un grand, Verseau. Mais tu ne devrais pas avoir de le faire…' 'Je n'aurais pas… pardonné moi-même si je… laissais ton garçon comme ça… Sé que tú hubieras hecho lo mismo por mí… Si hubieras podido hacerlo…' Lo último que escuchó el heleno fue un para nada agradable carraspeo. Definitivamente a esas alturas el cansancio había hecho mella en su joven amigo. Solo esperaba que no haya tenido que utilizar la cantidad de Cosmos que delataba el rastro en la habitación. Creía que necesitaba tener una conversación seria y urgente con élal respecto.
Así pasaron los días y esa mañana de Abril, Saga, Aiolos y Shaka fueron llamados al Templo Patriarcal. Ninguno de ellos en realidad sabía el por qué de aquel llamado aunque, a decir verdad, los Santos de Géminis y Virgo creían tener una vaga idea. Especialmente el primero de estos. Apenas la noche anterior y aprovechando las circunstancias de que les habían asignado la guardia vespertina, Saga había decidido finalmente encarar a su par de Acuario. No obstante no se hubiera imaginado la respuesta del joven francés sobre sus razones para hacer lo que había hecho no solo con Athos sino incluso con el propio heleno. Lo habían llamado a regresar a Siberia aunque, en realidad, ni siquiera era una orden oficial del Santuario. De hecho, alguien había enviado una nota a Acuario; sin remitente y escrita en un idioma que muy pocos Santos allí en el Santuario conocían al menos medianamente. Entre ellos, él mismo, Hyōga y Afrodita. A lo que el geminiano supuso que no se trataba exactamente del ruso. Respecto al por qué no solo de sus acciones sino incluso del hecho de haber estado casi prácticamente privado del sueño desde la noche anterior a su visita en Acuario, el pelirrojo le explicó que, por alguna razón que honestamente desconocía, él mismo se había sentido cuanto menos extraño desde que su hijo cumpliera cuatro años. Cuando Saga les explicó aquello a Atenea y el Patriarca, la mujer de 26 años, de estatura mediana y físico grácil, con el cabello lacio hasta la cintura color lila, la tez clara y los ojos verde-azulados preguntó si Camus ya había partido a Siberia. El hindú de 33 años, estatura, físico y rasgos andróginos similares a los del Santo de Acuario, de larga cabellera lacia color rubio dorado, tez clara y ojos turquesas (en ese momento abiertos) respondió anticipándose a Saga y explicándole a la mujer griega que aun se encontraba en Acuario. Pero que no estaba exactamente solo.
-E imagino que su acompañante no es Liliwen… -intervino el otro heleno, de la misma edad, estatura y físico que Saga, con el cabello ligeramente ondulado y por debajo de los hombros color castaño oscuro con una cinta carmesí alrededor de la frente, tez bronceada y ojos azules. Shaka de Virgo solo sacudió la cabeza en respuesta. Aunque ninguno de los presentes necesitaba escucharle decir nada. Antes de que el Patriarca bicentenario aunque de aparentes 22 años y origen lemuriano, de la misma estatura y físico que Géminis y Sagitario, cabello rubio pálido hasta la cintura, tez clara y ojos borgoñas con dos marcas sobre la frente en el mismo tono en lugar de cejas pudiera decir nada, todos escucharon y percibieron lo que solo pudieron percibir como un choque de Cosmos. Ambos fríos, aunque uno de ellos era, además, siniestro y oscuro. Y solo dos Espectros de Hades poseían un Cosmos tan frío como el del propio custodio de Acuario. Por otro lado, ambos eran, precisamente acuarianos. Aiolos fue el primero en reaccionar al percatarse de ello y, volteando quizá con demasiada violencia hacia la entrada del salón musitó que creía que se trataba de Valentine de Arpía. Sin embargo, agregó abriendo los ojos con una repentina sensación de horror en su rostro. E incluso en su cuerpo, puesto que sus hombros temblaban ligeramente:
-Ese no es exactamente Arpía… Y si lo es, algo muy extraño ha sucedido con él. Dudo que Camus, habiendo sido él mismo un Espectro, no haya notado eso a estas alturas…
-También yo lo fui, Aiolos… -le recordó el otro heleno –Y honestamente no entiendo a qué te refieres…-. Antes de que el propio Patriarca pudiese intervenir, escucharon lo que solo pudieron describir como un grito desgarrador que pareció retumbar en sus cabezas y sus Cosmos. Y este provenía del doceavo custodio, Afrodita de Piscis. Nadie sin embargo atinó a moverse. Por alguna razón, nadie pudo hacerlo en realidad. Sin embargo, lo siguiente de lo que fueron conscientes fue de una nueva explosión de Cosmos. Esta vez, absolutamente opuestos entre sí y dirigidos hacia donde ellos se encontraban. Solo segundos antes, el heleno de Géminis había escuchado a su par de Acuario pedirle a través de su Cosmos que se alejara de la sala del trono si es que aun se encontraba allí. Más tarde oyó a su esposa explicarle que, en efecto y como imaginaba había adivinado, el ser en el Templo de Piscis no era Valentine, aunque probablemente no creyera de quién se trataba realmente. Tan pronto como la semidiosa acabó de informarle aquello, lo siguiente que escuchó Saga fue un nuevo grito desgarrador de parte de dos voces masculinas. Una de ellas infantil. Y si el haber escuchado tal exclamación del Santo escandinavo lo había atemorizado, en ese instante no solo él, sino además Atenea y Shion se vieron presas de un horror indescriptible. Presa de la desesperación, la diosa le pidió al geminiano que descendiera al Templo de Piscis de inmediato. Sin embargo, Aiolos sacudió la cabeza y respondió:
-Mi Señora… Saga lo hubiera hecho sin usted pedírselo, no tenga duda de ello. Sin embargo, hay algo que debe recordar respecto de los Santos Dorados…
-Más allá de nuestra lealtad a usted, nuestras batallas son solo nuestras… -dijo Shion, concluyendo la explicación del heleno –Además, también hay algo que debe saber respecto de Acuario. Y me refiero a los Santos de Acuario. En mis tiempos como Santo Dorado de Aries, su lealtad para con la joven Sasha rivalizaba la de Sísifo de Sagitario. En la actualidad y aunque para usted no lo parezca, la de Camus hacia usted rivaliza la de su propio mejor amigo…
-No fue el solo hecho de entrenar a dos niños lo que lo llevó a Siberia con apenas 14 años, Atenea… -concluyó Saga –Y si alguien debe expiar culpas por ello, ese soy yo. Sería un honor para mí sacrificar mi vida por usted nuevamente. Y por él de ser necesario… Aunque eso me valga su desprecio, el de mi esposa y de mis hijos por el resto de mis días…
Mientras aquella discusión tenía lugar n el Templo Patriarcal, un Templo más abajo, en Piscis, Afrodita se encontraba ya completamente fuera de combate, mientras que su esposa Evelyn había sido retirada de allí por la única mujer junto a ella en el lugar rumbo a su propio hogar. El Templo de Acuario. Atrás habían quedado su esposo y custodio de aquel lugar y Valentine de Arpía, el lugarteniente de Radamanthys de Wyvern en Giudecca, Hades. A todo esto, el Santo Dorado de Géminis decidido que solo intervendría al percatarse de que no quedaba nadie en el Doceavo Templo excepto justamente sus dos camaradas y el intruso. A diferencia de Liliwen, Evelyn no poseía un Cosmos. No obstante ello, el heleno de cabellos azules se percató de que también la egiptóloga se había retirado de allí justamente gracias a la esposa de su amigo. Al llegar a Piscis y encontrar al escandinavo de cabellera cian tendido a un costado de la sala principal y con su Armadura Dorada visiblemente dañada se acercó rápidamente a él, aunque sus ojos verdes se volvieron casi tan rápidamente hacia el sitio de la batalla al escuchar nuevamente los mismos dos gritos que había escuchado antes mientras estaba junto a la diosa y el Patriarca. En ese preciso instante se dio cuenta de que había olvidado que alguien más se encontraba en Piscis junto a los Santos y sus esposas. Émery, el pequeño hijo de Camus y Liliwen. Afrodita interrumpió sus pensamientos en ese preciso instante murmurando que, como suponía que imaginaría, no había sido decisión del galo que su hijo estuviese allí en medio de la batalla. En realidad, tanto él como Liliwen se habían visto absolutamente sorprendidos por la invasión más que simplemente la llegada de Valentine cuando se dirigían al Salón Patriarcal a informarle a Shion y Atenea que Artemisa había pedido que la semidiosa y su hijo fueran llevados a sus dominios en el Olimpo mientras Camus se encontraba en Siberia.
-E imagino que Camus está intentando retenerlo aquí... –dijo el griego, a lo que el escandinavo asintió mientras el mayor lo ayudaba a levantarse. Ambos regresaron la mirada a la batalla que estaba ocurriendo frente a ellos, precisamente en el instante en que el francés se había puesto de pie dispuesto a lanzar su última técnica. La Ejecución de Aurora. Mientras que el descenso casi extremo en la temperatura pareció no afectar en absoluto a Piscis, aun a pesar de sus heridas, Saga palideció apenas ligeramente y una no demasiado delgada capa de escarcha cubrió su Armadura Dorada. Antes de que pudieran empeorar las cosas para todos ellos, dos Cosmos opuestos aunque inmensamente más poderosos que los de los tres Santos Dorados –es decir, dos deidades- aparecieron en el Templo. Acuario lanzó su ataque cubierto por los Cosmos de los gemelos olímpicos, lo cual les hizo dar cuenta a los Santos que esa era la intención de Apolo y Artemisa desde un principio. A un costado de los dos dioses se encontraba un joven pelirrojo vestido en una imponente armadura gris acero con una máscara/antifaz cubriendo sus intensos ojos azules. Al ver a los dos Dorados, Tōma de Ícaro, hermano menor de Marín de Aquila y uno de los tres Ángeles al servicio de Artemisa –el único mortal- hizo un gesto silencioso a Saga para que retirase del lugar a su par de Piscis, mientras que él lo haría con Acuario cuando fuera necesario. 'Será como digas, Ícaro. Lo llevaré a Acuario; su esposa está allí con Liliwen y su hijo. Te lo encargo, hijo…' 'No se preocupe; sé que mi hermana odiaría perder a cualquiera de ustedes…' El heleno asintió apenas con una ligera sonrisa en su rostro mientras abría un portal hacia Acuario.
Cuando tanto Afrodita como Camus despertaron, no tenían la menor idea siquiera de dónde se encontraban. Mucho menos de cómo habían acabado allí. Junto al Adonis sueco de 35 años se encontraba sentada en posición de loto pero no precisamente meditando su joven discípula y esposa de Mū de Aries, Lydia. Por otro lado, junto a Camus y secando el sudor en su frente tan solo con su propio Cosmos más que con un paño había una hermosa joven nórdica de 18 años, alta y delgada como su maestra Lena de Corona Boreal, de cabello rizado rubio pálido atado en una cola a media altura, tez blanca como marfil y ojos lavanda-azulados. Efectivamente en ese instante no llevaba su máscara, por lo que su rostro era completamente visible. Aunque, en realidad, se encontraba justamente junto a una de las únicas cuatro personas que conocían su rostro desde que solo era una niña de 10 años. Acuario, junto a Shaka de Virgo (el custodio de su signo y el otro Santo Dorado que había visto su rostro) la habían recogido de su natal Oslo, en Noruega. Los otros dos que habían visto su rostro eran Shun de Andrómeda y Christoffer, los otros dos hombres con quienes solía entrenar si no lo hacía con las Saintias. Sabine dejó escapar un breve grito de sorpresa al percatarse de que no solo el galo había despertado y la observaba algo confundido, sino de que alguien más extraordinariamente similar a él excepto por sus ojos azules la observaba con cierta curiosidad. Hubiera confundido a aquel hermoso hombre con Adonis si no supiera que el hijo de Afrodita jamás había encarnado en un cuerpo humano.
-Phébus ne s'incarne pas non plus, Sabine chérie… Cet homme que tu vois ici est en effet Apollo lui-même…-. Sonrió apenas ligeramente y contuvo una mueca de dolor en su rostro antes de concluir –Le père de ma femme…-. Si solo ver a aquel hombre la había sorprendido (y maravillado, debía admitir), Sabine no supo cómo describir lo que pasaba por su mente tras la confesión del acuariano. Nunca había escuchado hablar del origen de su esposa, aunque sí había oído que esta era en efecto una semidiosa. Al parecer, allí estaba la respuesta. Casi como impulsada por un resorte, la chica se irguió hasta quedar aun de rodillas pero con su espalda recta a la altura del hombre frente a ella, inclinando levemente su cabeza con ambas manos en su regazo y saludándole respetuosamente para finalmente presentarse debidamente. Apolo devolvió el saludo besando sutilmente su mano pálida y delgada y respondió que Camus le había hablado de ella, como también de su nuevo discípulo a quien, ahora que lo pensaba, no veía allí en el Templo.
-Sergéi está en Siberia, señor… -musitó el pelirrojo mientras Sabine lo ayudaba a incorporarse y le tendía un vaso de agua. En ese momento, Camus parpadeó aclarándose la vista y giró a su costado, percatándose de que los habían recostado en la habitación de aprendices de Acuario. Cuando Lydia notó los rubíes galos sobre ella, murmuró sin esperar cuestionamiento alguno por parte del otro Santo Dorado que su maestro se encontraba bien. Y que precisamente Apolo lo había asistido como lo había hecho con él. Por otro lado, agregó, Artemisa había regresado al Templo principal con Liliwen y su hijo, mientras que Evelyn estaba en Piscis junto a Fátima, quien había ido allí tan pronto como supo de lo ocurrido por Saga. Antes de que Camus preguntara por el Espectro de Arpía, Apolo respondió que su camarada se había encargado de 'devolverlo a su sitio'. Aunque en realidad no era Valentine sino Ares quien los había atacado. Al escuchar las palabras del dios, ambos Santos Dorados palidecieron casi mortalmente. El primero en esbozar un mínimo atisbo de reacción (tomar la muñeca derecha de su suegro quizá con inusitada vehemencia) fue el pelirrojo. Su mirada, habitualmente impasible estaba completamente vidriosa con lágrimas contenidas. Apolo ni siquiera atinó a soltarse, comprendiendo el posible motivo de aquella acción. La vez que Ares intentara tomar el control del heleno de Géminis luego de que Atenea lo sellara, este pudo haber acabado con la esposa de Camus. Con su propia hija. Cuando junto a su hijo Phobos y a Fjore –la antigua 'aliada' de su gemela Artemisa- atacó nuevamente el Santuario, puso en peligro no solo la vida de su hija sino la de su actual nieto.
-No puedo permitirte salir de este sitio, Acuario… -murmuró, muy a su pesar, el dios del Sol, finalmente liberándose del agarre del galo, quien estaba recostado y temblando como si le hubiese atravesado una corriente helada. Las lágrimas a esas alturas caían incontrolablemente de sus ojos –Ares pudo haber acabado contigo y esta vez ni siquiera nuestro padre hubiera podido hacer nada si eso sucedía…
-Por favor cálmate, Camus… -le pidió Afrodita, quien aun estaba recuperándose lentamente de sus propias heridas. El escandinavo suspiró cansinamente y luego le explicó, mientras tomaba suavemente la mano de su aprendiza sentada a su lado –Ahora deberías preocuparte por ti. Créeme; Lilu ha de estar más que a gusto junto a sus tías… ¿O me equivoco, señor Apolo?
-Oh no, Piscis; estás absolutamente en lo cierto. Aunque no es la única. Y eso me sorprende… ¿Tienes niños, Piscis?-. En ese instante los cuatro presentes excepto obviamente el dios abrieron sus ojos de par en par. Cada uno por razones absolutamente diferentes. El francés y el sueco porque se hallaron completamente descubiertos. Lydia y Sabine, en cambio, estaban perplejas por decir lo menos. Al cabo de unos minutos y sin poder evitar que su hermoso rostro se tiñera de un intenso carmesí, el Santo de Piscis desvió la mirada del dios y musitó que, al parecer, no sería fácil ocultar algo así de una diosa de la fertilidad**. La deidad de cabellera tan roja como las mejillas escandinavas en ese instante simplemente sonrió para luego bajar la mirada al esposo de su hija y preguntarle si había algo más que pudiera hacer por él en ese momento. De lo contrario y si no le molestaba, iría a ver justamente a Liliwen y a sus hermanas Atenea y Artemisa.
-Vaya por favor, señor Apolo… -interrumpió Lydia antes de que el francés intentara siquiera responder –Sabine y yo nos encargaremos de ellos…
-Lydia tiene razón… dijo finalmente el Santo de Acuario, quien se había sentado con ayuda de la joven escandinava –Probablemente aun esté algo aturdido, lo cual no me sorprendería sinceramente. Pero no lo suficiente como para no notar que alguien más que su hija está esperando verle en este momento…-. El dios arqueó una de sus casi femeninamente delgadas cejas ante las palabras del joven europeo. ¿Sería capaz su nieto, apenas a sus 4 años, de percibir su Cosmos? Sacudió ese pensamiento de su mente y, levantándose lentamente les informó a los Santos Dorados que estaría con su familia en el Templo Patriarcal en caso de que cualquiera de ellos volviera a necesitar de su ayuda
-Muchas gracias… -respondió el de cabello cian mientras su discípula lo ayudaba a recostarse nuevamente. Sabine por su parte hizo lo propio con el pelirrojo. Ambos santos se durmieron casi instantáneamente, lo que provocó sonrisas tristes en los rostros de las jóvenes.
En el salón principal del Templo Patriarcal, mientras tanto, Liliwen y su hijo, Evelyn, Saori, su hermana Artemisa, Shion y su esposa Sara Johnson estaban sentados tomando el té. Minutos después se les sumó Cathy con su hijo Mavri. Inmediatamente dos pares de idénticos ojos jade se iluminaron al ver que la escocesa llevaba también su violín. Sin embargo, la esposa de Camus inmediatamente le dirigió una mirada por demás inquisitiva a su tía, preguntándose para sí desde cuándo tenía tanto interés por la música. Aunque suponía que la propia Artemisa o Shion adivinarían sus pensamientos. A esas alturas y aunque probablemente se debiera a la perspicacia natural del Santo, su esposo era capaz de adivinar lo que pensaba. Definitivamente su tía podía hacerlo. Cualquiera de ellas, aunque Liliwen era consciente de que Saori era en extremo distraída. Irónicamente, a diferencia del custodio de su signo, Shaka. Para cuando Lilu salió de sus elucubraciones, otras dos personas se habían sumado al grupo y, por otro lado, Catherine ya había comenzado a tocar una hermosa y suave melodía en su violín. Aquello llamó la atención del dios de cabellera rojiza quien alzó sus ojos azules a la mujer sentada casi en posición de loto sobre un enorme y hermoso almohadón estampado de flores con su pequeño sobre sus piernas cruzadas y el instrumento descansando en su hombro derecho. Su acompañante, Tōma de Ícaro por el contrario no estaba sorprendido en absoluto. Había visitado el Santuario para ver a su hermana mayor en repetidas ocasiones, por lo que ya había tenido la oportunidad de ver a la esposa de Milo tocar el violín.
Aquella atmósfera de calma en extremo placentera para todos los presentes en la que solo se escuchaba la suave melodía del violín se extendió por al menos una hora más. Al cabo de algunos minutos, se oyeron pasos visiblemente metálicos aunque silenciosos, como si su dueño no quisiera interrumpir aquel momento de tranquilidad. En realidad, no era su intención. De hecho, odiaba hacerlo. Solo se percataron de su presencia cuando notaron la ineludible aura helada que le precedía adonde fuera. Incluso cuando no había encendido su Cosmos. Camus de Acuario se inclinó ante los presentes y luego bajó la mirada al pequeño de cabellera azulada profundamente dormido en el regazo de Evelyn en lugar del de su madre Catherine. Hubiera arqueado una ceja de haber sido el esposo de la egiptóloga. Si bien Mavri era de Piscis, aquello no quitaba el hecho de que en realidad había pocas personas con quienes sinceramente estaba a gusto. Sofía, Evelyn y Marín entre ellas. Por otro lado, era cuanto menos extraño verle en brazos, entre otras, de Lena y Fátima. Shion, sentado en el sillón más amplio de la sala junto a su esposa Sara y a Atenea hizo un gesto con su mano invitando al europeo a tomar asiento justamente al lado de su esposa Liliwen, aunque pronto se dio cuenta de que no se encontraba allí para socializar por así llamarle. No obstante ello, nada en su expresión y postura denotaba un mínimo atisbo de alarma. A pesar de que de todas maneras se le conocía justamente por su capacidad de ocultar tales emociones a la vista de cualquiera excepto quizá Milo –su mejor amigo- y su esposa. El rubio bicentenario volvió a hacer un gesto en su dirección. Esta vez, pidiéndole que se explicara respecto de su presencia allí. Camus finalmente se puso de rodillas como acostumbraban hacerlo ante la diosa y el Patriarca, aunque con la mirada rubí en los granates lemurianos y habló:
-Me disculpo si he interrumpido, mi Señora, Patriarca. Pero me temo que debo informarle que alguien los espera en la sala del trono…-. Un brillo por demás extraño en sus ojos llamó la atención de Atenea y de sus dos hermanos y Apolo se adelantó a la Diosa de la Sabiduría, preguntándole al francés de que se trataba. Por una fracción de segundo, el Santo Dorado dudó en continuar. No recordaba si los gemelos habían visto antes a las tres personas que aguardaban por Atenea. En realidad, a sus dos acompañantes comunes, por así llamarle, puesto que las primeras tres eran Hilda de Polaris y sus Dioses Guerreros Siegfried y Frödi. Respecto a las otras dos, ni siquiera él estaba seguro de sus identidades. Aunque sí podía confirmar con absoluta seguridad que no representaban amenaza alguna para ellos. En especial si llegaban en compañía de los representantes de Asgard. Nuevamente la voz de Apolo lo sacó de sus pensamientos preguntándole si estaba bien, a lo que el Santo asintió para finalmente responder a su pregunta explicándole que eran cinco personas en realidad y elaborando respecto de sus identidades. Mientras que Shion agradeció el aviso de su Santo Dorado, a Atenea se le iluminaron los ojos al escucharle e inmediatamente se levantó del sillón en el que estaba sentada junto al lemuriano, disculpándose con sus acompañantes –en especial sus hermanos Apolo y Artemisa- y murmurando que creía lo más coherente en ese momento responder al llamado de sus visitantes. No obstante, le pidió a Shion que se quedara en la sala si lo deseaba, puesto que guiaría a sus invitados hacia allí eventualmente. A menos, claro, que estos tuvieran prisa. Camus inmediatamente ofreció su brazo para escoltarla y, volviendo sus rubíes por una fracción de segundo a su esposa y a los gemelos murmuró:
-Gémeaux Illustre Apollo et Artémis, considérez-vous les bienvenus dans mon Temple pour rendre visite à votre enfant chaque fois que vous le désirez…-. Se alejó por un momento de Kido y, acercándose a su esposa, quien ahora sostenía a Émery en sus brazos, le dio un rápido beso en la frente y dijo -Quant à toi, ma chérie, sois libre d'aller avec eux si tu veux…
-Merci, mon amour… -dijo la semidiosa con una enorme sonrisa en su rostro mientras devolvía el gesto de su esposo –J'adorerais vraiment. Si ça ne dérange pas bien sur…-. Y mientras decía aquellas palabras, su mirada jade estaba fija en el pequeño en sus brazos más que en su padre y tía. Fue la mujer rubia de mirada idéntica a la de su sobrina quien finalmente respondió, extendiendo sus brazos para que Liliwen le entregara a su pequeño. Aquello sorprendió a la mujer galesa, pero más aun a Apolo y a Camus, aunque ninguno dijo una palabra al respecto. Por el contrario, Acuario volvió a despedirse de los presentes y se retiró escoltando a Atenea al encuentro de sus visitantes de las tierras del Norte.
La hermosa mujer de la misma edad, estatura y físico grácil que Saori Kido, de larga cabellera lacia color gris plata, tez clara y ojos aguamarinas cristalinos vestida en una larga túnica gris-azulada de mangas largas y anchas ajustada a la cintura hasta la línea del busto y de escote en 'V' con una manta púrpura bordada con flecos color plata sobre sus hombros y zapatos de taco plateados esperaba pacientemente a que arribara su anfitriona. Junto a ella se encontraban dos hombres en armaduras similares a las de los Santos de Atenea. El primero, un hombre de la misma edad que Acuario, Leo y Escorpio aunque de estatura y físico más bien como los de Aiolos de Sagitario, con el cabello ondulado por debajo de los hombros color pardo, tez clara y ojos del mismo tono que los de la mujer a su lado llevaba una armadura completamente azul oscura excepto por algunos detalles en un tono más claro y los ojos de la criatura a la que representaba dicha Armadura. Siegfried de Dubhe era el Dios Guerrero de Alfa en el ejército de Odín. Su Armadura era un dragón de dos cabezas, el cual formaba parte de la leyenda nórdica del héroe por el cual llevaba su nombre. El hombre a su lado, de su misma edad, estatura y porte era uno de los nuevos Dioses Guerreros de Asgard sobrevivientes al enfrentamiento frente a los Santos Dorados. Su compañero había luchado junto a sus propios camaradas cuyos únicos sobrevivientes junto a él eran los Dioses Guerreros de Beta y Gamma, Merak Hagen y Phecda Thor. Frödi tenía el cabello corto a la altura del cuello de color azul marino, la tez clara y los ojos azules ligeramente más oscuros que su cabello. Su Armadura era mayormente de color blanca con detalles en amarillo, rojo y azul. Mientras que Siegfried no llevaba armas, Frödi tenía una espada. Por otro lado, las dos acompañantes 'comunes' eran una mujer de la misma unos cinco años más joven que los Dioses Guerreros y de origen chileno igual que la niña a su lado. Julieta Castillo era de estatura mediana y físico esbelto, con el cabello lacio hasta los codos de color castaño oscuro, la tez ligeramente bronceada y los ojos oscuros. Rayen, la pequeña de apenas 8 años era casi idéntica a la adulta a pesar de no ser en realidad madre e hija. La única diferencia era su cabello negro hasta la cintura y lacio, recogido en una gruesa trenza. Los rasgos de ambas eran en realidad característicos de su tierra natal chilena.
-Lamentamos sinceramente la tardanza, señorita… -dijo de pronto y en un tono de profundo respeto una voz masculina que solo les era familiar a los asgardianos. O, en realidad, a Frödi e Hilda, puesto que Siegfried no había conocido a aquel sujeto, como tampoco había viajado a Atenas en la visita anterior al Santuario. Saori se dio cuenta de ello rápidamente, como así también de las miradas llenas de curiosidad y admiración en los ojos de las dos acompañantes femeninas foráneas. Antes de que la mujer hiciera las presentaciones pertinentes, Acuario apoyó apenas sutilmente su mano en el brazo que aun sostenía y sacudió la cabeza sin quitarles los ojos de encima a las dos visitantes. Particularmente a la más pequeña. Y aquello no escapó a la atención de Hilda y Frödi, por lo que este último comentó, en un tono absolutamente carente de sarcasmo que sinceramente le sorprendía que justamente alguien como él se viera sorprendido por la presencia de una pequeña allí cuando, si mal no recordaba los propios sobrinos de Aiolia de Leo debían tener esa edad. Camus sonrió mientras asentía, explicándole que, en efecto, Markus y Carina tenían casi 9 años. Eran de Géminis y habían nacido el 13 de Junio, por lo que aun les faltaban dos meses. Luego de presentarse y saludarse como era debido, la mirada rojiza del europeo volvió a posarse en Rayen e hizo un gesto a la mujer a su lado como pidiéndole autorización para alejarse. Al cual Saori respondió con una sonrisa que al pelirrojo le recordó a las que acostumbraban darle tanto Liliwen como Cathy cuando tenía actitudes semejantes para con los otros niños del Santuario.
Hilda, Siegfried y el propio Frödi se alejaron casi instintivamente para dar espacio a que el Santo de Acuario se acercara. Fiel a su costumbre, el galo se dirigió en primer lugar a Julieta a quien, para sorpresa de los tres asgardianos –aunque no así de la joven diosa- le habló en su lengua natal.
-Es un honor tenerle de visita, señora Castillo. Mi nombre es Camus, Santo Dorado de Acuario. Sin embargo si así lo desea, puede llamarme Camus. Por otra parte y si su escolta lo permite, me complacería acompañarlas a la sala…-. Una pequeña risa que definitivamente provenía de la más joven de la sala desvió la atención del mayor a la niña en cuestión. Inclinándose sobre su rodilla izquierda frente a Rayen, Camus casi instintivamente tomó una de las pequeñas y delgadas manos de la niña y la apoyó sin siquiera pensarlo sobre su pecho cubierto por la Armadura de Acuario. El cual estaba, en consecuencia, frío. Los ojos de Rayen se abrieron desmesuradamente y su reacción automática fue exclamar que era exactamente como la de Frödi. Acto seguido no pudo evitar preguntarle si alguna vez había estado en el lugar de donde provenía el Dios Guerrero.
-De hecho… He estado en Asgard. Y en Valhala, donde imagino que debes vivir ahora, niña…-. En ese momento Rayen se quedó completamente en silencio. Y tanto Camus como el resto de los presentes se dieron cuenta del por qué. Probablemente el galo era a ciencia cierta el Santo Dorado con mayor conocimiento en lenguas extranjeras. No obstante, Saori nunca lo había oído hablar la lengua paterna de su Santo de Capricornio. O, mejor dicho, la de Cecy, la esposa de Saga. Y tras aquellas últimas palabras la pequeña pareció darse cuenta no solo de ello, sino incluso de cuál podría ser verdaderamente su origen. Ante la sorpresa de Julieta y Frödi, la pequeña caminó los escasos pasos que la separaban del rostro del adulto frente a ella y, acercándose a su oído murmuró en un tono lo suficientemente alto para que le oyeran:
-Êtes-vous Belge or Français, monsieur? Juliette avait une amie Belge en Antarctique et elle parlait comme vous…
-Je suis en effet français, ma petite… ¿Me permites preguntarte por qué le llamas por su nombre?
-Parce que nous nous ne sommes pas mère et fille, monsieur Camus…-. La mujer tomó una profunda bocanada de aire antes de continuar su relato. Contar aquel hecho aun le provocaba un inmenso dolor a pesar del tiempo que había pasado desde entonces -Je l'ai adoptée du site d'une avalanche en montant une montagne dans les Andes il y a neuf ans. Elle était un bébé et sa famille était morte d'hypothermie dans une caverne près du sommet…-. El acuariano no estaba seguro por qué no la había detenido antes de que acabara. Tenía un nudo en la garganta que le impedía responder de manera alguna a las palabras de la médica. Se puso lentamente de pie sin quitar la mano de Rayen de su pecho y por un breve instante sintió que sus piernas cederían en cualquier momento. Julieta se dio cuenta de ello y murmuró una disculpa desviando la mirada tanto del Santo como de la diosa. Aquello fue suficiente para que el pelirrojo reaccionara de su estupor temporal e inmediatamente sacudiera la cabeza, admitiendo que en realidad él debía disculparse por hacerle recordar ese episodio. La mujer chileno abrazó cariñosamente a Rayen contra sí, aunque la pequeña nunca alejó su mano de donde la había dejado Camus. La voz de Frödi llamando a la pequeña fue el bálsamo que necesitaban los tres –la propia Rayen incluida- en ese momento. Este les sonrió a su futura esposa y a la niña y murmuró, dirigiéndose específicamente a esta última:
-Si quieres encontrar un sitio tan frío como Valhala aquí, Rayen, su Templo lo es. Honestamente no pretendo abusar de tu gentileza, pero…
-Por favor, Frödi; no te disculpes… -dijo el acuariano anticipándose al pedido del asgardiano –Es mi deber después de todo. Ustedes discutan sus asuntos tranquilos. En efecto y si me lo permiten, Atenea, Patriarca, desearía que nos acompañasen esta noche a cenar en Acuario…-. Nadie pudo negarse a tal invitación por demás inusual en aquel Santo. Era sabido allí en el Santuario que, a pesar de que no despreciaba las visitas de sus compañeros, era alguien más bien solitario y reservado. Había sido una absoluta sorpresa que finalmente se enamorara de la hija de Apolo, a quien simplemente le habían ordenado custodiar. La mujer de cabello lila fue la primera en volver en sí, agradeciendo y aceptando la invitación. Así, sin decir más nada al respecto, Camus simplemente los saludó cordialmente y se marchó.
Frödi había mencionado que aquel sitio se parecía a Asgard. No obstante tan pronto como puso un pie en la inmensa sala principal de Acuario se dio cuenta de que definitivamente había sobreestimado aquel lugar. Ella había trabajado en la Antártida por seis meses. Aquel era realmente un sitio digno del Noveno Infierno de la Divina Comedia (NA: disculpen la obsesión de esta autora con Dante, please). Por el contrario, el frío dentro de Acuario no distaba demasiado del de su natal Punta Arenas, sobre el extremo austral de los Andes Chilenos. La voz de Camus la sacó de sus pensamientos, preguntándole precisamente si estaba pensando en lo que él imaginaba. Es decir, en las palabras de Frödi respecto a su Templo. La médica asintió sin el menor gesto de vergüenza en su rostro. Con su acostumbrada seriedad, aunque no necesariamente con una expresión o un tono frío en su voz, el pelirrojo murmuró:
-Probablemente le sorprenda si le digo que, en realidad, me entrenaron en un sitio tan frío como Asgard. Y por ello el aire aquí es prácticamente helado. ¿Puedo preguntarle en qué lugar de Chile nació? La esposa de uno de mis amigos es también chilena; de la capital…
-Punta Arenas. Está en las montañas en Chile; en la parte más austral de la Cordillera de los Andes…-. Permaneció unos minutos en silencio, aguardando a que el hombre procesara aquella información, la cual pudo percibir le era absolutamente ajena. Casi como a Frödi cuando se encontraron en la Antártida. Minutos después, el de ojos rubíes asintió permitiendo que continuara su explicación, lo cual ella agradeció devolviéndole el gesto con una sonrisa –Respecto a lo que ha dicho sobre su lugar de entrenamiento… ¿Acaso habla de Siberia? Sé que Anchorage o Groenlandia pueden ser tan fríos como Escandinavia, pero…
-Al oeste de Siberia; en la tundra… Entiendo que existe un lugar remotamente similar allí de donde viene. A más de 4500 metros de altitud…
-De hecho… -respondió Julieta asintiendo –Se encuentra al norte y se le conoce como el desierto árido más extenso sobre la Tierra***. Lo que lo diferencia de la tundra siberiana o canadiense es que está conformado completamente por una superficie rocosa…
-Con un inmenso volcán en medio de la misma… -intervino una voz femenina que le era absolutamente familiar al galo de Acuario. Pero que al mismo tiempo le sorprendió escuchar allí en su Templo. La historiadora chilena de cabello castaño y ojos verde-avellanos saludó al Santo y a sus invitados con una ligera reverencia, para luego volver la mirada a Julieta y presentarse 'oficialmente', puesto que solo se habían visto por breves segundos cuando ella y los tres asgardianos se dirigían rumbo al Templo Patriarcal.
-Me disculpo si los he interrumpido, Camus. Imagino que has de saber que no es mi intención…-. El pelirrojo simplemente asintió en silencio y con una pequeña sonrisa en su rostro, consciente de que no era él a quien le estaba hablando en ese momento sino a su coterránea. La esposa de Saga devolvió el gesto y volviendo la mirada nuevamente a la médica chilena, agregó –Mi nombre es Cecilia; es un placer conocerte. Y a esta hermosa niña…
-Julieta Castillo; y el placer es todo nuestro, déjame decirte. A propósito, señor… ¿Le molestaría que nos acompañe a desayunar?
-En absoluto. Rayen; ¿me acompañas? Creo que esta será una gran oportunidad para que Julieta y Cecy se conozcan mejor…-. Y así el galo y la niña se retiraron a la cocina, mientras que una estupefacta Julieta se quedó observando a su coterránea como no comprendiendo lo que estaba sucediendo. La historiadora sonrió, admitiendo que tampoco ella tenía idea que el onceavo custodio hablara español sino hasta hacía un par de años, cuando su hermano y cuñada los visitaron desde México, donde vivían y ella los había presentado a los amigos de su esposo.
-Sin embargo… entiendo que uno de ellos es en efecto español…
-Oh sí; casualmente es el custodio del Templo vecino, Capricornio. Créeme; no sé cuánto planean quedarse en Grecia, pero puedo asegurarte que te encantará conocerlos. Lo mismo a sus esposas… Ahora ven; hay un sitio aquí que imagino adorarías tanto como yo…
-Déjame adivinar… -dijo Julieta dirigiéndole una mirada y una sonrisa cómplices a Cecy -¿Camus tiene una biblioteca dentro de este sitio?
-A decir verdad… -interrumpió el propio galo, uniéndoseles nuevamente junto a Rayen. Llevaba en sus manos tres tazas de café, una de chocolate caliente y no solo pasteles sino además un postre que a Julieta le resultó muy poco habitual en Francia. El pelirrojo se dio cuenta de ello y murmuró que probablemente fuera porque su esposa era en realidad de Gales, asumiendo que habría adivinado de qué se trataba. Las dos mujeres sonrieron abiertamente ante el comentario. La niña, por su parte, se echó a reír. El francés sonrió también aunque, al cabo de unos minutos, retomaron la conversación anterior y, fijando sus rubíes en los ojos oscuros de la mujer chilena, agregó –Existe una biblioteca en este sitio, como la hay en el del Patriarca. Pero créeme; son mucho más antiguas que cualquiera de nosotros. De hecho… probablemente te sorprenda saber que esta biblioteca ha estado aquí desde el siglo XV. La primera Guerra Santa de la que existen registros…-. Ni Cecilia ni Julieta respondieron a eso. Sinceramente no tenían palabras. Por lo tanto, simplemente se sentaron en silencio a beber su café.
Aclaraciones:
*Pág. 5: se denomina altiplano o meseta a un terreno de gran extensión y a gran altitud (metros sobre el nivel del mar). Lugares tales como el área andina del norte de Chile, Perú y Bolivia y algunas áreas en Siberia sobre los Urales rusos poseen esa topografía.
**Pág. 13: además de ser la Diosa de la Caza y de proteger la castidad, Artemisa era considerada en algunas versiones del mito como una Diosa de la Fertilidad.
***Pág. 18: a lo que se hace referencia en esta nota es al Desierto de Atacama, ubicado en el norte de Chile y cuya mayor extensión de territorio pertenece a Argentina (85%). Dentro del mismo se encuentra el área conocida como la Puna de Atacama. Una meseta árida a 4500 metros sobre el nivel del mar.
Traducciones:
Je serai… disons un grand-père adoptif dans huit mois: (francés) Seré… digamos, un abuelo adoptivo en ocho meses.
Est-ce que Lilu t'as déjà dis que tu peux parfois dépasser l'altruisme du Verseau moyen? : (Francés) ¿Es que Lilu no te ha dicho ya que tu altruismo supera al del Acuario promedio ?
Oh mon Dieu, ne me rappelle pas s'il te plait! Elle a dû me dire que plus souvent que je peux probablement supporter, Cecy: (francés) Oh dios mio, ¡no me lo recuerdes por favor! Me lo ha dicho más veces de las que probablemente pueda tolerar, Cecy.
C'est vraiment bizarre. Je me demande si ce qu'est arrivé à ton père est le même que celui qui te touché maintenant: (francés) Esto es realmente bizarro. Me pregunto si lo que le sucedió a tu padre es lo mismo te afectó ahora.
Je crois que je te dois un grand, Verseau. Mais tu ne devrais pas avoir de le faire: (francés) Creo que te debo mucho, Acuario. Pero no debiste hacerlo.
Je n'aurais pas… pardonné moi-même si je… laissais ton garçon comme ça: (francés) No me hubiera… perdonado si… dejaba a ese niño así.
Phébus ne s'incarne pas non plus, Sabine chérie… Cet homme que tu vois ici est en effet Apollo lui-même: (francés) Febo tampoco ha encarnado, querida Sabine… Este hombre que ves aquí est en efecto el mismo Apolo.
Gémeaux Illustre Apollo et Artémis, considérez-vous les bienvenus dans mon Temple pour rendre visite à votre enfant chaque fois que vous le désirez: (francés) Ilustrísimos Gemelos Apolo y Artemisa, considérense bienvenidos a mi Templo para visitar a su pequeño las veces que lo deseen.
Quant à toi, ma chérie, sois libre d'aller avec eux si tu veux: (francés) En cuanto a ti, querida, eres libre de ir con ellos si quieres.
Merci, mon amour: (francés) Gracias, amor mío
J'adorerais vraiment. Si ça ne dérange pas bien sur: (francés) Realmente me encantaría. Si no es molestia, por supuesto.
Êtes-vous Belge or Français, monsieur? Juliette avait une amie Belge en Antarctique et elle parlait comme vous: (francés) ¿Es usted belga o francés, señor? Julieta tenía una amiga belga en Antártida y ella hablaba como usted.
Parce que nous nous ne sommes pas mère et fille, monsieur Camus: (francés) Porque no somos realmente madre e hija, señor Camus.
Je l'ai adoptée du site d'une avalanche en montant une montagne dans les Andes il y a neuf ans. Elle était un bébé et sa famille était morte d'hypothermie dans une caverne près du sommet: (francés) La adopté del lugar de una avalancha mientras escalábamos una montaña en los Andes hace nueve años. Era una beba y su familia había muerto de hipotermia en una caverna cerca de la cima.
Hasta aquí el primer capítulo de este fic. Y nuevamente pido disculpas a mi adorada amiga Abby Lockhart1 por abusar de su gentileza al prestarme sus OCs.
Por otro lado, observarán que, además del diálogo en francés, hay otros diálogos escritos en letra cursiva aunque son en español. El motivo es simplemente para diferenciar cuando los personajes hablan en griego (en la mayor parte de los diálogos) o cuando lo hacen en una lengua hispana. Por ejemplo, en capítulos siguientes verán a Shura hablar en su lengua natal.
Finalmente, me disculpo con quienes, como yo, aman al adorable francesito. No pude evitar sacarlo de su papel de 'témpano de hielo'. Solo háganme saber si estoy exagerando.
Sin más que agregar, me despido hasta el próximo capítulo.
¡Saludos!
Virgin of Aquarius
