Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, pero la historia si.

Lo que está escrito "entre comillas" son los pensamientos de la gente.

Lo que está escrito en cursiva son conversaciones telefónicas o en la lejanía.

La historia está escrita desde el punto de vista de Renesmee.

En esta historia los personajes son humanos.

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1.

"No me lo puedo creer."

"¿Pero como se les ocurre?"

"Mandarme a un loquero!"

"Yo no estoy loca."

- Renesmee, cariño.

Miré a mi padre, que estaba en la puerta de mi dormitorio, mirándome. En teoría, teníamos que estar en el psicólogo a las diez. Eran las diez menos cinco y yo seguía metida en la cama.

- Cariño. En cinco minutos tenemos que estar en la consulta del médico.

- No es un médico. Es un loquero. - dije, dándome la vuelta, cubriéndome con la sábana hasta la cabeza.

- Pero cielo...

- No voy a ir.

- Pero...

- No voy a ir. - repetí, levantando un poco la voz. - No necesito un loquero. Yo no estoy loca.

- Ya lo sé, cariño. - suspiró.

No dije nada más. Oí como mi padre cerraba la puerta de mi dormitorio y se marchaba. Pasados ciinco minutos, me levanté de la cama y fui a darme una breve ducha.

Me sabía mal tratar a mis padres con tanta frialdad, pero hacía ya varios meses que había creado un escudo alrededor de mi corazón y sentía que, si cedía un poco, volvería a caer en la depresión de la que tanto me había costado salir.

"En realidad, no estoy muy segura de haber salido de ella."

Cuando salí de la ducha, envuelta en mi toalla violeta, volví a tumbarme en la cama.

Entendía que mis padres se hubieran preocupado por mí, pero ya estaba bien. Ahora salía de casa, claro que eso era porque el verano hacía terminado y tenía que volver a la universidad.

Estuve metida en la cama hasta que dieron la una. Y solo me levanté porque mi madre no dejaba de llamarme para que bajara a comer. Me vestí con un chandal que tenía tirado por ahí y bajé al salón. Me senté en el sofá.

- ¿No vas a comer, cielo? - Mi madre entró en el salón con una bandeja en las manos y la dejó en la mesita que tenía delante de mí. - Te he preparado tu comida favorita. - dijo, sentándose a mi lado.

- Gracias. - dije. Miré mi plato de arroz tres delicias con pollo y sentí unas ligeras nauseas. - Pero no tengo mucha hambre. - mentí. Me moría de hambre, pero no quería comer.

- Come lo que puedas, vale? - pasó una mano por mi frente, apartándome el flequillo, ya que me cubría los ojos.

- Vale. - dije, logrando que una sonrisa apareciera en su rostro, aunque era una sonrisa triste.

- Muy bien. - dijo, besando mi frente y se puso en pie. - Me voy a trabajar un poco. - Añadió, sonriendo de nuevo. Esa sonrisa era distinta.

- Que te vaya bien el día.

Me echó una última mirada y se marchó.

Iba a marcharme sin comer, pero, al final, comí cuatro cucharadas de arroz, me bebí un vaso de zumo de naranja y fui a llevar la bandeja a la cocina. Guardé el plato en la nevera y volví a subir a mi dormitorio.

Me cambié de ropa. Me vestí con unos vaqueros negros y una camiseta del mismo color. Me peiné un poco el pelo, colocando el flequillo bien sobre los ojos, cogí mi bolso y me marché a la universidad dando un paseo.

A causa de no se qué cambios en los horarios, durante los próximos tres meses, tenía que ir a la universidad por las tardes.

Cuando llegué a clase, fui la primera en entrar, fui hacia el asiento más alejado y saqué el libro que siempre llevaba en el bolso.

El aula se fue llenando, pero nadie me dijo nada, ni siquiera me saludaron. Lo entendía. Hacía meses que había perdido el contacto con mis amigos y compañeros. Al princio, habían intentado hablar conmigo pero, tras los meses de verano, ya se habían rendido.

Cuando el maestro entró en el aula, guardé el libro y saqué mi mini portátil para tomar apuntes. Y eso es lo único que hice durante las cuatro horas de clase de esa tarde.

Sin decir nada a nadie, salí de la universidad y fui a toda prisa hacia mi casa, donde no había nadie. Mamá debía de estar en el bufete de abogados y papá en el hospital.

Me encerré en mi dormitorio, me puse el pijama y me metí en la cama a leer. Apenas me di cuenta de que las horas iban pasando. Supe que ya era media noche cuando alguien llamó a mi puerta y miré mi reloj.,

- ¿Sigues despierta? - dijo mi padre, asomando la cabeza.

- No me había dado ni cuenta de lo tarde que es. - dije, enseñándole el libro.

- Cariño, ¿podemos hablar un momento?

- Bueno, vale...

Me senté en la cama, dejándole sitio a mi padre para que se sentara a mi lado.

- Cariño, esto tiene que terminar.

- ¿El qué? ¿Qué quieres decir?

- Ya sabes lo que quiero decir. - dijo, mirándome diretamente a los ojos. - Cuando tiraste toda tu ropa y empezaste a vestir de negro, no me preocupé mucho. Pensé que una mala racha tras una ruptura la tiene cualquiera.

- Yo...

- Pero después empezaste a adelgazar y... - continuó diciendo, llevando su mano sobre mi boca, para hacerme callar. - Y a no salir de casa. Y a no ver a tus amigos. Renesmee, esto no puede continuar así.

- Pero... - intenté hablar, pero mi padre seguía con su mano sobre mi boca.

- Y si tu madre y yo te hemos buscado un psicólogo es por tu bien. No creemos que estés loca, pero sí que necesitas hablar con alguien.

Cuando dejé de intentar hablar, mi padre apartó su mano y me miró, esperando una respuesta, ahora que ya estaba más calmada.

- No es un loquero, es un profesional que puede aconsejarte.

- Pero yo no quiero hablar de mis cosas con un desconocido. - murmuré, aun pensando en lo que mi padre acababa de decirme.

- Ve un par de días y, si ves que no te sientes cómoda o que no puede ayudarte, lo dejas. Pero inténtalo, por favor. - suplicó, tomándome de ambas manos.

- Vale. - me rendí. - Mañana iré a ver a ese loquero. Digo, psicólogo. - corregí, consiguiendo que mi padre al fin sonriera.

- Gracias, cariño. Venga, a dormir. - besó mi mejilla y se puso en pie. - ¿Quieres que te lea un poco?

- Papá! Ya no tengo ocho años! - exclamé. Mi padre se puso a reír al momento. Hacía mucho que no le veía reír. Me sentí muy culpable por ello.

- Lo sé. Ya eres toda una mujer.

- Buenas noches, papá.

Mi padre besó mi frente y se marchó corriendo, huyendo de mi ataque de peluches. Le oí reír mientras marchaba por el pasillo y, después de no sé cuanto meses, yo también me reí.

Continué leyendo un buen rato, hasta que empecé a notar que empezaban a cerrárseme los ojos. Dejé el libro a un lado y me tumbé. Me dormí al momento.

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Hola, hola.

Historia nueva.

Y para variar un poco, es Jacob x Renesmee.

Prometo que pronto haré una Edward x Bella, que sé que también os gustan mucho, aunque a mi no.

Espero conocer vuestra opinión.

Kisses a todas y todos.