Oscuridad. Imágenes de oscuridad y el brillo del traje del Black Tiger, del resplandor fosforescente verdoso de su querido Kotetsu san una vez mas habían ganado los sueños de Barnaby Brooks hijo.
Era la mañana del 24 de diciembre, vísperas de Navidad pero para el joven héroe de ojos verdes solo era un día más.
La pesadilla recurrente de la última batalla de su compañero había logrado consumirle su vida, su energía y su orgullo. Su autoestima, su Todo, desde aquel fatídico día en el cual prácticamente el viejo Kaburagi casi se murió e sus brazos.
Una vez mas, con pesadez, el rubio se levanto de su cama cual autómata. Luego de una corta ducha y buscar entre sus ropas, tomo un ligero desayuno para luego terminar de arreglarse para salir una vez mas a la cruel realidad de su existencia.
Camino unos pasos hacia el pequeño armario ubicado junto a la puerta principal de su departamento y de este, tomo un abrigo grueso de gris color, y junto a este, estaba su mayor posesión: la gorra del Tigre que desde hace casi un año estaba en coma en el hospital de la ciudad.
—Kotetsu… — susurro el héroe que no temió en no ocultar su verdadera identidad. Estiro tembloroso una de sus manos y aquel objeto inerte con ella tomo y hacia su pecho se lo llevo. Entre sus ropas la boina bicolor con cuidado guardo, una lagrima por su mejilla se escapo y las llaves de su hogar tomo. Antes de abrir su puerta, una mirada a su alrededor mas dio: todos estaba limpio, ordenado, hasta había cartas en una mesita. Parecía estar diciendo adiós…
Barbany traspaso el umbral de su refugio y con llave lo cerró. Bajo los pisos que lo separaban de la salida y sin darle importancia, por el estacionamiento de su edificio camino. Allí, lleno de polvo estaba su deportivo rojo, lleno de polvo olvidado igual que su corazón. Unos pasos mas y por fin la calla alcanzo. Su mano levanto y un taxi a su pedido se paro.
— ¿hacia donde lo llevo caballero?
—hacia el hospital central, por favor. — y sin mas, el chofer hacia su destino lo llevo.
Luego de un rato por el carril expreso, Barnaby Brooks hijo llego a su destino. En cuanto cerro la puerta de su transporte, nuevamente este, entre el trafico desapareció. Por unos instantes el muchacho solitario se quedo contemplando el inmenso edificio que tenia delante de si.
El joven que alguna vez vistió un traje de héroe de rosado color y por el cual gano el sobrenombre de conejo, suspiro tristemente parado cual estatua frente al gigantesco edificio y contra su pecho, con más fuerza, el gorro que tantas veces le pidió que tirara a su compañero, con mas fuerza contra su pecho lo apretó.
—Es hora Barnaby— a si mismo y en voz alta menciono— es hora de decir adiós— y de coraje se armo y su cerebro la orden para moverse a uno de sus pies le dio, pero el destino estaba en contra del joven Brooks.
—Bonjour Barnaby— llamo la voz de Agnes desde su reloj— necesito su presencia en el control central— con su voz chillona la mujer de corta falda exclamo.
—no puedo Agnes, estoy en…
—no me importa si te estas desangrando, mueve tu trasero para aquí de inmediato, hay una gran toma de rehenes en el centro comercial y necesito a todo, repito, A TODO MI PERSONAL— recalco y sin dar tiempo a contestación alguna la mujer corto la comunicación.
—Maldita perra— la llamo
Y el maldito brazalete a sonar otra vez comenzó.
—te lo compensare "Bunny" — y el silencio regreso.
Y dada a la lejanía, la rubia mandona no pudo ver la solitaria lágrima que rodaba por la pálida mejilla del joven Barnaby, pues hacia más de un año que nadie, en especial él, lo llamaban de tan molesta manera, tanto le desagradaba a Barnaby que lo extrañaba.
—Kotetsu…— y dentro de su abrigo la prenda de su compañero en coma guardo y hacia su trabajo se dirigió.
Mientras Nathan enfundado en su característico traje rojo con el apoyo de Antonio y los demás lidiaban con un grupo de delincuentes que habían tomado un grupo de rehenes en el centro comercial en vísperas de Navidad, en el sitio donde a primera hora el joven huérfano había estado sin poder entrar en la mañana, se llevaba a cabo otra batalla.
Cerca del medio día, en la estación de enfermeras de la unidad de cuidados intensivos una alarma comenzó a sonar y un viejo tigre por su vida comenzó a pelear una vez más.
