Título: Willing
Autor: DebsTheSlytherinSnapefan
Traducción: Traducciones. A ver qué sale
Enlace a la historia original: s/9508339/1/Willing
Resumen:DomSeverus/SubHarry. Harry lleva desaparecido desde los nueve años, el mundo mágico ha estado buscándole durante siete años en vano. Tiene diecisiete cuando le encuentran, pero les aguarda una sorpresa si piensan que va a hacer lo que ellos quieren. Resulta que Harry es un metamorfomago y conoce a Severus desde hace años. Las maquinaciones de Dumbledore son descubiertas y una conmoción les sacude a todos.
Desde aquí, el equipo de Traducciones. A ver qué sale. Nos gustaría agradecer a DebsTheSlytherinSnapefan el habernos permitido traducir esta historia.
¡Muchas gracias! ^_^
Capítulo 1
Buscando a Harry Potter
Albus Dumbledore había solicitado durante años que se le permitiese ver los archivos confidenciales pertenecientes a Harry Potter. Ni siquiera ser el Hechicero en Jefe de Wizengamot había ayudado; nadie tenía permiso para verlos, ni siquiera el Ministro de Magia. Tenías que haber hecho algo muy malo, a gran escala, para que se abriesen los archivos, no digamos ya para que fuesen utilizados. Todo en los archivos confidenciales –el tipo de sangre de Harry, su poder mágico, todos los ataques de magia accidental– era averiguado de una u otra forma. La firma mágica de cada persona era única. Cuando los bebés nacían en San Mungo, o como mínimo en cuanto llegaban a Hogwarts, se les tomaba sangre, su poder mágico se anotaba, y sí, incluso su firma mágica se imbuía en una tira de pergamino de papaya, que duraba más que el pergamino normal para escribir, según se había descubierto en la era post-Fundadores.
Le había llevado seis años descubrir qué habitación contenía los archivos confidenciales, y otro año más superar las protecciones y los conjuros que rodeaban el lugar. Debería sentirse agradecido; hace tiempo habían estado guardados en el último y más profundo nivel de Gringotts. Entonces durante la guerra con Grindelwald, el Ministro se había exasperado por tener que viajar allí abajo cada vez que alguien cometía traición. Así es como denominaban a cuando alguien se unía al bando de Grindelwald. Habían hecho que trasladasen los archivos, haciendo que los duendes ayudasen a asegurar la habitación, por un muy buen precio –uno que al que ni siquiera los duendes podían decir que no–. Entonces a Albus le llegó la inspiración un día, como un destello de claridad, todo a causa de algo que había contemplado días antes: un elfo doméstico Apareciéndose en Gringotts para su Amo. Los elfos domésticos podían cruzar a través de las protecciones sin ser detectados. Por supuesto, no se podía arriesgar a que alguien lo descubriese, o se enfrentaría a una muy larga condena en prisión. Así que tendría que usar a su elfo doméstico personal; a los elfos domésticos de Hogwarts se les habían otorgado demasiadas libertades como para confiar en que mantendrían sus bocas cerradas.
—Bumble —, ordenó Dumbledore, llamando a su elfo doméstico, con la excitación zumbando a través de él. Pronto sería capaz de encontrar a Harry y empezar a entrenarle; pronto se encargarían de Voldemort. Creía en la profecía tan plenamente, que no se atrevía a intentar asestar un golpe a Voldemort por su cuenta.
—¿Sí, señor? —, preguntó Bumble, haciendo aparición. Era un elfo doméstico muy viejo, y había servido a la familia Dumbledore durante tres generaciones, aunque había sido enviado a atender una propiedad diferente cuando los Dumbledore se habían trasladado a Godric's Hollow. Después de que su amo hubiese sido enviado a prisión, no se había confiado en Bumble para que cuidase a Ariana Dumbledore. Había fallado a su familia, a sus ojos, pero sin embargo tan pronto como Albus fue suficientemente mayor, lo había tomado a su servicio.
—Necesito que entres en la habitación de los archivos y me traigas el expediente de Harry Potter —, dijo Albus Dumbledore, sin un parpadeo. Eso le demostraba a Bumble que su amo iba en serio y que esta misión era extremadamente importante.
—Sí, señor —, dijo Bumble, haciendo una reverencia antes de desaparecer.
Albus se quedó donde estaba, conteniendo la respiración y rezando a Merlín para que aquello funcionara. Durante los siete últimos años había estado buscando a Harry Potter, usando todos los recursos a su disposición. Eran bastantes, pero a lo largo de los años ninguno había dado sus frutos. Harry Potter parecía haber desaparecido de la faz de la Tierra a la edad de nueve años. Dumbledore había recibido muchas críticas por ello. Todo el mundo sabía que él había llevado a Harry con los Dursley aquella noche, y nadie había estado contento con ello. Legalmente no había nada que pudiesen hacer, sin embargo, ya que técnicamente los Dursley eran la última familia que le quedaba. El Wizengamot les había llevado a juicio; los niños magos eran adorados, abusar de ellos era algo que simplemente no se hacía. El hecho de que unos muggles lo hubiesen hecho enfureció a la comunidad del mundo mágico al completo. Habían intentado abolir la regla que impedía enviar a muggles a Azkaban, deseando que pagasen con creces por sus actos. Desafortunadamente, no todo el mundo había sido receptivo a la idea. Los muggles no pertenecían a Azkaban, así que habían sido sentenciados a una prisión muggle, que de hecho era peor, ya que los que abusaban de niños o los asesinaban no eran muy populares en la cárcel. Petunia y Vernon habían sido encerrados, y su hijo fue a parar a su única familia restante, Marge, la hermana de Vernon Dursley. Todo esto había tenido lugar cuando Harry no había aparecido en Hogwarts al cumplir los once años. Cuando Vernon había sido interrogado bajo los efectos del Veritaserum, y todo el daño que había infligido al indefenso chico se había sabido, hubo algunos que creyeron que Harry había muerto. ¿Cómo podría ningún niño soportar todo aquello y sobrevivir? ¿Especialmente solo en las calles? Parecía imposible, en realidad. Sin embargo la mayoría creían que, ya que había sobrevivido a la maldición asesina, podría sobrevivir a eso y salvar el mundo también.
Mientras los segundos se convertían en minutos, Albus sintió explotar su burbuja de esperanza; ¿había sido atrapado su elfo? Si era así, podían rastrear a Bumble hasta él. Quizá debería Obliviarse a sí mismo de todo lo que sabía, de esa forma no podría ser implicado. Ciertamente no sería la primera vez; normalmente extraía el recuerdo, lo colocaba en su pensadero, Obliviaba la memoria 'fantasmal', por llamarla de alguna forma, que quedaba, y después por supuesto lo devolvía a su sitio. No había sobrevivido en el mundo mágico tanto tiempo siendo estúpido.
Justo cuando había perdido toda esperanza, Bumble se apareció ante él con aquel importante expediente aferrado con sus delgadas manos. Albus casi se lo arrancó de ellas al pobre elfo, y comenzó a leerlo todo. Con ojos triunfantes, cogió el pergamino de papaya; ahora tendría a Harry Potter allí antes del anochecer.
Cogiendo uno de los abalorios que había sobre su escritorio, dejó que el rollo de papaya lo tocase, y comenzó a entonar un conjuro. La próxima vez que el chico usase magia, lo sabría; considerando que el chico tenía diecisiete y no estaba entrenado, apostaría su fortuna a que sería bastante a menudo. En cuanto el resplandor se desvaneció del oscuro detector, colocó la tira de papaya de nuevo en la carpeta. No podía quedársela, desgraciadamente; era demasiado arriesgado. Considerando que había sido uno de los que había peleado para verla durante los últimos siete años, sospecharían de él directamente. Tomando una profunda inspiración, casi sonrió; las cosas por fin estaban mejorando.
—Devuelve esto, y después vete a casa —, ordenó Albus, pasando la carpeta cerrada al expectante elfo.
—Sí, señor —, dijo Bumble, desapareciendo una vez más.
Albus se desplomó sobre su silla; estaba un paso más cerca de Harry, y con algo de suerte usaría su magia pronto. Hogwarts empezaría en tres semanas, y quería que el chico estuviese preparado para entonces. Se uniría a los otros chicos de séptimo; tres semanas serían suficiente tiempo para que se pusiese al día. Por supuesto tendría que pedir a los otros profesores que colaborasen. Minerva estaría feliz de ayudar. Con suerte, también Flitwick, pero sabía que Severus no estaría contento. El hombre estaba fuera de Hogwarts actualmente; quizá sería mejor llamarle para que regresase. Severus había estado buscando a Harry durante tanto tiempo como él mismo, y nadie era mejor que él localizando a gente. No, esperaría a que el chico usase magia, entonces llamaría a algunos miembros de la Orden.
—¿Albus, te encuentras bien? —, preguntó Minerva; parecía como si el hombre tuviese hormigas en sus pantalones. Apenas había probado su cena, y tenía un detector oscuro junto a él en la mesa. Sólo había unos pocos profesores allí ese verano: Filius, Minerva, Albus, Pomona y la Bibliotecaria Irma Pince. También estaba, por supuesto, Cuthbert Binns, el profesor fantasma, que no asistía a las comidas por razones obvias: no podía comer. Argus Filch era otro residente en la escuela. Prefería comer en su oficina, fuera de la vista de todos. Nadie podría reprochárselo, era un squib en una escuela mágica llena de magos y brujas primerizos, y por supuesto también experimentados.
Hagrid normalmente permanecía allí durante todo el año, pero estaba curiosamente ausente aquel verano.
—Estoy bien, Minerva —, respondió Dumbledore. Había estado esperando impaciente durante todo el día a que el detector se encendiese, pero no había pasado nada hasta el momento. Ni siquiera un pequeño destello, y estaba empezando a perder la calma rápidamente. Muchos podrían pensar que Albus sería paciente, teniendo en cuenta su edad. En este tema, sin embargo, no tenía paciencia, quería a Harry a salvo dentro de Hogwarts. Le encontraría y recibiría las felicitaciones por haber traído a su héroe perdido de vuelta a casa.
—Si insistes —, dijo Minerva a regañadientes, todavía observándole con curiosidad; no había visto a Albus tan activo desde hacía mucho tiempo. Se había visto tan abrumado por la culpa con la que cargaba; sus primeras palabras cuando ella había descubierto lo ocurrido probablemente no habían ayudado mucho. Le había echado en cara lo que le había dicho la noche que Harry Potter había sido llevado a Privet Drive, que le había advertido de que aquellos eran la peor clase de muggles que existía. Harry había pagado un alto precio por sus acciones; ella no creía que el muchacho estuviese vivo. Ningún niño podría soportar lo peor de aquella clase de abuso y seguir con vida, especialmente sin recibir cuidado alguno, y después escapar y vivir en las calles.
—¿Han sido enviadas todas las cartas sin problemas? —preguntó Albus, cambiando a otro tema.
—Sí —, dijo Minerva—. Hermione Granger y Draco Malfoy han aceptado sus puestos como Premios Anuales de los estudiantes—. No cabía duda de que cuando descubriesen que compartirían alojamiento durante el año siguiente sería algo explosivo, por no decir otra cosa. Draco Malfoy había acosado a Hermione durante años. Con el tiempo ella había aprendido a defenderse por sí misma; un poco tarde quizá, pero mejor tarde que nunca. Ambos habían competido siempre por los primeros puestos en bastantes clases.
—Bien, bien —, dijo Albus—. Me alegro de oírlo —. No mucha gente declinaba la oportunidad de ser Premio Anual de los chicos o de las chicas, pero en los últimos años, con Voldemort de vuelta, habían recibido cierto número de negativas. De alguna forma se había sabido que él se tomaba un especial interés en ellos. Eso había asustado enormemente a los estudiantes y por tanto algunos rechazaban el honor del título que les otorgaban.
—Todavía pienso que Padma Patil habría sido una elección mucho mejor —, dijo Filius; no había estado contento de que otra Gryffindor hubiese adquirido el estatus de Premio Anual de las estudiantes una vez más. Hacía años desde que Ravenclaw había sido elegida para tal honor. Padma había sido escogida como Prefecto también, por lo que Filius la tenía en muy alta estima.
—Es una estudiante excelente —, coincidió Albus—. Sin embargo, Hermione Granger ha sacado mejores notas que ella regularmente; cuando fue Prefecto sus resultados no se resintieron, cosas que sí que pasó con los de Padma Patil. Sólo estamos pensando en lo mejor para tu estudiante, Filius —. Estaba acostumbrado a las discusiones, y siempre sabía cómo calmar a sus subordinados.
—Bueno, se resintieron ligeramente —, refunfuñó el profesor de Encantamientos, de acuerdo con las palabras del Director.
—Bien, creo que tengo una bandeja con mi nombre llena de correspondencia —, dijo Albus, poniéndose en pie—. Os deseo que paséis una buena noche, nos veremos mañana.
Todo el mundo le deseó buenas noches; Minerva, sin embargo, le observó mientras se marchaba. Caminaba apresuradamente; definitivamente tendría que hablar con él pronto. Algo ocurría, conocía a Albus suficientemente bien como para saberlo.
Albus se había llevado su detector oscuro a la cama esa noche, encantándolo para que hiciese ruido en vez de iluminarse. No vería el conjuro activarse mientras dormía, ¿verdad? Así que el sonido era la mejor elección. No es que él durmiese demasiado; se movió y dio vueltas sobre sí mismo durante toda la noche, esperando a que el chico usase magia, pero con cada hora que pasaba su esperanza se desvanecía rápidamente. Sólo porque el conjuro hubiese funcionado, no significaba que Harry estuviese vivo. Se llevó el detector consigo a todas partes, incluso al baño, no queriendo arriesgarse a perderse su llamada.
—Albus, ¿qué estás planeando? —preguntó Minerva, entrando en el despacho del Director. El mago estaba en esos momentos escribiendo con una de las plumas de Fawkes. Era dorada y roja; encajaba con el esquema de color de la habitación perfectamente.
Albus miró a su Subdirectora con curiosidad, sin comprender qué estaba sugiriendo.
—Has estado muy… hiperactivo estos días, ¿has estado comiendo demasiados caramelos de limón otra vez? —preguntó Minerva. Sabía que él les añadía calmantes; era adicto a ellos. Durante la guerra todos habían necesitado algo, y ese era el vicio de Albus.
Albus puso gesto compungido; no podía decirle a ella lo que había hecho. No se lo podía decir a nadie; no lo entenderían. Lo verían como una traición. Lo había hecho, y ya estaba; el mundo mágico era demasiado importante para él como para jugar según sus reglas. Harry tenía una tarea que cumplir, y para hacerlo tenía que ser localizado y entrenado. Sería fácil; sin duda estaría sorprendido y sobrecogido por su despliegue de magia y querría aprenderla él mismo… exactamente como todos los niños nacidos de muggles eran introducidos en el mundo mágico. Harry podía no ser hijo de muggles, pero de hecho había sido criado por ellos.
—Albus, sabes que esto no es bueno para ti —, le regañó Minerva, meneando su cabeza con desánimo, tragándose totalmente la mirada de culpabilidad de Dumbledore. Evidentemente no le conocía tan bien como pensaba—. Ya oíste a Poppy "el efecto que tendrá en ti a largo plazo no es bueno".
—Lo entiendo, Minerva —, Albus suspiró en fingido arrepentimiento, garabateando su nombre al pie del papeleo antes de dedicarle toda su atención.
—Estás preocupado por Harry de nuevo, ¿verdad? —preguntó Minerva, tomando asiento, obviamente para quedarse, para la exasperación interior de Dumbledore.
—Sólo pensaba que me gustaría saber dónde está el chico, si está bien —, dijo Albus con aire cansado. La falta de sueño estaba pasándole factura ahora.
—Albus… ¿realmente crees que podría haber sobrevivido todos estos años en las calles? —preguntó Minerva; allí era donde siempre estaban en desacuerdo.
—Rezo para que lo hiciese, sabes lo importante que él es para nuestro mundo —, dijo Albus. Si había sobrevivido a Voldemort, tenía que haber sobrevivido a su tío, pensó el viejo mago; tenía una profecía que cumplir. Él creía que el chico estaba vivo, y nunca perdería la esperanza. Probablemente no lo creería incluso aunque hubiese visto la prueba del cuerpo muerto de Harry, así de fuerte era su fe en la adivinación. Aunque resultase irónico, Voldemort también creía en ella.
—¿Cómo puedes decir eso? ¡Él era sólo un niño, Albus, no algo para ser exhibido ante las masas! —, exclamó Minerva. Sabía que no podía quedarse allí; cuando Albus empezaba con esa línea de pensamiento, no podía mantener la boca cerrada—. Discúlpame, Albus, tengo clases para las que prepararme.
Albus suspiró, odiaba tener aquellas discusiones con Minerva, y desafortunadamente nunca habían estado de acuerdo en aquello. Ella pronto vería que Harry estaba sano y salvo; sólo tenía que ser paciente, antes o después su magia reaccionaría. Entonces el mundo vería, y pronto Voldemort sería destruido para siempre. Él había eliminado todos los Horrocruxes, sin que el mago loco detectase sus acciones; había puesto defensas alrededor después de hacerse con ellos, así que Voldemort sólo lo descubriría cuando fuese en su busca.
Albus se concentró en su correspondencia, respondiendo cuando debía, o rellenando aún más formularios. La mayoría eran importantes, como formularios de becas para estudiantes que querían asistir a las clases pero no podían permitírselo. De ellos la mayoría eran nacidos de muggles; los sangres limpias y los mestizos comenzaban a ahorrar desde el momento en el que su hijo venía al mundo o demostraba habilidades mágicas… con la notable excepción de los Weasleys, quienes no habían sido capaces de permitirse enviar a sus hijos sin becas.
Albus suspiró exasperado mientras aún más lechuzas comenzaron a molestarle; nunca tenía un segundo de paz. Cogiendo las cartas, dejó que las lechuzas se marchasen y se ocupó de ellas; más le valía hacerlo, en vez de permitir que se acumulasen como ocurría durante el año escolar. Entonces, como cosas de la divina providencia, el detector oscuro se iluminó, y la expresión de Dumbledore cambió a una de suprema satisfacción.
Rápidamente cogió sus polvos Flu y gritó a las llamas: Guarida de los Merodeadores. Salió en Grimmauld Place, con la brillante y alegre cocina dándole la bienvenida. Los dos magos allí sentados le miraron con curiosidad, preguntándose a qué habría ido.
—He encontrado a Harry, ¿os gustaría acompañarme? —preguntó Albus con calma, como si no estuviese excitado.
Remus y Sirius se pusieron en pie, asintiendo ansiosamente—. ¿Cómo le has encontrado? —, preguntó Sirius, sus ojos azules brillando de excitación.
—Alguien cree que le ha localizado. Ahora debemos irnos rápido; agarraos —, ordenó Albus.
Ambos magos obedecieron y en unos instantes se encontraron en una calle muggle. Afortunadamente no había mucha gente en los alrededores; cuando los curiosos descubrían a los magos llegando, tendían a ignorarlos como algo escasamente digno de mención. Podías hacer magia frente a muggles y no lo creerían; simplemente asumirían que se trataba de un truco. No había muchos muggles que creyesen en la magia ya, y así era como el Ministerio de Magia deseaba que fuese.
—No puedo verle —, dijo Sirius, mirando alrededor. Su entusiasmo estaba desvaneciéndose con rapidez para convertirse en temor; no podía ver a nadie que se pareciese a James en lo más mínimo.
—Él está aquí —, insistió Albus; había sido guiado por la propia magia del chico en una especie de Aparición forzada a su lado. Estaba en algún lugar de los alrededores, y rápidamente usó magia en aquellos que sintió que no tenían ninguna para hacer que deseasen abandonar el área. No quería tener a nadie cerca cuando comenzasen a convencer a Harry acerca de su magia, pero, ¿podrían hacerlo? El chico probablemente estaría confuso, con todas aquellas cosas extrañas ocurriendo a su alrededor.
—Desearía que fuese más cerca de la luna llena —, dijo Remus impaciente. Había una primera vez para todo, y él diciendo aquello ahora lo era sin duda. Remus odiaba la luna llena, y deseaba no verse convertido en un lobo. Remus inhaló de todas formas, intentando captar una bocanada de la esencia de Harry. No le había olido en años, pero nunca había olvidado cómo olía el chico al que amaba.
—¿Estás seguro de que tu contacto no se equivocaba? —, preguntó Sirius, todavía mirando alrededor en la calle.
—Sí, fue tajante sobre ello, de hecho —, dijo Dumbledore, dejándoles que creyesen lo que quisiesen.
—Es él —, anunció Remus, sus ojos clavándose en la figura que salía caminando de una tienda.
Sirius siguió la mirada de Remus y sus ojos azules se iluminaron; el chico se parecía a James… aunque no tanto como él había imaginado a lo largo de los años. Se preguntó si Harry sería bueno al Quidditch, al igual que su padre… o en transformaciones… o qué animago tendría, y qué Patronus. Iba a divertirse tanto con Harry, contándole historias acerca de su padre; por fin tenía a su ahijado al alcance de la mano.
—Lo es —, estuvo de acuerdo Dumbledore. La firma mágica era la misma; cuanto más se acercaban a Harry, más zumbaba el detector oscuro en el bolsillo de su túnica.
—¡Harry! —, le llamó Sirius, con una sonrisa extendiéndose en su rostro; estaba sano y salvo. No podía creer en su buena suerte; la vida por fin mejoraba para el animago.
Harry miró atrás, al escuchar que le llamaban por su nombre; no muchos le conocían por él. Echó un vistazo a sus ropas, y al anciano en medio de ellos, antes de echar a correr. Sabía quién era, y maldita sea si iba con él. No se atrevió a mirar atrás, pero podía escucharles corriendo tras él. Viviendo en las calles, Harry había aprendido a correr bastante rápido, y conocía las entradas y salidas de la zona como la palma de su mano. Desafortunadamente aquello no era rival para tres magos adultos que podían Aparecerse.
—¡AYUDA! ¡ESTOS PERVERTIDOS ESTÁN INTENTANDO SECUESTRARME! —gritó Harry cuando varias manos rodearon su torso. Le habría divertido lo rápido que le soltó el tipo del pelo negro si no hubiese estado tan preocupado.
Sirius sintió repugnancia por las acusaciones que salían de la boca de su ahijado—. Harry, cálmate; soy tu padrino, estamos aquí para llevarte a casa —, dijo, mientras los tres magos rodeaban a Harry, dejándole sin vía de escape.
—¡Vete a la mierda, asqueroso hijo de puta! —le insultó el chico mientras le pegaba una patada en la entrepierna, usando aquello para intentar huir. Dio unos pocos pasos y entonces su mundo se volvió negro, mientras sentía la magia golpeando su espalda.
—¡¿Por qué has hecho eso?! —, se quejó Sirius, corriendo junto a Harry.
—No podemos seguir aquí, debemos llevarle a Hogwarts —, dijo Dumbledore.
—Venga, vámonos; esto se está abarrotando de nuevo —, dijo Remus con preocupación; podía sentir a la gente doblando la esquina.
Albus no perdió el tiempo; se agarró a Harry y les Apareció a ambos en las puertas de Hogwarts, para después proceder a llevar flotando al aturdido chico de diecisiete años a través de las estancias hasta la habitación que había preparado para él previamente. Sirius y Remus le siguieron como cachorritos.
—Entrad y cerrad la puerta; no podemos dejar que huya de nuevo —, les dijo Albus.
Remus cerró la puerta en cuanto él y Sirius entraron. Sirius parecía bastante desconcertado por los sucesos que acababan de tener lugar. Había esperado abrazos, lloros y largas conversaciones. ¡En ningún caso había pensado que sería llamado pervertido por su propio ahijado! Hacía que se le revolviesen las tripas, y a decir verdad, no quería que Harry despertase… no podría soportar más crueles insultos de su parte.
—Enervate —, dijo Albus en cuanto Harry estuvo en la cama.
—¿Dónde demonios me habéis traído, cabrones? —, gritó Harry mientras miraba con cautela por la habitación. Su corazón latía erráticamente en su pecho como un tambor desafinado.
—Cálmate, Harry, estás a salvo aquí; ésta es una escuela para gente especial como tú —, dijo Remus con tranquilidad—, posees magia, magia que pude hacer cosas maravillosas y si nos dejas ayudarte… puedes dominar ese poder.
—No quiero vuestra jodida ayuda, viejo, ahora deja que me vaya —, le espetó Harry, sus ojos verdes relampagueando con furia.
—Tenemos que deshacernos de ese lenguaje también, no es correcto para un joven maldecir de esa manera —, dijo Dumbledore, observando a Harry con ojo crítico.
—Que te jodan —, se burló Harry, su labio curvado de una forma que les recordó a los tres a cierto Profesor de Pociones—. ¿Así que, qué vais a hacer? ¿Mantenerme prisionero? No podéis obligarme a hacer una mierda.
—¿No es mejor estar aquí? ¿Un lugar cálido, con una cama en la que dormir y toda la comida que puedas comer? —, le interrogó amablemente Albus, añadiendo—, con magia podrías llegar a hacer grandes cosas.
La mirada de Harry se suavizó, mirando alrededor con un gesto pensativo en su rostro—, bueno… eso estaría bien —, dijo con un atisbo de vulnerabilidad en su cara.
—¡Esto es un castillo, es hermoso! ¡Te encantará estar aquí, Harry; tu madre y tu padre fueron alumnos! —dijo Sirius, uniéndose con entusiasmo ahora que el chico parecía que había dejado de maldecir.
—¿Un castillo? —preguntó Harry, abriendo los ojos de par en par—, ¿en serio?
—¡Sí! —gritó Sirius con energía—, ¡Vamos, te lo enseñaré!
Harry se mordió el labio, mirándoles pensativo—. Bien —, dijo finalmente a regañadientes, caminando hacia la puerta con Sirius. Tan pronto como ésta se abrió, Harry se precipitó por ella, cerrándola de un portazo en su cara mientras salía disparado. Corrió más rápido de lo que jamás había corrido en su vida, maldiciendo cada pocos minutos cuando parecía que había más de un maldito pasillo.
—¡HARRY, DETENTE! —, gritó Sirius, su voz resonando por todas partes.
—Mierda —, jadeó Harry mientras su pecho palpitaba por el esfuerzo; había estado corriendo sin parar durante diez minutos intentando encontrar una salida. Así que realmente era un castillo, lo cual era una gran putada; significaba que escapar sería más difícil.
—¡HARRY! —, gritó Remus.
Harry dobló otra esquina, y se encontró cara a cara con dos enormes puertas dobles. Puertas que conducían al exterior… Tomando aire profundamente corrió como una flecha hacia ellas. Si le veían le golpearían de nuevo con aquel conjuro, algo de lo que no tenía ninguna gana. No había nadie cerca, sin embargo, y eso era bueno. Logró llegar a unos metros de las puertas antes de que se cerrasen frente a él, con los cerrojos deslizándose en su lugar, haciéndole imposible la huida.
—Parece que no se puede confiar en ti —, dijo Albus avanzando hacia él, con la tristeza reflejada en su anciano rostro—. Esto es por tu propio bien, mi niño —. Otro conjuro le golpeó y quedó fuera de combate.
Harry gimió agónicamente, sujetándose la cabeza, pensando, "dios mío, eso dolió horrores". Había aprendido pronto que dejar el conjuro de aturdimiento activado y permitir que se desvaneciese por sí solo era lo que provocaba el dolor. Estaba de vuelta en aquella maldita habitación de nuevo; se puso en pie de un salto e intentó abrir la puerta. Gruñó pero no se sorprendió cuando no lo logró. Entonces descubrió el brazalete en su muñeca; ¡aquello no era suyo! Descubrió para su desconcierto que no podía quitárselo.
—Buenos días, Harry —, dijo Sirius, entrando con una bandeja de comida—. ¿Te sientes mejor? —Evitó tocar a Harry, no queriendo que ninguna acusación se alzase en su contra.
—¿Hay un cuchillo en esa bandeja? —, preguntó Harry, mirando con furia a Sirius sin que el otro lo advirtiese, ya que el hombre del pelo negro evitaba mirarle a la cara.
—Erm… sí, ¿por qué? —, preguntó Sirius, alzando finalmente la vista mientras colocaba la bandeja en la mesa.
—Porque voy a destriparte con él, asqueroso cabrón —, gruñó Harry, cogiéndolo y avanzando hacia el sorprendido mago, que tragó saliva con miedo, retrocediendo mientras daba un traspiés—. Créeme, nada me gustaría más que mataros a todos, enclenques, inútiles, jodidos gilipollas… y tendría derecho a hacerlo, ya que me habéis secuestrado.
Sirius chilló antes de salir trastabillando a través del retrato y encerrar de nuevo a Harry. Se desplomó contra la puerta, con lágrimas de frustración asomando a sus ojos. No era así como había imaginado encontrar a su ahijado después de todos aquellos años. No podía soportarlo, verle así; no volvería allí dentro, se negaba en redondo.
Continuará...
¡Hola!
¿Qué tal? ¿Nos echabais de menos?^^
Pues ya estamos aquí con un nuevo fic. Esperamos que os guste y os animéis a acompañarnos en esta nueva aventura.
Con esta historia no tendremos fecha fija de publicación. Sé que es una faena, pero desgraciadamente tanto el traductor como yo misma estamos a la vez con otros proyectos y no tenemos tanto tiempo como antes.
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Si sois de SH desgraciadamente creo que los avisos ya no llegan, así que os recomendamos que os apuntéis a nuestro grupo en facebook (la dirección está en nuestro perfil), desde ahí estamos gestionando los avisos.
¡Muchísimas gracias por leernos!
¡Un saludo! :D
Traducciones. A ver qué sale.
