No hay cielo
Capítulo 1
Las tres chicas entraron a la tienda, iban cargadas de bolsas y aun Annie no se sentía satisfecha, según ella hacían falta un montón de cosas por comprar, ya Candy no soportaba estar un minuto más observando sombreros, zapatos, vestidos, sombrillas; quería ir hasta el hotel y descansar al menos un par de horas, no sabe en qué pensaba cuando acepto la brillante idea de aceptar que Annie la acompañara en su viaje a Springfield, de Patty no podía quejarse la pobre estaba tal vez tan agotada como ella.
La rubia había viajado hasta esa ciudad, aprovechando sus vacaciones en el Hospital de Chicago, ella quería visitar a una compañera de trabajo que fue trasladada hasta el Hospital San Juan de esta ciudad y que contaba con una de las mejores escuelas de enfermeras del país.
El reencuentro fue tal como la chica lo esperaba, Lucy Morgan y ella habían mantenido el contacto por correspondencia y al estar juntas fue como si el año alejadas no hubiese trascurrido, charlaron de todas aquellas cosas que no alcanzaban a plasmar en las cartas, recordaban los tiempos vividos en Chicago, entre muchas otras cosas.
El día de hoy Lucy había tenido que trabajar y salía hasta entrada la tarde, por lo cual Annie prácticamente le rogo a Candy que aprovecharan para realizar algunas compras, Candy acepto para complacer a su amiga, la verdad a ella poco le interesaba pasar el día viendo aparadores, no contaba con la inagotable fuente de energía en la cual se convertía Annie Britter cuando de compras se trataba.
- Candy por favor quita la cara de drama que traes mujer, ya sé que ambas están cansadas, pero les prometo que en cuanto encuentre la corbata perfecta para Archie regresaremos al hotel. – Mencionaba la morena mientras se detenía frente a la vitrina de una tienda para caballeros.
Patty miro a la rubia y le dedico una sonrisa, tratando de disimular su propio cansancio, Candy solo suspiro.
- ¡Esta, esta es perfecta! – Dijo emocionada Annie, señalando una hermosa corbata de seda beige, con bordados en tonos mostaza.
- ¡Si Annie es hermosa! – Exclamo Patty.
- ¡Esta es exactamente la que necesitas, es hermosa! – Señalo Candy tratando de sonar tan emocionada como su amiga.
Annie las miro con desconfianza, ella sabía perfectamente que lo hacían por complacerla y porque ya estaban hartas de andar dando vueltas por el centro de Springfield, pero la verdad era una hermosa pieza, justo lo que buscaba. Entro y minutos después las tres salían de la tienda con sonrisas, unas de alivio y la otra satisfecha.
Al día siguiente habían quedado con Lucy de salir a conocer uno de los locales nocturnos que se encontraban de moda, además de conocer al prometido de Lucy, la chica hablaba con tanta ilusión de él, que todas estaban interesadas en conocerlo, para Candy era una gran noticia, su ex compañera no había tenido suerte hasta ahora, la chica había sufrido una desilusión amorosa que le impedía confiar en los chicos y verla ahora tan entusiasmada con este, le hacía gran ilusión a la rubia.
El novio de Lucy no pudo pasar por ella a buscarlas, pues había tenido un compromiso de última hora, así que quedaron en encontrarse en el club nocturno. Esto les pareció extraño a las chicas, pero ninguna comentó nada. Tomaron un taxi y llegaron hasta el lugar.
Este se encontraba hermosamente decorado, con luces de colores que creaban un ambiente moderno y elegante, la música inundaba por completo el lugar, notas suaves se dejaban escuchar, creando un contexto realmente romántico y relajado. En cuanto entraron más de un par de ojos masculinos se volvió para mirarlas, cuatro hermosas mujeres, vestidas exquisitamente llegaban solas, iluminado todo a su paso.
- Buenas noches señoritas ¿Puede ayudarlas? – Le mencionó un hombre vestido de traje blanco y negro, quien tenía una carpeta en sus manos.
- Buenas noches, si tenemos una reservación a nombre del señor Richardson – Mencionó Lucy con confianza.
El hombre reviso la libreta, levanto la vista dedicándonos una sonrisa.
- Por favor señoritas por aquí. – Dijo haciendo un ademan para que lo siguiéramos.
Nos condujo hasta una mesa apartada en uno de los salones privados, pero desde donde podíamos ver perfectamente el escenario, la mesa era redonda de caoba oscuro, los muebles se encontraban acomodados alrededor, permitiendo mayor cercanía entre los ocupantes, como ya había imaginado las chicas, esta noche no sería una cena formal, sino una salida para divertirse, a Annie le encantaba la idea, Patty también se encontraba totalmente atrapada por el ambiente del lugar, Lucy miraba de vez en cuando su reloj de pulsera y luego observaba a Candy dedicándole una sonrisa.
- Charlie debe estar por llegar chicas, tuvo que ir a la estación a buscar al padrino. – Señalo la chica, al tiempo que sorbía de su copa de vino.
- ¿El padrino? – Preguntaron todas al mismo tiempo, mirando extrañada a la chica.
- Si, el padrino… yo aún no lo conozco, lo único que sé es que vive en Nueva York y que es amigo de Charlie desde que eran niños. – Indicó la joven con voz despreocupada.
Por el contrario la sola mención de esa ciudad puso a Candy nerviosa, la rubia trato de calmarse, esto era ridículo, acaso él… era el único hombre que vivía en Nueva York. – Pensaba, tomo la copa que estaba intacta y le dio un gran trago, esta reacción no pasó desapercibida para sus amigas, que la conocían tan bien, que imaginaban lo que ella pensaba.
Pasaron varios minutos y la rubia se excusó por un momento alegando que debía ir al tocador.
- ¿Quieres que te acompañe? – Le preguntó Patty, con una sonrisa.
- No Patty, regreso en seguida. – Respondió Candy con una sonrisa.
Camino por un pasillo iluminado a media luz, le pidió indicaciones a uno de los meseros y este se la dio amablemente, quedando hechizado por la belleza de la rubia, ella había dejado el abrigo en el perchero junto a la mesa, olvido por completo que el vestido que llevaba puesto tenía un escote en la espalda bastante sugerente, se negó cien veces a usar este traje, pero tanto fue la insistencia de sus amigas y en vista que no tenía nada apropiado para la ocasión, tuvo que ceder y llevarlo.
Cuando salía del baño, pasó frente a un espejo y vio su reflejo en él, sus mejillas se tiñeron de inmediato de un rojo carmín.
- Annie… Annie. – Susurró en un susurro, bajando la vista.
- Buenas noches chicas. - Saludo un hombre de unos 25 años, blanco, ojos cafés, cabello castaño claro. Con una sonrisa encantadora. El novio, pensaron Annie y Patty al ver como Lucy se levantaba y le daba un pequeño beso en los labios.
- ¿Y el padrino donde lo dejaste? – Preguntó Lucy al verlo llegar solo.
La rubia levanto la vista y comenzó a caminar de nuevo, cuando un rostro conocido la hizo detenerse en seco, sintió como el piso bajo de sus pies desaparecía y un temor se apodero de su cuerpo por completo, ella no lograba ni siquiera armar una idea concreta.
- Tuvo que ir al baño un momento, no lo deje ni llegar al hotel, tengo las maletas en el auto. – Mencionó el joven en tono de broma. Las chicas respondieron con sonrisas.
- ¡Que torpe soy! Mucho gusto mi nombre es Charlie Richardson. – Dijo Extendiendo la mano a Annie y Patty.
- Mucho gusto señor Richardson, Annie Britter. – Menciono recibiendo la mano del caballero.
- Es un placer señor Richardson, Patricia O'Brien. – Dijo Patty.
- Candy esta para el baño, no deber tardar. – Menciono Lucy, viendo que Charlie buscaba a alguien.
Ya no podía caminar, y si se quedaba allí parada él la vería, se dio media vuelta para quedar de espalda. Su corazón estaba punto de salírsele del pecho, su respiración era cada vez más irregular.
Es… es… no, no puede ser. – Pensaba cuando escucho una voz a sus espaldas.
Él caminaba tratando de ubicar el baño de caballeros, le pregunto a un mesonero y este le señalo en pasillo por donde lo encontraría. Cuando llego a este, vio a una dama de espaldas, llevaba un hermoso vestido negro, el cual tenía un generoso escote que dejaba ver una preciosa piel blanca como la nieve, salpicada en los hombros por unas cuantas pecas, casi imperceptibles, el cabellos rubio recogido en un moño alto, dejando libre unos cuantos rizos, la cintura delgada, la línea del vestido dibujaba a la perfección la línea de las caderas, en pocas palabras, un ninfa, una de esas mujeres que podían ser la inspiración de cualquier poeta. Camino hasta ella deteniéndose a solo unos pasos, percibió un exquisito olor a rosas, frunció el ceño, por un segundo, él conocía ese olor, pero era imposible… Sin saber por qué le hablo.
- Buenas noches, disculpe… estoy un poco perdido, por casualidad me podría decir ¿Dónde están los baños de caballeros? – Después de hacer la pregunta se regañó a sí mismo, por tamaña estupidez, como le va a preguntar por los baños.
Ella no se movió, estaba congelada en ese lugar, su cuerpo temblaba, pero no al grado que él pudiese notarlo, el maremoto era dentro de su ser.
- Srta. ¿Se encuentra bien? – Menciono él de nuevo.
A ella no le quedó más remedio que volverse a mirarlo, rogando por parecer tranquila.
El joven se quedó totalmente mudo, su rostro reflejo la sorpresa de inmediato, su boca se secó, y el piso bajo sus pies se fue en un segundo. La veía a los ojos sin pronunciar una sola palabra, la veía sin crecer que estaba frente a ella… ella.
- Creo que tendré que ir a buscar a Candy, ya lleva varios minutos. – Menciono Patty al tiempo que intentaba levantarse de la mesa.
- No creo que sea necesario, de seguro se encontró con Terry. – Menciono el chico en tono despreocupado.
Annie vacío de un sorbo la copa de vino que tenía en las manos, Patty se dejó caer de nuevo en su asiento, ambas habían perdido el color de sus rostros. Al fin Annie que era la más arriesgada se aventuró a preguntar.
- ¿Tu amigo se llama Terry? ¿Terruce Grandchester? – No pudo evitar que su voz temblara cuando menciono las últimas palabras.
- Si, el mismo, será el padrino de nuestra boda. – Respondió tomando la mano de Lucy y dedicándole una sonrisa.
- Yo la verdad hasta que no lo vea, no lo creo, ya se lo he dicho a Charlie. – Agregaba la chica con una sonrisa.
- Ya verás que es cierto, además se seguro ustedes lo conocen chicas, él y Candy eran muy amigos. – Menciono el chico con una sonrisa y un brillo en los ojos. Annie y Patty se miraron sin decir nada pero sus ojos hablaron por ellas.
- Candy… Candy – Menciono el chico sin creer lo que sus ojos veían.
- Hola… Terry – Hablo ella y no pudo evitar que su voz delatara cuan nerviosa estaba.
- Hola… ¿Cómo has estado? – Le preguntó tratando de disimular la sorpresa.
- Bien… bien gracias ¿Tú cómo has estado? - Ella luchaba por parecer tranquila.
Cuando él iba a responder un grupo de mujeres salió del baño y lo reconocieron de inmediato.
- ¡Oh Dios! ¡Es Terruce Grandchester! – Mencionaron sorprendidas, Candy se volvió a mirarlas, Terry por su parte no podía apartar los ojos de la chica. Sin poder evitarlo las admiradoras del actor llegaron hasta ellos.
- Buenas noches, Terruce… ¡Que emoción verte! – Mencionaba una rubia de ojos ámbar, con una figura esbelta.
- Buenas noches. – Mencionó el joven sin quitar los ojos de Candy.
- Nunca pensé verte en esta ciudad… que alegría… ¿Vas a presentar una obra? – Preguntó otra de las mujeres, blanca de cabello negro y ojos grises.
- No… no solo estoy de visita… se supone que nadie debe saberlo. – Respondió el joven con media sonrisa, detallando el rostro de Candy.
La chica no sabía qué hacer, se sentía ridícula en esta situación, esas mujeres se hablaban a Terry como si lo conocieran de toda la vida, de no ser por la emoción que mostraban, ella aseguraría que eran amigos, su cuerpo esta tenso, al grado que dolía, respiro profundamente con disimulo para evitar que las lágrimas que se alojaban en sus ojos salieran, miro a Terry y camino para alejarse. Él vio la intensión de ella y la tomó del brazo para detenerla.
- Espera… Candy – Pidió mirándola a la cara, ella no lo veía.
Una de las mujeres noto la situación y sintió envidia de la rubia, tomo el brazo del chico para llamar su atención.
- ¿Nos podrías dar un autógrafo, por favor? – Rogó la morena.
- En estos momentos estoy… - Antes de que el actor pudiese terminar Candy lo detuvo.
- Terry, son tus admiradoras, no pensaras hacerle un desaire, por favor es solo una firma. – Menciono la chica soltando con suavidad el agarre, él la miro y luego se volvió para ver a las tres mujeres, tomo una pluma y una libreta que la rubia le ofrecía.
- ¿Cómo te llamas? – Preguntó tratando de ser amable.
- Isabel – Respondió la chica, quien casi brincaba de la emoción, Candy observo la escena y aprovechando que el chico estaba concentrado, salió con paso apresurado, él se volvió y vio cómo se alejaba, le entrego la libreta a la chica.
- Disculpa, estoy un poco ocupado, tal vez en unos minutos… disculpen… ¡Gracias!... – Dijo el chico mientras le alejaba tras Candy, dejando a las mujeres en una pieza.
- Al menos te dio el tuyo. – Se quejó la morena.
- Si… ¡Es realmente bello! – Mencionó la rubia apretando contra su pecho la libreta.
Candy llego a la mesa totalmente perturbada, vio la mirada preocupada de Annie y Patty y algo en su estómago se encogió.
- ¡Candy que gusto verte de nuevo! – La saludo Charlie, quien descubrió de inmediato que ya había visto a Terry.
Ella se quedó parada sin saber qué hacer, recibió después de unos segundos la mano que el chico le extendía y trato de sonreír.
- Charlie… Charlie que sorpresa… tanto tiempo. – Candy hablaba tratando de organizar sus pensamientos, tenía un presentimiento y no era para nada bueno.
- Charlie, aquí estas, necesito… - Terry se detuvo al ver de nuevo a la rubia junto a su amigo.
- ¡Terry! ¿Acaso fuiste a un baño en Nueva York? – Todas las mujeres en la mesa creyeron desmayarse, Lucy de emoción al ver que era cierto lo que su prometido decía, Annie y Patty al ver como Candy perdía el color del rostro, y Candy sentía todo su cuerpo temblar ¡Terry era el padrino! Pensó y su estómago se encogió de nuevo.
- Yo… yo… me perdí – Respondió clavando la mirada en la rubia. ¡Ella es la madrina! Pensó con un nudo en la garganta.
En ese momento llego uno de los mesoneros para tomar el pedido.
- Champagne por favor, la mejor que tenga… Terry paga. – Menciono Charlie en tono de broma palmeando el hombre de su amigo, quien parecía haberse congelado.
Annie por su parte se levantó para saludar a Terruce y sentar a Candy quien parecía una estatua.
- Terruce que alegría verte, cuanto tiempo – Dijo la chica extendiéndole la mano al joven.
- Annie Britter… si ha pasado mucho tiempo ¿Cómo has estado? – Menciono Terry tratando de recuperar su muy bien aprendido autocontrol.
- Excelente, claro no tanto como tú – Respondió con una sonrisa para aligerar el momento.
- ¿Un anillo? ¿Te casaste con el elegante? Perdón… quiero decir con Cromwell. – Pregunto tratando de mostrar interés, su mirada trata de evitar a la rubia.
- Así es, tengo dos años de casada – La morena le dedico una sonrisa y una mirada de complicidad, que él entendió de inmediato.
Después de esto Terry saludo a una tímida Patty quien se desenvolvió con menos entusiasmo que Annie. También saludo a la prometida de su amigo, quien no cabía en sí de la felicidad, mientras le dirigía discretas miradas a Candy, quien estaba como sumida en un sueño. Llego la bebida y los caballeros se dispusieron a servir para realizar el brindis por los novios.
- Me siento realmente feliz de contar con la presencia de mis amigos más queridos esta noche, eso también las incluye a ustedes señora Cromwell y señorita O'Brien, quienes han tenido la amabilidad de compartir con nosotros esta ocasión tan especial, Candy, Terry me emociona mucho que estén junto a Lucy y a mí en el altar el día que nos juremos estar juntos para siempre… ya no digo más, solo muchas gracias. – Mencionó Charlie con verdadera emoción, mientras dedicaba tiernas miradas a su prometida y extendía su copa para brindar.
- Muchas felicidades a ambos. – Mencionaron las morenas.
- Mis mejores deseos para los dos. – Mencionó Candy tratando de sonreír.
- Yo creo que debo desearles suerte, la van a necesitar, sobretodo usted Srta. Morgan, no crea que es fácil tratar con este tipo. – Señaló Terry en tono divertido, extendiendo la copa a la pareja.
- Gracias por la propaganda Terry. – Respondió en el mismo tono Charlie.
- De nada, siempre a tu orden. – Mencionó el moreno, al tiempo que tomaba de su copa y miraba a Candy, los ojos de ella se encontraron con los de él, por un segundo, pero eso basto para que la chica viera una luz centellear en los zafiros azules. Sin pensarlo tomo su copa y la sorbió de un trago. Terry no pudo evitar sonreír, ella estaba nerviosa, su presencia la inquietaba.
Después de unos minutos, los novios se encaminaron a la pista de baile, el silencio era realmente incomodo, las chicas no sabían cómo actuar, Candy tenía la mirada perdida en las lámparas del lugar o al menos eso pretendía, Terry por su parte no dejaba de mirarla. Era como si detallara cada línea del rostro de la chica, se veía sumamente divertido.
Annie le hizo una seña a Patty que esta entendió de inmediato.
- Candy vamos al baño, regresamos enseguida. – Menciono la morena al tiempo que se levantaba, la rubia la miro con ojos suplicantes, no profirió palabra, pero su mirada rogaba para que no la dejaran sola.
- Por favor cálmate, se nota a leguas que Terry te pone nerviosa, pareces una niña. – Le dijo Annie al oído.
- Annie… por favor. – Susurro Candy.
- No tardamos. – Menciono y la rubia vio cómo se alejaba, regreso la vista a la pista de baile, Lucy y Charlie se veían realmente enamorados, felices, ella veía como su amiga reía, él también reía, si eran felices. Terry siguió la mirada de Candy y también se sintió embargado por la felicidad de la pareja.
Él volvió la vista a Candy, ella sonreía, se le veía tan hermosa, las líneas de su cuerpo estaban más acentuadas, su cintura, sus pechos, la delgada tela le permitía ver el contorno de sus caderas y piernas, su belleza había aumentado con los años, de eso no quedaba duda, haciendo poseedora de una silueta maravillosa. La miraba y sus manos desean volar hasta ella y perderse en cada espacio de la piel de la rubia. ¿Cuándo te convertiste en una tentadora mujer Candy? No puedo dejar de mirarte, aunque quisiera no puedo hacerlo.
- ¿Bailamos? – Le dijo a la chica extendiéndole la mano.
Ella estaba sumergida en recuerdos, ni siquiera noto cuando este se acercó hasta ella, la miraba con una hermosa sonrisa, con un brillo en los ojos que hacia mágico el momento, fue como volver años atrás, volver al colegio. Ella no tuvo que pensarlo mucho, recibió la mano que el chico le ofrecía al tiempo que le sonreía, su cuerpo reacciono de inmediato, reconociendo el tibio contacto de la piel de Terry, de nuevo esa sensación en el estómago. ¡Por Dios, Candy! Contrólate, Annie tiene razón pareces una niña, no ves lo tranquilo que esta él, como maneja la situación a su antojo, no seas tonta. – Ella se regañaba, pero sus pensamientos no lograba el efecto desea, menos cuando llegaron a la pista de baile y el chico rodeo con su brazo la cintura, pegando más a su cuerpo, encerrando, obligándola a mirarlo a los ojos, a sentirlo cerca.
Annie y Patty observaron la escena y sus rostros se iluminaron de felicidad, caminaron de regreso a la mesa y se concentraron en admirar el cuadro, era evidente que Candy estaba nerviosa, pero Terry también, por más que intentara disimularlo, su mirada lo delataba, Annie lo podía distinguir a metros de distancia, él veía a Candy con el mismo brillo en los ojos que tenía Archie cuando la miraba a ella, él aun la amaba, no cabía duda de ello.
El olor de su perfume lo estaba embriagando, su piel era tan suave, como el más delicado de los capullos de una rosa, blanca, blanca como la nieve, que hermoso luce su cabello suelto, sus ojos, ¡Dios nunca he olvidado cuanto amo tus ojos Candy! Eres hermosa mi niña, realmente hermosa, que ganas de abrazarte, de rodearte con mis brazos y no separarme de ti jamás.
Terry… Terry, no me mires de esa manera por favor, ¿Acaso no te das cuenta que me vuelves loca? ¿Por qué juegas así conmigo? La chica sentía la respiración de Terry en mejilla, estaban cerca, demasiado cerca para poder coordinar sus pensamientos, lo único que lograba era sentirlo a él, el piso bajo sus pies había desaparecido, las personas a su alrededor no existían, solo era consciente de la manos de él sobre su espalda, de lo alto que estaba, del calor que emanaba de su cuerpo, de sus labios que era hermosos, no podía mirarlo a los ojos, si lo hacía perdería la poca cordura que le quedaba.
La música acabo haciéndolos regresa a la realidad, él se separó un poco para darle espacio, ella intento alejarse, Terry tomo una de sus manos y le dio un beso, con los ojos cerrado, ella se sorprendió ante la actitud del joven, no sabía cómo actuar o que decir, se quedó allí parada, inmóvil mirándolo.
- Gracias – Dijo él casi en un susurro, la miraba a los ojos fijamente, seguía con su mano entre las suyas, ella no pudo evitar mirarlo, algo realmente peligroso ¿Acaso había olvidado el poder que tienen los ojos de Terry sobre ella? No, no lo había olvidado, justamente ahora ese poder hacia estragos en ella. La presentación de un famoso intérprete de jazz los hizo volver de su sueño. Ella fue la primera en reaccionar, con suavidad retiro su mano y comenzó a caminar, él la siguió de cerca, ahora no solo ella estaba perturbada, ahora ambos estaban pendiendo de un hilo.
El resto de la velada, transcurrió entre bromas de Charlie, comentarios sobre los detalles de la boda por parte de Annie, Patty y Lucy y alguna que otra participación por parte de Candy y Terry, quienes después del baile, habían quedado como sumidos en una extraña quimera. Todos acordaron verse al día siguiente para almorzar y acordar detalles de la ceremonia, la boda se llevaría a cabo en un mes y los padrinos debían estar al tanto del papel que jugarían.
Candy daba vueltas en la cama, cerraba los ojos intentando dormir y lo único que lograba era ver el rostro de Terry, se le había quedado graba en la mente, escuchado una y otra vez su voz, su cuerpo aun podía apreciar el calor que el cuerpo de chico tenia, se levantó llena de frustración, camino hasta el baño, abrió la llave, metió las manos en el gélido líquido y se las llevó a la cara, se encontró con su reflejo, sus ojos estaban distintos, había algo especial en ellos, no podía explicar qué, pero allí estaba, era innegable.
Él estaba sentado frente a la chimenea, sentado en el vestíbulo que tenía su habitación, Charlie había exagerado con su hospedaje, pidió la suite presidencial, como si de alguien tan importante se tratase, observaba el fuego casi extinguirse, cerraba los ojos y allí estaba ella, oía su voz como si estuviese a su lado, aunque muy poco se dirigió a él durante la noche, las veces que menciono su nombre fue como si algo dentro de sí explotara, cuantas veces imaginó con escuchar su nombre salir de los labios de ella, y ahora que lo sentía era como un sueño, uno maravilloso del cual no quería despertar.
Continuara...
