Aquí en España ya estamos a 20 de mayo, lo que se traduce en que es mi cumpleaños~~ 21 añitos ya.
Y como es mi cumple tengo regalitos~~ Capi de Cuando la normalidad falla y Cartas desde el mundo, un one-shot y un nuevo fic para vosotras :DDD Y para mi, revieeeeews~~
Nuevo fanfic. Ya, estoy loca, ¿verdad? Pues no, este se ha escrito prácticamente solo y llevo seis capis, así que tengo el periodo de exámenes cubierto ^^
Es un AU de mafia (o algo así) en el que las parejas principales son el Kid x Law y el Doflamingo x Law.
No voy a volver a explicar mi visión de Doflamingo en esta historia, eso ya lo hice en "Exploración" y quien quiera puede ir a leerlo. Lo que si diré es esto: si os estáis esperando celos, angustia romántica y esas cosas os habéis equivocado de fic, aquí no vais a encontrarlo.
Disclaimer: Nopes, sigo siendo pobre, sin poseer one piece y como siempre sin sacar ni un mísero céntimo por escribir estas cosas.
¡SOY IMBÉCIL! Estaba tan muerta en mis pies que cuando subí esto se me olvidó poner la portada que .log/sweetlappin me hizo O.O Que alguien me dé una hostia, anda O.O
Capítulo 1: Heart
Los días festivos, y en especial las vacaciones de verano, son adoradas por prácticamente todos los estudiantes, independientemente del nivel de estudios al que pertenezcan. Y los momentos más adorados, entre aquellos con edad para disfrutarlos, son los viernes y sábados por la noche, independientemente de la época del año.
Claro que toda norma tiene sus excepciones, y en este caso la excepción se llamaba Trafalgar Law. Oh, por supuesto que a Law le gustaban las vacaciones y los días festivos, el problema era el trabajo que tenía en ellos, concretamente en los anteriormente mencionados viernes y sábados por la noche.
Muchos universitarios, entre ellos varios compañeros de clase de Law, se buscaban algún trabajito de unas horas para conseguir un dinero extra, ya sea dando clases particulares o sirviendo copas los fines de semana. Un trabajo así a Law no le bastaba, pues él no tenía unos padres que pudieran apoyarlo económicamente o que le pagaran los estudios: Law necesitaba pagarse los estudios, el piso que tenía alquilado y los gastos que surgieran, y solo había un trabajo a tiempo parcial con el que poder hacer eso.
En otras palabras, los días en que mucha gente salía de fiesta, Trafalgar Law se prostituía.
Su situación no era tan terrible como la frase anterior pueda sugerir: Law había entrado en este empleo relativamente por voluntad propia. No le gustaba, ni mucho menos, odiaba o sentía asco de la mayoría de sus clientes, pero tampoco estaba obligado a trabajar de aquello.
La situación de Law era diferente a la de otras personas en ese oficio, especial podría decirse.
Law había nacido en una de las zonas más desfavorecidas de toda Sabaody, en pleno Grove 11, donde las autoridades no se molestaban en prestar demasiada atención y la gente sobrevivía como podía. No todos por ello eran delincuentes como en otras zonas de la ciudad pensaban, ni mucho menos: el padre de Law, sin ir más lejos, había trabajado en una empresa de construcción, y su madre era peluquera. Pero cuando el chico tenía diez años, sus padres habían muerto en un accidente de tráfico provocado por el hijo de un importante empresario y, como Law se quedó solo en el mundo, este no había pagado más que una multa a la ciudad por el accidente.
Law había ido a parar a un orfanato del que se escapó en cuestión de dos meses porque era poco más que una cárcel para menores, y regresó al barrio donde se había criado. Allí conoció a un hombre llamado Donquixote Doflamingo que decidió acogerlo, como tenía costumbre de hacer con los niños huérfanos que le gustaban. Y "gustarle" en este caso no se refiere a nada de carácter sexual, sino a "caerle bien".
Doflamingo era un hombre de gran influencia y dudosa reputación, y su organización era una de las más peculiares dentro del negocio. Para estar en ella, a partir de que fueras un adulto, tenías que aportar algo a cambio, fuera lo que fuera. Había algunas personas que trabajaban directamente en la organización, normalmente teniendo algún empleo como tapadera de cara a las autoridades para justificar el sueldo que cobraban, pero la mayoría de miembros eran lo que entre ellos llamaban "autónomos". Los autónomos podían dedicarse a la prostitución o vender mercancías varias, y de los beneficios pagabas una cantidad a la organización: el 70% si vivías en la mansión de Doflamingo o en alguno de sus pisos y el 50% si vivías por tu cuenta.
Law había echado cuentas y le salía más rentable vivir por su cuenta.
Trabajar en agosto, y en general en verano, tenía ventajas e inconvenientes. La principal ventaja era que al ser verano la noche era cálida, pero a la vez el momento más agradable del día, y se podía estar relativamente bien, no como en invierno cuando hacía un frío que pelaba. El inconveniente era que el número de clientes borrachos o generalmente colocados aumentaba.
Law murmuró un insulto entre dientes, demasiado bajo para que alguien pudiera oírlo, y le hizo un gesto bastante grosero con el dedo corazón al hombre que se alejaba, tambaleándose, por la acera. Por suerte dicho hombre estaba de espaldas y no se había dado cuenta. Aunque probablemente tampoco habría sido capaz de identificar el gesto si lo hubiera visto.
Apoyándose contra la pared, el joven siguió cagándose en todo lo que se le venía a la mente mientras trataba de encontrar una posición en la que el culo no le doliera tanto. Claro que tampoco podía quejarse demasiado, porque aceptar aquello era su forma de compensar la larga lista de restricciones que ponía en su empleo. Después de todo Law encontraba también placer en cierto grado de esa clase de dolor. Pero ese capullo seguía habiéndose pasado. Y para colmo el muy imbécil no sería capaz de encontrar una próstata ni con un mapa.
Tal vez debería añadir a su lista de restricciones a los tíos tan borrachos que no podían articular dos palabras seguidas.
Un coche se detuvo frente a él y, con un gran esfuerzo, Law se separó de la pared y se acercó a la ventanilla del conductor. Mientras se acercaba, el moreno se fijó en que era un vehículo bastante caro.
La ventanilla bajó y Law se fijó en su posible nuevo cliente, o más bien en los rasgos que la escasa luz de las farolas dejaban ver: pelirrojo, bastante joven, cara de pocos amigos, su nariz daba la impresión de haber estado rota en algún momento y no haberse curado demasiado bien, no tenía cejas o estas eran muy claras y llevaba pintalabios y raya de ojos.
Bueno, cosas más raras he visto.
-¿Puedo ayudarte? –Preguntó Law, esbozando una sonrisa sugerente que tenía ya muy practicada.
Al acercarse más se fijó en que el pelirrojo era bastante atractivo.
Los clientes atractivos no eran muy comunes.
¿Dónde está la pega? Pensó con cierto humor. Siempre había una pega con los hombres atractivos.
-¿Eres Heart? –Preguntó el pelirrojo, y la sonrisa de Law creció.
-El mismo.
Law llevaba ya bastante tiempo en el negocio, y se había labrado una reputación que le ahorraba la molestia de tener que buscar clientes la mayor parte del tiempo.
-Entonces sí puedes ayudarme –dijo el hombre, con una amplia sonrisa que a Law le recordó a la de su jefe, tanto en tamaño como en lo maníaca que parecía.
El pelirrojo salió del coche y Law se fijó en que era más alto que él, así como bastante musculoso. Law reprimió un escalofrío, negándose a formarse expectativas. Que un hombre fuera atractivo y tuviera un buen cuerpo no significaba que fuera bueno en la cama, y tenía en mente a unos cuantos clientes que lo demostraban.
Sus ojos bajaron a la mano izquierda del hombre
No lleva anillo. Eso no descarta a la novia engañada y convencida de su heterosexualidad.
-No mantengo relaciones sin condón, no hago mamadas y si intentas atarme te cortaré los huevos y te los haré tragar –dijo Law seriamente. Ese discurso había espantado a algún que otro potencial cliente, pero era una buena forma de dejar claro desde el principio que no iba a dejarse mangonear ni a tolerar que se pasaran de la ralla con él.
El hombre se rio. Su risa una estruendosa carcajada que no habría estado fuera de lugar en una película de terror mientras un asesino descuartizaba a su víctima. Esta vez Law no pudo detener el escalofrío que lo recorrió, aunque por suerte no fue muy obvio y el hombre no pareció darse cuenta.
-Ya me habían dicho que tenías carácter –dijo el hombre con aquella enorme sonrisa, avanzando hacia él. Law no retrocedió-. También me han dicho que te dejas follar sin preparación, ¿es verdad? –Preguntó el pelirrojo, deteniéndose tan cerca que sus pechos estaban a punto de tocarse.
-Lo es, aunque te saldrá más caro.
El hombre volvió a reírse.
-Eso no es problema. ¿Todo aclarado, pues?
-Si no quieres preguntar nada más… -Law apenas tuvo tiempo de encogerse de hombros antes de que el hombre lo agarrara por la nuca y estampara sus labios contra los del moreno en un violento beso con el que trató de dominarlo. Law comenzó a devolver el beso con tanta intensidad como lo estaba recibiendo, negándose a dejarse dominar. No era habitual que un cliente lo besara, pero tampoco era algo a lo que se negara, y aquel hombre estaba demostrando que sabía lo que hacía.
A lo mejor hasta tenía esperanzas de echar un polvo medio decente esa noche.
Law escuchó la puerta del coche cerrarse, y no opuso resistencia cuando, sin dejar de devorar su boca, el hombre lo arrastró al callejón junto al que Law había estado estratégicamente parado.
Ahogó una protesta en la boca del pelirrojo cuando este lo empotró bruscamente contra la pared, pero lo apartó cuando sus manos comenzaron a recorrerle el cuerpo.
-¿Condón?
Con un gesto de fastidio, el hombre metió la mano en uno de los bolsillos de su pantalón y sacó el envoltorio de plástico que lo contenía.
-¿Contento? –Gruñó.
Law simplemente sonrió. Prefería que los clientes se trajeran sus propios condones, así él se los ahorraba y de paso evitaban situaciones incómodas cuando la talla que Law llevaba encima no era la que el cliente necesitaba.
-Date la vuelta –ordenó el pelirrojo, y Law obedeció.
Escuchó una cremallera bajándose, el ruido del plástico al romperse y, poco después, las manos del pelirrojo aparecieron en sus caderas, sujetando el elástico de su pantalón y tirando hacia abajo. Hacía tiempo ya que Law había aprendido a no llevar pantalones con cierre a trabajar para evitar accidentes.
Una mano se quedó en su cadera y Law notó la punta de la polla del hombre contra su entrada. Entonces este se apretó contra él, con su boca tan cerca del oído de Law que este podía sentir el aliento del pelirrojo en su piel, y susurró:
-Dime, Heart ¿cuántas veces te han follado hoy?
-Cuatro –respondió Law, girándose un poco para mirarlo.
El pelirrojo seguía con aquella sonrisa.
-Entonces supongo que esto no te dolerá mucho.
Law tuvo que morderse el interior de la mejilla para ahogar un grito cuando el pelirrojo entró en él de una sola embestida y, sin esperar ni un segundo, comenzó a moverse con brusquedad. Aquello de normal habría dolido, pero después del imbécil al que había tenido ni media hora atrás era mucho peor, y Law apretó con fuerza los antebrazos contra la fría pared, la frente apoyada con fuerza contra estos, y se mordió el interior de la boca con tanta fuerza que se sacó sangre, todo el tiempo tratando de camuflar sus protestas en los fingidos gemidos de placer que tanto tenía que utilizar.
Entonces la mano que no estaba apoyada en su cadera lo rodeó y envolvió su semi-erecto miembro, sorprendiéndolo tanto que dejó de morderse.
¿Pero qué coño…? En toda su "carrera", Trafalgar Law no se había encontrado con un solo cliente que mostrara el más mínimo indicio de preocupación por que él sintiera placer también.
-Eres… muy estrecho –jadeó el pelirrojo en su oído, comenzando a mover la mano y haciendo que el dolor que Law sentía se mezclara con el placer que estaba comenzando a darle.
El pelirrojo siguió moviéndose y Law gimió de verdad cuando su polla, por fin, tocó su dolorosamente desatendida próstata.
-Eso está mejor –dijo el hombre, y comenzó a lamerle el lóbulo de la oreja, jugando con sus pendientes.
Aceleró más el paso, y antes de darse cuenta Law estaba moviéndose también contra él, profundizando las embestidas y tratando de que estas dieran en su próstata tantas veces como fuera posible.
Una sensación que no solía sentir en esas situaciones comenzó a aparecer en su vientre, la mano en su polla bajó a sus testículos por un momento, apretándolos con una ligera fuerza que no llegó a hacerle daño, y luego volvió a su miembro, moviéndose con más ganas sobre este. La polla en su interior golpeó de nuevo su próstata y Law gimió fuertemente mientras se vaciaba con fuerza sobre la mano del pelirrojo y la pared, apenas consciente de que con eso había arrastrado al otro sobre el límite también, hasta que sintió la boca del pelirrojo en su hombro y este lo mordió en medio del orgasmo.
Law sintió el peso del hombre contra su espalda y comprendió que se había apoyado contra él. No dijo nada, y en un momento este había salido de su interior y se había apartado.
El moreno se subió el pantalón y se giró a mirarlo, viendo cómo se limpiaba la mano con un pañuelo antes abrocharse el pantalón. Por un momento Law estuvo tentado de saludar a la polla ahora flácida que podía ver a través de la bragueta abierta, y tuvo que contener la sonrisa divertida que esa idea le provocó.
El hombre se arregló la ropa y lo miró.
-¿Cuánto te debo?
-Veinte mil belis por el polvo, y cinco mil por el mordisco.
El pelirrojo se rio.
-¿Cinco mil por el mordisco?
-No me gusta que me muerdan.
-Vale, vale, lo tendré en cuenta –metió la mano en un bolsillo del pantalón y sacó la cartera, que abrió y le tendió tres billetes de diez mil belis a Law.
-No tengo cambio –dijo el moreno, sin hacer amago de ir a coger el dinero. Por supuesto era mentira, sí que tenía, pero no pensaba enseñarle dónde llevaba el dinero.
-Propina –dijo el pelirrojo, encogiéndose de hombros y haciendo un gesto con la mano para que cogiera los billetes.
Esta vez sí, Law los cogió y se los guardó en uno de los bolsillos del pantalón de chándal, por supuesto no el sitio donde llevaba el resto de dinero. No todos los días le daban propina, después de todo.
Su cliente comenzó a caminar hacia el coche, pero se detuvo antes de entrar en él y se giró a mirarlo.
-¿Qué días trabajas?
-Viernes y sábados por la noche –respondió Law, saliendo también del callejón.
-Vale, pues nos vemos, Heart.
Law hizo un gesto de despedida con la mano y el pelirrojo se subió al coche, arrancándolo y marchándose de allí.
El moreno miró el reloj de su muñeca, que marcaba las cinco de la mañana, y decidió que ya había hecho horas de sobra por ese día. Llevaba más dinero del que solía ganar de media y parecía que se había ganado otro habitual, uno que para variar sabía meterla, así que podía considerar que, capullos ineptos aparte, ese había sido un buen día.
Si no fuera por la cojera, puede que hasta estuviera de buen humor.
Continuará
