Hola, hola, Luna de Acero reportándose. Weno, esto se viene un poco sad, pero es un two shot, así que mantengan sus ánimos. Mañana empiezo con las actualizaciones y finales pendientes. tengo mucho escrito pero nada concluído, estoy corrigiendo e intentando que todo esté lo más pulido posible.
Bien, esta es una historia que quería escribir hace mucho pero no encontraba las palabras, entonces ellas me encontraron a mí y no tuve más opción que dejarlo nacer, espero les guste y lo disfruten. Si es así, agradecería mucho que me dejaran un bonito review o comentario de lo que sintieron. Besitos mis amores.
ESTE TWO SHOT ESTÁ DEDICADO ESPECIALMENTE PARA PATATAPANDICORNIO, COMO REGALO RECONTRA ARCHI SUPER ATRASADO DE SU CUMPLEAÑOS (TARDE PERO SEGURO CHIQUITA).
Y PARA MI AMOROSA DIOSA DEL OLIMPO PERSONAL: AMADA ESPOSA MIA CHARLY LAND, ESPERO TE GUSTE BELLEZA.
Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son de Isayama Hajime... que debe estar afilando los cuchillos porque ya llevamos demasiados capítulos sin que nadie muera y eso ya me asusta.
Advertencias: Angs en cantidades insalubres, mucha tristeza y feels muy profundos, así que ya saben...
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"Me quedé con las ganas de que fuéramos
la mejor historia de amor".
Danns Vega
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Me preparo un café y me siento a escribir. Siento que he postergado esto durante demasiado… demasiado tiempo. Las pequeñas gotas de la llovizna se pegan a los vidrios, y es imposible salir de los recuerdos, es como si me atravesaran como flechas, como cordeles invisibles que me apretaran hasta el límite de hacerme difícil respirar.
Lo he postergado, porque no quería volver a revivirlo, pero si no lo exorcizo de adentro mío, estos fantasmas seguirán atormentándome sin descanso.
—0—
Fue un 15 de septiembre, el sol tibio se estaba escondiendo en el horizonte, y yo… estaba hipnotizado por la majestuosidad de las olas, el viento salado que besaba mi rostro… la arena suave y ligeramente fría raspando mis pies…
Podría haber ido al otro día, pero lo cierto es que no quería quedarme en casa, quería escapar, no me gustaba ese lugar, mejor dicho no me gustaba haber dejado mi vida atrás. Mis amigos más queridos, mi escuela, los lugares que yo prefería para ir a jugar, la plaza, Tommy, el perro lanudo de mi vecino… no, ahora es mi ex vecino…
Mis padres se separaron, y tuve que irme con mi madre. Aunque quería quedarme con papá… sé que ella me necesitaba más, mamá es frágil y está inestable, me necesita aquí…
Podría haber ido al día siguiente, pero quería explorar un poco, me dolía estar en esa casa… porque no la sentía como mía, era como una pieza dentro de un rompecabezas al que no pertenecía. Supongo que necesitaba tiempo.
En ese nuevo lugar, donde todo olía a nuevo, a extraño, encontré algo muy valioso… Cuando giré mi cabeza lo vi por primera vez. Estaba a unos diez metros de distancia, me pregunté qué tan absorto podía estar en mis pensamientos que no lo escuché acercarse. Un niño de mi estatura, algo pálido… no estoy muy seguro del porqué, pero en ese momento pensé… que tenía la piel como el color de la luna, y sus ojos grises eran como dos monedas de plata… Me acerqué por inercia, como si algo invisible me estuviera llamando, me empujaba sin poder resistirme, y cuanto más cerca estaba de ese extraño chico, más aliviado me sentía. Pero no fue hasta que el giró su rostro hasta mí, cuando caí en cuenta que… mis ojos jamás dejarían de seguirlo.
—Hola… ¿Cómo estás? –le sonreí francamente-. Soy Eren –y le extendí mi mano, él solo la miró con desdén pero no hizo nada por tomarla-. Ah… soy nuevo, me mudé a la casa de la colina azul… no sé por qué le dicen así pero… ¿la conoces?
La brisa marina meció suavemente su negro cabello y él tenía una expresión tan triste en su rostro que nunca se borró de mi memoria, y aunque podía decir que las circunstancias me habían hecho madurar de golpe en muchos sentidos, con mi pobre mente de niño de diez años no pude entender esa tristeza tan insondable. Grande como ese mar que acaba de ver por primera vez.
Simplemente asintió con un poco de timidez y luego dirigió sus preciosos ojos hacia mis muñecas. Yo coleccionaba pulseras en ese tiempo, tenía cuatro de diferentes colores y entramados.
— ¿Te gustan? –le pregunté entusiasmado de ver que tenía algo de interés en mí. Asintió muy suave y yo de inmediato me desprendí la roja, la más bonita, y se la extendí-. Toma, para ti.
Le llevó muchos segundos, pero al fin levantó la mano y la aceptó, no estoy muy seguro si sonrió, pero si lo hizo, mucho no me di cuenta. Él no era muy expresivo, pero en cierta forma era como que podía percibir sus estados de ánimo y cambios de humor aunque su rostro siguiera igual. Como si una voz interna me susurrara lo que él sentía por dentro.
— ¿Te ayudo a colocártela? –le sugerí y él extendió su fina muñeca de porcelana hacia mí.
Frío. Fue la primera sensación que tuve cuando toqué su piel, el viento también se ponía más y más helado.
— ¿Vas a decirme tu nombre? –inquirí mientras mis ojos se pasaban del nudo que trataba de hacer para atarle la pulsera a su rostro de luna pálida.
—Levi –su voz era muy grave, como si perteneciera a un cuerpo mucho más grande, mucho más fuerte y desarrollado.
— ¿Vives por aquí cerca?
—Detrás de tu casa, en la misma cuadra –respondió con esa voz cavernosa. También pensé que tenía dotes para ser locutor, que bonita voz, como el ronroneo de un gato.
— ¡Qué bien! –Dije muy contento, por algún motivo me dio mucha alegría saber que vivía cerca-. Levi, seamos amigos, ¿quieres?
El chico de ojos de monedas se rio espontáneamente de mi pedido, fue una sonrisa breve, como de burla, y luego volvió a su apatía habitual.
— ¿Siempre le preguntas a cualquier desconocido para que sea tu amigo?
— ¿Eh? ¿Qué? ¿No se puede?
—No lo sé, no te conozco.
—Bueno, nos conozcamos. Soy Eren, tengo 10 años, y vengo del sur. Mi papá es médico y mi mamá vende casas. O bueno, eso hace ahora. Se separaron, por eso nos vinimos a vivir aquí. Yo nunca había visto el mar antes. Bueno, una vez, cuando nos fuimos de vacaciones al… al… ¿cómo era? ¡Ah, sí! Caripe, o algo así.
—Caribe.
— ¡Eso! Pero el agua era clarita, clarita, y podías ver los peces. El agua era tibia, aquí es muy fría. Pero me gusta igual. ¿Te gusta el mar?
—Amo el mar… -ambos miramos hacia las olas, y las gaviotas chillaron a lo lejos. Levi hablaba poco, pero lo poco que decía para mi estaba lleno de misterios. Sonaba como un sabio, como esas personas que han vivido mucho y que lo saben todo, al menos esa fue mi impresión.
—Oye, ¿es lindo vivir aquí?
Levi no contestó y su mirada se ensombreció mucho más.
—Debo irme, se me hace tarde. Gracias por la pulsera, Eren.
Se fue corriendo y yo quise ir detrás de él, pero no tenía razones valederas para hacerlo. Así que me quedé de pie viendo como su figura se perdía en el horizonte. Tenía una remera celeste algo holgada y un ceñido pantalón negro. No sé por qué recuerdo esos detalles con tanta fuerza. No lo sé. Todo comenzó a obscurecerse muy rápido y decidí volver también.
Mamá esa noche hizo macarrones con queso. No tenía mucho apetito, pero me terminé el plato y le sonreí como si todo estuviera bien. Como si no me doliera que la silla de papá estuviera vacía, como lo estaría de ahora en adelante. Como si no me doliera nada de nada.
La nueva escuela era muy parecida a la que yo iba, no había mucha diferencia en realidad. Había muchos chicos ruidosos, eso sí. Busqué a Levi pero no lo encontré. Me dediqué entonces a hacer buenas migas con los de mi clase. La mayoría me hicieron muchas preguntas, sobre cómo era la ciudad de dónde venía y esas cosas. Fueron amables, no tengo quejas al respecto. Parecía que les había caído bien.
La casa donde vivíamos ahora era demasiado grande para mi gusto. Mi mamá y yo podíamos perdernos fácilmente en ella. Nunca entendí la necesidad de vivir en una propiedad tan enorme. Cuando recordé que Levi había dicho que vivía en la misma cuadra, ya habían pasado como tres días desde nuestro encuentro en la playa. Me escabullí al patio, mamá no regresaría hasta la noche y yo me aburría a morir, solo, dentro de ese lugar con tantas habitaciones.
El patio me gustaba, había un columpio de metal con tres asientos, y un tobogán más al fondo, estaban algo viejos pero servían. Algunos arbustos y una cerca de madera. Coloqué una piedra grande contra la cerca y me trepé para ver del otro lado. No era muy bonito. Parecía un lugar viejo y descuidado, lleno de cachivaches arrumbados, partes de autos viejos, muebles viejos rotos, y que se yo cuanta porquería. Extrañamente nada crecía de ese lado, la tierra estaba seca y algo suelta. Más lejos se veía una casa mucho más pequeña que la nuestra, también descuidada, la pintura saltada en algunas partes, algunos vidrios de las ventanas estaban rotos y cubiertos con cartón por dentro, y escuché unos fuertes gritos. Mi corazón se sobresaltó, me recordó muy vívidamente a cuando mamá y papá empezaron a discutir hace un par de años atrás. Al principio eran sólo gritos, luego todo se volvió peor.
Vi salir a un tipo algo alto y delgado, que se tambaleaba de un lado a otro, parecía borracho, o algo por el estilo. Caminó erráticamente y al fin se bajó la bragueta del pantalón a un costado y orinó. Un perro doberman, un poco viejo, salió por detrás de él, y al verme se me vino encima. Resbalé de la piedra y caí sentado en mis cuartos traseros, mientras escuchaba al animal ladrar y ladrar desde el otro lado como si estuviera rabioso. Realmente me asusté. Decidí volver a la casa y permanecer allí hasta que mamá volviera.
Dos semanas pasaron, dos aburridas semanas. Un sábado que como nunca había despertado temprano, me quedé mirando la lluvia por la ventana. No lo sé, me gusta ver las gotas caer, a veces me entretenía contando las gotitas que golpeaban mi ventana.
Mamá se había ido al trabajo, luego se iría al super y volvería por la tarde con seguridad, me había dejado el almuerzo preparado. Escuché ruidos en el patio y me sobresalté. Bajé, me calcé las zapatillas y salí, el viento frío me hizo retroceder, ponerme un buzo y volver a salir de nuevo. Bajé las cuatro escalas de la puerta de la cocina que daba a una galería pequeña y luego tres escalas más para hacerme con el patio. Seguí mis instintos hasta el cobertizo que había a un costado. Una casucha arrumbada llena de herramientas para la jardinería que nadie usó en años. La puerta de chapa se golpeaba contra la madera por el viento y la lluvia. Me estaba mojando el cabello, pero definitivamente algo había entrado allí. ¿Tal vez un gato? ¿Un perro? Me detuve unos segundos, sólo esperaba que no fuera ese horrible perro doberman de los vecinos.
Caminé con cautela y detuve la puerta con mi mano, luego ingresé mi cabeza. Estaba algo obscuro y sendas goteras se desperdigaban por todo el lugar que estaba lleno de goteras. Y entonces lo encontré, en cuclillas, hecho una bolita, tiritando en una esquina. No lo reconocí enseguida, hasta que levantó tímidamente su cabeza para mirarme con sus ojos llenos de miedo.
— ¿Levi?
— ¿Eren?
— ¿Qué haces aquí? –me acerqué despacio, no quería asustarlo más, estaba empapado por la lluvia y sus labios un poco azules por el frío.
— ¿Te molesta si…? ¿Sí me quedo un rato? No tocaré nada, lo juro.
—Vas a morir de frío aquí, ¿por qué no entras a mi casa?
—No, gracias, voy a mojar todo.
—No importa, tengo un trapeador, luego secamos. Oye, puedo prestarte ropa, te vas a enfermar si te quedas con eso.
—Tu mamá va a enojarse.
—No, no, para nada, ella es muy amistosa, hace rato me está diciendo que invite a mis amigos a venir así no estoy tan solo. Es que ella trabaja muchas horas en el día, ¿sabes? Ahora no está, vamos.
Tomé su helada y mojada mano y tiré de ella, le sonreí como si con esa sola mueca pudiera transmitirle toda mi confianza. Con algo de timidez dejó que lo guiara. Ya una vez en la cocina le pedí que se sacara la ropa y me fui al lavadero a buscar ropa seca y limpia.
Cuando volví Levi estaba en ropa interior, recuerdo perfectamente que algo se removió en mi estómago, no podía saber en ese momento, al menos no conscientemente, de qué se trataba. Luego del deslumbramiento que tuve al principio, reparé en que su cuerpo estaba cubierto de morados, algunos más leves, otros más marcados. Incluso tenía un corte en el labio y una marca debajo de la quijada. No le di mucha importancia en ese momento. Le alcancé la ropa limpia y me llevé la suya para ponerla a lavar. Ya había aprendido a manejar el lavarropas para entonces.
— ¿Ya desayunaste? Porque voy a comer cereales. Tengo chocolatada y pan, y té, y… y… ¡tostadas con manteca! ¿Qué quieres?
—Na-nada, está bien.
—Vamos, acompáñame, no me gusta comer solo, ¿o ya desayunaste? –Negó con la cabeza y bajó la mirada-. Bueno, será chocolatada entonces, ¿te gusta fría o caliente?
—Tibia.
— ¿Te gusta el pan dulce o las galletas de chocolate?
—Ga-galletas.
Nos sentamos en la mesa de la cocina que oficiaba de desayunador y yo estaba tan contento de volver a verlo que hablaba sin parar, de cualquier cosa. Recuerdo que hablé de mi ciudad de origen, de la escuela nueva, de los dibujos animados, de las noticias que había escuchado el día anterior en la tele, hasta de cucarachas… Sí, no sé cómo llegué hasta esos insectos, pero Levi me prestaba toda su atención. Luego me percaté que seguía usando la pulsera roja y por algún motivo eso me hizo increíblemente feliz.
—Hablas mucho –dijo con esa voz de trueno suya. Ahora me parecía como un trueno resonando en el cielo. La lluvia se incrementó.
—Me gusta hablar… ¿te molesta? –dije algo avergonzado, mamá también me decía que tenía una boca demasiado grande.
—No, al contrario. Eres interesante.
Sonreí como bobo, en ese momento esa frase era algo nuevo para mí, para Levi yo era interesante. Luego de lavar los trastos nos fuimos a mi habitación.
Levi miraba todo con asombro, como si estuviera en un zoológico. Mis libros, mis juguetes, hasta mis zapatos y dibujos. Me gustaba mucho dibujar, podía pasarme horas y horas dibujando. Dibujaba dinosaurios en su mayoría, robots, caballos y gatos. Mamá no me dejaba tener mascotas, así que yo tenía un gato que se llamaba Florencio. Era naranja con rayas amarillas y tenía ojos verdes. Lo dibujaba y dejaba siempre a la vista.
—Ese es Florencio –dijo contento cuando Levi tomó mi dibujo-, es mi gato. Bueno, es mi gato de mentiras, pero mi gato al fin.
—Mmm, es muy bonito, pero tal vez se siente algo solo, deberías dibujarle un amigo.
— ¿Tú crees?
—Sí, lo creo.
—Está bien.
Así fue como nació Carmelo, era un gato negro, de ojos azules, algo escuálido, flaco y con la cola desgarbada, de bigotes largos y gruesos. Levi me dijo como lo quería. Así que ahora tenía dos gatos. Se los dibujé en una hoja para Levi, así él también podía tenerlos en su casa. Me contó que vivía con su madre y su tío, y que el perro malo ése no era tan malo. Que se llamaba Roko y que ya estaba algo viejo y ciego, pero que era muy buena compañía.
También me contó que no iba a la escuela, su mamá le enseñaba todo, él sólo iba y rendía cada tres meses lo que pedía el estatuto escolar y ya. Que su tío decía que era mejor que estuviera en la casa. Leví siempre parecía cansado, lo noté por sus ojos algo rojos y las ojeras debajo de ellos.
— ¿Tienes sueño? –le pregunté al ver que pestañeaba muy lento-. Duerme si quieres, puedes dormir en mi cama, es grande. No me molesta.
—Bueno… tal vez un poco.
Apenas cayó en mi cama, suspiró pesado y se durmió.
—Ey, te vas a resfriar. ¿Por qué no te tapas? –me acerqué y puse una manta sobre él. Me quedé mirándolo un largo rato. Sus largas pestañas negras, su piel golpeada. Me había olvidado de preguntarle sobre eso. Me acerqué un poco más. Levi olía a jabón, a jabón blanco de ropa. Creo que hasta el día de hoy no puedo oler el jabón y no recordarlo, es algo que me conecta y me lleva directamente a todos estos dulces momentos.
Levi tenía doce años, pero la mirada de un anciano. Hablaba despacio y poco, sólo lo justo. No sonreía mucho, parecía estar triste casi todo el tiempo. Y yo quería saber todo sobre él, desde qué comía, cuál era su color favorito, qué cosas le gustaban y porqué siempre aparecía con nuevos moretones y marcas. Pero nunca quiso contarme sobre eso. Me miró muy serio una vez y me dijo:
—No vuelvas a preguntar sobre eso, nunca te lo diré.
— ¿Por qué?
—Porque no, ya, no seas molesto, Eren. Son mis problemas.
—Pero los amigos comparten sus problemas, no le diré a nadie, soy bueno guardando secretos.
—Vuelve a preguntarme y nunca más volveré a tu casa.
Me sentí muy triste ese día. Había un candado en Levi, uno muy grande que él no quería abrir para mí. Yo quería saber todo, quería ser su mejor amigo, quería… no sabía lo que quería, sólo quería ser importante para él, como él lo era para mí.
A veces cruzaba la cerca, Levi hizo que me hiciera amigo de Roko. Nunca dejó que me acercara a su casa, y fue en contadas ocasiones. Me llevaba por detrás de los cachivaches y allí jugábamos a la pelota, o a veces nos quedábamos en los columpios de mi jardín. Cuando Levi se mecía allí, cerraba sus ojos grises y tristes… y sonreía. Por eso fue que le regalé el columpio. Le dije que podía usarlo cuando gustara, que era de él completamente. Y la mitad de mi cama, eso también.
Se lo presenté a mamá, quien estuvo muy feliz de que empezar a hacer amigos de nuevo.
— ¿Eren?
— ¿Mmm?
— ¿No notaste nada raro en tu amigo?
— ¿Raro? ¿Raro como qué? –dije con la boca llena de alfajor.
—Te dije que no comieras porquerías antes de la cena, Eren, uf. Como sea, ese chico siempre parece estar golpeado, ¿no estará en malas compañías, no?
—Mamá, Levi ni siquiera va a la escuela, le enseñan en su casa.
—Mmm… hay algo que… no sé. Sabes que nunca me meto con tus amistades, hijo, pero… no lo invites tan seguido ¿quieres?
— ¿Eh? ¿Por qué no?
—Parece tener una familia problemática, no quisiera que te involucrara en algo. Me da un poco de miedo, es tan callado, tiene una mirada… aterradora.
Miré a mi mamá como si le hubieran crecido colmillos de repente.
—Levi no es malo, él solamente es algo tímido.
—Hazme caso, Eren, no discutas conmigo, sé que tengo razón en lo que te digo.
Me enojé mucho con ella esa noche. Mamá tenía miedo de todo. Yo no. Yo era valiente como mi papá, o eso creía. Me las arreglé para estar con Levi mientras mamá no estuviera en casa. Cuando se acercaba la hora en que ella llegaba siempre inventaba algo para hacer y Levi se iba.
Pasábamos muchas horas juntos, la mayoría jugando, a las cartas, con video juegos, o leyendo cómics. Discutíamos seguido porque el admiraba al capitán América y yo a Batman, recuerdo que nos enfrascábamos en largas discusiones en las que nos encarnizábamos dando argumentos y defendiendo a nuestros ídolos. Pero luego de pelear siempre alguno cedía. Y ya pronto olvidábamos nuestras diferencias merendando o yendo al columpio.
Cuando cumplí doce traje nuevos amigos a casa, Petra y Oluo. Ellos eran muy inteligentes y me ayudaban mucho en las materias que me costaban. Se llevaron bien con Levi enseguida. Todo marchaba bien hasta que me di cuenta que Levi solía sonreírle demasiado a Petra. Estaban sentados en mi cama mirando una revista, y Levi sonrió. Sonrió de una manera espléndida, fue como si el arcoíris hubiera entrado por mi ventana. Y aunque había reído incluso a carcajadas conmigo… fue como si me hubieran pinchado por dentro del pecho. Recuerdo que me incomodó mucho. Quería que se fueran, que se fueran de mi casa todos. Terminé de escuchar las explicaciones de Oluo e inventé algo de que tenía que ir a comprar cosas para la cena que mamá me había encargado o algo así.
Al otro día Petra me preguntó por Levi.
—Tu amigo es tan lindo –me dijo con los ojos llenos de brillo. En ese momento sentí como si me llenaran la boca con limones, era feo. Molesto.
—Ah, sí.
— ¿Tiene novia?
— ¿Eh? No lo sé, nunca me dijo.
— ¿Puedes preguntarle?
— ¿Para qué?
— ¡Vamos, Eren! Sólo quiero saber.
Le pregunté, no porque Petra me lo hubiera pedido, tenía curiosidad. Después de todo Levi tenía 14, aunque no lo parecía, pero los tenía. Me dijo que no, no por ahora. "No por ahora", esas palabras resonaron muy fuerte en mi cabeza. No quería que Levi tuviera novia. No me explicaba el porqué, tal vez porque tendríamos menos tiempo para estar juntos y jugar.
Luego de eso Petra se venía cada vez que podía, me costaba inventar excusas para evitarlo, y lamentablemente como siempre arrastraba a Oluo que poco podía hacer. Pero me daba cuenta que se ponía perfume, aretes y siempre buscaba estar sentada al lado de Levi. Mi Levi, MI amigo, mío.
Ahora recuerdo esas imágenes y me rio con tristeza. Era aún demasiado joven para entender en verdad lo que me estaba pasando. Hice cosas de las que no me siento orgulloso, de verdad.
—Petra es una niña muy agradable –dijo una vez mi amigo, y ese dolor punzante volvió a mi pecho.
— ¿Realmente lo crees?
—Sí. Es divertida.
— ¿Más que yo?
— ¿Eh? ¿A qué te refieres?
—Petra no piensa lo mismo de ti –desvié la mirada, nunca podía decir mentiras mirando a los ojos, era algo que siempre me delataba-, ella cree que eres… extraño… extraño y que hueles feo.
— ¿Qué? ¡Yo no huelo feo!
—Lo sé, pero eso es lo que ella dijo.
Levi se quedó muy serio y yo me sentí mal por mentirle, pero en verdad no quería que estuviera cerca de Petra. La siguiente vez que ella vino, Levi la ignoró bastante y la trató de una manera muy fría. Ella lloró al otro día y yo me sentí peor. Era una travesura, pero no quería herirlos de esa manera. Así que después de pensarlo mucho decidí confesarme con Levi.
—Levi… tú… ¿me perdonarías?
— ¿Por qué debería hacerlo? –dijo hojeando una revista que tenía en las manos.
—Bueno… yo… te mentí, sobre Petra… -bajé mi cabeza y él se acercó-. Ella no dijo esas cosas sobre ti, en verdad creo que… no sé, creo que le gustas…
— ¿Por qué me mentiste entonces?
—No lo sé… lo siento…
Levi me miró con tristeza y suspiró. No me dijo nada y se fue. No volví a verlo en más de un mes. Fue un mes muy triste para mí. Solía llegar del colegio y hacerme una bolita y llorar. Incluso papá vino a verme. Dijo que tenía que portarme bien y ser fuerte, que los hombres buenos no se entregaban a la desesperación, que luchaban por lo que querían. Y yo decidí hacerle caso.
Esa tarde de Enero, con el verano enredado en mis piernas flacas, medio filete de carne en una bolsa de plástico y toda la convicción de la que era posible, me aventuré a la casa de Levi. Rocko ladró tres veces hasta que me olfateó un poco, terminé de convencerlo con el filete. Me acerqué sigiloso a la hora en que las chicharras siguen cantando y el sol de la tarde está fuerte. Tenía tantas ganas de verlo que mis tripas se revolvían, mi corazón latía tan apresurado y loco, un leve sudor me cubría la frente. Con la punta de las zapatillas rojas de tela cubiertas de polvo, asomé mi cara llena de dudas por la rendija de una ventana.
Sucio… un piso lleno de huellas de barro y botellas de licor vacías. Un hombre que parecía más una sombra de ira y rencores. Una mujer a medias, llena de temores. Pero Levi no estaba allí. Sentí miedo, era una casa aterradora. Con mucho cuidado tratando de no hacer ruido, trepé por un entramado hecho con una dura enredadera, la planta parecía estar devorando esa pared de la casa que se caía a pedazos. Nunca sentí que mis manos se lastimaban, porque toda mi cabeza, mi cuerpo y mi alma estaban puestos en una sola persona.
Recuerdo la ventana abierta a medias, y esa raída cortina traslúcida, ondeando una esquina hacia afuera, atrapada por las brisas calientes, como si quisieran rescatarla, sacarla de su captura. Olor a remedios, a alcohol que pica la garganta. Mis ojos curiosos se metieron por la rendija y entonces lo encontré, acurrucado en una pequeña cama, las manos llenas de vendas y la cara con golpes, más notables que los normales. Me quedé absorto, sin fuerzas para moverme, completamente inmóvil. Quería sacarlo de ahí y llevármelo lejos, quería que su piel no volviera a ponerse morada, nunca, nunca…
La puerta del cuarto se abrió y yo me pegué como una lapa a la pared, con miedo. Escuché unos gritos, y algo romperse, pero no tan fuerte como se me había roto el corazón. Huí, corrí y trepé la cerca, no sé cuántas veces me caí, hasta llegar a mi habitación, donde lloré tan fuerte y de una forma tan dolorosa, porque por primera vez entendí que a veces el dolor de otros puede ser peor que el de uno mismo.
Volví al otro día, a esa hora de silencio y calor. Dejé un dibujo de Florencio y Carmelo con sus colas enredadas y sonrientes. Y esperé mirando por mi ventana, tres días enteros. Levi volvió. Estaba muy delgado y ojeroso, me dije que así debían verse las personas que volvían de la guerra. Le di una bolsa llena de dulces que había comprado con parte de mis ahorros. Aún lo recuerdo. A Levi le gustaban los chicles de fruta, cuando hablaba parecía que frutillas invisibles le salían de la boca. Paletas de manzana verde… malvaviscos de colores… y caramelos duros de limón. Se acostó en mi cama abrazando la bolsa y yo lo abracé a él. Nunca sentí tanta paz, ni tanta calma. Su respiración pausada y tibia contra mi pecho, sus mejillas de algodón y su cabello azabache y lustroso, su olor a jabón blanco… Quería decirle muchas cosas, pero al final ninguna palabra pudo salir. Solo me quedé así, abrazándolo, muy quieto y suave...
Aún puedo sentir el ruido de sus pasos hundiéndose en la arena, los granos que el viento me metía en la boca abierta y llena de risas. Corrimos bordeando la costa… innumerables veces… pisando y salpicando la espuma que las olas escupían en la orilla, como un vómito salado desde lo más profundo del océano. En esos momentos Levi era libre, era un alma errante, un pájaro de alas rotas aferrándose a mi vuelo…
—0—
Me termino el último resto de whisky, mientras tengo los ojos empañados y lagañosos. Y sólo Dios sabe que daría la mitad de mi vida si tan sólo pudiera volver a esos días.
—0—
Faltaban un par de días para que cumpliera mis quince, fue el día que encontré a Levi en el cobertizo otra vez. Cuando era demasiado solía refugiarse ahí. Yo siempre lo encontraba y lo arrastraba a mi pieza. Pero por algún motivo esta vez era diferente. No quiso moverse por mucho que le hablé. Cuando al fin levantó la cabeza contuve un grito. De su boca se desprendía un reguero rojo, su labio partido al igual que una ceja, el pómulo inflamado como una pelota.
—Lo mataré –le dije con los ojos ardiendo, Levi me miró sorprendido-, iré y le romperé todos los huesos, los macharé tanto que se harán ceniza antes de llegar al cementerio.
Levi sonrió y acarició mi cabeza.
—No, Eren, no harás nada de eso, está bien… no debes ponerte así, ya sanaré.
— ¡No es justo! ¡No lo es! –mis ojos se desbordaron e irónicamente fue él quien me consoló.
Mi lengua tibia limpió sobre la herida de su ceja y Levi se estremeció.
— ¿Qué haces?
—Te limpio… como… como Florencio haría con Carmelo… ¿te molesta? Va a dolerte menos…
—No, no me molesta.
No podría describir el sabor de la sangre de Levi más que con una palabra: dolor. En ese cobertizo olvidado, lleno de goteras y sombras, limpié su rostro con la mayor dulzura de la que era capaz. Levi se aferró a mí, suspirando muy profundo una y otra vez. Y entonces el candado cayó finalmente…
Con una voz quebrada y débil, una que jamás le había escuchado, me susurró los horrores de esa casa. Mientras mis ojos derramaban sendas lágrimas silenciosas, Levi me hizo conocer una realidad tan terrible, que sus palabras quedaron resonando en mí por siempre. El Eren que yo era, el que estaba lleno de inocencia e ingenuidad… nunca más volvió a salir de ese cobertizo…
"Yo te prometo que te llevaré conmigo… que nunca te abandonaré… que serás para mí, mi más grande tesoro… llenaré tanto tus ojos de dulces recuerdos que taparan por completo esas horribles cicatrices… yo te prometo que te sostendré en mis brazos cuando tus alas no puedan volar… que seré tu voz cuando tu garganta esté quebrada y rota… yo… seré tu nuevo mundo…"
Por la noche, luego de haber soplado esas quince velas de un enorme pastel color celeste, me escabullí con Levi a ese lugar apartado, ese refugio en su patio, entre los muebles rotos y los alambres corroídos por el herrumbre. Sacó una petaca de café coñac y me sonrió cómplice.
— ¿Alguna vez has bebido?
—No… ¿y tú? –el sólo se rió por la nariz, de esa manera altiva y burlona que tenía.
— ¿Te animas? –asentí decidido. Levi abrió la botella. Aún recuerdo como la luz de la luna llena se derramaba por su perfil cuando apoyó sus rosados labios en el pico y empinó la botella. Llenó su boca un poco, y luego tomándome de la mandíbula me besó.
Hay momentos de nuestra vida que deberían congelarse, que deberían darnos la satisfacción de revivirlos no sólo mediante escurridizas memorias. Ese habría sido uno de esos momentos.
Mi primer beso supo a alcohol, a prohibido, a adrenalina y oscuridad. El licor se deslizó tibio a mi boca y lo recibí con gusto, con el pecho cargado de emociones. Ningún regalo ese día pudo opacar el momento que viví junto a él. Cuando nuestros labios se separaron, Levi se sentó a mi lado sin decir nada y me alcanzó la botella.
Bebimos en silencio, con nuestros hombros apoyados uno en el otro. Las cigarras estaban muriendo, junto con el verano. Nos fuimos a la playa luego de que el licor se terminara. No era suficiente para ponernos borrachos, pero me sentía estúpidamente alegre, y no nos importó el viento helado de la noche, ni que las caracolas se nos incrustaban en las plantas de los pies. Nos sentamos en la fría arena y con la excusa de darnos calor lo abracé por los hombros. Levi siempre renegaba de que estaba demasiado alto, en verdad no supe cuando empecé a pasarlo por escasos diez centímetros. Era como si el tiempo se hubiera detenido para él y no dejara de correr para mí.
Apoyado en mi pecho buscamos estrellas fugaces en el firmamento para rogar por nuestros deseos. Yo sólo tenía uno, estar a su lado por siempre. Entonces mi frágil mente entendió… lo que el amor significaba… el amor significaba… Levi…
Cuando el sol apareció por el firmamento, estábamos tiritando, con nuestras manos entrelazadas.
—El sol me recuerda a tus ojos… -dijo él con ronca voz-. No es por su color… pero es… un tipo de sensación…
—La luna me recuerda a tu piel –le confesé-, creo que si la luna y el cielo tuvieran un hijo, sería como tú…
—Eres todo un poeta, Jaeger…
—Tal vez porque eres mi musa…
Levi se rio, pero no de esa forma burlona, sino de una calma, nostálgica forma.
Nos fuimos a dormir a mi cama, ambos habíamos tomado demasiado frío. Era mi cumpleaños y supongo que por ello mi madre no me regañó por la larga ausencia de esa noche.
Desperté y los rayos del sol refulgían. Miré el rostro pacífico de Levi a mi lado, y lo acaricié. Como la luna, su piel reflejaba esa cálida luz del día. Sus ojos grises y serenos, grandes como dos monedas de plata se abrieron y me miraron por largos minutos. Ni con un millón de palabras podría explicar la belleza de ese momento. Levi se incorporó y lentamente se acercó a mí. Me besó por segunda vez, muy suave, como bailar un vals, como un pañuelo de seda que se desliza por un mármol. Cerré los ojos y abrí mi boca, mientras mis brazos lo capturaban.
Tenía sed de él, y bebí a mi gusto por incontables minutos, sin apuro, pero sintiendo que todo mi cuerpo se ponía blando y torpe. Su cabello picándome la frente, su lengua enredada a la mía, y una felicidad tan grande y profunda, que no podría repetirla jamás.
La puerta se abrió de golpe y la charola que mi madre traía con el desayuno cayó al suelo estrepitosamente.
— ¡Eren! –sus ojos acusadores y aterrados me miraron como si fuera un monstruo… pero no, no me estaban mirando a mí. En pocos segundos se desató una feroz tormenta.
Tiró de sus cabellos, mientras yo intentaba detenerla, podía detener sus manos, pero no sus hirientes palabras.
— ¡Hijo de puta, pervertido! ¡Ya lo sabía, sabía que buscabas esto! ¡Arruinando a mi hijo, desgraciado, inútil, escoria! ¡Maldito maricón, vete de mi casa! ¡FUERA, FUERAAAA!
— ¡Mamá, basta, basta, no le hagas daño! ¡Mamá!
Levi se giró y con la cara destruida por la vergüenza y el dolor, suspiró un sentido "Lo siento" y se marchó. Apenas si pude contener a mi madre que quería salir por detrás de él. Jamás la había visto en ese estado, ni siquiera cuando peleaba con papá.
De nada sirvió llorar y tratar de explicarle que lo amaba. Ella dijo que Levi me estaba pudriendo, que me estaba arruinando. Al otro día papá vino a buscarme para llevarme con él. Le dije que aceptaba, pero que al menos me dejara llenar una valija con mis más preciadas cosas. Escapé por la ventana. Corrí lo más rápido y ligero que pude, Roko me ladró, pero no me detuvo, trepé por la enredadera y llegué hasta su habitación.
— ¡Levi, Levi!
Él se acercó un poco sorprendido y asustado por mi impetuosidad. Me dejó entrar unos momentos.
—Me llevarán, me sacarán de aquí, ¡no quiero irme, no quiero dejarte! –lo abracé con todas mis fuerzas, tanto que se quejó de dolor.
—Lo siento, Eren, todo es mi culpa…
— ¡No, no lo es! Levi, te amo, siempre lo hice, desde ese día que te conocí en la playa, te amo –mis lágrimas no dejaban de caer y él simplemente me miró con tristeza-. No me olvides, por favor, yo volveré, ¿me escuchas? ¡Volveré por ti! Así que espérame, yo… te hago esta promesa, volveré por ti… -luego apreté mis labios a la mitad de los suyos y lo miré decidido-. Este es el sello de mi pacto, porque volveré por el resto de este beso. Déjame llevarme la mitad… y prométeme que me esperarás…
—Eren… -Levi me abrazó con fuerza-. Está bien… te esperaré… lo prometo.
Mis ojos estuvieron pegados al vidrio del auto, observando como la casa se alejaba, como estaba nuevamente perdiendo lo que amaba. Entonces lo vi, de pie en la playa a lo lejos, corriendo con todas sus fuerzas, con la pulsera roja en su muñeca…
Levi… no me olvides… yo nunca lo haré…
—0—
El último cigarro yace moribundo sobre el cenicero… Y yo ya no creo… que las estrellas fugaces puedan cumplir deseos…
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By Luna de Acero… con tristeza infinita…
