¡Admiren! Un poco de IR que nació de varias canciones románticas-sad.
¿Les gustaría más capítulos, aunque tuviera que convertir esto en un AU?
Bleach no me pertenece.
Al verse, todo parecía regresar a ser como en los viejos tiempos en donde compartían sus aventuras y batalla.
Sin embargo, el sabor amargo de tener al otro tan cerca y tan lejos era casi insoportable.
¿Qué demonios les había pasado para tomar esas decisiones?
Ellos dos se complementaban de forma perfecta, llegando a ignorar a todo el mundo mientras peleaban por tonterías como niños y ocultaban sus sentimientos de forma perfecta.
Pero los años pasaban y aquellos besos que nunca se dieron y las palabras ahogadas en el silencio eran una carga pesada, más que la muerte que por años les había atormentado.
Quizá porque debían de lidiar con sus pensamientos casi todo el tiempo.
Y no importaba si estaban casados, o si sus hijos crecían con cada día que pasaba.
Ellos se sentían solos cuando estaba alejados uno del otro, sin importar que los besos de sus parejas recorrieran sus labios una y otra vez.
De alguna manera, extrañaban lo que nunca pasó y se convirtió en una fantasía imposible de realizar.
¡¿Qué clase ironía era esa?! Se preguntaban con cada aniversario que llegaba mientras intentaban mantener aquella sonrisa falsa ante todos.
Tal vez si alguna vez se hubieran armado de valor para preguntarle al otro su opinión sobre el amor todo sería distinto; de haberlo hecho, podrían despertar con una pequeña risa y con un alma en paz ante los dulces labios del otro.
Sin embargo, ya no podían retroceder y ahora quedaba la melancolía aunque… ellos dos eran expertos en hallar una solución a sus problemas.
—Ichigo, buenos días— dijo Rukia, en uno de aquellos días de visita que tenían.
El aludido sonrió mientras se levantaba de uno de los escalones cerca del mirador en donde muchas veces habían observado la ciudad de Karakura.
—Llegas a tiempo— respondió el Kurosaki con una sonrisa de alegría para acercarse a ella —¿Qué tal has dormido?
—Bien.
—¿Solo eso? — insistió Ichigo.
—¿Qué quieres?
Ichigo soltó una pequeña risa —Tomar una siesta en uno de los arboles más grandes que hay por aquí.
—Sabes que de hacerlo ellos dos van a enfurecer— respondió Rukia con una leve sonrisa.
—No lo harán, ni siquiera van a enterarse— aseguró Ichigo, al ver que su compañero se mostraba interesada, siguió hablando —Podemos usar Kido y detener el tiempo en toda Karakura.
Rukia al escuchar esa idea tan descabellada, no pudo evitar reír divertida.
—¡Eres un tarado! — exclamó entre risas, solo para sentir como Ichigo la cargaba con suavidad.
—Tuve que hacerlo, amo tu sonrisa y como te ríes— respondió.
La mano de la capitana acarició con suavidad el rostro de su camarada, ambos sabían que no podían reducir aquella distancia o se convertirían en amantes que caminarían en la oscuridad hasta ser iluminados por la luz de la verdad.
Aun así, era demasiado triste saber que nunca se atrevieron a romper aquella distancia y que de haberlo hecho, ambos seguramente estarían viviendo una aventura entre dos mundos.
—Y yo adoro tu dulzura, Ichigo— dijo Rukia con suavidad, mientras colocaba su dedo índice sobre los labios de su amado.
El Kurosaki cerró los ojos, intentando imaginar cómo serían los labios de ella, ¿Cálidos como su mirada?, ¿Fríos asemejándose a su bankai?, ¿Dulces imitando su personalidad más infantil? O ¿Amargos y adictivos como el café?
Al sentir la suavidad de aquellos labios y sus ojos cerrados, Rukia no pudo evitar sentirse triste.
Cuando Ichigo sugirió eso y besó su mano, ella no pudo dormir, pues cada vez que lo intentaba el recuerdo se mezclaba con su fantasía y se convertía en algo doloroso.
Ichigo al abrir los ojos y ver la tristeza en su amada, se vio obligado a romper parte de la promesa y con cuidado besó la frente de Rukia.
—No importa si solo es un instante en el que puedo tenerte entre mis brazos, eso basta para mí— dijo el Kurosaki —Quizá el futuro nos separó, pero sé que tú eres mi otra mitad— afirmó.
Rukia no habló, simplemente abrazó con fuerza a Ichigo, dejándose embriagar por su aroma similar al de las glicinas el cual no había cambiado desde que era un adolescente.
Ella adoraba aquella fragancia dulce, pues esta no se podía comparar a la de las glicinas de Japón, tal vez porque reflejaba la faceta más tierna de Ichigo, la cual estaba reservada para la capitana.
Amantes, amigos, compañeros o enamorados, ¿Cuál era la mejor palabra para definirles?
Quizá ninguna.
—Te amo— dijo Rukia.
Ichigo al escucharla la estrechó aún más entre sus brazos —Desearía poder estar juntos y no quiero esperar a otra vida, es demasiado tiempo perdido— respondió para soltar un pequeño suspiro —¿Puedes perdonarme por no invitarte a salir?
—Ya no hay nada que perdonar Ichigo, solo quédate aquí conmigo, un poco más para que pueda fingir que todo está bien cuando regrese al Goitei— pidió la capitana.
—No querría estar en otro lugar— respondió Ichigo, deseando que aquel instante durara toda una eternidad.
Pero ellos dos estaban seguros que sin importar cuantas veces se vieran, las reglas que se impusieran para evitar convertirse en amantes apasionados o los largos periodos que les separasen, el arrepentimiento no se marcharía y les rogaría crear una imagen lo más exacta posible del otro en su mente, para no llorar ante la soledad.
Con la esperanza de que en sus sueños, finalmente el sol y la luna pudiesen estar juntos.
