Era una tarde común como cualquier otra en el café, siempre con ese agradable aroma y acogedor ambiente que te hacía sentir como en casa, pero indiscutiblemente, mucha de la clientela estaba ahí por otra razón, claro, el lugar era bueno, pero lo que realmente lo destacaba de los demás, era cierto Ikemen que trabajaba de medio tiempo en ese particular local.

El azabache podía manejar perfectamente bien hasta 5 mesas, las chicas que iban al lugar, no paraban de cotillear a sus espaldas, se notaba cuanto admiraban a aquel que llevaba las bandejas con café caliente hasta en la cabeza; incluso las mujeres mayores hablaban bien de él y como quisieran que sus hijas notarán a un chico así.

Por su parte, el tan aclamado joven, parecía no notarlo, y si lo hacía no le daba la suficiente importancia como para dejar sus labores. Sin embargo, ese día si hubo algo que le llamó la atención al Ikemen, haciendo que casí perdiera el equilibrio de todas esas órdenes que llevaba, al notar en una mesa, una cabellera azulada y suelta, con un cabello sedoso y largo, un color muy particular.

Una chica de ojos celestes como su cabellera, llevaba puesta una falda corta, tenía bonitas piernas, había que admitirlo, aquellas mejillas rosadas junto a ese perfil bajo y timido hacían que su pecho latiera más de lo normal, pero, había solo un insignificante inconveniente.

Esa chica, era un chico.

Y no solo eso, ese chico era su compañero de clases, Nagisa, ya lo había visto antes vestido como chica, y no precisamente por voluntad propia, si no por bromas pesadas de cierto par, de los cuales, ambos estaban sentados a sus lados en aquella mesa, una rubia y un pelirrojo, junto a una loli peliverde, y el confianzudo de su mejor amigo.

El Ikemen suspiró con pesadez, y atendió las mesas que había dejado pendientes, dejando su tiempo libre en ir a atender a aquel grupo, de su misma clase.

—Vaya, vaya, pero si es el Ikemen. —El pelirrojo de ojos cobres comentó en un tono cantarín al ver al mesero acercarse a su mesa.

—Chicos, ¿de nuevo por aquí? —con una sonrisa gentil, el azabache miró a sus amigos, no le molestaba para nada que estuvieran presentes.

Karma sonrió con malicia y rodeo al peliazul trasvertido por los hombros.

—Nagisa-chan quiso venir~ —dijo este recalcando en el honorífico.

—Nagisa... —el Ikemen miró al mencionado de reojo, intentando no mirarle indebidamente, pues este estaba ya rojo de la vergüenza por todo aquello.

—El pobre de Nagisa perdió terriblemente una apuesta con nosotros. —comentó Nakamura imitando el movimiento del pelirrojo, invadiendo el espacio personal del celeste.

—Les he dicho una y otra vez que le dejen en paz, pobre Nagisa... —comenta la peliverde con el ceño fruncido, regañando a aquel par.

—Bueno, Nagisa fue quien hizo la apuesta con esos dos, sabiendo cómo son... —complemento el castaño encogiéndose de hombros y reprimiendo disimuladamente las ganas de reír.

—¿Una apuesta? —el mesero, aun con libreta en mano, ladeo la cabeza un tanto confundido.

—Apostaron quien podría hacer que Koro-sensei bajará más la guardia. —Kayano sacó de sus dudas al mesero, el cual se empezaba a hacer una idea de cómo es que aquel par había logrado tal cosa.

—En realidad fui yo quien lo logró... —Maehara alardeó con una sonrisa triunfante. —Con unas buenas revistas bastaron. —sin quitar aquella sonrisa.

—No pensé que le dejarías elegir el castigo a Karma-kun... —el azulado por si se hizo notar, en un tono un tanto recriminante, hacía el más alto.

—Bueno, no se me ocurría nada, y Karma... —una gota de sudor frío cae por su mejilla, algo tenso al ver a aquel demonio rojo. El cual le había extorsionado, teniendo fotos comprometedoras de él, que sólo dios sabe donde había sacado. —Le debía un favor... —concluye en un tono no muy creíble.

El azabache trago saliva, comprendiendo la situación, ahora todo tenía sentido, conocía muy poco a Akabane, pero sabía lo que era capaz de hacer, sobre todo cuando se trataba de bromas pesadas y travesuras. No es algo que le afectara del todo a Nagisa, después de aquellas bromas no se le veía muy enojado con alguno de sus dos atacantes, sólo se molestaba, pero se le pasaba enseguida; eso sí, a Isogai le afectaba un poco más, pues hace desde hace un tiempo no podía evitar mirar a su compañero de otra manera, pero tenía que caer en la idea de que sólo era un error.

—Y bien, ¿van a ordenar algo? —pegando más el bolígrafo al papel de la pequeña libreta francesa.

—Un frappe... —ordenó como si nada el mujeriego del castaño.

—Un latte... —pide amablemente la de cabellos verdosos.

—Un capucchino. —Nakamura dice con una sonrisa, mientras apoya su mentón sobre sus manos.

—Yo quiero el dúo de chispas. —Sonriendo con malicia, ordena el de ojos cobre.

Ya se acercaba navidad, eran inicios de diciembre, y las ordenes para parejas eran bastante demandadas en esas fechas.

Los presentes miraron interrogantes al malicioso pelirrojo, el cual solo acerco al celeste más a él, dando a entender que ambos lo compartirían.

—Esas cosas son para las parejas enamoradas~ —la rubia les miro pícaramente. —No será que...

—¡¿Eh?! —el más bajo de estatura se tensó, poniéndose rojo hasta las orejas y negando severamente con las manos y cabeza.

—Saben que sí por mi fuera, se la cortó y ya está~ —bromea más el demonio rojo, mientras se podían ver gráficamente su cola y cuernos.

—Jo~ Pero Nagisa sería mío entonces. —siguiéndole el juego a este, la chica le arrebata como si un muñeco se tratase al joven de mirada celeste, frotándolo contra sus pechos para avergonzarle, logrando su objetivo.

—Hum... —el Ikemen notó como la loli de cabellera verde resopló mientras se cruzaba de brazos, causándole un poco de gracia.

—¡E-Eso es injusto! —reclama el castaño, mirando al azulado con cierto grado de envidia.

Mientras tanto, Nagisa logra zafarse de aquello, retomando un poco de aire, mientras escucha las risas de todos los demás, y lentamente vuelve a su color natural, asentando ambas palmas en sus rodillas, mirando sus piernas descubiertas por aquella falda, al igual que unos mechones de molesto cabello que le caían por su nuca, haciendo que apretará con fuerza sus nudillos, al igual que sus dientes. Cosa que pasó desapercibida por los demás, excepto por el Ikemen, que le miraba un tanto preocupado.

—Karma, a ti no te gustan las cosas muy dulces, ¿no? —el azabache interrumpe las risas de los demás, captando su atención. —Te traeré un expreso, ¿te vale?

—Oh, claro. —se encoge de hombros sin tomarle mucha importancia.

El azulado levanto su vista hacía el que les estaba ateniendo, el cual le guiñó el ojo en plan de complicidas, haciendo que este sonriera por primera vez en toda la tarde.

—Isogai-kun, ¿Me podrías mostrar donde está el baño? —el azulado le pregunta, levantándose de su lugar.

El azabache estuvo por señalarle el lugar para que fuera, pero algo en la mirada zafiro del chico le detuvo.

—Oh, claro, por aquí... —le empezó a guiar hasta un pasillo donde una gruesa pared los separaba de la vista de aquel grupo.

Para no levantar sospechas, el azabache realmente guió al más bajo hasta los baños, sin embargo, tal como sospecho, este no entro a ninguno. Aunque tal vez fuera por su vestimenta.

—¿Pasa algo, Nagisa...? —un tanto preocupado, el chico ladea la cabeza ligeramente, pero un repentino movimiento por parte del otro le deja petrificado.

Nagisa le acorraló, poniendo ambos brazos a los lados del azabache, apoyándolos en la pared para no dejarle salida, se veía un poco extraño, debido a la altura de quien acorralaba, y el que llevará una falda.

—¿N-Nagisa? —El Ikemen se pegó por completo a la pared, sintiendo como el calor le subía ligeramente hasta sus mejillas.

No entendía el porqué de aquel repentino cambio, sus pensamientos se nublaron y no le dejaban analizar bien el motivo de aquella situación, sin embargo, la voz del asesino potencial le sacó de aquel transe.

—Ayúdame. —dijo el otro con la cabeza gacha, ligeramente apoyada en el pecho de su compañero.

—¿Eh? ¿A qué te refieres? —traga saliva e intenta calmarse, aquella cercanía le hacía más mal de lo normal.

—Yo... _El pequeño estudiante alza su mirada y el otro pudo notar cierta tonalización rojiza en sus ojos. —¡Quiero ser cómo tú! —en un tono un poco más bajo. —Por favor —dio una breve pausa—, enséñame a ser cómo tú...

—¿Cómo yo? ¿A qué te refieres? —más confundido que antes, un tanto inseguro, toma al otro por los hombros y lo aparta ligeramente, para poder hablar más claramente.

—Tú... —con cierta pena, el chico desvió levemente la mirada. —Eres un Ikemen, siempre te salen las cosas bien, y le gustas a las chicas...

—¿Chicas? —el joven sabía que Nagisa podría ser un asesino certero, sin embargo, no se esperaba una apuñalada en el pecho de esa forma. —¿Te gusta una chica?

—No es eso... —dice rascándose disimuladamente el codo. —Es solo que Karma-kun y Nakamura—san siempre están burlándose de mi, creo que nadie me toma enserio de esta forma...

—Oh, vaya, ya entiendo. —le responde un tanto comprensivo al respecto

—Entonces, ¿Me ayudarás? —mira al azabache con aquellos ojos celestes y suplicantes.

¿Cómo podría siquiera negarse?