DISCLAIMER: Todo lo reconocible pertenece a J.K. Rowling, el resto es mío.

AVISO: Este fic participa en el Reto "Efecto Mariposa" del foro "Hogwarts a través de los años".

Aunque Hermione Y Draco salgan en este fic, esto está lejos de ser un Dramione convencional.

Este va para Rous Black y mis chicas Dramioners & OYP's.


El Elegido murió, pero la Resistencia sobrevive

Hermione despertó, pero se resistió a abrir los ojos.

¿En qué momento se había dormido? Estaba totalmente decidida a permanecer despierta, costara lo que costase, y lo había conseguido, al menos durante las dos primeras noches. Nadie había ido a verla: ni comida, ni agua, ni baño. La única ventaja de tanta soledad es que no había recibido ninguna visita desagradable. Sabía que en cuanto se abriera la puerta de su celda, el dolor se instalaría con ella y no la abandonaría en mucho tiempo.

Finalmente abrió los ojos.

Al principio, no vio más que oscuridad, pero sus pupilas fueron adaptándose poco a poco a la única luz que procedía de la hendidura de la puerta. No sabía cómo había llegado allí, pero tenía bien claro dónde estaba: Malfoy Manor. Apretó los dientes con fuerza, la estupidez del otro día le había costado su libertad, y probablemente, la vida.

Desde que Dumbledore creara el Buscador de Indicios Mágicos, había sido mucho más fácil encontrar a niños que presentaran alguna señal de capacidades mágicas. La mayor parte del tiempo, los miembros de la Orden del Fénix llegaban a tiempo para llevarse al futuro mago o bruja. En otras ocasiones, los mortífagos llegaban antes. En ese caso, lo único que quedaban eran cenizas. Y eso con suerte.

En la oscuridad de su celda se maldijo por su estupidez. No solo había caído en una trampa, como si fuera una principiante, sino que además había desobedecido a sus superiores. Tendría que dar muchas explicaciones cuando consiguiera escapar.

‹‹Si es que alguna vez salgo de aquí››, pensó con una mueca de dolor.

Dos días antes, estaba en su guardia nocturna como vigilante del Buscador, un mapa enorme de todo el Reino Unido, cuando una casita se iluminó a las afueras de Londres. Apenas fue un parpadeo, pero Hermione sabía que la rapidez era el factor clave si querían rescatar al pobre niño. Sin embargo, la comandante McGonagall se negaba a autorizar la misión.

—No sabemos si es una trampa, Hermione. Esperaremos a que el Buscador dé una señal más clara. —Aquellas habían sido las órdenes de la mujer mayor—. No podemos permitirnos el lujo de perder a nuestros soldados experimentados más jóvenes.

Era cierto: a pesar de que Hermione apenas llegaba a los veinte, ya tenía varias misiones a sus espaldas. La habían reclutado a los ocho años. La castaña recordaba el día como si fuera ayer. Estaba en su habitación jugando, cuando de repente su muñeca Barbie empezó a levitar. Hermione se asustó; había estado pensando en lo guay que sería que su muñeca volara, pero no esperaba que lo hiciera, y mucho menos que hubiera sido ella quien lo provocara.

Dos días después, unos señores se presentaron en su casa y se la llevaron. Aún recordaba el abrazo de su madre y las lágrimas en los ojos de su padre. No los había vuelto a ver desde entonces. Era más que probable que a esas alturas ya estuvieran muertos.

El periodo desde la ascensión de Lord Voldemort, un año después de que Hermione naciera, hasta sus diez años, era conocido como ‹‹Los Años Latentes››.

Al principio, Voldemort había creado una apariencia de gobierno dictatorial pacífico, pero poco a poco fue radicalizándose.

Primero fueron los registros de magos mestizos y nacidos de muggles.

De ahí pasó a separar a la población por linajes: los sangre pura que se aliaron con los Mortífagos obtuvieron el favor de su señor, los que no, empezaron a ser perseguidos y acusados de traición.

Pero el Innombrable no se contentó con eso: mostró sus verdaderas intenciones cuando conquistó el Ministerio muggle a golpe de varita y maldiciones imperdonables. Los muggles, aterrorizados, intentaron huir, pero los Ministerios de Magia de todo el mundo se aliaron, creando la Gran Barrera. Gran Bretaña quedó aislada del mundo exterior. Las bajas civiles fueron el mal menor, algo que debía hacerse para mantener a Voldemort atrapado en la isla británica.

Después de aquello, la historia conocería aquel periodo como ‹‹Los Años del Terror››. Voldemort mantenía todo y a todos bajo su control. La gente empezó a estar demasiado asustada como para pensar siquiera en unirse a las filas de La Resistencia. Demasiado asustada como para siquiera pensar.

La Orden del Fénix, o la Resistencia, como eran comúnmente conocidos, era infinitamente inferior en número, sí, pero ellos nunca se rendían. Habían jurado defender a la comunidad mágica incluso después de que su mejor líder, Albus Dumbledore, pereciera durante un duelo con Voldemort. Después de aquella derrota, Minerva McGonagall ofreció a todos la oportunidad de huir, esconderse, pero nadie abandonó su puesto. Tenían algo con lo que los seguidores de Voldemort no contaban: esperanza.

Esperanza y valentía.

Muchos habían muerto. Hermione había llorado a innumerables compañeros, hasta que llorar dejó de ser una opción. Era la bruja más brillante de su generación; no podía mostrar ningún signo de debilidad.

De repente, Hermione volvió a su incierta realidad: la puerta de la celda se abría. Al principio, a sus ojos les costó acostumbrarse a la repentina iluminación, pero cuando pudo dejaron de llorarle, vio a un chico más o menos de su edad que la miraba con una sonrisa ladeada.

Hermione no lo había visto nunca, pero había oído hablar de él; ese pelo platino y esos ojos grises y fríos como el hielo solo podían pertenecer a una persona: Draco Malfoy. El mortífago más joven pero más letal de las filas del Señor Tenebroso. Su familia formaba parte de los Sagrados Veintiocho, el círculo íntimo de Voldemort.

—Vamos, perra, levántate. —Malfoy a cogió a Hermione por el pelo y tiró de ella hacia arriba sin miramientos. ¿Para qué iba a ir con cuidado, si para él la castaña era poco menos que un animal? Hermione decidió que no iba a proporcionarle el placer de oírla gritar de dolor y se levantó como pudo en silencio.

La condujo por los pasillos del sótano de la mansión de los Malfoy. Olía a humedad y a sangre, pero Hermione no se dejó impresionar. La habían instruido para no mostrar temor. No en vano había superado con creces las torturas que la Resistencia obligaba a pasar como examen final a todos los cadetes una vez cumplían los diecisiete.

Cuando estuvieron en la primera planta, el escenario cambió. La muchacha no pudo menos que admirar la elegancia decadente de la casa: todo estaba decorado hasta el más mínimo detalle, aunque fuera en negro y gris. Los Malfoy podían ser asesinos implacables, pero tenían estilo.

Finalmente llegaron a su destino, lo que en otros tiempos fuera utilizado como salón principal. Ahora solo quedaban las paredes desnudas y una mesa grande, rodeada de sillas, en la parte izquierda de la estancia. El lugar de reunión de los Mortífagos. Y su sala de tortura. Decían que a Voldemort le gustaba tener público cuando hacía gala de su crueldad. A veces obligaba a varios cautivos a observar cómo torturaba a los demás.

Había varias personas en la sala: una mujer de mediana edad, rubia y de mirada vacía; una mujer morena que parecía estar desquiciada y varios hombres que la miraban con diversos grados de asco, desdén o perversión. Hermione conocía a las mujeres, incluso se había enfrentado a una de ellas en alguna ocasión: eran Narcissa Malfoy, viuda de Lucius Malfoy, y su hermana, Bellatrix Lestrange. También conocía a algunos hombres: allí estaban Rodolphus Lestrange, Fenrir Greyback, Coriolanus Goyle…

También había un hombre de espaldas a ella. Sin necesidad de verle el rostro, Hermione supo quién era. No había hombre, mujer o niño que no supiera quién era. Su silueta era inconfundible.

Cuando él se giró, un escalofrío recorrió la columna vertebral de Hermione. En cuanto vio sus ojos rojos como la sangre, Hermione supo que no llegaría a ver otro día.

—Vaya, vaya… —La voz de Voldemort parecía el susurro de una serpiente—. Mirad a quién tenemos hoy con nosotros… Señorita Granger… ¿O debería decir —Entrecerró los ojos y sonrió con burla— soldado Granger?

La mujer morena rio. La primera impresión de Hermione había sido la correcta: Bellatrix Lestrange sonaba como alguien que hubiera perdido el juicio tiempo atrás. Si es que alguna vez había estado cuerda.

La castaña se retorció, intentando liberarse de las garras de Malfoy, pero el chico le propinó un puñetazo en el costado que la dejó sin aire.

—Draco —Voldemort fingió sentirse escandalizado—, esa no es forma de tratar a nuestra invitada.

Hermione se sintió al momento libre. Se llevó una mano al costado, donde había recibido el golpe, pero se incorporó enseguida, dejando los brazos inertes.

‹‹Que no vean tu dolor››.

El Señor Tenebroso se acercó lentamente a ella. Sus movimientos se asemejaban a los de un depredador a punto de abalanzarse sobre su objetivo. Hermione mantuvo la mirada fija en las cortinas que tenía enfrente.

‹‹Que no te vean vacilar››.

Sintió unos dedos fríos como la muerte cogerla con fuerza por el mentón.

—¿Tienes miedo de mirarme, niña? —siseó Voldemort.

Hermione desvió la mirada y clavó sus ojos marrones en las pupilas verticales de él. Era como sumergirse en un océano de sangre. La sangre de sus víctimas. La chica cuadró los hombros y con un movimiento de cabeza de deshizo de los dedos de él.

El que no debe ser nombrado sonrió perversamente.

—Parece que eres valiente. De momento —añadió—. Veremos cuánto tardas en darme lo que quiero.

—Yo no voy a darte nada —escupió Hermione.

Antes de que pudiera reaccionar, Malfoy ya estaba delante de ella y le había propinado una bofetada. Hermione se pasó la lengua por el corte del labio y escupió sangre en el suelo.

—¡Maldita sangre sucia! —gritó Bellatrix Lestrange, apuntando a la castaña con su varita.

Voldemort levantó una mano, y ella bajó la varita a regañadientes. Decían que Lestrange era la más fiel seguidora de Voldemort y no parecía ser mentira.

—Dime, Hermione… ¿Te llamas así, verdad? ¿Sabes quién soy? ¿Sabes qué he hecho para llegar a dónde estoy?

Hermione lo miró confundida. ¿A qué venía aquel juego?

—Eres Tom Ryddle —empezó. Voldemort pareció apretar los labios al oír su nombre, pero lo disimuló con rapidez—. Fuiste estudiante de Hogwarts. El Sombrero Seleccionador te mandó a Slytherin. —Hermione empezó a recitar. A todos los nuevos reclutas los obligaban a aprenderse de memoria la vida de aquel monstruo. Así aprendían que el peligro podía venir de cualquier lado—. El verano de 1981 reuniste a todos los niños nacidos en julio de 1980 y los asesinaste… —empezó a temblarle la voz—. Desde entonces, se recuerda esa fecha como ‹‹El julio sangriento›› —susurró.

—¿Por qué?

—¿Que por qué asesinaste a sangre fría a decenas de bebés? —preguntó Hermione con repulsión. Voldemort se limitó a sonreír levemente—. Había una profecía que anunciaba la llegada de un Elegido que conseguiría derrocarte…

Era cierto; una bruja famosa por sus predicciones anunció que un niño nacido en el séptimo mes conseguiría vencer a Voldemort, así que él se limitó a reunir a todos los niños que cumplieran esas características, junto con sus padres, y matarlos a todos. El mayor genocidio de la historia. Terminó con la descendencia de decenas de familias mágicas y muggles.

La sed de poder de ese hombre no conocía límites.

—¿Por qué?

—Porque eres un psicópata —respondió con voz hueca.

Un pesado silencio cayó sobre la habitación. Hermione sentía que si no hablaba, el silencio la asfixiaría.

—¿Vas a matarme ya o quieres seguir con esta estupidez?

Se llevó otro golpe por su insolencia, esta vez en el estómago. Se dobló en dos y cayó de rodillas.

—Depende. —El Señor Oscuro se llevó un dedo al mentón, pensativo—. ¿Vas a decirme dónde se esconden esas ratas de tus amiguitos?

Hermione sonrió de lado. A pesar del dolor, no iba a mostrarse débil.

—Nunca. Puedes perseguirnos, amenazarnos y matarnos. Nunca nos rendiremos ante ti. Preferimos morir peleando que vivir bajo tu tiranía. Puedes matarme ahora, pero otro ocupará mi lugar mañana. La Resistencia no desaparecerá nunca.

Voldemort se acercó a ella y se acuclilló, sus ojos a la misma altura de los de ella.

—¿Nunca has experimentado el dolor real, verdad? Te resquebraja, te rompe por dentro hasta que no quedan más que pedazos, y luego pisotea esos pedazos hasta que no queda más de ti que el deseo irrefrenable de hacer que el dolor pare —Hermione tragó saliva inconscientemente, pero se mantuvo firme.

Sabía que aquella era su última oportunidad de salvarse. ‹‹No, no me dejará marchar››, rectificó, ‹‹pero tal vez sea clemente y me mate más rápido››.

—¿Y bien? —preguntó el mago más poderoso y temible de todos los tiempos.

—Que te jodan, Tom.


‹‹Si crees que esto tendrá un final feliz, es que no has estado prestando atención››.

MrsDarfoy