Capitulo I

Eres un shaman

Mi nombre es Akane Daisuki soy una chica sencilla y tímida, aunque cuando el momento lo requiere puedo ser tan aventurera como quieras. Vengo de un pequeño pueblo al este de Japón cuyos habitantes son amables y hospitalarios, podría decir que este minúsculo punto del mapa me vio nacer y festejó mi llegada al mundo. Mis ideas, mi carácter y mi forma de ver la vida fueron forjados por los vientos y los paisajes de esta tierra.

Siempre voy a creer, hasta mi muerte que aquella aldea fue un lugar al que uno se puede referir, sin temor a equivocarse, como un verdadero hogar.

Sin embargo, tal vez te estés cuestionando, querido lector, el porqué de mi nostalgia hacia mi pueblo natal, la razón es porque un día se instaló la desgracia en aquel lugar y cegó miles de vidas con su fuego inacabable y arrasador.

Hubo muchas muertes, también pérdidas irreparables esa noche, y lo aldeanos, cuyas vidas no lograron llevarse las llamas, se vieron en la necesidad de marcharse para buscar otra vivienda, pues la suya había sido tragada por el mar infernal. Ese fue nuestro caso, y no solamente eso; esa noche perdí a mi querido padre que murió defendiéndome del fuego. Recuerdo vívidamente lo gritos y el llanto de todos aquellos que querían salvar su vida, mientras que mi madre y yo, ya no les prestábamos atención y llegado el momento los dejamos de escuchar, dejamos de sentir, tan solo contemplábamos el moribundo cuerpo de mi padre hasta que dio su último respiro.

Pasaron ocho largos años para que mis ojos volvieran a ver la luz y la mirada de un hombre que me amaría.

Nos mudamos entonces a Tokio, la pintoresca y alegre ciudad, capital de Japón.

La gente resultó ser generosa con nosotras y sin embargo mi tristeza era tan grande que despreciaba todo gesto de hospitalidad.

Tras haber vivido tan amarga experiencia, Tokio quería solidarizarse con nosotras ofreciéndonos toda una variedad de tiendas, grandes y alegres restaurantes, coloridos festivales etc., que parecían decirnos cada uno a su manera: "¡Ánimo la vida sigue adelante!".

A pesar de que esta gran metrópoli era muy distinta de mi aldea, poco a poco fui sintiéndola como mi casa y muy lentamente mi corazón fue sanando con el paso de los meses.

Ya mi mente recordaba como si fuera un sueño lejano lo ocurrido aquel día. Ahora, ya no era la pequeña niña que una vez fui, mi infancia había dicho adiós para darle paso a la adolescencia cuya presencia me hacía ver como toda una señorita que ya pronto ingresaría a la escuela secundaria.

Recuerdo aún lo que pensaba en aquellos momentos, a dos días de mi primer día de clases, y también a dos días de la aventura más grande de mi vida.

Había escuchado que cerca de aquí vivía un chico llamado Yoh Asakura, quisiera averiguar quién es y porqué todo el mundo hablaba de él, afortunadamente supe que asiste a la misma escuela a la que voy a ir, tal vez tenga la oportunidad de conocerlo.

Hablando por otro tema, me encontraba caminando y vi que una persona cuyas ropas parecían similares a las de un guerrero samurái del antiguo Japón me estaba viendo.

No pude resistir la tentación de observarlo y sumamente atónita le lancé una mirada de sorprendimiento por tan excéntrica vestimenta.

Cuando mis asustados ojos se detuvieron en los de aquel personaje, me di cuenta de que su forma de ver era dura y severa, como quién ha visto guerra y muertes durante toda su vida y ya se hubiera acostumbrado a ellas. Me sentí obligada a bajar la vista ante aquel imponente señor que no cabía duda de su majestuosa personalidad.

Finalmente mis ojos se detuvieron en su inminente compañía, y al verlo, no pude controlar una carcajada, pues en sumo contraste con el anterior personaje, un joven escuálido, de mediana estatura y de apariencia despreocupada hacía plática con el gran guerrero. Éste dúo realmente era ridículo, no obstante el muchacho era el único que vestía normalmente: portaba pantalones color verde y una camisa blanca arremangada.

Era tiempo ya de levantarse, el cielo aún permanecía negro y cubierto de estrellas pequeñas y doradas. Hacía frío, eran las 6:00 a.m., todavía mis párpados no se dignaban a abrirse.

Dieron las 6:15 y ya por fin pude incorporarme para verme al espejo. Me dirigí al baño para arreglarme y lucir lo mejor posible ese día tan especial.

Cepillé mi cabello y lo recogí con un lazo a cuadros- mi favorito- en una cola de caballo.

Me colgué mi mochila al hombro e inicié la marcha hacia mi primer día de clases.

Ya me había detenido en el semáforo cuando una familiar mirada me sorprendió:

-De nuevo nos encontramos, amiga.

-Sí- asentí al niño que había visto un día anterior sin poder decir algo mejor.

-¿Puedo saber cual es tu nombre?

-Akane Daisuki- respondí tímidamente.

-Seguramente vas a la escuela de Funbari ¿no?

-Así es¿tu también?

- Sí, en efecto.

De pronto la luz encendida del semáforo cambió a roja y lo último que replicó él fue:

-Me dio gusto conocerte, me llamo Yoh Asakura y espero verte al llegar a la escuela.

Después de decir esto se alejó corriendo y –posiblemente me lo imaginé- apareció a su lado venido de la nada aquel guerrero que había visto el mismo día en que conocí al muchacho.

Después de esto, mi primer día en la escuela de Funbari transcurrió sin novedad alguna. Poco tiempo fue el que tuve para ver a Yoh pues tenía mucho trabajo que hacer.

No fue si no hasta en la tarde cuando, despejada por fin de las primeras tareas escolares, decidí dar un breve paseo por la calle.

Continué caminando hasta que me detuve donde se encontraba un puente. No pude ser capaz de dar crédito a lo que veía:

Aquel muchacho que conocí camino a la escuela; común como todos los chicos de nuestra edad, empuñaba en sus manos una gran espada que manejaba con absoluta maestría dándoles una paliza a un gran número de pandilleros que querían aprovecharse de un niño, amigo de Yoh.

Era un espectáculo inédito e imposible de explicar con razones lógicas. Entonces, vencida por la curiosidad pero de igual manera invadida por el miedo, me escondí tras un arbusto para presenciar todo esto desde un lugar seguro.

Finalmente el encuentro terminó y los pandilleros huyeron despavoridos para no volver jamás, Yoh regresó a una posición pasiva para después ser cubierto de agradecimientos por parte de su compañero. El muchacho dejó la espada en el suelo, se recostó en el pasto con las manos detrás de la cabeza y al poco rato se quedó profundamente dormido.

Al siguiente día me encontraba sentada en mi escritorio resolviendo algunos ejercicios de tarea, es decir, eso es lo que intentaba hacer pues mi mirada se enfocaba en la lluvia que arreciaba afuera, a través de la ventana y mi mente viajaba lejos aún reproduciendo una y otra vez las imágenes del día de ayer.

Era valiente sin duda pensaba yo lo que aquel joven hizo por su amigo, sin embargo ¿cómo era posible que hoy en día alguien pudiera poseer y manejar una espada como había visto hacerlo a Yoh?

Pensaba además en aquel guerrero que había visto hacerle compañía al muchacho. ¿Podría ser solamente mi imaginación, por otro lado, preguntar sería difícil.

La clase había concluido finalmente y lo alumnos se retiraban a descansar. Nuestro salón estaba pronto a quedarse vacío y solo quedábamos Yoh y yo. Por un instante, el pensamiento de interrogarle surcó mi cabeza y convencida de que no había otra manera de saber, forcé a mi boca a formular una pregunta pero fue imposible. No sé si fue por miedo o por timidez pero lo intenté varias veces pero sin poder pronunciar nada en forma de palabras lógicas.

Yoh en cambio no sospechó nada y rápidamente tomó sus cosas y se despidió de mí.

Estaba muy desconcertada de mi misma por no haber hecho esa pregunta, incluso me sentía enojada.

Salí a la calle para volver a mi casa y olvidarme por un rato del asunto. Me paseaba por las calles envidiando a las personas que caminaban a mi lado pues ellos no tenían que cargar con esto, ni tampoco tenían pensado hacer preguntas tontas cuyas respuestas quizá no existían porque tal fue sólo mi imaginación la que me jugaba bromas y me hacía ver lo que en realidad no es. Y en todo caso que me armara de valor para cuestionarlo, lo más probable sería que Yoh me mirara con una cara de completa incredulidad y después de compasión, al estar delante de una niña que está comenzando a alucinar.

De esta manera me paseaba enfrascada en mis pensamientos cuando algo inusitado me despertó de mis ideas: una mano fuerte y musculosa se había posado en mi hombro, era una mano de hombre. Busqué entonces su dueño y pude hallar que era un sujeto de apariencia similar a la de un sacerdote aunque era alto y fornido. Llevaba pintada una cruz de color negro arriba de su barba del mismo color, tenía una expresión de forzada amabilidad. Era claro que a aquel le costaba trabajo sonreír. Estaba vestido todo de negro y llevaba un capote y un sombrero de ala ancha terminado en pico.

-¿Eres tú Akane Daisuki?- preguntó de pronto con un tono meloso y sin apartar su mano de mi hombro.

-Sí señor, disculpe¿puedo preguntar, quién es usted?

-Mi nombre es Luchist y vengo a hablarle de unos asuntos que debe saber… vengo de parte de su madre.

Me quedé pensativa por unos instantes.

Aquel sujeto no me parecía de fiar, había algo en su aspecto que no me convencía del todo. No obstante, si él había conocido y hablado con mi madre, entonces tal vez podía darle una oportunidad. Además, tenía planeado llevarlo a un lugar concurrido en caso de que sus intenciones fueran sucias, de esta manera, si veía algún comportamiento que me hiciera sentir incómoda, saldría del lugar de inmediato.

-De acuerdo, pero sólo hablaré con usted en aquel restaurante-propuse señalando el primero que vi.

-Estoy de acuerdo Akane, pase por favor- dijo cortés Luchist.

Al entrar al lugar, el sujeto se quitó su sombrero de ala ancha dejando ver unos flecos obscuros.

La gente, sorprendida de su extraña altura y de su marcada musculatura, no le despegaba la vista de encima.

Tomamos asiento rápidamente para no llamar la atención, y poco después Luchist comenzó a hablar:

-Akane, he venido a hablar con usted de unos asuntos sumamente importantes.

Su madre, que considera que tiene la edad suficiente, me ha enviado con esta información.

-¿Qué información?-quise saber

Pues bien-tomó un respiro- en primer lugar debe aceptar el hecho de que usted y yo somos shamanes, nosotros somos el vínculo que une a este mundo con el más allá.

-¿Shamanes?-pregunté incrédula

-Sí, tenemos el poder de usar nuestro cuerpo como intermediario para ser poseído por espíritus, o también para que estos posesionen objetos con el propósito de entablar batallas.

Como ve, nosotros podemos ver lo que ellos ni siquiera imaginan-dijo señalando con la cabeza a los que comían tranquilamente- podemos hacer lo que ellos no pueden y llegar a lugares a donde ellos jamás podrán acceder.

Sin embargo, tan solo unos pocos tienen la capacidad de convertirse en un shaman, o mejor aún-dijo bajando el tono-para convertirse en el rey shaman.

-¿Quién es el rey shaman?.

-El rey shaman o shaman king es aquel que ha obtenido la máxima sabiduría proveída por los Grandes Espíritus. Es el campeón del Torneo de los Shamanes, una batalla en la que pelean shamanes venidos de los cuatro puntos cardinales.

Tu padre hubiera querido que participaras, ya que él fue un gran shaman, por desgracia falleció en el incendio que se inició en tu aldea. Aunque es un gusto para mi decirte, que tu padre fue un hombre inteligente, pues antes de morir, Keiji dejó en manos del seños Hao tu entrenamiento como shaman.

-¿Mi padre quería que yo fuera un shaman y lo dejó en manos de un señor llamado Hao? Pero ¿quién es él y porqué conocía a mi padre?

El señor Hao- continuó Luchist con una extraña sonrisa-fue un shaman amigo de tu padre, él es el más fuerte de todos y Keiji fue afortunado de tenerlo a él como aliado, pues el señor Hao aceptó con gusto convertirte en un shaman.

Tú misma te darás cuenta de que él es un apersona que sabe realmente el significado de la palabra "justicia".

-¿Por qué?-pregunté confundida por todo este asunto.

-Porque el ser shaman es un privilegio, un don, y como te dije antes, los humanos nunca podrán saber a cerca de ese poder, lo único que les queda por hacer es temer a lo que no comprenden y continuar destruyendo este planeta. Si los shamanes nos uniéramos al señor Hao, encontraríamos la luz, ya no habría límites para nosotros haríamos de la tierra un lugar armonioso para los shamanes e incluso el señor Hao nos daría el poder de controlar la naturaleza, algo que lo humanos nunca podrán hacer por más que lo deseen.

El objetivo del señor Hao, y de todo shaman es… hacer un mundo de puros shamanes. Ese debe ser nuestro sueño.

-¿Es eso lo correcto?- me aventuré a preguntar

-Así es Akane, esa es ahora tu misión.

Después de esta larga charla, sentí como una extraña confianza a aquel señor llamado Luchist. El había conocido a mi padre y a mi madre, entonces él solo podía desearme bien. Sin embargo era sumamente difícil para mí aceptar todo aquello, necesitaba tiempo para digerirlo.

Camino a casa comencé a dudar de lo que me había dicho, hasta que al llegar Luchist replicó lo siguiente antes de irse:

-Es probable que conozcas a un niño llamado Yoh Asakura…

-Es verdad, lo conozco-dije

-Él también es un shaman, y por si dudabas de todo lo que te he dicho, siempre lleva a un samurái a su lado, él es su espíritu acompañante.

Me quedé paralizada al escuchar todo aquello.

Esa sería la explicación de todo lo que le he visto hacer pensé para mis adentros.

-Quisiera que me condujeras a él-ordenó Luchist – ya que debo hablar con ustedes dos juntos¿podrías hacerme ese favor?

-¿Estaría bien si nos reuniéramos después de la escuela en mi casa-sugerí aceptando la propuesta.

-Me parece perfecto, nos veremos- se despidió volviéndose a colocar el sombrero en su cabeza

Abrí la puerta de mi casa y antes de entrar en ella, miré para ver si aún se encontraba cerca pero ya no había nadie allí, tan sólo la oscuridad de la noche y nada más.

Este fue el primer capitulo de mi historia, espero que lo hallan disfrutado, y por favor ¡sigan leyendo! el segundo capitulo esta terriblemente interesante.

A las fans de Lyserg les pido un poquitín de paciencia ya muy pronto saldrá quién esperaban.

Konnichiwa!

Akane