Los personajes de Naruto no son míos, son de Kishimoto... la historia si es de Lorraine Heath

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ACLARACIÓN

Los personajes no me pertenecen, sino a Masashi Kishimoto; al igual, que la historia, ésta es de Lorraine Heath.

Espero la disfruten al igual que yo.

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Prólogo

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Del Diario de Sir Naruto Uzumaki

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Nací de una mujer que me consideraba de poco valor, excepto cuando le ofrecía un blanco conveniente para la palma de su mano. Aprendí bien a evitarla, a esconderme en los rincones, a encontrar la manera de estar lejos de su alcance. Tan pronto como mis piernas pudieron seguirle el paso, empecé a acompañar a mi padre en sus rondas nocturnas por los cementerios.

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Él era un ladrón de tumbas, saben. Y me trató mucho más amablemente de lo que lo hizo mi madre. Vio potencial en mí, porque yo estaba dispuesto a ayudarlo a cavar para encontrar los tesoros. Así los llamaba él. Con frecuencia los ricos eran enterrados con sus joyas. Algunos caballeros tenían dientes de oro. Todos eran cadáveres, requeridos por el hospital para enseñarles a médicos potenciales sobre las complejidades del cuerpo humano, y además, aportaban monedas a los bolsillos de mi padre.

Nunca temí a los muertos. Ellos ya no podían lastimarme.

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Cuando mamá murió, mi padre la llevó inmediatamente al hospital porque le reportaría una buena suma. Pero en ese momento – después de que le pagaran a mi padre – me rezagué, vislumbrando la reverencia con la cual eran manipulados los cuerpos y los secretos que éstos revelaban.

Cuando regresé a casa, mi padre no estaba. Nunca lo volví a ver. No sé si lo robaron y asesinaron por lo que había en sus bolsillos o si decidió que quería deshacerse de mí, dándose cuenta que mamá tenía razón y que yo no valía el esfuerzo de mantenerme con vida.

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Tenía ocho años en aquel entonces, y pronto me vi en las calles donde me encontré con un hombre llamado Orochimaru. Se encargaba de un grupo de niños ladrones, y pronto me enseñó a robarles a los caballeros sus pañuelos de seda. Mis dedos eran diestros y rápidos, muy apropiados para la tarea.

Sin embargo, el destino es voluble. Con el tiempo, se descubrió que uno de los muchachos de Orochimaru era en realidad un hijo perdido de la aristocracia, y cuando Sasuke fue a vivir con su abuelo, el Conde de Konohagure, me llevó con él. Me enseñaron matemáticas, a escribir y a leer. Cuando tuve la edad apropiada, ingresé a un hospital de enseñanza.

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Estaba cómodo rodeado de cadáveres, ansioso por entender lo que podían compartir conmigo. Con el tiempo, pude aplicar lo que aprendí. Me convertí en un médico reconocido, tratando por igual a pobres y aristócratas. Eventualmente, mis habilidades fueron conocidas por la reina, y me ordenó atenderla de acuerdo a sus necesidades, lo cual hice con gusto.

Pero nunca olvidé mis humildes raíces, nunca olvidé que la muerte siempre cuenta sus secretos.

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