Hola a todos! este es mi primer fic en carácter de autora, he leído muchos de por aquí y decidí darme una oportunidad, espero que les guste esta historia y la sigan, a través de sus reviews, alimentaré mi inspiración. Es un drama histórico, en el que podremos aprender un poquito más, pero en el que lo importante es el romance gracias por su apoyo.
Disclaimer: Los personajes no me pertenecen son propiedad de L.J. Smith y CW.
Capitulo 1: Encuentro
En 1864, la guerra de secesión que inició en 1861, había dejado en Estados Unidos a muchas familias destrozadas, en ella murieron más de medio millón de personas y miles de veteranos quedaron traumatizados física y sicológicamente por la guerra entre hermanos. Al paso de las tropas las ciudades y las fincas quedaban completamente destruidas. Un país dividido en dos, el Norte (la Unión) luchando contra el Sur (los confederados); por tener diferentes políticas en lo referido a la esclavitud y al desarrollo económico de la nación. Y es que, mientras que el Norte abogaba por abolir la esclavitud de los negros y favorecer la industria, el Sur seguía manteniendo una postura segregacionista en beneficio del campo y el librecambio. Sin embargo había dos factores que los diferenciaba fuertemente: Desigualdad económica: La economía de plantación sureña basada en el cultivo de algodón dependía del trabajo de los esclavos, mientras el norte industrializado, que se dedicaba a la manufactura, avanzaba con la tecnología. Abolicionismo: Mientras en el sur los esclavos eran considerados una forma de propiedad, en el norte las ideas más progresistas de Europa habían calado en un sentimiento antiesclavista fuerte. Además el nivel educacional en los sureños era más bajo y estaban menos conectados con las ideas de Europa o los pensadores del norte. La defensa de la esclavitud se convirtió en un elemento de unidad para la elite sureña, pese a que la mayoría de los confederados eran pobres y muchos ni siquiera tenían esclavos. Mistic Falls, un apacible y pequeño pueblo de Virginia formaba parte de la confederación, allí es donde tendrá lugar esta historia.
Elena Gilbert es una mujer sencilla, pero a la vez única, recia, sin adornos ni artificios, a quien no le hace falta mostrar y poner en un escaparate sus posesiones y cualidades porque son evidentes y naturales, cada mujer es el resultado de su historia y tristemente hay historias de mujeres donde están llenas de heridas sin sanar, al haber heridas es natural crear mecanismos de defensa para protegerse y el mecanismo más común es la armadura de la dureza, pero es sólo eso, una armadura. Generalmente, detrás de esa máscara hay una mujer sensible, capaz de transformar todo aquello que toque, hay una mujer llena de tenacidad dispuesta a aprender de los errores convirtiéndolos en aciertos. Ella se encontraba tejiendo a dos agujas en el pórtico, era uno de sus lugares favoritos de la casa, podía quedarse horas y horas meciéndose en el sillón que supo ser de su abuela. La granja era su refugio, ahí había pasado grandes e inolvidables momentos en su niñez cuando visitaba a sus abuelos, y ahora era su hogar, el lugar donde se suponía pasaría el resto de su vida cuidando a su esposo y sus futuros hijos, pero el destino es así, juega con nosotros y nos pone en situaciones que no llegamos ni a imaginar, allí se encontraba Elena, esperando a su amor, su esposo que había partido a la guerra hacia ya 13 meses, 2 semanas, cuatro días, 2 horas, 23 minutos y 30 segundos, parecía saber con precisión el tiempo de su espera. Desde que se fue a la guerra solo le quedaba contar cada segundo que pasaba sin estar a su lado como le había prometido a él, que fue su primer amor, su primer y único hombre. Ella solía escribirle largas cartas para contarle como marchaba todo en la granja, era un duro trabajo para una mujer sola llevar adelante el trabajo pesado, por eso tuvo que pedirle a su padre que enviara desde Virginia Occidental a su hermano menor para ayudarle con las tareas cotidianas, ya que Elena estaba en contra de la esclavitud, algo que no podía develar dadas las circunstancias.
-Elena, Elena, Eleeenaaa-llamaba Jeremy a su hermana que tejía totalmente abstraída del mundo.
-Si, Jer dime-contesto al fin ella.
-Voy a entregar la leche a nuestros clientes, y luego me voy a la taberna Mistic Grill, quería avisarte para que no me esperes temprano esta noche.
-Está bien Jer, no te preocupes yo me ocupare del resto, solo envíale mis saludos a la Sra. Mikaelson.
-Nos vemos! -Jeremy saluda con cariño a su hermana.
Jeremy golpea la puerta de entrada de la Mansión Mikaelson, una hermosa muchacha morena abre la puerta.
-Buen día Bonnie, traigo la leche como todos los días…-Saludó el joven con una amplia sonrisa.
Bonnie intento tomar las botellas, pero para su desgracia ambas cayeron al piso, derramando todo su contenido en la alfombra roja de la entrada.
-¡Estúpida!, mira lo que le haces a mi entrada-su amo, que venía bajando por las escaleras, alcanzó a ver el desastre.
-Fue mi culpa, lo siento Sr. Mikaelson- Salió Jeremy en su defensa casi instintivamente.
-Tranquilo cariño no fue nada, además ella lo limpiara enseguida-le dice su esposa que vino de la cocina al escuchar a Nicklaus enfurecido.
-Está bien, muchacho no te disculpes, y tu amada mía deja de ser tan benevolente y salir siempre en defensa de los esclavos. Recuerda que somos sus amos, no sus pares-dice Klaus antes de saludarlos y marcharse.
-El alcade Mikaelson es un hombre de carácter, pero es solo un perro que ladra y no muerde- dice su esposa Caroline, para tratar de disminuir la tensión que había en el ambiente.
Jeremy intentaba ayudar a Bonnie a limpiar y mientras lo hace, accidentalmente roza su mano, por lo que Bonnie asustada la retira de inmediato. Jeremy trata de calmarla pero ella se levanta y pide permiso a la Sra. para traer las cosas de limpieza de la cocina.
-Mi hermana le envía sus saludos Sra Mikaelson-expresa el joven aún sorprendido por la reacción de Bonnie.
-Muchas gracias, dile que espero su visita cuanto antes, la Gala se aproxima y tenemos que cerrar los detalles de mi vestido. Pero cuéntame ha recibido alguna noticia de su esposo últimamente?
-Sí, si puede decirse que cuatro meses es poco tiempo….digamos que si.-le contesta algo preocupado.
-Pobre de Elena, la verdad me preocupa demasiado, lo de verla por mi vestido es solo una excusa ridícula para ver a mi amiga, ya sabes que de otro modo ella no vendría, ni yo puedo ir para allá, mi esposo es un hombre temperamental y solo me permite salir a determinados lugares-contaba Caroline con detalle tratando de justificarse.
-No se preocupe Sra, yo la estoy cuidando, y siempre trato de hacerla reír de nuevo, aunque debo confesar hace mucho tiempo que solo noto preocupación en su rostro.- dice con resignación en su mirada.
Cae el atardecer y con él una fuerte lluvia, algo muy poco usual tratándose de invierno, las gotas golpean con fuerzas el espeso bosque, los charcos de agua no tardaron en formarse, unas botas negras los pisan uno a uno con fiereza, se trata de un grupo de oficiales confederados, corren desesperadamente a alguien, lo siguen con sus sabuesos llevándose por delante todos los arbustos a su paso. Él con una tupida barba y largos cabellos ondeantes corre a gran velocidad sorteando los obstáculos a su paso, con su mano izquierda presiona su hombro derecho herido y huye hasta quedarse casi sin aliento. Se detiene un momento aprovechando la distancia de aquellos que lo seguían, y se sostiene a tomar aire agarrándose en la rama de un árbol, pero sorpresivamente ésta se quiebra, y él cae y comienza a rodar por la empinada colina, chochando todo a su paso, rocas, arbustos, y lodo hasta quedar junto a un grueso árbol. Agradece a Dios mirando al cielo por haber perdido, al menos por ahora, a los soldados que lo asechaban. Con un poco de esfuerzo, consigue ponerse de pie, y continúa caminando, la lluvia sigue siendo intensa y pese a la oscuridad de la inminente noche, logra divisar una cerca, y del otro lado lo que él veía como su oportuna salvación, un granero.
Elena terminó de tejer la larga bufanda, la miraba con la esperanza de poder colocarla en el cuello de su marido cuando regresara, la tomo entre sus brazos y la apretó muy fuerte, como deseando abrazarlo él en ese instante, pero el sonido de la puerta del granero cerrándose la saco de inmediato de sus pensamientos. Ese sonido era inconfundible para ella, sabía que no podría tratarse de su hermano; así que dejó la bufanda en el sillón y fue por la escopeta, realmente ella no sabía tirar, nunca había probado su puntería en nada, pero pensó que el ladrón no lo notaría si le apuntaba a su cabeza con decisión. Se coloco un cobertor en sus hombros para no mojarse, y emprendió hacia el ó lentamente la puerta y encendió la farola cuando se sintió más segura.
-¿Quién anda ahí?-dijo con firmeza, sin escuchar respuesta alguna.
-¡Estoy armada!-sentenció, sin mucho éxito.
Tomo un palo y comenzó a golpear en los pajonales hasta que escucho un quejido.
-Esta es propiedad privada, que quieres aquí-dijo con miedo en su voz.
-Te dispararé si no contestas-se asustó a ver al hombre de barba y cabello largo que parecía un vagabundo.
-¿Quién eres y que haces aquí?¿Eres el ladrón de gallinas? –pero al decirlo pudo notar su herida, el hombre estaba perdiendo sangre.
-Ahhhg –se quejaba él mientras se tomaba el hombro-Tranquila señorita, no tema no le haré daño, se lo juro.
-Está herido. Curare su herida, pero si intenta algo no respondo de mi- le dijo Elena, quien no pensó más para ayudarle, eso era algo que lo tenía bien aprendido desde pequeña, haz el bien sin mirar a quien.
Su madre Miranda fué enfermera, así que no era extraño para ella el realizar curaciones sencillas, las que necesariamente no debían contener demasiada sangre. Llevó al hombre casi convaleciente a la casa, cubriéndolo con su cobertor, aunque el ya se encontraba totalmente empapado, lo acostó sobre la mesa de la cocina, luego de quitarle el saco cuyo color era ya indescriptible, le quitó la camisa cortándola con unas tijeras, y lavó su herida principal, la del hombro derecho, de inmediato se dio cuenta que era una herida de bala, el hombre estaba ya inconsciente por la fiebre y el dolor.
Tomo una botella de ron, que fue un extraño regalo de bodas, de la vitrina, mientras la lluvia caía, y con un cuchillo de cocina en la mano miro la herida, derramó un poco de ron en ella e intentó hundir el cuchillo en la piel para intentar sacar la bala pero no lograba tener el valor suficiente para escarbar en ella en busca de la bala, nunca había logrado controlar por completo su aversión a la sangre, así que ante el temblor de su mano, decidió respirar hondo, tomar un trago de ron para darse valor, y tratar de quitar el proyectil. Finalmente lo hizo, pero luego de curarlo y colocar el vendaje, fue que tomó consciencia de lo que hizo, quizás porque bajó de repente su adrenalina, y cayó desmayada en el suelo de pura impresión.
-Señorita, señorita por favor reaccione-una voz en su cabeza la invitaba con dulzura.
Elena pudo sentir el ron que le acercaron a sus fosas nasales con un ardor que la hizo despertar por completo, pero algo mareada aún por el desmayo, y ahí se encontró con los ojos más puros que vio en toda su vida, eran de un color cielo, para ella era como el mismísimo paraíso, la llenaban de tranquilidad.
-¿Señorita se encuentra bien?-le pregunto afligido.
-Si, si ¿qué pasó? –dijo algo confundida
-Ud. Me salvó la vida- le contestó sincero.
-Yo…ehhhh..claro, ya lo recuerdo todo-dijo Elena con certeza
-por favor no me diga más señorita, soy Señora.
-Soy Damon, su fiel servidor-tomó su mano besándola, como todo un caballero.
-Puede llamarme Señora Salvatore-Le dijo en tono seco y retirando su mano.
Continuara…
Ni tú ni yo estamos
en disposición
de encontrarnos.
Tú... por lo que ya sabes.
Federico García Lorca.
