Gintoki no comprendía muy bien lo que estaba pasando. Estaba acostumbrado a toda clase de situaciones extrañas; después de todo, vivir con una alien sádica y un virgen fanático de Otsu no era ninguna broma. Pero a veces en su vida solían pasar cosas de las cuales ni él sabía como reaccionar. Y ahora estaba en una de esas situaciones.

¿Cómo carajos terminé en esta ciudad?, se preguntó Gintoki caminando por una extraña ciudad, al parecer más moderna que Edo. Le llamó la atención no ver a ningún amanto por las calles, y ver que todo el mundo lo miraba como si fuera un extraño bicho.

Debe ser por el calor. Gintoki se encogió de hombros pensando que tarde o temprano todo el mundo moriría a consecuencia de los rayos gamma. Pero entonces se detuvo y se dio cuenta de algo. Él era la única persona en la calle que usaba ropas tradicionales. Todo el mundo en la calle llevaba trajes de trabajo, remeras y pantalones brillantes, ridículos para la opinión de Gintoki. ¡Y esos pelos! ¿Quién en su maldita vida podría teñirse el pelo de verde, rosa, azul o rojo? Ni siquiera en Edo era muy común ver gente con esas pintas.

Después de caminar un buen rato, decidió que le preguntaría a algún transeúnte en dónde se encontraba. Sobre la acera vio a un adolescente de pelo blanco y largo hasta los hombros, y decidió que le preguntaría a aquel sujeto.

-Disculpa, chico -le llamó la atención saludándolo con un gesto vago de mano.

-¿Sí? -El chico se dio vuelta para ver quien le hablaba, y se sorprendió al ver a un desconocido con ropas tradicionales típicas de un samurai y una espada de madera sujeta a la cintura.

-Perdón si te retraso para alguna cita con alguna colegiala, chico, pero estoy algo confundido con respecto a mi ubicación. ¿Me puedes decir qué es esta ciudad?

El chico lo vio, una vez más, sorprendido. Y se ruborizó al repasar cada palabra que el extraño individuo pronunció.

-Emm...estoo.. no tengo novia, señor. -el rubor le desapareció de la cara- Me sorprende que no conozcas esta ciudad, señor. Estás en Domino, la ciudad central de Japón y en la que viven los mejores duelistas, incluyendo a Kaiba Seto y Muto Yugi.

El adulto lo miró con una cara de dándole a entender que no entendía ni una palabra de lo que había dicho. Se quedaron un largo minuto en silencio, mirándose el uno al otro y, cuando el chico estuvo a punto de abrir la boca de nuevo, Gintoki lo calló.

-No me digas "señor", me haces sentir viejo. Me llamo Sakata Gintoki; gracias por decirme donde estoy.

El chico asintió y le dedicó una de sus sonrisas inocentes. A Gintoki el gesto le pareció vagamente familiar.

-Yo me llamo Bakura Ryo, un placer conocerlo Gintoki.

-Sí, un placer supongo. Bueno supongo que tiene otros asuntos que atender, gracias por la información.

-No es nada, espero que nos encontremos de nuevo, Sakata-san.

Gintoki lo miró y notó cierta malicia en el tono de voz.

-Sí...como digas.

-Hasta pronto -dijo en tono alegre, y se fue.

Eso fue raro, pensó Gintoki. Esa sonrisa... me hace acordar al hermano de Kagura.