CAPÍTULO 1: CARTA A SIRIUS

Siento el agua mojándome las mejillas. O quizá son mis lágrimas. No lo sé. Ya no puedo pensar en nada más que no sea tu ausencia. ¿Qué va a ser de mí? ¿Quién me va a cuidar ahora? ¿Quién va a vigilar que no me meta en líos? Porque yo solo no puedo, lo juro. Te necesito aquí, a mi lado, diciéndome lo que puedo o no puedo hacer. Aunque decía que me molestaba, siempre te hacía caso. ¿Qué voy a hacer? Ya no estás para decirme que así vestido parezco un mendigo, o que mis cicatrices me hacen ver comestible, o que te pone mi aire de superioridad. Qué más da ahora. Me has dejado solo, en este mundo que me ve como a un monstruo. Solo en esta sociedad injusta y prejuiciosa, de espíritus que vagan en soledad buscando un amor que yo ya había encontrado; amor que me ha sido arrebatado… Total, un prófugo y un licántropo, ¿a quién le importa lo que les pase? ¡Pues a mí, yo quiero vivir! Y aunque ahora sé que es imposible volver a anhelar la felicidad, siempre me había imaginado un futuro contigo, con una casita en el campo, rodeada de verde; quizá una masía. Podríamos haber adoptado un niño. O un niño y una niña. Bonito, ¿verdad? Al niño le llamaríamos Ted (nunca te lo había dicho, pero me gusta este nombre), y el nombre de la niña te lo dejaría escoger a ti; siempre has tenido más mano con las mujeres. Ahora recuerdo tu época de rompecorazones en la escuela, cuando te follabas cualquier cosa con falda y pequeños pechos. Y todo cambió cuando yo os confesé que me gustaban los hombres. A partir de ahí todo fue diferente. Dejaste de perseguir a todas las chicas que se te cruzaban para pasar más tiempo conmigo. Qué cabrón... me hiciste sentir especial, importante. Ahí me di cuenta de cuánto te quería. Y no solo eso, sino que poco a poco me hiciste ver lo mucho que me querías. Y nuestra primera vez... Fue fantástico, y no por el sexo (que también). Fue como sellar un pacto. Y me confesaste que si te tirabas a todas las tías de la escuela era por la frustración de saber que yo nunca te querría. Qué lejos estabas... Creo que te quise des del primer momento en que te vi, pero no me di cuenta hasta que empezaste a pasar de mí. Menuda época aquella... Fueron las peores lunas de mi vida. Y cuando empezamos a salir, en secreto, fue el tiempo más dulce que recuerdo. Todo era perfecto, parecía que nada ni nadie podía estropear aquello. Pero Lily hacía tiempo que lo había descubierto. Para ella nunca fui un secreto, no podía ocultarle nada, siempre lo acababa descubriendo. Obviamente se lo contó a James, que montó en cólera cuando se enteró que no le habíamos dicho nada. Jeje, fue gracioso. Y los dos nos dejaron. Suerte que nos teníamos el uno al otro. Nos ayudamos mutuamente. A partir de ahí, aunque parezca raro, sentí que el lazo que nos unía, que nos une aún, se fortaleció. Quizá porque los dos sentíamos lo mismo. O quizá porque sentimos que en cualquier momento podrían separarnos. Y así ha sido. ¿Qué va a ser de mí? Seguir vivo, me responderías si pudieras. Buscar a alguien que me llene. Pero después de conocerte a ti, sé que no hay nadie que me complemente como tú. ¿Vivir sin ti? Imposible. ¿Sobrevivir sin ti? Puedo intentarlo. Todo sea para no darles el gusto a los que nos separaron de verme abatido y derrotado. Voy a seguir levantándome, como siempre he hecho. Después de tropezarme, después de ser golpeado. Voy a levantarme. Por tu memoria. Porque tú no quieres verme así. Porque tú aún me quieres, donde sea que estés. Nunca voy a olvidar que tú me hiciste sentir... normal. Por eso, vengaré tu muerte. Los responsables van a sufrir su castigo. No solo por ti; también por mí. Por haberme destrozado por dentro. Y por las demás vidas que han destruido y por las que de seguro destruirán. Ya solo me resta decir una cosa: te quiero, y siempre te querré. No lo olvides nunca.

Remus J. Lupin