Prologo: La vida de un asesino…

Que puedo decir de mi, claro sin revelarles algo que es tan obvio para cualquiera… Me encontraba dentro de mi recamara contigua oculta detrás de mi librería, en ese lugar me colocaba mis correas en los brazos, piernas y torso.

Claro que estas no eran correas comunes, en ellas ocultaba mis "indefensos accesorios", tome unas navajas y las guarde en cada ranura de las correas de mis piernas, las fije con cuidado y firmeza antes de tomar dos minis espadas en las correas de mi pecho. Tome mi confiable espada y la coloque junto con su vaina en mi cintura.

Por último, fije unas hojas de acero ocultas en un dispositivo mecánico creado por mí. Mi mecanismo me asegura de que al encontrarme en una situación un poco "difícil", en donde mi enemigo cree que me tiene desarmado.

Yo pueda darle un puñetazo certero en toda la quijada, con el "pequeñísimo" detalle de tener encajada una afilada y dura hoja de acero atravesando su cabeza. Suena cruel ¿no?

Hump, en mí trabajo no hay nada dulce en el, podría decirse que lo único hermoso que recibo es una gran reputación a parte de una gratificante suma de dinero.

Por ultimo me asegure de que cada una de las correas estuviera bien sujetada en cada parte de mi cuerpo, y que las armas pasaran desapercibidas, me aleje de la gran mesa de roble, donde se encontraba hacia unos momentos todas mis armas.

Camine hasta el pasadizo secreto de mi recamara, pero justo antes de salir por aquella puerta que se abría de forma mecánica por una poleas fusionadas con las paredes, tome mi capa negra con capucha. (Es tan largo como las chaquetas de Matrix, imaginasen unas así pero de tela y con capucha)

Al salir de mi lugar secreto, me encontraba justo en medio de mi sala de estar de mi mansión. Hacia varios años desde que empecé "mi trabajo, mi forma de vida, y… mi legado"…

Mire con detalle cada parte de aquel lugar, mire los muebles color crema perfectamente ubicados frente a la chimenea, las estanterías situadas a los lados de la habitación; llenas de tan interesantes libros que pasaron por mis manos, mientras que una enorme y fina alfombra color marrón claro cubría el piso de caoba.

Esto se había vuelto una costumbre desde que acepté mi primera misión, siempre me advertían que por cualquier error que yo cometiera, podría ser la ultima vez que observara y sintiera mi hogar.

Me encontraba cerca del mueble de tres piezas cerca de la chimenea, casi podía tocarlo y alzaba el brazo, sin importar lo que pensara o dijera en un futuro, ya fuese cercano o no, había aceptado cualquier jugarreta que el destino planeara para mi.

Camine con sigilo hacia la puerta principal de la sala de estar, extendí mis brazos hasta tocar el frió y liso picaporte de la misma, abrí la puerta solo un poco para poder permitirme mirar y aun así permanecer oculto, al comedor que se encontraba situado justo al frente de la sala.

Allí se encontraba mi madre Mikoto, con sus largos y sedosos cabellos negros sueltos, y su vestido de encaje de colores vivos (el vestido se los dejo a su imaginación) con un ligero maquillaje que a pesar de tener una edad algo avanzada la disimulaba muy bien con el pasar del tiempo. Definitivamente los años no pasaban en vano con ella.

Junto a ella, estaba mi hermano, sus cabellos siempre recogidos con un lazo que le sostenían cada hebra de sus cabellos, unos ojos tan oscuros como los míos y una sonrisa que sin duda lo hacia parecerse más a mi padre.

Al mirarlos juntos y a salvo me produjo una calida sensación, incluso sonreí de felicidad, seguí mirándolos por un rato más hasta que me di cuenta de lo que hacia, cerré la puerta con cuidado de que no me escucharan mientras agitaba mi cabeza.

No era momento de ponerse sentimental, no ahora… ni tampoco nunca.

Al recobrar la cordura perdida, abrí una de las grandes ventanas de la habitación y con destreza me puse de cunclillas al borde del marco y de un salto me sujete a uno de los tablones sobresalientes de la mansión.

Eleve mis piernas hacia delante y atrás siempre teniéndolas juntas, para dar en efecto una recolección de energía para saltar hacia el otro tablón que se encontraba a cuatro metros lejos de mi.

Cada vez que mis piernas me impulsaban con mayor fuerza hacia delante, las ráfagas de viento desordenaban con libre albedrío mis negros cabellos. Tome el último impulso y me solté del tablón para sujetarme del otro y repetir la misma acción.

Solo me tomo unos tres minutos llegar hasta la azotea, me reacomodé mi capucha para que mi rostro no se viera con facilidad en esta oscura noches de invierno, dirigí una de mis manos hacia el interior de mi capa, busque entre los bolsillos internos hasta encontrar lo que buscaba.

Leí con cuidado el contenido del sobre, al terminar de leerlo lo destruí hasta hacerlos solo inservibles pedazos pequeños de papel.

Corrí con rapidez y cuidado sobre los tejados, saltado de vez en cuando para pasar a la siguiente azotea.

Si bien lo que me decía aquel papel era muy claro:

Ve al lugar destinado.

Espera hasta que la presa se acerque.

Termínalo sin hacer mucho ruido.

Si bien, me han prestado atención ya deben saber cual es mi legado…

No tarde mucho en posicionarme en el lugar de mi destino, había recorrido gran parte de mi trayectoria por encima de las azoteas, un atajo provechoso para esta ocasión, me había posicionado en el tejado de la torre del campanario de la Santa Iglesia.

Esperando así…mi misión…

El viento soplaba con un vaivén algo agitado, las ramas de los árboles se tambaleaban de un lado al otro, las hojas caídas en las duras piedras forjadas de la plaza, volaban y se arrastraban con rapidez, todo esto… como si la naturaleza quisiera escapar para no ser testigo de lo que a continuación pasaría.

Me senté cerca de la oscura orilla del campanario para esperar el momento justo para ponerme en acción, lo mas seguro es que el "objetivo" no llegue muy pronto ya que, me he adelantado por unos 20 minutos.

Me recosté en la pared más cercana, cerré mis ojos por unos momentos para concentrarme en mí alrededor… Agudice mis sentidos de audición, escuchando el viento frió del invierno, los chillidos agudos de los murciélagos cazando cerca de mi locacion.

Luego de unos minutos, escuche unos pequeños ruidos algo…peculiares… ruidos que no eran hechos por algún animal… Sino por una simple persona…

Agudice mis sentidos al mismo tiempo que separaba mi torso de la pared, flexione mis rodillas al punto de estar agachado en el suelo, sin dejar la posición en la que estaba, me fui acercando al borde del edificio para luego buscar con la mirada un punto para aterrizar suavemente.

Gire mi rostro en busca de una saliente lo suficientemente fuerte para soportar mi peso, pero para mi mala suerte no había ninguna, algo frustrado pose mis ojos en una gran carreta llena de paja. Sonreí para mis adentro y salte rápidamente hacia la carreta.

La caída, si bien no fue rápida, tampoco fue muy lenta, apenas pude cerrar mis ojos al caer en la áspera pero silenciosa paja. Oculte mi cuerpo un poco más hacia el fondo de la carreta, para esperar ver pasar al "caminador" de la plaza.

Su mirada se había posado en la carreta. Debía admitirlo, tenia un poco de miedo de ser descubierto… solo un poco… su mirada reflejaba un sin fin de emociones, entre ellas miedo y desconfianza hacia el lugar en que me encontraba.

Hmp… yo tampoco me confiaría mucho de un ruido en medio de la noche...

Sin darme cuenta, mi objetivo ya había perdido interés en la carreta y sin rodeos se dirigió hacia el callejón que iba directo al Santuario de San Pedro… Con sigilo salí de mi escondite para adentrarme en las sombras de la plaza, siguiendo de esta forma a mi presa.

Sus pasos eran rápidos y un tanto torpes, casi al punto de salir corriendo en cualquier momento, debo admitir que eso me producía cierta "gracia" hacia mi persona… Finalmente como lo había previsto… su paso paro en seco al verse totalmente agotado por la larga caminata que llevo de la plaza hasta el Santuario –aproximadamente como unos 100 metros-…

Yo mirada cada acción de este hombre desde una vieja casa desde la esquina oculta entre la oscuridad, mi espalda estaba completamente pegada a la pared mientras que mi cabeza se encontraba levemente ladeada para ver con atención al agotado sujeto.

"Pobre" anciano – susurre sin importar que este pudiera escucharme, dirigí mi mano derecha a mi espada para apretar el mango con fuerza… esperando así el momento perfecto…

¿Quien anda allí? – Dijo de forma desafiante aquel anciano – ¡si quiere pelear sal!

En mi rostro se dibujo una media sonrisa sin poder evitarlo, en verdad que comenzaba a disfrutar de mi trabajo… Eliminar a estos sujetos despreciables es todo un honor para mí…

Ven aquí – le respondí – ¿si es que te atreves Danzou?

Sin esperar mucho tiempo, Danzou dejo su pequeño número de "hombre mayo agotado", para mostrar velozmente la actitud de todo un maldito bastardo que es… Metió su mano izquierda en su traje de seda blanca para luego sacar de ella, una pequeña katana…

Con cautelosos movimiento se acerco a mi escondite dispuesto a "matarme"…

Imbecil… - pensé mientras le echaba una última mirada.

Mi mano abandonó el mango de mi espada para subir por las cajas que se encontraban a mi lado derecho, con la agilidad de un gato subí con rapidez hacia el tejado de la casa dejando al viejo muy confundido…

En ese momento permanecía en cunclillas en el tejado mirando con atención a Danzou, saque con cuidado mi espada de su vaina, y con una sonrisa arrogante en mi rostro… Salté del tejado para aterrizar encima de Danzou y clavarle mi espada en todo su cuello, desgarrándole todo los músculos de este…

Dándole una muerte rápida e indolora…

Sin poder evitarlo, un poco de su sangre salpico por mi rostro dejándome el rostro levemente manchado de su sucia sangre. Por desgracias mi camisa también fue levemente manchada.

Me levante de encima sin perder la mirada de su ahora degollado cuerpo, tome nuevamente el mango de mi espada y la saque de la arteria principal de Danzou.

Envaine mi espada dándole la espalda al cadáver y me dispuse a escapar… Al parecer los "pequeños" ruidos de desgarre por parte del cuello de Danzou fueron escuchados por ciudadano, activando hacia la alarma del pueblo…

Ya había cumplido mi misión… Ese maldito bastado ya no volverá a cometer esos actos en contra de Italia…

Se deberán preguntar quien es este barbarico asesino de ojos negros ¿no?... Hump, mi nombre es Sasuke Uchiha y como verán… Soy un asesino italiano