Disclaimer: APH es de Hidekaz Himaruya.

Título: Tomatitos de chocolate.

Pareja: Espamano (EspañaxRomano)

Resumen: Porque después de todo, Romano también tenía su lado romántico.

Advertencias: Uso de los nombres humanos de España (Antonio) y Romano (Lovino). Fluff y un Italia del Sur un poco OoC.

¡Otro pequeño conjunto de drabbles hechos por mí! En esta ocasión serán cinco, y de parejas un poco variadas (de acuerdo, ni tanto). Ya tengo escritos cuatro, sólo me falta el último drabble 8D ¡Espero y sea de su agrado! ^^.


Tomatitos de chocolate

Muchos eran los que decían que Romano no demostraba otro sentimiento que no fuese enojo o miedo.

España era uno de los pocos que decían que Romano demostraba más sentimientos que no fuesen enojo o miedo.

Tal vez fuera porque le conocía desde que eran unas naciones recién creadas, o tal vez fuera porque se la pasaba todo el tiempo pegado como chicle al italiano. Lo que era verdad, es que Antonio sabía eso debido a un simple motivo que comenzaba cada 14 de Febrero de cada año.

Debía de admitirlo, Lovino siempre parecía molesto, cobarde, enojón y amargado, pero en ocasiones especiales como ese día, sacaba a relucir su lado más apasionado y romántico. Y Antonio lo adoraba más esos días, ya que podía decirle al castaño cuanto le amaba sin recibir ningún cabezazo en el estómago.

Y lo mejor de todo era que el mayor de los Italia siempre le traía algún presente hecho por él. Cómo aquel día, en el que al abrir la pequeña caja que el italiano le había dado, se había quedado mudo por la sorpresa. Romano le miró fijamente, sonrojado y con el ceño fruncido, aunque con el claro temor de que su regalo fuese rechazado.

— ¿Y bien, idiota? — preguntó, pero no recibió respuesta. Eso le molestó un poco, pero a la vez le asustó — ¡Respóndeme! — le exigió.

El español le miró, con la cara seria y sin expresión alguna, asustando un poco al castaño. Italia Romano creyó lo peor, y sin atreverse a seguir allí, se dio media vuelta, dispuesto a marcharse de la presencia de Antonio.

Pero España le detuvo. Sujetó su brazo no con mucha fuerza y le hizo girarse para que le mirara nuevamente a sus ojos. Ambos verdes chocaron, y sin poder evitarlo, Lovino se sonrojó como nunca. Antonio sonrió ampliamente.

— Me encantan, Lovi — susurró, echándole una miradita al par de tomates con forma de corazón que tenían una cubierta de dulce chocolate (hecho con la ayuda de cierta belga).

El rostro del italiano se encendió, producto de la vergüenza.

— ¡Qué no me llames así, joder! — le gritó, apenado, mientras que le daba un bue golpe con la cabeza en el estómago.

España terminó rodando en el suelo por culpa del dolor. Vale, tal vez no todos los catorces de febrero se podría salvar de la técnica mortal de Lovino, pero al menos, lograba sobrevivir para contar que había visto el rostro sonrojado del gruñón de los Italia.

Y para decir que era uno de los pocos que podían ver esas reacciones en él.