Nota de la autora: Odio los prejuicios de cualquier tipo, por eso quiero hacer una aclaración. Soy la clase de persona que aborrece profundamente la saga Crepúsculo y la considera una aberración a la literatura, por lo cual me gustaría evitar que algún lector pensara que esto ha sido inspirado por los libros de S. Meyer. La fuente de inspiración para esta historia la he encontrado en el excelente, creativo trabajo de Jurojin, (Eternally yours I y Eternally yours II), y no en la colección mencionada más arriba.
Prólogo
Ella era a él lo que la manzana había sido a Adán y a Eva: el fruto prohibido, aquel que en su boca sería dulce como la miel pero que traería como amarga consecuencia la expulsión del paraíso.
El color oscuro e intoxicante perfume de la sangre que corría por sus delicadas venas lo tentaban a probarla, a embriagarse de ella para saciar su sed, pero con observarla de lejos y relamerse los labios debía conformarse, pues hasta la más inocente de las mordidas acarrearía consigo un castigo severo y cruel.
A sus impulsos no podía ceder. Para aquél creado en perfección y dado como regalo a la especie que nace cuando cae la noche y fallece con las primeras luces del alba la pureza es veneno, tanto o más que la filosa punta de una daga de plata. No debían alimentarse jamás con sangre virgen ni tomar la inocencia de ninguna joven: cualquiera que quebrantara las leyes de su propia naturaleza por un instante de placer conocería así el comienzo de su triste ocaso.
Por eso amarla y pecar eran sinónimos.
Por eso desearla lo hacía merecedor del destierro.
Por eso ella significaba para él lo que la manzana había significado para Adán y Eva: la muerte.
