Disclaimer: Shingeki no Kyojin y sus personajes son propiedad de Hajime Isayama, la trama de esta historia es completamente mía.

Advertencia: BL | Chico x Chico | Lenguaje un poco vulgar | Ereri |


I. El llanto ahogado de un niño

Envuelto en la empapada tela de lo que una vez fuese mi ropa más buena, mantengo la cabeza gacha mientras mi cuerpo deambula sin rumbo fijo entre la poca gente que asolaba la triste y mugrienta acera, mojada y sucia como mi presencia. Para nada triste como se espera de alguien que camina mallugado y cojo, prácticamente a ras del suelo; alguien quien hacía nada era abusado físicamente en un pequeño callejón detrás de una pequeña, pero distinguida cafetería. La lluvia de verano acarreaba toda señal de vida por su espesa neblina, aun así, no importa. No, no estoy deprimido, aunque si, ese alguien soy yo. Mi tristeza es nula, pero mi rabia es latente; sin embargo, se mantiene neutral al recordar las limpias vendas que amoldan mi muñeca derecha y la historia que lleva consigo. Hoy 12 junio, será declarado el nuevo día más feliz de mi mugrienta y jodida vida… uno del montón de días más felices que espero ansioso por tener.

5 de mayo.

Había salido temprano de la escuela, pasaba como todos los días en la vieja bicicleta por el pavimento intentando maniobrar entre las personas que vivían sus vidas citadinas como en las películas de Hollywood: siendo parte más del paisaje. Mis ruidosas ruedas llamaron la atención cierto grupo con cual me había topado hace unas horas atrás. Mis ganas de pelear por proteger mi nombre se apagaron cuando recibí las llamadas de mi madre que marcaba como desquiciada, hizo al menos diez llamadas las cuales nunca respondí.

− ¿Qué sucede? ¿piensas huir porque es una mujer? −grito uno de ellos, eran al menos cinco y ese era el que más jodía con su irritante tono de voz y esos pestilentes ojos marrones brillando burlones. Sus dientes parecían grandes mazorcas por esa gran trompa que se cargaba.

No entendía cuál era su esmero de que cada puto día debían estarme tocando los huevos, no ha habido razones para su disgusto conmigo salvo aquella vez que quizá casi destrozo al dientes de mazorca por decir que mi hermana estaba rica y que quería conocerla para ciertos asuntos. Además, había dos cosas me enseño bien mi padre −sí, no una ni diez, ¡dos! Ya que, él no podría enseñarme nada más bueno, como si ser un borracho de mierda y abandonar a tu mujer e hijos por una tipa que podría ser mi hermanita fuera bueno. −, era: uno, no dejar que se mofen de ti; y dos, un Jeager tiene un buen gancho izquierdo. Y pues bien, poniendo en práctica ambas, me lancé a intentar tirar uno de esos feos dientes. Mi buena suerte entonces se esfumó.

Ya eran pasada las cuatro cuando la pequeña brisa de mayo me dio una bofetada mientas arrastraba mi ahora destrozada bicicleta hasta mi porche. Mi ahora destrozado labio sangraba hasta hacerme un pequeño rio que surcaba de mi comisura hasta mi mentón, pareciese que fuera una cortada en vez de un golpe contundente que reventó la sensible piel y que me dejo un gran hematoma en la mejilla. Aceptaría que perdí justamente de no ser porque fue una patada la que me dieron y no un puñetazo y no me pondría tan avergonzado si tan solo mi contrincante hubiese sido de mí mismo género, algo que no vi venir hasta que el puñetazo fue detenido y en un giro la patada fue encestada en mí cara.

− Mamá, ya llegué. −anuncié mi llegada esperando los gritos de reprimenda por demorarme y las lágrimas de angustia por verme tan golpeado; sin embargo, no hubo nada de eso, solo un simple y asqueroso silencio.

5 de mayo a las 3:45 de la tarde, mi madre se había suicidado tragando un montón de pastillas para dormir, había estado todo este tiempo bajo presión porque mi hermana había conseguido su posgrado en una universidad de prestigio y las deudas que la envolvieron por querer ayudarla y mi estudio terminaron por llevársela. Ella me dejo solo con solo 16 años recién cumplidos, un funeral que brillaba por la ausencia de la gente. Ella no tenía amigos ni conocidos que le apreciaran del todo, siempre estaba tan metida en sus asuntos que olvidaba de que debía socializar. No tenía familiares que le apoyaran, desde que se casó con mi padre siendo ella tan joven, ninguno quiso saber más de la existencia de esa pobre y bella mujer que a sus 32 años dejo este mundo tan terrenal por culpa de la jodida economía. Ni siquiera mi padre quien la había cuidado tantos años porque ella estaba enferma se dignó a pararse aquí cuando le dije con la voz ahogada en llanto que su ex mujer había muerto. Tampoco su supuesta hija, aquella cuyos padres eran solo caras del montón de un viejo registro de personas desaparecidas y que mi madre tuvo el corazón de adoptar como su propia hija, esa que cuando la hallaron estaba al borde de la muerte a causa de un asaltante, ella ni siquiera tuvo el mismo corazón por venir a verla. Y no, no lo entiendo. Ella les dio de todo y nunca le devolvieron el favor.

− Malditos… ellos… son unos miserables. Hijos de perra…

Una semana después de haber pasado casi cinco días de llano en un pequeño orfanato, los jodidos ojos verdes que siempre veía todos los putos días en el espejo opaco y manchado del baño, los vi frente mío mientras se plantaba con mediocridad. Su rostro arrugado y esas canas pitando su barba obscura se torcieron al intentar sonreírme. Sus dientes, antes tan blancos como la nieve que asomaba la ventana de mi antigua habitación durante diciembre, ahora estaban tan podriros como todo su ser.

Sin rezongar, sin crispar, solo como el fantasma que era desde que ella murió, agarré camino a su lado como un alma que es llevada de la mano por la muerte. Su mano, no sabría decirlo con exactitud, pero me imagino que sería tan fría como aquella señora huesuda que hacía nada me quito lo que más quería.


Esta no es más que una limpia y pura remasterización de una historia que hacía un año que no escribo, la primera que escribí aquí en FF, espero que aquellas lectoras me perdonen por la falta de esa historia, pero les prometo que aquí será mejor contada como antes quise hacerla, pero carecía de la experiencia. A las nuevas lectoras espero que les facine y quisiera saberlo... un pequeño comentario, aunque sea el "conti, plizz", llena de alegría a quienes escribimos. Un beso y nos leemos pronto.

-K.