Vade mecum
La niña buscaba entre su ropa, bebía su sudor, le besaba los pechos y adentraba sus pequeñas manos entre las piernas de Teresa, que ya le había rechazado al hartazgo. Contra su voluntad. Se dijo que era mejor así, aunque le temblaran los brazos al situarla sobre sus rodillas. Que quizás después de todo, los humanos no podían cuidar a alguien tan tocado por el yoma. Que Clare acabaría en el mejor de los casos dentro de un burlesque, donde le harían lo mismo que Teresa ahora, pero con más brutalidad y que se despreocuparían por completo de su salud y bienestar. Ya conocía a los humanos. Acabaría en la calle, mendigando, enferma y siendo tomada por extraños a cambio de mendrugos de pan. No viviría más allá del invierno. Y se preguntaba qué tan bien estaría con ella, cuyo corazón estaba podrido y siendo su destino en todo caso fatal. A lo mejor tampoco vería muchos días por venir, antes de que le abrieran el vientre y se comieran sus órganos o bien, tropezara con una roca y se hiriera de muerte. Pero por ahora le acariciaba y se sentían bien las dos, aunque pudiera ser raro de decir en voz alta y tanto más de oír.
