"Te amo"

Esas simples palabras habían salido de tus labios.

Mi felicidad fue indescriptible.

No supe en qué momento, pero cuando me quise dar cuenta, ya te tenía entre mis brazos.

Tu risa retumbó en mis oídos, haciendo que yo riera también.

Qué felicidad y suerte la mía.

Dioses, debo contarle a Grover, el me dio consejos complejos para declararme, pero al final, ¡ja! Ya quiero ver su cara.

Aunque… cómo llegamos a esto es otra historia.

Te traje justo aquí, a la parte donde ganamos la caza de la bandera mi primer verano en el campamento, cuándo aún no sabía que era hijo de Poseidón.

Me seguiste sin preguntar, ahora que lo pienso, seguro ya te habías hecho una idea, al fin y al cabo, hija de Atenea eras.

Llegamos, te pedí que esperaras en la orilla del arroyo que días antes yo había formado.

Con nerviosismo, comencé a controlar el flujo del agua, pero bajo tu atenta mirada me fue imposible realizar lo que había estado practicando los últimos meses, dejándonos empapados a los dos.

El sol juega con tu cabello mojado.

Eres tan bella, cuándo recién llegué apenas lo noté, pero ahora, con 17 años y cinco veranos para mí y diez para ti en el campamento, los entrenamientos han causado buenos resultados en ambos.

Annabeth.

Lentamente te alejo de mí, ambos mojados aún y me sonríes.

Tus ojos platinados brillan de una manera extraña, ¿así brillaran los míos?

Acaricio tu mejilla, que se torna de un ligero carmín.

En algún momento de nuestro desarrollo logré crecer más que tú y tienes que levantar la cabeza para mirarse, me rio.

Frunces el ceño ligeramente, buscando la razón de mi risa.

Sonrío ante tu mente calculadora y bajo para darte un beso.

Un ligero pero significativo beso.

Abres los ojos más de lo que los habías abierto en meses, te separas de mí y te tapas la boca con las manos.

Estas coloradísima.

Tapas tu cara completa con ambas manos y balbuceas incoherencias, me das la espalda.

Te abrazo por detrás, rodeando tu cintura.

Murmuras que los hombres no saben esperar a las bases y me rio con ganas, te abrazo con más fuerza y tus orejas se colorean también.

Y ahí en medio del bosque, solo el agua fue testigo de nuestra inmadura y nueva relación.