Walburga comprendió que Sirius era diferente el día que su hijo menor cumplió cuatro años, ella recuerda como Sirius su hijo mayor había empezado a llorar cuando estaban a punto de comer la tarta para luego correr hacia la mesa y tirarla al suelo en un berrinche. Lo habían regañado, como era de esperar pero el no se había visto afectado. No como debería al menos.
Había visto triunfo en su mirada cuando habían acabado el regaño.
También había visto como nacía una chispa rebelde en sus ojos desde ese momento, una chispa que hasta el día de su muerte jamás se apagó y contra lo que su esposo deseaba ella no le castigo físicamente, él era un Black diferente así que sería criado de forma diferente a sus primas y hermano, sería un Black digno pese a las diferencias obvias de carácter con el resto de la familia.
Su nombre dejaría de ser Walburga Black si su hijo resultaba ser un Gryffindor idiota de pacotilla.
Su hijo sería un purista, claro que sí, pero no se le podía formar como uno dándole las charlas que se le dieron a ella y a su marido de niños, las que se le estaban dando a sus primas y a su hermano, no, ella sabía que no podía hacerse así, Sirius era un rebelde que no creería en la pureza si se la trataban de meter a la fuerza, tendrían que ser sutiles y tratar de hacerle ver que los sangresucia eran inferiores de forma reservada.
Su hijo sería un purista, quisiera o no.
Desde aquel día la meta de Walburga fue hacer que su hijo fuese un purista, o que al menos no corriese tras los sangre sucia, hasta el día de su muerte ella pudo decir que hizo un buen trabajo con su hijo mayor.
O al menos eso le gustaba creer, dios sabe que le gustaba engañarse.
