El bar estaba lleno de gente, algo que molestaba ligeramente a Alec, pero había decidido no quejarse pues se lo debía a Jace. Los dos habían pasado unas semanas bastante difíciles y necesitaban relajarse, re-conectar. Jace le había pedido ir a tomar algo los dos y, aunque al principio Alec se había sorprendido pues Jace solía irse siempre de copas con Clary desde que había formalizado su relación, no se había negado. No recordaba la última vez que ambos se habían ido solos de bares, pero ahora se arrepentía, pues se lo estaba pasando bien.
Alec iba por su tercera cerveza y primer chupito de tequila cuando Jace volvió a su mesa con otros dos chupitos más. Sentía esa sensación de ligera embriaguez, como si ese interruptor que según Izzy siempre estaba encendido en él se hubiese puesto en modo ahorro de energía.
'¿Qué es esto?' Preguntó levantando las cejas ante las dos bebidas de color rosa que Jace había puesto en la mesa.
Jace se sentó a su lado con esa sonrisa que iluminaba cuevas y miró a dos chicas en la barra. Alec pudo ver como eran hadas. Ellas les saludaron con unas sonrisas y siguieron hablando.
'Nos invitan ellas.'
'Pensé que tenías novia.' Dijo Alec sin dejar de levantar la ceja.
'Por el Angel, Alec, es un chupito, no es como si me fuese a acostar con ellas.' La voz de Jace con un deje de ofensa.
Alec se encogió de hombros y cogió el vaso. Olía bien, como esos cocktails de fresa que Magnus preparaba que tanto le gustaban. Una sonrisa apareció en su labios sin poder evitarlo. Magnus…
'Por cierto, le gustas a ese de ahí.'
Esas palabras devolvieron a la realidad a Alec. '¿Qué?'
Jace señaló con la mirada a un grupo de hombres, mundanos, y Alec imaginó que hablaba del que estaba en el medio, uno rubio de más o menos su misma edad. El hombre levantó la mirada al notar la de Alec y le sonrió, manteniendo los ojos fijos en él unos segundos hasta que volvió a mirar a sus amigos.
'Sip, le gustas.' Dijo Jace dando un trajo de su cerveza.
'¿Cómo lo sabes?' Pues aunque Alec había estado saliendo con Magnus casi un año seguía siendo inepto en lo que se refería a ligar e insinuarse a otra persona.
Jace le miró con esa cara de cariño y exasperación que dedicaba solo a Alec. 'Conozco esa mirada. Créeme. Te quiere ver desnudo en su cama.'
'Pena.' Alec acercó el vaso de chupito a Jace y éste cogió el suyo. Chocaron los vasos en un silencioso brindis, sin dejar de mirarse a los ojos.
'Pena.' Dijo Jace, pues sabía que en eso Alec y él eran iguales. Solo había una persona en sus mentes, solo una que llenase su corazón, y ninguna cantidad de bebidas gratis o miradas furtivas iba a hacer que eso cambiase.
Se tragaron las bebidas al mismo tiempo, sin fijarse en cómo las dos hadas de la barra dejaban el bar antes de que los vasos tocasen de nuevo la mesa.
No fue hasta quince minutos más tarde cuando Alec empezó a encontrase mal. Le dolía el pecho, pero de una manera como nunca le había pasado. Miró a Jace y supo que su parabatai tampoco se encontraba bien. Quizás era el alcohol, pero en las pocas veces que había bebido nunca se había sentido así. Necesitaba agua, necesitaba refrescarse la cara pues de repente estaba sudando, incómodo, como si su piel estuviese a fuego vivo.
'Voy al baño.' Dijo mientras se levantaba apoyándose en la mesa.
'Voy contigo.' Dijo Jace apoyándose en él.
Ambos llegaron al baño como pudieron, abriendo la puerta y dándose cuenta de que era para solo una persona, pero lo suficiente grande como para una silla de ruedas. No tuvieron que comentar nada, entraron los dos al mismo tiempo. Jace se acercó al inodoro y se pudo de rodillas, vomitando todo lo que había bebido esa noche. Alec se llenó las manos de agua y se lavó la cara, intentando enfocar la mirada, pues se sentía extremadamente mareado. Cogió más agua y se la llevó a los ojos. Fue entonces cuando notó un intenso dolor por toda su columna vertebral y perdió el conocimiento, cayendo junto a Jace, el cual yacía desmayado en el suelo del baño.
Alec abrió los ojos y le costó unos segundos enfocar la mirada. Por un momento no recordó nada, no sabía dónde estaba ni qué había pasado, pero luego le vino todo a la mente de golpe.
'Jace.' Dijo, pero su voz sonó extraña, más aguda. Movió la cabeza, la cual le daba vueltas, y buscó a Jace, pero a su lado solo había una mujer rubia con rastro de vómito en la boca. Intentó alejarse de ella y ponerse en pie, pero no conseguía recuperar el equilibrio y se cayó encima de la chica, despertándola. Esta intentó abrir los ojos, pero debía de estar igual de desconcertada que Alec.
'¿Alec?' Dijo como si ese nombre fuese la solución a todos sus problemas.
Alec la miró sorprendido, pues no recordaba conocerla, aunque había lago familiar en ella. Movió sus manos y las apoyó en la pared, haciendo un segundo intento de levantarse, y fue entonces cuando se dio cuenta. Sus manos eran distintas. Sus brazos eran distintos, eran… Eran más finos, más delicados, aún con músculo y en forma pero no de hombre, no… Toda la energía le volvió de pronto y se puso en pie, agarrándose al lavado y mirándose en el espejo.
'No. No. No. No.' Dijo y vio como una chica morena con ojos avellana idénticos a los suyos se reflejaba en el cristal. '¡Jace!' Se giró y miró a la chica del suelo.
'¿Qué?' Dijo esta abriendo finalmente los ojos.
Alec se arrodilló a su lado y cogió la cara de la chica entre sus manos. Ahí estaban esos ojos azules y marrones que tan bien conocía.
'¿Quién eres?' Dijo la chica, enfocando la mirada en él.
'Soy yo, Jace. Alec.'
'¿Qué?'
'Ven.' Se puso de pie, intentado controlar su equilibrio, y agarró a Jace hasta colocarlo delante del espejo. 'Mira.'
'Joder.' Fue lo primero que dijo Jace. Luego acercó su cara al espejo, inspeccionando sus rasgos femeninos.
La mente de Alec iba a mil por hora, analizando la situación, buscando causas y efectos de esto. Se miró las manos, las runas, la ropa. Todo estaba en su sitio. Se levantó la camiseta y vio la runa de parabatai. Estaba intacta, podía notar a Jace a través de ella. Miró hacia el otro lado de su torso y vio la cicatriz de la última herida que se había hecho hacía dos días. Era su cuerpo, era él… En chica. No era como había sucedido meses atrás con Magnus, cuando Azazel había decidido gastarle esa macabra broma a su novio. No, este era su cuerpo, era Alec, pero… Bajó la mirada y vio sus pechos, abultados y redondos llenando su camiseta y estirándola como nunca antes. Vio como la ropa le quedaba suelta en unos lados y ajustada en otros. Era él. Miró a Jace y se dio cuenta de que Jace también era él, pero en chica; el cual se estaba tocando sus más pequeños pechos mientras se miraba en el espejo.
'¡Jace!' Pues lo último que necesitaba en ese momento era Jace tocando sus pechos de mujer, en su cuerpo de mujer, grabado en su retina. '¿Qué demonios a pasado?'
'¿Y yo que sé?' Dijo él más relajado que Alec, el cual estaba empezando a ser consciente de la situación y a tener un ataque nervioso. 'Lo último que recuerdo es estar aquí, vomitando, y de repente tengo tetas.' Fue decir eso y una idea pasar por la mente de Jace, Alec pudo notarlo, pero todas sus esperanzas desaparecieron cuando su parabatai se llevó la mano a la entrepierna y notó la falta de genitales en sus calzoncillos. 'Oh, Dios.'
Alec cerró los ojos y respiró, invocando en su mente a Raziel y pidiéndole paciencia. 'Esto es serio.' Dijo Alec.
'Ya lo sé.' Contestó Jace. 'Pero sigo sin saber cómo ha pasado. Sé lo mismo que tu.'
Alec buscó entre sus bolsillos y se dio cuenta que no tenía el teléfono con él, se lo había dejado en la mesa. Se acercó a Jace y metió la mano en sus pantalones.
'¿Qué haces?' Preguntó éste más escandalizado de lo necesario.
'Tu móvil. Tengo que llamar a Magnus.'
'Buena idea.' Dijo Jace dejándose hacer. Alec paró al darse cuenta de que su hermano no lo llevaba encima.
'Te lo has dejado en la mesa.' Dijo Alec.
'Pero me lo ha dejado en la mesa.' Dijo Jace al mismo tiempo.
'Genial.' Dijo Alec sarcásticamente. Se miró al espejo, se ajustó más el cinturón y abrió la puerta del baño, saliendo con cuidado. Jace le siguió. No tardaron en darse cuenta en que el bar estaba vacío, las mesas recogidas y las puertas cerradas. Se miraron, comprendiendo la situación, y Jace miró al reloj de pared, daba las tres y veintisiete de la mañana.
Alec se fue a la barra, buscando entre las pertenencias sus móviles, no los encontró. 'Joder.' Dijo sin poder evitarlo. Miró a Jace, el cual estaba buscando entre las mesas, pero este negó con la cabeza. Su única opción ahora era ir a casa de Magnus. Volvió al pasillo que daba al baño y Jace le siguió, abriendo la puerta trasera y dejándole pasar. Alec salió a la calle y notó el frió aire de Nueva York golpearle. Fue una sensación un tanto extraña, pues notó el frío en partes de su cuerpo en las que antes no lo había notado tanto antes, y menos en otras. Caminó hasta el final del callejón y miró a los lados, no había casi nadie, volvió con Jace.
'Estamos a unos veinte minutos de casa de Magnus.'
Pero Jace no le estaba mirando a los ojos, sino a su pecho. Alec bajó la cabeza y descubrió que sus pezones, más grandes en su cuerpo de mujer, se marcaban en la camiseta dejando poco a la imaginación. Volvió la mirada a Jace con una cara extremadamente seria.
'¿Qué?' Se defendió Jace. 'No puedo evitarlo. Son… Bueno… Están ahí… Y… No sé, Alec. Esto es raro, ¿vale? No asocio esos pechos contigo.'
'Ni vas a hacerlo. Deja de mirarlos si no quieres que te noqueé y te lleve a cuestas a casa de Magnus.' Alec se dio la vuelta y empezó a andar, sabiendo que Jace iba detrás. 'Cuanto antes lleguemos antes podrá devolvernos a nuestro estado normal.'
Jace se puso a su lado, y Alec notó la misma determinación que sentía él a través de su vínculo. Alec respiró, tratando de recordar que Jace era Jace, y que la situación era extraña para ambos. Caminaron en silencio durante diez minutos, Alec intentando no pensar en cómo sus pechos se movían con cada pisada que daba, haciendo que le doliesen ligeramente. Pensó en Izzy y en lo rápido que ella se movía. ¿Cómo lo hacía? ¿Se sentía así siempre?
'No sé porqué tus pechos son más grandes que los míos.' Dijo Jace cortando sus pensamientos. 'Es injusto.'
Alec le miró sin poderse creer lo que oía. Iba a ser una noche más larga de lo que había pensado.
/
Magnus volvió a llamar a Alec pero no recibió respuesta. Miró el reloj y tiró el móvil en el sofá mientras se dirigía a su armario. Sabía que no debía, no era correcto, pero no podía evitarlo. No había sabido de Alec en cuatro horas, no desde que Jace y él había llegado al bar. Eso era lo último que Magnus sabía, y aunque no necesitaba saber donde estaba su novio a cada minuto, si que le preocupaba el hecho de que Alec no le hubiese escrito para decirle que iba a quedarse a dormir en el Instituto. Alec se había mudado oficialmente hacía poco más de un mes y desde entonces nunca había dormido en el Instituto, algo de lo que Magnus se alegraba enormemente.
El brujo cogió la chaqueta de cuero de Alec y se concentró. Sabía que traquear a su novio estaba mal, pero no podía evitar preocuparse. Cuatro horas sin recibir noticias, Izzy no sabía nada, Clary no sabía nada, nadie les había visto y Alec nunca estaría de fiesta hasta tan tarde, no sabiendo que tenía una reunión la mañana siguiente. Magnus temía que algo hubiese pasado, que un nido de demonios les hubiese atacado, que… Dejó la mente en blanco y pensó en Alec. Vio como la chaqueta le llevaba a Alec, pero no pudo ver su cara, solo vio negro, negro y una fina linea plateada y las letras "PH1". Un momento… Eso era su puerta. Oyó el timbre y tiró la chaqueta en la cama, yendo al encuentro del timbre y respirando aliviado por primera vez desde hacía una hora.
'Alexander, no estoy en contra de…' Pero no pudo acabar, pues el que estaba al otro lado de la puerta no era su Alexander, sino una mujer.
Una mujer extremadamente atractiva, con pelo moreno casi negro largo que le caía hasta más allá de los hombros, fracciones firmes y definidas, como si hubiesen sido talladas por Miguel Angel siglos atrás. Su camiseta dejaba entrever dos hermosos y grandes pechos, seguidos por unas caderas amplias. Era casi tan alta como él, cubierta en runas familiares. Volvió su mirada a los ojos de la joven y vio en ellos algo que conocía. Conocía esos ojos avellana, pues los veía cada vez que se despertaba y antes de irse a dormir. Los reconocería en cualquier sitio.
'¿Alexander?'
'Hola Magnus.' Dijo la joven, su voz más aguda, pero con el mismo cariño en su nombre que cuando la pronunciaba su novio.
Magnus se dio cuenta de que había alguien detrás detrás de la joven. Otra mujer joven, rubia, más menuda, con proporciones más comunes, menos atractiva pero si más bonita que la morena. Sus ojos azules y marrones.
'¿Jace?'
'Magnus.' Dijo la joven rubia.
Magnus abrió la puerta, dejando pasar a las dos chicas y dirigiéndose al mini bar. Algo le decía que iba a necesitar un gin tonic.
Continuará…
Quiero dedicar este fanfic a todas las personas que me escriben y comentan mis historias. Gracias por ser maravillosas y darme la energía que necesito para escribir más. Espero que esta historia os guste.
