バイオハザード le pertenece a Capcom.
Una jaula salió en busca de un ave.
Moira no es el tipo de chica que prefiere rodearse de pilas de libros y pasarse la vida entre hojas amarillas y frases con significados ocultos. Desde muy pequeña utilizó los libros como herramientas. Tomaba los viejos volúmenes de su padre —esos que hablan sobre cómo desmontar un fusil y de qué manera llevar a cabo las misiones de búsqueda y rescate— para compensar la altura que no tenía. Los juntaba, uno sobre otro. Se subía y alcanzaba el libro de ilustraciones favorito de Polly. Una vez, Barry le dijo que si Jill podía hacerse con un montón de objetos aparentemente inútiles y sobrevivir sólo con ellos, ¿por qué sus preciosas hijas no?
Después el interés por las armas la envolvió, apretó el gatillo con curiosidad infantil y la escalera de libros que construyó con esfuerzo y admiración se derrumbó. La cagó.
Nunca le gustó leer. Entre párrafos siempre tuvo el tiempo suficiente para pensar. Reprocharle a la ridícula antagonista sus decisiones y planes de loca perturbada, sentirse identificada con la protagonista que comete un error y es castigada injustamente, y darse cuenta de que si alguien tiene la culpa no debe de ser ella.
Por eso, cuando ve a su nueva hermana con un libro entre los brazos, se agacha y le sonríe. Sin fijarse en el título del libro, no le interesa en lo más mínimo.
Cualquier niño que lleve un libro a todas partes va a terminar como un empollón cuando crezca. Pero Natalia es una Burton ahora. Qué se le va a hacer. No es como si Polly no leyera novelas románticas y sosas de vez en cuando.
— ¿Papá te compró eso? ¿Te gusta?
— ¡Sí! ¡Voy a leerlo! —Las mejillas se le cubren con hoyuelos y, antes de que su hermana mayor pueda preguntarle algo más, sale corriendo hacia su habitación. Cierra la puerta y cuando alcanza la cama, abre el libro.
La familia Burton es buena. No conoce el mal y aunque lo conozca es incapaz de descubrirlo, aunque éste corretee en los pasillos de su casa con un vestido blanco, unas trenzas coquetas y una sonrisa inofensiva. Sólo el mal se conoce a sí mismo. Sólo Alex, consciente de sí misma, es capaz de pedirle a Barry un libro de Franz Kafka sin sonar sospechosa, sin dejar que Moira se entere de su interés por el autor checo.
Ha dejado sutilmente el libro al alcance de Moira. Sus experimentos han dado resultados esclarecedores: Moira ni siquiera le ha echado un ojo. Para ella, que todo lo que le causa dolor e incomodidad termina siendo un objeto con vida propia que merece los peores calificativos existentes en el mundo, no debe de ser interesante un libro que dice más de lo que su dueño pretende comunicar de sí mismo al mundo.
No se imagina lo difícil que hubiera sido terminar en el cuerpo de Moira, una chica que desprecia con todos sus genes el llevarse un libro a la cama. Seguir la lectura con el dedo índice debe suponerle un esfuerzo que, aunado a su exceso de vitalidad, les sugeriría una depresión a sus progenitores.
Se alegra de ser Natalia Burton. De tener como hermana a Moira.
N/A: Quería escribir algo sobre Moira, al final creo que fue algo sobre Alex y Natalia.
