Eyes, lie.
Chapter I: ¿Me has dicho ya que te repugno?
Si hubiese sido cualquier otro día podría haberme levantado temprano, como suelo hacer, vestirme rápidamente con el uniforme sin atender lo más mínimo a mi aspecto para irme, corriendo, hacia la biblioteca y prepararme, así para todas las clases del día y repasar mi trabajo de Historia de la Magia. Este es mi momento de paz del día y no me lo perdería por nada del mundo, sola, en mi lugar favorito de la escuela, mientras el sol se levanta perezosamente delante de mí. Poco a poco, los alrededores del castillo se van cubriendo de luz. Pruebo de aprovechar todo el tiempo que me queda antes de ir a desayunar al Gran Comedor con mis dos mejores amigos, quienes, como de costumbre se levantaran tarde y se sentaran a mi lado entre prisas, con los cabellos por peinar y soltando algún que otro bufido. Pero se les pasará todo en cuanto vean la comida y ya no van a pensar en nada más. Yo estaría aún repasando mentalmente los pergaminos, con la mirada fija en algún punto indiferente de la mesa, hasta que les avise de que es la hora de empezar las clases y casi los arrastre por los pasillos mientras ellos terminan de masticar cualquier tipo de pastel o tragar el último sorbo de zumo de calabaza.
Durante las clases habría estado atenta, sin perderme ni un detalle de las explicaciones de los distintos profesores y sin que mis ojos estuvieran en otro lugar que no fuesen mi pergamino o mi pluma. Al llegar a la sala común, ya al anochecer, me hubiera quedado hasta el último momento haciendo y rehaciendo los deberes, ayudando a Harry y a Ron hasta que estos, ya cansados se fueran a su dormitorio y yo, recordándome otra vez que debo dormir más para que no me salgan esas bolsas en los ojos que raros hechizos pueden borrar, me retiraría, finalmente, al dormitorio de las chicas y antes de contar diez ya estaría durmiendo.
Pero resulta que no, este no es cualquier día.
Hoy me levanto más tarde de lo que es habitual y, mientras me maldigo por haberme dormido y no haber tenido tiempo de ir a la biblioteca a repasar mi trabajo para el profesor Binns, corro hacia la mesa de los leones mientras tengo que aguantar las miradas raras de mis amigos a los que respondo mentalmente con un: ¿Qué, todo el mundo se puede dormir no? Pero sé que tienen razón y que esto no es normal en mí. Apenas como y si además se me compara el resto de leones se podría decir que una lechuza come más que yo hoy. Me quedo abstraída, con la mente en blanco sin conseguir ni recordar el nombre del mago que signó el tratado de paz con los gigantes… y de golpe mi doy cuenta de que mi mirada ha llegado hasta cierta mesa al otro lado del comedor ¿Se puede saber que estoy haciendo?
Harry y Ron vuelven a mirarme de extraña manera ¿Pero se puede saber que les...Mierda! si no nos damos prisa vamos a llegar tarde. Los entiendo, están acostumbrados a que sea yo quien les avise para marchar.
Durante las lecciones las palabras de los profesores me entran y me salen sin darme tiempo a formar ideas coherentes en mi cabeza, mezclo conceptos. El fru-fru constante de las plumas contra el pergamino me conducen hasta los brazos de Morfeo. Y sueño con los ojos abiertos. Por fin llegamos a la sala común, hoy estoy demasiado confundida y no me veo con ganas de ponerme a hacer la tarea además de que me siento incapaz de escribir frases con sentido y, ante la mirada atónita de la pequeña de los Weasley subo al dormitorio de las chicas. Pero hoy no puedo dormirme, mi mente se divierte a mi costa creando pensamientos de cabello platino y ojos hielo de pesadilla.
Me percato de la presencia de una lágrima que moja mi mejilla justo antes de quedarme dormida, pero ni siquiera entonces soy capaz de librarme de esa maldita serpiente.
Corro, por pasillos desconocidos, oscuros. La fatiga se hace palpable. Gotas de sudor descienden por mi rostro. Pero no paro. Puedo sentir la agotación en mis pies. Arrogancia. Mi respiración agitada. Odio. Sigo corriendo. Visiones fugaces de icebergs tenebrosos. Fuego. Destellos platinados. Desprecio. El suelo no se detiene bajo mis pies. Ira. De repente un muro aparece delante de mí aunque algo me dice que lleva ahí mucho tiempo, inamovible, esperándome para recibirme en su fría piedra. Paro. Cautelosamente doy media vuelta anticipándome a la visión que tanto me aterroriza…
Me despierto con las sabanas esparcidas por mi alrededor. Sudando. El miedo aún descansa en algún lugar dentro de mi.
Desde la ventana, las primeras luces me acarician, tímidas, como si quisieran calmarme, como si quisieran hacerme olvidar esta pesadilla, y aunque no lo consiguen, me convencen de que debo levantarme. Reúno fuerzas y me incorporo, escucho el silencio.
Las demás chicas aún duermen, con sus sueños tranquilos, alguna hasta esboza media sonrisa antes de volver a taparse la cabeza con la almohada. Será señal de que no he gritado esta noche. No es mi intención despertarlas. Me cubro con mi bata porque, a pesar del sudor, tengo frío y me dirijo hacia el baño. Allí, desde el espejo, la peor versión de mi me mira con una mezcla de temor y esperanza, bondad y malicia, sumisión y furia, o quizás es que aún estoy demasiado dormida.
Hora de empezar un nuevo día, Hermione – me digo, intentando darme ánimos para enfrentar este nuevo amanecer y todo lo que conlleva.
Sin tener tiempo, tampoco hoy de ir a mi santuario de libros, decido comer algo antes de empezar el día académico. Intento con todas mis fuerzas concentrarme en la conversación que están teniendo Harry, Ron y Ginny sobre como enfocar los entrenamientos de Quidditch de este año, pero solo consigo quedarme con la idea más superficial. Gryffindor quiere llevarse la copa un año más. Aunque mi cabeza está en Merlín-sabe-dónde parece que mi rostro simula atención, o que mis amigos están tan concentrados que no prestan atención en mi. Pero hoy me ahorro miradas raras por su parte.
Camino por los pasillos mientras me propongo hoy, ser fuerte, crearme un escudo un caparazón, que me proteja de aquello que me duela, que me convenza de que no todo es blanco y negro, de que existe una alternativa al sufrimiento. Que debo ser valiente aunque cada frese que sale por esos labios me duela hasta lo más profundo de mi ser. Hoy no le daré el placer de verme derrumbarme, de llorar hasta la saciedad, hoy voy a quererme un poco más, porque aunque sé que no voy a estar bien, debo parecerlo. Porque esta es mi vida y la serpiente de ojos helados no puede hacérsela suya destruyéndome poco a poco, lentamente. Porque después de tantas noches de pesadillas debo afrontarle, debo decirle a el también esas verdades que se que tanto duelen, abrirle la puerta de un mundo de dolor que el jamás habrá conocido.
Pero mientras me repito estos propósitos una y otra vez, unos ojos helados al final del pasillo consiguen que me estremezca ante solo una mirada.
-Ni me mires, Granger, me repugnas – susurra a voz falsamente aterciopelada directamente a mi oído.
Y me doy cuenta de que no voy a ser capaz de cumplirlos.
Hola! Como habéis podido ver este es mi primer fic, y con eso no quiero decir que os ahorréis las críticas, al contrario, os animo calurosamente a hacerlo! :)
