Capítulo 1-. Voces del pasado
Apoyó la palma de su mano en el borde del pozo con fuerza, crispando los dedos en el acto. El costado derecho aún le sangraba demasiado y su mejilla herida por la bofetada de su dueño todavía palpitaba.
"maldito". Lo odiaba, fue por él. Siempre fue por él. Un gemido de dolor se le escapó y dejó que sus pies humanos tocaran la hierba del bosque. "¡Bastardo!", había sido culpa de él, suya. Y ahora era su propia alma quién pagaba las consecuencias de todo, de absolutamente todo. Pero ya no más, ya no más.
Corrió con fuerza entre las ramas del bosque, rasguñando la débil piel sensible que le cubría esta noche. El cielo sin luna todo lo ocultaba. Un tropiezo, una caída -"maldita luna nueva" -masculló.
-¡DETENTEEEEE!- oyó el llamado tras sus pasos, pero no iba a escucharle, no esta noche, no hoy.
-¡Bastardo! – escupió de nuevo, esta vez de forma audible, sabiendo que también le afectaría la noche sin luna, gracias a eso al menos tenía una oportunidad.
-Detente…. por favor- La voz jadeaba allá atrás, al igual que la suya, pero sabía que la voz le alcanzaría. Sin zapatos, con sus pies humanos, entre el bosque, con una herida como la que tenía en su costado y sus energías disminuidas; "maldita sea, era una presa fácil hoy".- Por favor…. No lo hagas- Un apretón demasiado fuerte y su carrera se detuvo.
-¡Suéltame!- rugió, retorciéndose para liberarse- suéltame, maldita sea… ¡VOY A MATARLO!- pero su perseguidor se negaba a soltar su brazo. Su mirada se endureció y él chico que le sostenía vio entre los destellos de la oscuridad su ojos ensombrecerse- ¡TE ORDENO QUE ME SUELTES… AHORA!- y ya no hubo ataduras.
Sonrió y su pecho se infló ante su poder. Volvió rápido a su carrera, sin percatarse de las suaves gotas de lluvia que caían sobre su cabello negro. Podía verlo, ahí abajo: la aldea, y se detuvo sonriendo de nuevo- "bastardo"- apretó sus manos en puños junto a su cuerpo, sus dientes, sus ojos y sintió su corazón en el pecho apretarse, pero el dolor no se iba, jamás se iría, era más fuerte… "Kagome" el nombre de la sacerdotisa de la estrella retumbó en su cabeza, oculto bajo el susurro de una voz invisible y esta vez el gemido que emitió fue el dolor de su alma. "Bastardo", iba a matarlo- Te mataré- susurró con la voz ahogada y las lágrimas se fundieron con lluvia que esta vez arremetía con fuerza sobre la tierra.
-Detente ya- dijo alguien a su lado, suave, asustado, herido como ella. Mientras sentía que le apretaban la manga de su haori. Levantó la mirada hacia el humano junto a su figura, estaba destrozado, podía verlo. – ella no volverá, aun cuando hagas esto… él ni siquiera lo sabe- apretó sus puños de nuevo, el dolor se hizo más intenso, la sangre que perdía en ese momento le hizo falta y todo dio vueltas.
-Lo odio… - masculló con dificultad y se desplomó sobre el pecho del humano, cayendo de rodillas a la yerba- bastardo,… ¡es su culpa!… ¡Suya!-. Y gritó, dejando que el dolor le consumiera. Los sollozos se hicieron cada vez más profundos- es mi culpa… yo lo hice… - dijo casi en silencio, pero el humano ya no le oía, intentaba desesperado cargarle sobre su espalda, la lluvia era demasiado fuerte ahora - perdí el control, la mate- gimió. Pero su confesión se perdió en la oscuridad del bosque. Nadie escuchó.
"Lo sabemos" – el sonido ahogado de esa voz cerca del pozo le hizo contraerse de dolor. Podía sentir el palpitar del árbol sagrado a través de la yerba. Sí, nadie lo sabía, nadie humano, yōkai o hanyō, pero ellos sí. Ellos sí lo sabían.
