I don´t want realism
I don't want realism. I want magic! [Mitch laughs] Yes, yes, magic! I try to give that to people. I misrepresent things to them. I don't tell the truth, I tell what ought to be truth. And if that is sinful, then let me be damned for it! – Don't turn the light on!
"A Streetcar Named Desire" by
Tennessee Williams
Blanch, Blanch, Blanch. Yo quiero lo mismo que tú. Ojalá y pudiera regalarle al mundo esa mentira que les diera felicidad instantánea, aunque fuera por un momento.
Cierro el pequeño libro que contiene la obra que me enloquece y ha marcado mi vida por una oración. El mundo es una verdadera porquería. Si no hubiera gente que nos regalara la magia que necesitamos para continuar viviendo en este maldito mundo lleno de realidades dolorosas, seríamos simples mortales.
En cada ocasión que me permito perderme entre sus letras y ese mundo decadente que me regala una bocanada de aire, al percatarme de que el mío es menos injusto que ese, pero no por ello me enceguece al punto de no darme cuenta de una nauseabunda realidad.
Me asquea el hecho de pensar en la realidad, no la soporto, me repugna. Desde que tengo memoria es algo con lo que he tenido que lidiar, pero para mi fortuna y la de la humanidad, Dios me ha dado los medios suficiente para inventarme el mundo en el que quiero vivir. El dinero no lo es todo, no lo consigue todo, pero lo maquilla lo suficiente como para hacerlo medianamente soportable.
Me levanto a prepara una taza más de café, otro de lo elíxires mágicos que ayudan a controlar mi alma, apaciguarla y confortarla. Con la taza humeante entre mis manos me puedo regalar un instante de observación. Desde el balcón puedo observar el mundo desde el mágico filtro del clima brumoso de esta ciudad. Es alucinante, verlos a todos desde aquí, ver el mundo a mis pies.
Desde aquí dejo que los sentimientos recorran cada palmo de mi ser, los dejo poseerme y disfruto cada descarga eléctrica que me producen. Es una sensación tan placentera como dolorosa. Siempre ha sido más fácil entregar mi corazón que mi intelecto, mis pensamientos son la posesión más preciada que tengo. Sólo una vez sentí la confianza de abrir mi mente a alguien y esa persona decidió no valorarlo. Aquél que no sabe que tiene un tesoro en sus manos no merece poseerlo.
Yo sí sé reconocer un tesoro cuando lo veo y pero el problema es que soy un coleccionista incontrolable y sí ese tesoro se presenta ante mí deberá ser mío cueste lo que cueste.
Invadido por esta sensación, mi cuerpo me orilla al pensamiento y a la reflexión. El mundo no se ha dado cuenta que la magia no es espontánea, debe ser creada y preservada, mi misión en la vida es salvaguardar la mía, pero si un tesoro invaluable aparece, no puedo permitir que sea mancillado, despilfarrado o dilapidado. Para eso estoy aquí, la única misión en la vida de cualquiera debería ser el encontrar la manera de ser feliz, de lo contrario no merece lo que se le ha dado.
Tomo asiento en la mesa de café que se encuentra en mi balcón. A pesar del frío, disfruto sobremanera el poder sentir el aire fresco golpeando mi rostro. A lo lejos observo a un hermoso perro jugar en el parque. Son pocas cosas las que a final de cuentas valen la pena en este mundo y las personas no son una de ellas, son sólo contadas excepciones las que merecen ser observadas y apreciadas. Infortunadamente estoy rodeado de personas que no valen ni un instante de mi pensamiento. Nací en un mundo que está habitado por humanos repulsivos y funestos.
Observo con detenimiento mi alrededor, los lujos que me han sido otorgados, la comodidad y el silencio que me puedo dar el lujo de poseer. He creado el mundo en el que quiero vivir, la magia de la que me quiero alimentar todos los días y nada ni nadie logrará que cese en mi empeño por conseguir la que al mundo le ha sido arrebatada.
Sonrío al escuchar la línea de pensamientos que me han surgido, pues en realidad me importa poco la forma en el que mundo y sus humanos vivan. Si ellos perdieron la magia no es mi problema, la única responsabilidad que tengo es la de preservar la mía. Mi padre voló en pos de sus sueños a pesar de que el mundo considerara que lo que hacía estaba mal, no me importa hacer lo mismo. Es mi magia, es mi mundo, es mi sueño.
El clima es tan agradable para mí que decido tomar mi abrigo y caminar un poco, necesito un cigarrillo y nunca me he permitido fumar dentro de mi espacio vital. Comienzo mi paseo por la Quinta Avenida y es algo que me reconforta sobre manera a pesar de mi reticencia a salir de mi espacio, el saberme un completo desconocido en este micro universo me brinda un remanso de paz y confort. Nadie sabe quién soy, a ningún ser sobre la faz de la tierra le importa saberlo y así soy feliz.
Un transeúnte tras otro me evaden sin siquiera mirar. La prisa a la que camina esta ciudad le impide ver nada. Mientras espero la señal para cruzar una de las calles, miro de reojo a una de las miles de cámaras de las que está plagada la Gran Manzana y que le brindan a la sociedad moderna, una falsa sensación de seguridad. Miro al mundo de frente sin que ellos se percaten de que tengo el poder de cambiar sus vidas, como tampoco reparan en el ojo del gran hermano que les observa sin que se den cuenta.
Mi pensamiento vuela de nuevo hacia un punto obsesivo en mi cerebro, los reflectores y la vida pública; los políticos, artistas e intelectuales que viven por y para ello. Comparo sin detenerme pues me parece fascinante la sensación de poder que el anonimato me brinda y me compadezco de aquellos que tienen que estar bajo la mira con consciencia de que no son más que un producto a vender, regidos por la ley de la oferta y la demanda.
A esos personajes que viven bajo los reflectores les he analizado por años, son miles que aparecen y desaparecen en el firmamento mediático sin consecuencias aparentes, pero que evidentemente las tienen; destruyen vidas y micro universos en pos de la gran vendimia de sueños.
La caminata ha sido más larga de lo previsto y me he perdido en el mar de pensamientos que esta ciudad siembra en mi mente. Sin percatarme he llegado a uno de eso aparadores de las cadenas televisivas en las que uno puede observar desde la calle al presentador de noticias, como si de una gran pecera o zoológico mediático se tratara.
Ellos se ponen ahí, les gusta ser observados en vivo o a través de la pantalla. Time Square es un ejemplo vivo de ello. Entre más grande la pantalla, más satisfechos de sienten.
Mi recuerdo viaja hasta aquél momento en el que fui atraído por la magia de la televisión al igual que cualquier chiquillo. Me preguntaba si en el momento en el que encendía el aparato, ellos trabajaban para mí y si en cuanto lo apagaba, los mandaba a descansar. Con esta fantasía viví un tiempo hasta que mi padre me arrebató del sueño. En ese momento me pareció inverosímil que ellos, quienes fuera que estuvieran atrapados en esa caja, no estuvieran a mi disposición. Recuerdo el terrible berrinche que le valió a mi padre un sinnúmero de juguetes para acallarlo. Aún así, esa sensación de impotencia me ha perseguido desde entonces.
Desde aquél día pasé cientos de horas tratando de apresar a alguna de las estrellas que aparecía en la caja mágica. Cerraba con fuerza mis ojos y lograba que en mi imaginación, aquéllos hicieran lo que visualizaba, que un capítulo de mi serie de caricaturar favorito terminara de tal o cual manera. Un día le pedí a mi padre que me comprara a Mickey Mouse porque no quería que la película que vi terminara como lo hizo.
Él rió con mi ocurrencia y sólo atinó a decir: "Cuando te lleve a Disneyland te podrás tomar una foto con él." Y efectivamente reposa sobre la chimenea de mi departamento en un ostentoso portarretratos, mi histórica foto con el personaje.
En mi afán de coleccionar cosas terminé por comenzar a coleccionar momentos. Le pedí a mi padre una cámara y todos los aparatos que sirvieran para grabar, quería atrapar un momento, un instante y capturarlo para siempre.
Hace muchos años, un par de estrellas centelleó frente a mis ojos., ¿personajes o personas? Difícil labor la de distinguir la realidad de la ficción. Evidentemente sé que los actores representan a personajes ficticios, sé distinguir a la perfección una cosa de la otra. No estoy loco como para no hacerlo, pero en ese instante vi algo más, algo que en el resto no se podía distinguir. Entonces vino la epifanía, algo en el mundo valía la pena, ellos poseían algo único e irrepetible.
Busqué hasta el cansancio algo similar, cualquier cosa que se le pareciera, pero me fue imposible encontrarlo. Había antecedentes en la historia y eso me aterró. Ninguno de sus antecesores había logrado alcanzar la magia. Todos lo habían echado a perder en el camino.
¿Dios me ha hablado y me ha dado una misión? No lo creo, firmemente guardo la convicción de que mi labor es meramente terrenal y mundana, deben aprender y yo junto con ellos. Todos debemos aprender a manejar el peligroso tesoro que se ha puesto en nuestras manos, ellos poseen uno y yo tengo otro.
He aguardado con paciencia a que ellos se percaten del valor de lo que poseen, pero ha sido inútil la espera y no pienso permitirles que sigan los pasos de sus antecesores. Veinte años se dicen rápido y sin darse cuenta han pasado ¿y qué han hecho con ese tesoro? Si algo no tolero es el despilfarro y la dilapidación. No me refiero al dinero que me sobra, lo que no soporto es que los que fueron bendecidos con un regalo divino sean capaces de desaprovecharlo, ignorarlo o tirarlo a la basura.
A los tocados por los dioses no debería permitírseles poseer tesoros divinos cuando sus manos son tan torpes. En su momento fueron los reyes o papas ostentando falsos poderes y regalos divinos, hoy yo puedo identificar los verdaderos regalos de los dioses que han sido puestos en manos incompetentes.
Ellos tienen uno, el más valioso y preciado. No lo saben o por aún, lo ignoran y han luchado para deshacerse de él. La ira invade mi cuerpo de sólo pensarlo, no conozco a nadie que lo posea, no sé de nadie que lo haya rechazado con tal vehemencia.
Voy a mostrarle al mundo lo qué pasa cuando un simple mortal es capaz de jugar con un regalo divino, voy a enseñarles a ellos a valorarlo. Esa es mi misión. Durante años me he preguntado ¿por qué precisamente esa deberá ser la razón de mi existencia? y lo ignoro, desconozco el por qué, sólo sé que lo es. Quizás en su momento algunos pensarán que he perdido la razón. ¿Puede un loco percatarse de su locura? Si sé que estoy loco, ¿lo estoy?
No me importa saber que para el mundo mis pensamientos y actuar parezcan sórdidos, no me interesa la opinión del respetable. Yo no soy la estrella aquí, los reflectores no estás sobre mis ojos.
New York en estos días se sentía como casa. Siempre le había gustado que nadie supiera quién era. Un rostro como cualquier otro entre miles de rostros comunes. En todos estos años había aprendido a que ninguno notara su presencia. A algunos les molesta ser un don nadie, pero para sus planes nada mejor que eso.
Apagó el cigarrillo y guardó la colilla en el bolso izquierdo de la gabardina, no quería llamar la atención y menos por tirar basura a mitad de la calle.
Alzó el cuello de la gabardina en un gesto típico de quien se cubre del frío, sin embargo este pequeño gesto guardaba una doble intención, resguardarse del intenso frío y cubrir lo que pudiera de su rostro.
VUELO 796
LONDRES-NY
Mi cabeza reposa sobre mi mano y mi mirada se pierde hacia la oscuridad de la nada. Son tantos vuelos, tantas millas que he recorrido de ida y vuelta sobre mis pasos que seguramente habré dado varias vueltas al mundo montada en un avión. La otra mitad de mi vida la he perdido encerrada en un estudio de grabación encerrada en esa jaula de oro mediática de la que quise escapar sin éxito alguno. Son tantas horas perdidas en el encierro que después de escribir un poco no me queda otra opción que pensar.
Las personas anhelan la vida que tengo y no saben lo que es. En ocasiones me imagino sentada en un gran escaparate en el que el mundo entero puede observarme y yo no puedo más que permanecer ahí como objeto de ornamento para su entretenimiento y diversión. "Es un trabajo como cualquier otro" me repito hasta el cansancio para ver si en algún momento realmente llego a creerlo, pero realmente no lo es. Mi vida ha sido de todo menos común y por más que no haya estado entre mis planes o haya sido el más lejano de mis deseos, es lo que es.
Recuerdo aquél día en el que leí ese artículo y a mi estómago vuelve de inmediato la sensación de ira, pero a la distancia y con la cabeza fría, quizás él tenía razón cuando dijo que en ocasiones yo parecía un estúpido maniquí con la boca entreabierta. Eso es lo que soy, ni más ni menos y a la vista de todos. El primer día que me vi envuelta en esta vorágine no supe qué hacer y a palos de ciego he aprendido a utilizar el peso de mi oponente a mi favor, hoy he aprendido a manejarla, a que trabaje para mí o de lo contrario acabaría conmigo.
Tantos años dejándome llevar por la corriente, permitiendo que mi vida estuviera en las manos de cualquier otro menos en las mías. Durante mucho años me sentí incapaz de manejar mi vida, de tomar el control y dirigirla, pero era un espejismo. Ahora sé que poseo la inteligencia y astucia suficientes para hacerlo por mi cuenta. A pesar de que nunca he tenido la cordura suficiente pues soy presa fácil de mis impulsos y mis manos siempre han estado encadenadas por el miedo, ahora he logrado controlar varios de esos aspectos. Poco a poco comienzo a disfrutar de los frutos.
Viví atemorizada por todo, mi baja autoestima me ha orillado a exigirme al máximo en el trabajo y por ello no pude parar, no sé hacerlo y ahora no quiero hacerlo. Si me detengo tendré que confrontarme con mis demonios y sé que no podré luchar contra ellos. La soledad es uno, la falta de amor en mi vida otro. Tantos seres humanos que han pasado por mi cama sin dejar huella; ellos, ellas… nadie. La soledad es la única que me acompaña por las noches después de acostar a mis hijos y platicar con mi hija; nadie a un lado, nadie al otro, soledad y más soledad me rodea.
Desde mi última separación no he querido que nadie toque mi cama o mi cuerpo. Me siento vacía, indefensa, sola, pero aún así no permitiré que nadie vuelva a lastimarme. Mi único refugio es trabajar como bestia, caminar en línea recta sin detenerme, irme a ninguna parte, pero irme, mantener el movimiento y esperar. Esperar a que algún día algo cambie.
Trato de dormir un poco pues esta carrera de pensamientos dolorosos y autodestructivos no me va a llevar a ninguna parte y encerrada en un avión, menos opciones tengo para tratar de distraerme. Quizás leer un poco mientras espero a que el sueño me alcance, pero al poco tiempo me descubro montada en un carrusel de pensamientos que no cesa. La memoria trabaje de manera misteriosa y en mi mente es peor pues decide de manera aleatoria qué recordar y qué no.
Quizás sea mi reciente rompimiento el que me lanza a esta carrera de análisis, pues de alguna manera trato de encontrar los porqués, las razones del cúmulo de fracasos personales que me han tirado a la carrera irrefrenable de trabajo que pareció mi única vía de escape. Nuevamente me descubro huyendo de algo en mi vida, es evidente que no sé hacer otra cosa que eso.
Hace muchos años me descubrí en un evento en el que no tenía la menor idea del por qué debía estar ahí. Me di cuenta que yo no pertenecía a ese lugar, a ese medio y que debía huir de ahí, poner tierra de por medio si no quería acabar con mis días en ese estúpido circo de tres pistas como títere o payaso de entretenimiento. Y eso era lo que hacía yo en ese evento, ser una atracción. Tomé a mi hija, mis maletas y huí a casa, lo más lejos que pude de los reflectores, las cámaras. No puedo negar que esa vía de escape me proporcionó la sensación de felicidad que buscaba. Fui feliz, muy feliz por un tiempo, me sentí liberada, pero el hombre es un animal de costumbres y no me percaté de eso, nuevamente había caído presa de un impulso irreflexivo. ¿Qué diablos haría ahora con mi vida?
Lo conocí a él, un tipo que de primera vista me pareció insoportable y de segunda peor. Me lo presentaron algunos amigos pensando que la depresión en la que me encontraba podría encontrar paliativo en la cama de alguien. Fui presa nuevamente de una de mis tantas trampas, pues el hombre era irrefrenable, bestial en todos los aspectos, comía bebía y gastaba sin mesura, lo que al tiempo que me pareció repulsivo, terminó por mostrarme un espejo en el que me quise reflejar. Comí, bebí y fumé hasta el cansancio, me olvide de la apariencia y viví. Fui feliz, a pesar de mi primera impresión, pero no era él, era yo y mi espíritu en fuga los que realmente se sintieron liberados. A final de cuentas, nadie ha sido culpable de mi locura, no ha habido más responsable que yo en el desastre de mi vida.
Nada dura para siempre y la realidad golpeó a mi puerta un día, el abismo se encontraba frente a mí y me aterrorizó. Dos embarazos fallidos, el descontrol absoluto y mis constantes relaciones dañadas. ¿Soy yo la que las daño o siempre busco a la manzana podrida para pudrirme a su lado? No lo sé, pero es una constante en mi vida. Me gustan los chicos malos y las mujeres feas. Esa soy yo y cuando trato de huir de alguno de ellos, termino en las garras de un hombre estúpidamente bueno y aburrido. No conozco el punto medio, no sé encontrarlo.
Ahí apareció el padre de mis dos hijos, una tabla de salvación apacible y monótona. A pesar de haber sido producto de solo un par de encuentros, nuestra relación se presentó como caballero andante con reluciente armadura. Nunca me he considerado una damisela en apuros, pero lo quiera o no, he sido salvada en más e una ocasión por alguien.
Heme aquí, con dos hijos y cerca de un hombre aburrido, pero buen padre. Por lo menos he logrado darles buenos padres a mis hijos, uno de los pocos triunfos que me puedo adjudicar, no sin antes sentir que ha sido el destino el que ha influido en ello y no yo. Los abortos son una prueba de eso, bien pude haber tenido dos hijos con ese hombre del que no quiero ni recordar su nombre, no sé cómo pude pensar que una relación así podría traerme algo bueno. Soy un desastre, mi vida personal siempre lo ha sido y mi madre me lo ha repetido hasta el cansancio, pero soy incapaz de verlo, me dejo llevar por el momento, no veo a futuro aunque lo intento. El futuro siempre ha sido una gran mancha negra en mi visión.
CENTRAL PARK WEST
NEW YORK
Los atardeceres desde mi balcón me proporcionan una sensación de tranquilidad mezclada con nostalgia de no sé qué. Me desespera mis infructíferos esfuerzos con el instrumento, sacar acordes medianamente decentes de mi guitarra parece una proeza. Llevo horas en el intento y parece curioso que pueda ser tan malo para tantas cosas en la vida, incluido este maldito instrumento.
Me descubro perdido en más pensamientos que en la labor de sacar un acorde decente. Mi bolg de notas reposa en la mesita de alado, más lleno de garabatos que de verdaderas ideas y con sus hojas amarillas me recuerda que me gusta más escribir que aprender a tocar un instrumento. Creo que es para lo que único que realmente sirvo.
La espectacular vista desde mi terraza a Central Park y su lago más grande me recuerdan que he tenido suerte en la vida. No me puedo quejar; fama, mujeres, dinero y amor. Éxito en todos los sentidos. Mis hijos son el mayor tesoro que poseo, el mejor regalo. Pude haber cometido muchos errores, pero a pesar de ello el destino me ha premiado en demasía. En su momento creí merecer eso y mucho más, mi soberbia no me permitía ver más allá de mis narices, pero hoy las cosas han cambiado. No ha sido la vida, he sido yo mismo el que he echado a perder todo bueno que he tenido, pero a pesar de ello he sido premiado y bendecido.
Mi matrimonio se ha ido al demonio por miles de factores de los que la mayor parte he sido responsable. Sé que las parejas son de dos y que en los cimientos de las ruinas quedan la vida de ambos, pero debemos reconstruirnos y reinventarnos por nuestro hijos. Ella ha sido la mejor de las mujeres en muchos sentidos, es la madre de mis hijos y eso la hace única en el universo, pero no es "la" mujer. No sé si realmente lo creí en algún momento de mi vida, no sé siquiera si en algún momento realmente me importó. Yo fui su segundo intento pero para mí definitivamente fue el único, no pensé pasar por un fracaso de esta magnitud. Nunca quise creer que yo tendría que pensar en que ella sería una más de muchas posibilidades, era ella y ya.
Ahora no hay nada de eso, no sobrevive más que la civilidad. Afortunadamente puedo jactarme de haber escogido a una mujer inteligente como la madre para mis hijos. No voy a regalarle al mundo un espectáculo, ha sido suficiente con que mi vida y mis errores estén en boca de todos. Yo sólo me retiraré de este matrimonio cuando ella me lo pida, no tengo pensado volver a cometer el mismo error volviéndome a casar. Ante el mundo yo seguiré siendo su esposo hasta que ella decida lo contrario, antes que nada soy un caballero y eso es algo que he decidido dejar en sus manos.
Las vacaciones en ocasiones no me sientan del todo bien, no puedo dejar de pensar que debería estar con mis hijos disfrutando de las olas, pero han decidido pasar esta época con su madre. Son meses de receso en los que debo pensar en qué enfocar mi tiempo, son días aciagos en los que las horas pasan lentamente sin que nada les ataje el recorrido. Los vecinos deben odiarme porque hasta yo mismo me canso de escuchar el instrumento que llora cada vez que lo toco.
Dejo la guitarra de lado y tomo mi bolígrafo, quizás algún pensamiento brillante logre llegar a mi mente por obra y gracia del espíritu santo. Mi mirada se pierde en lontananza en busca de algo, no sé exactamente qué es lo que busco, pero espero encontrarlo.
Repaso en mi mente y las imágenes comienzan a aparecer una a una; mi familia, mi esposa, mis hijos, mi pasado. Cuando estamos imposibilitados para ver el futuro, el único camino que nos queda es esperar que el viento del pasado golpee nuestras alas en espera de que nos ayude a batirlas con suficiente fuerza para emprender el vuelo, pero no puedo esperar y sucumbo a la tentación de mirar atrás y simplemente contemplar el pasado. Nunca he sido fanático de las reminiscencias, pero hay ocasiones en que son inevitables y cuando la claridad de memoria obliga a no olvidar, es prácticamente imposible ignorarlas.
¿Qué hecho mal? ¿Qué hice mal? Aparentemente nada, sin embargo los resultados me demuestran lo contrario, pero no alcanzo a vislumbrar los alcances de mi estupidez. Soy humano, común y corriente como cualquier otro y a pesar de ello no puedo evitar la sensación de fracaso que amarga mi garganta. Soy un perdedor en toda la extensión de la palabra, de pies a cabeza y de uno a otro costado. Siempre le he temido al fracaso y lo he confrontado en muchas más ocasiones de las deseadas. "Todo está mal" me repito para tratar de convencerme de lo contario, para que mi cerebro encuentre las justificaciones necesarias. En ocasiones el método falla.
Los amigos de toda la vida y las amigas ocasionales tampoco son un aliciente en estos momentos, quisiera no estar tan solo, pero en ocasiones parece necesario. Si no hubiera apartado mi vida de los vicios quizás hoy día sería una piltrafa humana, pero en ocasiones me pregunto para qué lo hice, qué sentido tiene vivir tan sanamente. "Mis hijos" parece ser la respuesta correcta, pero el vacío en mi alma en el fondo me desmiente, si ellos hubieran sido la verdadera razón, ¿sentiría esta tristeza y soledad?
Seguramente el mundo vea en mí un ideal de belleza, fama y fortuna, pero se equivocarían terriblemente si realmente lo creyeran. Sé que así lo consideran, ahora soy parte de la historia viva de su realidad, pero desconocen el resto. A pesar de que me parezca un cliché pavoroso el de la atormentada vida de la estrella, es casi inverosímil para mí el que nadie se detenga ni un instante a analizarlo con detenimiento. ¿Por qué el hecho de tener un reflector sobre el rostro, una cámara rodando o dar un paso sobre un escenario, parece envolverlo a uno en un manto mítico? Es estúpido, banal y vacío. Eso sólo demuestra la infinita estupidez humana y su pobreza de espíritu.
Yo formo parte de ese gran circo, lo sé y me aborrezco por ello. Aunque sería hipócrita de mi parte decir que no lo busqué, que no me perdí en las veleidades del triunfo, la fama y la fortuna. Las amo, lo sé. Lo que aborrezco en realidad son sus consecuencias y esas sí que no las preví.
Hay una práctica que me parece deleznable si la pienso a consciencia, pero que me encanta realizar de cuando en cuando en medio de mi soledad. Me asomo por mi balcón y desde las alturas observo a la gente transitar debajo, lejos de mí, tan pequeños e insignificantes. En ocasiones me gusta decirme que es porque quisiera ser uno de ellos, pero la verdad en el fondo es que no es así. Disfruto sentirme por encima del promedio, de la gente común, del resto. Me gusta sentirme único e inalcanzable.
Una sonrisa estúpida se dibuja en mi rostro, pero me niego a mentirme a mí mismo en la soledad de mi casa, me gusta vivir así. Soy rico, atractivo y famoso, no soy como los demás. Un gruñido en mi estómago me vuelve a la realidad. "Quizás sí soy un poco como todos los mortales."
AEROPUERTO JFK
EL cansancio de las horas de vuelo es ostensible en mis extremidades y la sensación terrosa en mis ojos. El mal humor va aparejado a ambos, así que prefiero no pronunciar una sola palabra cuando finalmente soy recibida por mi asistente en la sala de llegada.
Los malditos trámites de migración son horrendos y castrantes, a pesar de estar volviendo a mi propio país, tener que aguatar ser tratada como extranjera. Es otro de los karmas con los que he tenido que cargar toda mi vida. Que mis compañeros se burlaran de mi acento británico y que los ingleses me trataran como ladita yanqui. Nunca he sido ni de aquí ni de allá y en ambos países se encargan de recordármelo incesantemente, a parte de que sea el único tema de interés en los círculos mediáticos. ¿Cuántas veces tendré que repetir el motivo por el cual puedo manejar o en ocasiones se me sale sin pensar cualquiera de los dos acentos? Pareciera que no he hecho nada más importante en mi vida que eso. Nuevamente me hacen sentir como estúpida, pues parece que no hay más interesante en mi historia que eso.
Seguramente mi asistente ha leído en mi rostro el cansancio y la molestia pues ha decidido no abrir la boca en todo el trayecto. Finalmente tengo que ser yo la que rompa el silencio y solamente lo hago hasta que he encontrado un atisbo de paz.
-¿Ya hablaste a mi casa para avisar que he llegado? ¿Cómo están los niños?
Ella seguramente tiene terror de articular palabra pues únicamente asiente y pierde la mirada en su estúpida libreta de notas. Odio la maldita libreta que pretende manejar mi vida línea por línea, pero yo me he vendido para eso así que se supone que no debo quejarme. Ya quisiera ver a cualquier mortal brincar de gusto cada vez que un maldito extraño te diga qué, cómo y cuándo hacer algo. Es evidente que estoy cansada, pero no solamente es mi cuerpo el que se siente agotado, mi mente está a punto de secarse y trato de convencerme de que lo único que necesito son unas vacaciones. Termino por articular esta última parte sin esperar respuesta.
-Necesito unas vacaciones.
Yo sé que la chica no tiene culpa de nada, pero en cuanto abre la boca la detengo de inmediato. Para comenzar, yo tengo en mi cabeza la lista de todas las actividades que tengo que realizar en este viaje, así que no necesito que me las recuerde y en segundo lugar, yo sé más que ella, pues hay cosas que ni siquiera figurar en su estúpida libreta. Con que tenga la reservación hecha en el lugar en el que le pedí, con eso me daré por bien servida, no quiero ser yo la que resuelva ese tipo de nimiedades.
Me dedico a mirar por la ventana, al parecer es lo único que puedo hacer desde hace mucho tiempo, ser una simple espectadora de la vida que corre allá afuera. El tráfico infernal de esta ciudad me recuerda el por qué no anhelo volver a ella, es más, el por que le rehúyo cada vez que puedo. Su imagen aparece de repente en mi mente y tarto de bloquearlo. Esta maldita ciudad no hace más que recordármelo, es tan él. Viví muchas experiencias aquí antes de conocerlo y aún así, lo único con lo que la puedo relacionar es con él y me maldigo por ese estúpido primer impuso.
Me auto convenzo de que a pesar de los años que han pasado, algún residuo de costumbre debe permanecer latente en mí. "Fueron muchos años" me digo y me lo repito en un par de ocasione y es suficiente, pues me recuerdo que hubo mucho más malo que bueno. A la luz de las cámaras todo podría parecer distinto, los reflectores deforman la realidad como una burda atracción de espejos de un circo de mala muerte, es ver la vida a través de un espejo cóncavo, deforme, lejano de la realidad. Nada más lejano a nosotros que eso, nada más falso que esa percepción deforme. ¿Por qué recordarlo en este momento? Porque estoy en su maldita ciudad, tan falsa como él, tan artificial como la historia inventado por la gente acerca de nosotros.
Me obligaron, la vida o el destino nos forzó a soportarnos por tantos años. Fuimos títeres de la maquinaria sin cabeza, de ese monstro más aterrador que cualquiera en nuestro programa, "el dinero". Si la fama deforma y destruye, el dinero corroe lo poco que quede. Sólo aquél que lo ha vivido lo sabe, el mundo fantástico que se ve en una pantalla o en el escenario no es más que una fantasía, un trampantojo y detrás de eso; trebejos, alambres y mentiras que sostienen los escenarios que la gente adora.
Y ahí están las cámaras esperando por mí a las afueras del hotel acompañados de innumerables fans. Me digo en repetidas ocasiones que la gente no tiene la culpa, que ellos son presa fácil del circo mediático, pero qué culpa tengo yo de eso. Tantos años no han logrado borrar la huella. Cuando trato de analizarlo me arrepiento, yo nunca he estado de su lado, nunca he estado en sus zapatos, es más, nunca he encendido el televisor para ver otra cosa que no sean noticias, así que me queda muy difícil entenderlos.
Al bajar de la camioneta, de inmediato me veo inundada de imágenes en las que no me reconozco, yo no soy esa que ha posado en más ocasiones de las que logro recordar. La mayoría esas imágenes tienen una vergonzosa antigüedad de más de quince años, todas del mismo personaje y además me las siguen restregando en el rostro en espera de que me sorprenda o alegre de ver que no somos capaces de superar nada, de que vivimos anclados a un pasado asedo y obsoleto.
Respiro profundo y en ocasiones me queda difícil bloquear la sensación que esto me produce, que es igual a cuando me entrevistan y me hacen exactamente las mismas preguntas. ¿De verdad no he hecho nada más interesante que esto? La respuesta parece ser evidente, no lo he hecho. Así que firmo todo con la mejor cara que puedo a pesar del cansancio.
Una vez que logro traspasar la barrera habitual, finalmente logro llegar a mi habitación para tratar de encontrar mi centro y equilibro. Cualquiera puede perder piso con todo esto.
Lo único que deseo en este momento es quitarme este disfraz de estrella, llamar a mis hijos y lavar con un baño de espuma toda la porquería que se adhiere a mi piel cada vez que este personaje se apodera de mi vida. Muchos pudieran pensar que lo pedí, que lo soñé, que lo busqué, pero no es así. Yo quería escapar de mi maldita realidad y probé lo que tuve a mano; drogas, alcohol, sexo, cambio de peinado, romper con las reglas y leyes. Todo lo intenté y una más de las trampas en las que caí presa fue en la de la representación. ¿Cómo podía huir de mi vida, como podía alejarme de ese ser que aborrecía y que era yo misma? La actuación fue la única salida que me pareció viable. Me decían que dejaría de ser yo misma, que al representar a otro me liberaría. Nunca mayor mentira se ha dicho, un actor nunca se libera de sí mismo ¿a dónde puedes ir que no estés tú? Por el contrario, te cargas de los males de tus personajes, sus maleficios y traumas, sus despojos invaden tu cuerpo por tiempo indefinido y no hay exorcismo que funcione. Somos títeres, marionetas de los creadores y en este medio peor, somos objetos desechables. Pero no sé hacer otra cosa, en la vorágine del tiempo descuidé mi vida y caí presa del paso siguiente, del otro y el otro.
En algún momento tuve sueños, quise ser arqueóloga o bióloga marina, pero nunca tuve tiempo para convencerme de que tenía la suficiente capacidad para enfrentarme al reto del conocimiento. El cúmulo de miedos y mi baja autoestima terminaron por convencerme que con lo que tenía era más que suficiente, que no lograría nada mejor y heme aquí, presa en mi jaula de oro.
5ª AV. FRENTE AL HOTEL FAIRMONT
CENTRAL PARK SUR
NEW YORK CITY
Mi celular comienza a vibrar dentro del bolsillo derecho de mi abrigo, puedo sentirlo con claridad pues todos mis sentidos están puestos en eso. Es una llamada que esperaba recibir, es más, estaba cronometrando el tiempo que tardé en recibirla. Contesto solamente para escuchar, pues mi interlocutor sabe a la perfección que no debe esperar respuesta para comenzar a hablar.
-Ya ha llegado señor, se encuentra en la habitación que le había informado con anterioridad. Ha pedido servicio al cuarto y al parecer no saldrá hasta mañana.
La llamada concluye sin más información. No es que la necesite, pues yo sé lo que sucede antes de que ellos me informen. Solamente verifico su lealtad y exactitud. Mi padre me enseñó todo lo que debía saber para manejar y ordenar a la gente bajo mi mando y una de sus frases favoritas era "No confíes en nadie." Todos sus consejos los sigo a carta cabal, pues no pretendo cometer los mismos errores que él.
Es curioso el ser humano, tiene la capacidad de ver los errores en los demás y no percibirlos en sí mismo. Yo no voy a cometer ese error, he tenido tiempo suficiente para pensar con serenidad y planear todo a la perfección.
Les di tiempo suficiente para recapacitar, he esperado con paciencia una sola señal, pero ha sido inútil. Los enceguecidos no pueden ver hasta que uno les ponga la realidad frente a los ojos y no albergo falsas esperanzas, sé que todo llevará un proceso, que nada pasará de la noche a la mañana, pero sé que lograré mi propósito.
Mientras observo a detalle la foto que sostengo en mi mano derecha con su firma estampada en la esquina inferior derecha, con la otra mano realizo las llamadas pertinentes.
-Llegó el día, hagan lo que les he ordenado. No quiero un solo error o ya saben lo que les puede pasar. Discreción absoluta, que les pago más que suficiente para que se traguen la lengua y la saboreen antes de que salga una palabra de su boca. En dos días los quiero a todos en el lugar acordado. El que falte, sabe a lo que se atiene.
Odio las amenazas pero aprendía a hacerlas con el mismo tono de mi padre. Funcionan, sé que lo hacen y por eso las utilizo, de lo contrario podría omitirlas, pero los asquerosos humanos no saben trabajar de otra forma más que condicionados a premio y castigo. "Utiliza siempre los dos" decía mi padre sabiamente y no se equivocaba, siempre funcionaba cuando la combinación se hacía en la medida correcta.
Un rostro común, sé que debo tenerlo pues nadie repara un instante en mí y ella no ha sido la excepción, cosa que no es extraño en la absoluto pues su mente debe estar atiborrada de rostros sin sentido que se aproximan a pedir un autógrafo. Podría decirse que con esta firma ha sellado el pacto más trascendente de su vida y quizás no lo sepa. Más bien, sé que lo desconoce, pero pronto sabrá de que se trata.
Mientras camino de vuelta a mi refugio en la Quinta Avenida, no puedo evitar sobreponer las dos fotografías y en mi mente imaginar cómo quedará el montaje que realizaré al llegar a casa. Sonrío estúpidamente mientras camino sin miedo de tropezar pues conozco estas calles como nadie y las podría recorrer con los ojos cerrados.
El recibimiento del portero de mi edificio es tan servicial como de costumbre. El dinero lo puede casi todo y de sobra lo sé. Mientras el ascensor me lleva hasta el interior de mi departamento en el último piso, pienso en qué hubiera sido de mí si otro pensamiento le hubiera ganado la carrera a esta obsesión. Sé que lo es y no tengo ningún reparo en admitirlo en mi interior, además de que el monitor de mi ordenador me lo recuerda cada que lo enciendo.
La emoción es inigualable, ver cada una de las imágenes que forman parte de mi colección. Sin miedo a exagerar, sé que tengo cientos de miles de ellas. Si eso no es una obsesión, entonces no sé lo que será. Me paso noches en vela armando montajes que llenan mis sentidos. Los hago con tal cuidado que cuando la memoria me falla, he alcanzado a sorprenderme y sentir un vuelco en el corazón al verlos así, juntos.
Tengo otra colección parecida con videos hechos por los fans que igualan o superan mi obsesión. Sin duda si ellos tuvieran los recursos suficientes como los tengo yo, harían lo mismo o más. Si mi paranoia no fuera tan grande, seguramente sería parte de cientos de grupos en los que se habla de ellos, de sus personajes o sus vidas. El que no me permita formar parte no me impide leerlos todos.
Han sido años de profunda investigación y evidentemente no me he podido quedar solamente con lo que consigo en la red, yo poseo un basta cantidad de información que cualquiera de ellos moriría por tener. Pero mi objetivo no es tan banal como el de ellos, mi objetivo es mucho más profundo y trascendente.
No me puedo comparar con un cumulo de personas fanatizadas por un deslumbramiento adolescente. Mi obsesión tiene forma y fondo. Mi visión es trascendente y no vacía como la de muchos.
Sentado frente a la luminosa pantalla de mi computadora decido que sería conveniente descansar, aunque mi mente sobre excitada me indique lo contrario. Llego a la conclusión de que no seré yo el que realice el trabajo físico, por lo que no tendré que obligarme a dormir si no lo deseo, así que me dedico a llenar mis ojos y mi espíritu con imágenes maravillosas que solo se ven interrumpidas por las escenas imaginarias que florida mente me regala. Escenas de todo lo que deberá suceder en los días que siguen, así que abro el archivo con el guión. Debo repasarlo nuevamente pues no pienso quedar como un imbécil ante ellos. Para ello he estudiado, me he informado y sé que he escrito una obra maestra. Voy a materializar el sueño de millones y eso en ocasiones pesa sobre mis hombros como una lápida. Si fuera tan inconsciente como ellos quizás podría dormir tranquilo, pero no lo soy, así que siento la obligación de repasar cada paso, cada línea de la historia que estoy por escribir.
Me siento Dios al realizar esta tarea, pero sé que no soy más que un instrumento de creación divina que no hace más que ayudar a que las cosas que deben pasar, sucedan. Comienzo a sucumbir ante el cansancio mental y físico que todo esto me produce. Realizar las tareas de Dios no es cosa fácil y como simple mortal que soy, termino por aceptar que debo descansar. En tácticas de guerra dirían que debería atacar cuando el enemigo descansa, pero en esta parte del proceso debo aprovechar el mismo tiempo de reposo de ellos para trabajar mientras ellos lo hacen. Esto es sólo el comienzo de todo.
CENTRAL PARK WEST
NEW YORK
Dos días después
Llevo horas tratando de decidir si me preparo algo u ordeno a domicilio. En estos largos periodos de receso gano peso como desquiciado, o como lo que me puedo preparar, que no es ni de cerca algo sano, u ordeno a domicilio la primera porquería que me viene a la mente.
-¿De qué tenemos antojo hoy?
Le hablo a mi estómago porque ni siquiera mi perro me ha querido acompañar, se ha quedado en Los Ángeles donde el clima es más benévolo en estas fechas. Si no fuera por mi necedad por no parecer blando ante el rigor de mi pobre desempeño como músico, estaría en este momento disfrutando de las olas y mi tabla de surf, entre otras cosas.
Por la mañana he salido a mi acostumbrado recorrido, he trotado un poco por el parque, pasé por mi café habitual y volví a encerrarme con el pretexto de continuar con mi practica, abonando en números rojos a mi causa perdida.
Vuelvo a repasar los garabatos en mi libreta y un estúpido orgullo me impide hacer bolas cada una de las páginas amarillas, pero no hay nada rescatable en ellas. Busco en el techo; por la ventana, en el lago a lo lejos, en el cielo, en donde sea, un atisbo de inspiración y nada. La única conclusión a la que puedo llegar es que mi vida está tan vacía como mis palabras. No hay contenido, ni fuerza, ni nada.
Es tentadora la idea de cocinar nuevamente en calzoncillos, aunque dos cosas me detienen. La primera es que lo hecho tanto en estos días que ha perdido toda la gracias y la segunda es que ya estoy harto de comer la misma porquería de sándwich que sé preparar. Está decidido, ordenaré algo pues la idea de tener que vestirme apropiadamente para salir a buscar un lugar donde cenar y peor aún, tener que hacer la reservación correspondiente pues no puedo pararme en cualquier lugar sin que tengan todo listo para evitarme la molestia de tener que evitar todo lo que tengo que vitar, me produce una fiaca emocional infinita.
El siguiente dilema que se me presenta es qué ordenar, pues he pasado lista con la variedad de cosas que el nutriólogo me permite consumir y también con lo que no me permite. Pienso portarme mal hoy, así que me decido por la pizza del restaurant italiano que me gusta. Ordeno y espero. Nada más americano que desear algo, ordenarlo y esperar a que llegue a la puerta de tu casa.
Mientras espero me pierdo entre mis pensamientos reflexivos, cuantas veces me he prometido que me sentaré a escribir esa novela que lleva años rondando mi cabeza. Cuándo le dedicaré un espacio a mi "apretada agenda" a levantar el teléfono y realizar un par de llamadas que tengo pendientes desde hace años.
Es curioso como ni la nostalgia puede borrar más de un par de malos recuerdos. En mi interior, ese bullir de mi estómago me indica que no son temas olvidados y mucho menos superados. Hace años que decidí echarles tierra y caminar sobre ellos, pero en ocasiones asestan un golpe en mi memoria plagándola de recuerdos. Porque si algo me sobran son malos recuerdos al respecto que no pueden ser acallados por los contados buenos.
No quiero amargar mi cena con todo eso y trato de evadirlos, pero el ver su rostro en mi memoria mezcla sentimientos y difícilmente identifico uno agradable. El tiempo a su lado es inherente a mi historia y no puedo desaparecerlo de un pincelazo, aunque es uno de mis mayores deseos y sé que también el de ella. Pero qué podemos hacer, esa parte de nuestra historia, está entrelazada muy a nuestro pesar. Me reprimo pues me molesta pensar que ella seguramente no dedica un segundo de su vida a pensar en ello, por qué debo ser yo el que malgaste su tiempo en ello. Maldigo mi buena memoria y hago lo mismo con la mala memoria de ella. Por qué ella fue bendecida con esa cualidad y yo no, sobre todo cuando se trata de estos instantes cuando el golpe de recuerdos ataca de la nada.
Afortunadamente soy interrumpido en mi escalada de disgusto por el armonioso sonido del timbre. No pienso en ponerme los pantalones pues no le veo necesidad, no creo que ningún repartidor en esta ciudad se asuste por entregar un pedido a un hombre en calzoncillos, además de la confianza que tengo por el trato preferencial que siempre he recibido de parte del restaurante de pizas del que la envían.
5ª AV. HOTEL FAIRMONT
HABITACIÓN 1013
CENTRAL PARK SUR
NEW YORK CITY
Estoy agotada, mi cuerpo aún no se acostumbra al cambio de horario y mañana estaré de vuelta montada en un avión para conseguir una nueva descompensación corporal. Sé que hace tiempo debí haberme acostumbrado, pero mi cuerpo desconoce todas las indicaciones al respecto.
Se está convirtiendo en un cliché en mí el dedicarme un tiempo en la tina de baño para tratar de recuperar un poco de las energías perdidas, pero es lo único que he encontrado que medianamente funciona. Una junta aquí, una comida allá y toda mi vida en la punta de un bolígrafo como siempre. Una negociación de contrato más y juro que comenzaré a pensar en el retiro. Afortunadamente no he tenido que enfrentarme a ningún evento público con su consabido ataque de pánico. Si el mundo supiera lo que las masas producen en mi mente, nadie sería tan malditamente psicópata como para obligarme a hacerlo. Me miento descaradamente y me produce un incontrolable ataque de risa, es evidente que he trabajado a lado de más de un psicópata, pues todos los que me conocen saben de mi condición y aún así me obligan a hacerlo. Así que es verdad, de cuando en cuando me gusta mentirme para causarme gracia al descubrirme haciéndolo.
Si todos esos desgraciados se hubieran tentado el corazón tan solo en una ocasión, mi historia sería otra definitivamente. Pero todos son intereses y yo no estoy libre de culpa en ello. En un inicio puede ser que pudiera excusarme, pero después he sido cómplice y partícipe de mi propia desgracia. Es verdad que el explotar mis sufrimientos me ha traído fama y cierta fortuna, nada cercano a lo que el resto del mundo imaginaría, de lo contrario no me seguiría prestando a ello. También he sido presa de mi propia ambición, pero tengo hijos que mantener y me gustaría brindarles el mejor futuro posible. Por ellos estoy dispuesta a sacrificar cualquier cosa.
No todo ha sido malo, en ocasiones he logrado disfrutar un poco de todo esto. El dinero no es primordial para mí, no ocupa el total de mi pensamiento, pero no le resto importancia tampoco, reconozco los beneficios y comodidades que ofrece. No deja de ser una maldición en sí mismo pues una vez iniciada la carrera de los noventa y nueve, siempre te faltará uno para el cien. Es la estúpida persecución por la liebre en una carrera de galgos, inalcanzable, pero uno de los motores que te impulsa a encarar el día siguiente. Evidentemente son mis hijos mi prioridad, pero en ocasiones no puedo evitar cuestionarme si no son más egoístas mis motivaciones. Seguramente sí, pues nunca he dejado de ser la adolescente impulsiva que se pintaba el pelo de rosa. La oculto, la maquillo, la controlo más, pero en el fondo ahí sigue latente, en espera de salir a la primera oportunidad. Simplemente hoy tuve que contenerme para no tirar el vaso de agua en el rostro del imbécil que me ofreció una cantidad ínfima por mi trabajo.
Todo esto me pasa por querer controlarlo todo, me he repetido hasta el cansancio que este tipo de cosas debería dejarlas a mi representante y sentarme únicamente a firmar cuando sea necesario, pero eso años en los que me dejaba manejar por cualquiera ya pasaron y me hicieron desconfiada. Nadie mejor que yo para velar por mis propios intereses.
Me he perdido de tal manera en mis pensamientos y enojos que no me he percatado que las arrugas en mis dedos indican que he permanecido más de lo recomendable en la tina, así que decido salir. Mi estómago me indica que no debí haber pasado de la hora de la cena sin probar bocado, pero era mayor mi enojo como para hacerle caso, así que la solución más cercana es levantar el teléfono y ordenar servicio al cuarto. La ensalada habitual me vendrá bien junto a una enorme y sudorosa jarra de agua helada. Me he deshidratado al permanecer tanto tiempo bajo el agua, así que necesito recuperar líquido.
Enfundo mi cuerpo en la pijama y me coloco mi sudadera habitual para esperar a que el botones se digne a apresurarse, pues al paso que voy me quedaré dormida antes de la cena. Para mi fortuna no he debido esperar demasiado y cosa extraña, ahora no han fallado en un solo detalle. Como de costumbre, despido al botones con una generosa propina pues mi trauma de mala mesera me impide no ser empática con las personas que deben trabajar al servicio de otros, sobre todo en materia de alimentos.
NORMAN´S CAY
DÍA SIGUIENTE
(DÍA 1)
Poco a poco la consciencia se apodera de mí, aparejada de un dolor inenarrable de cabeza. Antes de abrir los ojos hago el intento de dirigir mi mano hacia el origen del dolor aunque no sea el único que invade mi cuerpo, es el que destaca por mucho en intensidad, pero el viaje de mi mano se ve truncado por un objeto medianamente sólido.
Quiero creer que me niego a abrir los ojos pero la verdad es que no puedo, a pesar de que siento la imperiosa necesidad de hacerlo, me parece una hazaña prácticamente imposible. No detecto luz tras mis parpados, pero aún así, desconozco el motivo por el cual me parece prácticamente imposible abrirlos. Finalmente lo logro y lo que veo me parece más inverosímil que mi propio dolor de cabeza. Achico los ojos tratando de enfocar con claridad y sacarme del espejismo, si es que lo es.
Trato de incorporarme aunque parece que mi cuerpo reacciona sólo por partes y afortunadamente una de ellas es mi mano. Con poco tacto o delicadeza deposito un par de pequeños golpes sobre su rostro, pero no obtengo respuesta. Al tiempo, mi cabeza da vueltas como subida en un carrusel imposible de detener. Lo que siento se asimila a la peor resaca que haya sentido en mi vida. ¿Qué hice? ¿Qué hicimos? No puedo recordar absolutamente nada.
CENTRO DE MANDO
Siento que la emoción recorre como hormigueo cada centímetro de mi cuerpo y el ritmo de mi corazón podría confundirse con una taquicardia en forma. Es la expectativa junto con los nervios del primer encuentro. Miles de preguntas inundan mi mente, pero la expectativa de la respuesta de una sola es la que más se intensifica ¿cuál será la reacción inicial? Guardo silencio y observo expectante.
La noche ha sido muy ajetreada por decir lo menos, mi cuerpo indica que ya da señales de cansancio, pero nada puede hacerme perder este momento que he esperado por años. Primera fila del espectáculo más caro de la historia, pero el dinero es lo de menos. El dinero siempre es lo de menos y pobre de aquél que piense lo contrario, pues será esclavo de una mentira.
La impaciencia comienza a correr por mis venas y la duda comienza a generar preocupación en mí. Tomo el teléfono y pregunto, pues esto comienza a parecerme fuera de lo normal, pero me informan que solamente estoy siendo presa fácil de mi ansiedad. Trueno mis dedos, medito unas horas, me ejercito otro rato y nada. Vuelvo a llamar en tono exasperado pero recibo exactamente la misma respuesta. Quizás, a final de cuentas la paciencia no era mi gran cualidad como siempre pensé.
Ahora comprendo que ser el ojo del gran hermano tampoco es fácil, puede ser mortalmente exasperante o aburrido, pero no puedo negar que aviva los sentidos hasta un punto inverosímil y me doy cuenta de ello cuando percibo el primer movimiento del día. "Aquí vamos" me digo con una profunda emoción, "Tercera llamada, principiamos." Coloco mi rostro sobre mis manos para disfrutar de la función.
CÁMARA 1
HABITACIÓN PRINCIPAL
Él comienza a removerse un poco con evidente pesadez en sus incipientes movimientos, aún no alcanza a abrir los ojos. Las cortinas que cubren la ventana principal están corridas por completo lo que impide el paso de la luz del sol, pero no evita que las cámaras de alta fidelidad y con poderosa visión nocturna, capten absolutamente todos los detalles.
Finalmente y aunque con dificultad, se incorpora un poco y golpea el rostro de su acompañante en dos ocasiones pero no recibe respuesta. Finalmente el micrófono de alta sensibilidad recibe su primera señal. Es su voz varonil enronquecida y titubeante.
-¿Gillian? ¿Gillian, eres tú?
Continuará…
